Introducción
Domingo, 26 de octubre de 2003. (17:30)

Cuando llegamos frente a la parroquia, el coche de mi amiga ya estaba allí. Ya nos esperaban y no hubo tiempo para muchas despedidas. Llevaban prisa.

Cuando salimos a la calle, desde el portal ya nos dimos cuenta de que los coches de la gente de Toledo se encontraban frente a la parroquia. Nos habían avisado con tiempo; se suponía que yo ya debía estar preparado, pero nos habíamos entretenido con las despedidas.
¿No se despide del padre de Ana?
¡Qué despistado es este chico! Se olvida del ramo de la novia, como quien no se acuerda de que es su responsabilidad, y parece que también de despedirse del padre de Ana, quien, centrado en la lectura del periódico dominical, da la sensación de que se mantiene ajeno a todo.


Lo cierto es que la atención y preocupación de Manuel están en no dejarse nada importante y aclarar cuándo Ana y él volverán a reencontrarse, sin que por parte de Ana le ponga muchas facilidades en ese sentido. Ella se siente atada a la ciudad a cuenta del trabajo y esas dos horas de coche hasta Toledo. A ella ya no le es tan fácil escaparse o perder un día.
En cualquier caso, aunque no se mencione expresamente en la novela, se entiende que se ha tomado la molestia de despedirse del padre, pero que éste tampoco ha querido entretenerlo de más, porque se sobreentiende que Manuel más pronto que tarde regresará y lo importante ahora es que se marche, que no haga esperar a quienes le esperan.
Se asume que el padre delega toda la responsabilidad de la despedida en Ana, como queriendo dar a entender que él se queda en el piso a que Ana vuelva a subir, que quien se marcha de regreso a Toledo es Manuel y no hay posibilidad de que se trate de una huida romántica. Mejor que Ana no se muestre demasiado lanzada ni impulsiva con sus sentimientos.
De hecho, puede decirse que a Manuel no le quedan manos, porque, si le quedase alguna, Ana ya se preocupa de agarrarse a él. Que, a diferencia de lo sucedido en julio con la mochila de Ana, cuando se fueron a la convivencia de novios, ahora no es ella quien se muestra servicial en ese sentido. Ana ya carga con la pena de la despedida.
Un beso y un adiós.
Los amigos les esperan frente a la puerta de la parroquia, porque, como sabemos, no se pueden detener frente al portal de Ana. Esta es una de las avenidas transversales de la ciudad y se entiende que tiene bastante tráfico cualquier día de la semana. Aparte de que, si se trata de recoger a un pasajero, mejor hacerlo en un sitio donde se pueda estacionar.


En el maletero del coche de estos amigos hay sitio para el equipaje de Manuel. Se entiende que esto de ofrecerse a llevarlo de regreso a casa es algo que ya tenían previsto, que en cualquier caso tan solo van dos personas en el coche, una pareja, y para esta corta visita a la ciudad tampoco han necesitado venir muy cargados. Ellos tan solo han acudido a la boda de Carlos y han pasado una noche en la ciudad.
Ana querría que Manuel no se marchara, aunque sabe que tampoco puede retenerlo por más tiempo, porque una vez que han salido de su casa, con el equipaje, iba a tener que mostrarse muy convincente ante sus padres para que alarguen una noche más esa hospitalidad. La marcha de Manuel devuelve la tranquilidad a la familia.


En realidad, nos podemos imaginar que el padre observa desde la ventana, como si quisiera cerciorarse de que no habrá cambio de planes en el último momento. Que no hay nada de malo en que Ana, a su edad, ya tenga novio y lo haya escogido según sus propios gustos y apetencias, pero ello tampoco le ha de hacer perder la cordura.
Para que Manuel no se suba en el coche ni se marche sin más, Ana no se reprime a la hora de darle un beso buscando sus labios, un beso comedido, una demostración de cariño, de que si quiere más, ya sabe que no se lo ha de pensar en exceso antes de venir a pedírselos. Que, a diferencia de cómo fue el recibimiento del viernes en la estación de autobuses, ahora ella no se reprime y pone en valor los acontecimientos del fin de semana.
Sus amigos ya presenciaron el beso que se dieron durante el baile, de manera que Ana quiere dejar claro que aquello no fue un espejismo ni una ilusión del momento. Ella se está despidiendo de su novio, queriendo dar a entender que ha habido un gran avance en su relación, aunque hayan pasado por momentos de cierta tensión y frialdad.

El beso de despedida
El verdadero beso de despedida es en la mejilla, que tampoco es cuestión de que Manuel se empiece a creer grandes expectativas en cuanto a su relación, que no por el hecho de que se afiance su noviazgo ella va a perder la compostura ni a dejarse llevar por la impulsividad del momento. Entre ellos no se espera que haya momentos muy pasionales.
Este segundo y último beso es mucho más sincero, sentido. Un beso para agradecerle el esfuerzo que ha supuesto para Manuel acudir ese fin de semana y tener que enfrentarse de nuevo al tercer grado de los padres de Ana. También es a modo de disculpa por las tensiones, queriendo reconocer que ella no ha estado muy afable.
Es un beso para confirmar y reafirmar sus sentimientos y su compromiso. Que ella entiende que Manuel quizá pueda haber pasado por un momento de incertidumbre, por creer que ella había aprovechado la excusa de la boda de Carlos para contrastar pasado y presente. Con este beso, ella intenta darle a entender que no hay motivo para esas suspicacias.
Tras el beso y dado que les quedan dos horas de coche por delante, Manuel se monta en el coche para que puedan marcharse, dado que se les empieza a hacer tarde y la única que no tiene prisa, porque su casa se encuentra al otro lado de la avenida, es Ana. Sin embargo, estos amigos tienen la tesitura de tener que hacer la ruta porque se entiende que cada cual vive en una casa distinta.

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