Introducción
Domingo, 26 de octubre de 2003. (16:05)

Dado que la gente de Toledo aún no nos había llamado y mi padre ya estaba algo impaciente por centrarse en la lectura de los periódicos del día más que en continuar con aquel paseo por la ciudad, regresamos al piso.

Después de comer regresamos a su piso con la idea de hacer tiempo hasta que nos llamaran quienes debían recogerme y de quienes no teníamos noticia, por lo cual se mantenía la incertidumbre de si se habían olvidado de mí y me tendría que quedar otra noche más o todo estaba pendiente hasta que se hubieran organizado.
Tras la comida
Después de comer y ya que la conversación sobre el porvenir de Manuel o el futuro de la pareja ya no puede dar más de sí y se ha llegado a lo que parece un punto muerto, pendiente de que se resuelvan los cabos sueltos, deciden regresar al piso.
No se dice nada de la lluvia ni del tiempo, por lo que podemos deducir que hace buen tiempo y que a estas horas aún no ha anochecido, por lo que cabría la posibilidad de plantearse un paseo por el barrio, una primera e improvisada búsqueda de ese piso, aunque sea domingo por la tarde.
Sin embargo, se encuentran con el problema de que Manuel regresa a Toledo. Están pendientes de que los amigos de Toledo, que han acudido a la boda, llamen y lo recojan. De manera que es mejor que estén localizables y disponibles para no hacerlos esperar. Son dos horas de viaje en coche y tampoco conviene que lleguen muy de noche.
Si fuera por Ana, entendemos que Manuel se podría quedar más tiempo, porque las separaciones siempre son tristes, pero Manuel tampoco pretende molestar más de lo necesario y podemos asumir que la hospitalidad y la buena consideración de los padres de Ana tiene un límite, que está a punto de alcanzarse.
Mejor no verse en la misma tesitura de julio y que el lunes por la mañana todo haya vuelto a la normalidad, que no se encuentren con la tesitura de que cuando suene el despertador, Manuel aún se encuentra en el piso o que Ana se encuentra con la tesitura de querer acompañarlo hasta la estación de autobuses y, en consecuencia, llegar tarde al trabajo.
Un periódico por leer.
Entendiendo que don José, el padre de Ana, es un hombre de costumbres, lo que le tiene que apetecer en estos momentos es retomar las buenas costumbres y aprovechar que el domingo por la tarde no tiene otras obligaciones y sentarse en su sillón a leer su periódico dominical, en el que seguro encuentra alguna noticia de su interés más interesante que los problemas amorosos de su hija.

El padre sabe que basta con que haga constar su presencia para que no haya de preocuparse por el comportamiento de esta pareja, que puede dejarlos solos sin que le den motivos para escandalizarse. Ya ha quedado claro que Manuel es de su confianza, pero éste pende de un hilo muy fino, que si quiere repetir la visita, más le vale no hacer nada por lo que le hayan de pedir explicaciones con posterioridad.
Casi mejor que don José no se vuelva a percatar de que tal o cual rincón de la casa necesita que se pase la escoba, porque en ese piso y en esa familia parece que cuando Manuel está de visita hay ciertos detalles en los que tan solo un padre responsable parece fijarse. Mejor que nadie interrumpa la lectura del periódico, que particularmente en esta edición tiene noticias de lo más interesantes.

Se van al dormitorio de Ana.
Ellos dos, que igual se podrían quedar en el salón viendo la televisión o hablando de sus cosas, porque la conversación mantenida durante la comida no ha resuelto sus grandes problemas y quedan algunas cuestiones pendientes, prefieren dejar al padre tranquilo. Para tratar cuestiones de pareja o dejar que aflore la complicidad entre ellos, tampoco es necesario que nadie les controle ni les escuche.

Ya no son un par de adolescentes a los que haya que tener vigilados. Como se suele decir, ya se visten solos. Aparte de que, aunque la confianza que se tenga hacia Manuel se pueda matizar por el hecho de que sea un chico, cabe pensar que Ana la tiene toda, que lo que haga fuera de casa con su vida social recae en su conciencia, pero en el piso puede requerir que le pidan explicaciones, que prefiere no tener que dar.


Nuestra pareja ha estado en la convivencia de novios en julio; en septiembre Ana le fue a hacer una visita a Manuel sin tener que depender de los amigos, por lo cual el hecho de que ahora busquen la tranquilidad del dormitorio tampoco ha de preocuparle a nadie. Además, están pendientes del teléfono y tampoco parece que tengan muy claro de cuánto tiempo disponen.
Por otro lado, la madre de Ana sigue ausente. Se entiende que puede regresar en cualquier momento y, por las impresiones que Ana ha dado de esta en ese sentido y lo que Manuel la ha conocido en estas dos visitas, no conviene que se mosquee con ninguno de los dos, particularmente con él, porque don José quizá le pueda ofrecer un trabajo en la gestoría, pero lo que de verdad importa es que se le vuelva a permitir la entrada en el piso.

Origen

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