La vida revuelta

Introducción

Domingo, 26 de octubre de 2003. (14:50)

En aquella ocasión la negativa de Manuel no me pareció tan firme como el día anterior; fue más una inseguridad sobre las consecuencias y repercusiones que tendría.

Ana

A mis excusas y argumentos, Ana reaccionó con una sonrisa de complicidad, como si comprendiera que hablaba desde mi subjetividad, que no era algo que improvisara, porque sin duda había pensado en ello y durante aquel fin de semana con mayor motivo, porque era un poco más consciente de lo que Ana me ofrecía y aquello significaría para mí.

Manuel

¿Qué más se puede pedir?

En un rato, en una conversación casi informal, el padre de Ana les ha ofrecido la manera de solventar todas sus objeciones e inconvenientes para no verse con más frecuencia, resolviendo de ese modo la cuestión de la distancia, la falta de estabilidad laboral de Manuel y la disyuntiva de Ana por tener que comprarse un piso para no perder las ventajas ni beneficios de la cuenta vivienda.

Es evidente que es un hombre pragmático, un hombre de negocios que piensa en todo y es capaz de hacer encaje de bolillos con lo que tiene para encontrar calcular la cuadratura del círculo y encontrar una solución sencilla a lo que en principio parece un rompecabezas sin sentido.

Es más, con esta solución, como añadidura y consecuencia más inmediata estará que Manuel podrá sumar puntos ante los padres de Ana, mejorar en mucho esas primeras impresiones no tan afortunadas, porque le verán como un chico decidido, capaz de tomar decisiones arriesgadas y valerse por sí mismo fuera de su entorno habitual. De ser un don nadie, pasaría a ser considerado el pretendiente cuasiperfecto para Ana.

Don José, el padre de Ana// Copilot designer

Aún no conoce a «Don Excusas».

Sobre el papel, en teoría, la propuesta del padre de Ana parece perfecta; de un solo golpe Manuel conseguiría trabajo, casa y novia. Aunque todo esté bastante bien matizado, el caso es que todo serían ventajas y, con un poco que se espabilara, que demostrase sus muchas y mejores cualidades, lo de pensar en boda no sería demasiado descabellado y contaría con el beneplácito de los padres de Ana.

El problema está en que, si no rinde en el trabajo, si no cumple las expectativas, con la misma convicción con la que se le contrate, se le echará a la calle. Lo de vivir en el piso que compre Ana será con la condición de que se mantengan las buenas relaciones y el entendimiento dentro de la pareja y, por descontado, mientras no haya boda, nada de vivir juntos ni tomarse más confianzas ni libertades de las debidas en ese sentido.

Ante este panorama, no es que Manuel se niegue en redondo a aceptar la propuesta, pero tampoco se muestra demasiado dispuesto a aceptar. La realidad es que a este planteamiento le encuentra muchos reparos. La desconfianza le lleva a ser un tanto temeroso de las repercusiones de esa convivencia, de ese acercamiento.

Aquí es Manuel quien hace gala de su personalidad, de ese sentido común suyo al que Ana ya empieza a estar acostumbrada, y alude al hecho de que no va a ser lo mismo tratarse desde la distancia y verse de vez en cuando que hacerlo a diario, lo que supondrá un cambio demasiado radical en sus vidas, y Ana se puede llegar a sentir agobiada, privada de su espacio.

Tampoco está queriendo decir que rechace de plano lo que le proponen, tan solo que es una cuestión que se ha de plantear con calma, más cuando es buena lógica que sea inevitable asumir que, más pronto que tarde, acabarán viviendo juntos. El caso es que Manuel hace gala de sus inseguridades, que no quiere hacer el tonto y echar por tierra todo lo conseguido hasta entonces.

Ana se mantiene imparcial.

Ana entiende que su padre le está apretando las tuercas a Manuel, pero no por ello deja de comprender los reparos de éste a aceptar la propuesta, porque tampoco es algo que se concrete. Tan solo es una idea, un plan que se habrá de hacer efectivo con el tiempo, dado que Manuel tampoco ha venido este fin de semana con intención de quedarse.

Ana vestida de manera casual// Copilot designer

Lo de la oferta de trabajo en la gestoría no está definido todavía y, tras la visita del sábado por la mañana, Manuel parece tener bastante claro que hay buena voluntad, pero no hay sitio donde poner una mesa de trabajo ni tampoco tareas claras que asignarle que le hagan merecedor de ese puesto y del sueldo. Lo de contratarlo para que no haga nada tampoco tiene mucho sentido.

Logo de la gestoría (ficción de la novela) // Copilot designer

El piso aún hay que buscarlo, elegirlo y comprarlo. Lo que Ana tiene es el dinero para la inversión inicial, aunque sea un tema que ya no se pueda aplazar durante mucho más tiempo. Mientras no se disponga de ese piso, no hay posibilidad de ofrecerle alojamiento en Manuel, porque está claro que en su piso no se va a quedar. La madre no quiere huéspedes incómodos ni habladurías.

Victoria, la madre de Ana// Copilot designer

Lo único seguro es que el futuro de la relación parece asegurado. Ambos se sienten comprometidos e implicados, de manera que no hay ninguna urgencia por precipitar los acontecimientos. Ahora ya saben dónde vive cada uno, y no se descarta que se hagan visitas cuando quieran o necesiten verse.

De todos modos, si Manuel decidiera mudarse a la ciudad, dado que ella no se puede mover, por su parte, como es lógico, estaría encantada. Se verían con más frecuencia, sería más fácil que hicieran planes y tuvieran mucho más que compartir.

En cualquier caso, el tema de la comunicación parece resuelto porque en los últimos meses son frecuentes las llamadas de teléfono y ha quedado constancia de que, a la hora de hacer planes, antes de imponer nada, se tiene en cuenta el parecer y las circunstancias de ambos, buscando soluciones a los problemas.

Origen