Introducción
Como consecuencia del fallecimiento del papa Francisco y el hecho de que en las próximas semanas el cónclave cardenalicio habrá de nombrar al próximo Papa como cabeza de la Iglesia Católica, me parece un buen momento y una buena excusa para hablar de la figura del Papa como referente en mis novelas.
No desvelo nada al admitir que la figura del Papa es mencionada con respeto y con relativa asiduidad en mis novelas, sin que me refiera a un papa determinado, aunque se entiende que hay una cronología, que hay un cierto paralelismo en los acontecimientos de mis novelas y el transcurrir real del tiempo y de la Historia.
El papa de Roma
Principalmente, estas alusiones están en la novela «Esperando a mi Daddy», sin que en ningún caso le haya querido dar una participación directa en los acontecimientos. Siempre es por medio de noticias reales que se han incorporado como parte de la novela, por expectativas creadas con o sin sentido, por el hecho de resaltar que entre el «St. Clare’s Home for Girls» y La Ciudad del Vaticano hay una jerarquía eclesiástica e institucional más o menos directa.
El Papa es, por decirlo de un modo un tanto exagerado, quien tiene la última palabra en lo referente a las decisiones importantes, como eso de determinar si al final Jessica se podrá quedar o no en el St. Clare’s una vez que alcance la edad límite requerida. Como si no tuviera cuestiones más relevantes por las que preocuparse. Pero es que Jessica quiere quedarse.
Por otro lado, siempre nos quedará la duda de saber si entre los números de teléfono que Ana tiene en su agenda se incluye el teléfono personal del papa, o al menos el de su secretario, por eso de tener una conexión directa y que, ante cualquier problema o cuestión que pudiera surgir, se haga esa llamada. Siempre teniendo en cuenta la diferencia horaria y lo ocupada que tenga la jornada de ese día el papa para responderle.


Porque pronto Jessica sabrá que Ana, en su época de estudiante y ahora que trabaja como cuidadora en el St. Clare’s, aprovecha sus vacaciones para acudir a los Encuentros Mundiales de la Juventud con el papa; incluso llegará a insinuar la posibilidad de que sea Ana quien le organice estos viajes.
Lo de organizar uno de esos Encuentros en Toledo (España) no parece que vaya a ser una empresa fácil. Sería una buena excusa para organizar un viaje y estancia de varios días y así aprovechar para intentar localizar al padre de Jessica, a su «Daddy».
Entonces, si ni el Papa ni Ana pueden organizar uno de esos Encuentros en Toledo, ¿vendrá el Papa alguna vez de visita al St. Clare’s? A las niñas les haría mucha ilusión, aunque sea una visita rápida, si alguna vez acudiera a Boston. Así Jessica no tendría que moverse de donde está.
El futuro Papa
Otra de las curiosidades de la novela en cuanto a las alusiones al Papa o, más en concreto, a esa sucesión apostólica, es que en la novela existe un previsible candidato. Lo que se plantea de una manera un tanto jocosa, cómica y simpática.
Podría ser uno de los sacerdotes de la parroquia e incluso el arzobispo de la diócesis de Massachusetts. Sin embargo, la sugerencia es mucho más original y curiosa.
El «candidato» sería David John Catcher (David Catcher), un joven sacerdote caracterizado por ese sombrero de cowboy del que no se desprende, aunque ni la costa este de los Estados Unidos ni los estados del noreste parezcan un lugar muy apropiado para un cowboy. Sin embargo, este no es un «cowboy» cualquiera. Es «el cowboy priest más rápido a este lado del Mystic River«.
Sí, David Catcher, es un «Catcher» de la familia de los Catcher, de esos que en la infancia y juventud han recibido como paga semanal (pay pocket) tropecientos millones de dólares, pero que ahora, con el sacerdocio, hizo voto de pobreza. Es el hijo mayor y ha renunciado a ser el heredero legítimo y primogénito de la herencia familiar.
David John Catcher. Dicen que hay por ahí «uno» que se define como “el Buen Pastor”; David es uno de sus seguidores, pero en la versión moderna, un “cowboy priest”, lo que resulta un tanto atípico en el noreste de los Estados Unidos, pero se lo puede permitir. Ha hecho voto de pobreza, castidad y obediencia, pero va con su sombrero a todas partes.

Se dedica a ayudar de manera «anónima» a todos aquellos que necesitan de esa generosidad por su parte. Sin embargo, si quieres ser beneficiario de esta ayuda altruista y desinteresada, te has de marcar un objetivo en la vida y esforzarte por alcanzarlo. Tan solo es una ayuda, no la solución a los problemas.
También practica el diálogo interreligioso e interconfesional, como adjunto a la universidad, aunque ello le vaya a causar algún que otro conflicto y malentendido. En el campus hay estudiantes de diversidad de religiones y credos. Él está allí para dar apoyo espiritual a los estudiantes católicos, pero su puerta está abierta a cualquiera que tenga inquietudes que él pueda resolver dentro de su labor sacerdotal.
Además, es un sacerdote que goza de muy buena fama y popularidad entre los sacerdotes de otros estados dentro de los Estados Unidos y es posible que también en el extranjero, aunque es un extremo que queda por aclarar.
Está siempre dispuesto a viajar allá donde se le necesita. Igual te vas unos días a Miami Beach, por aprovechar las vacaciones de primavera y la distancia para confesar ciertos pecadillos que te avergüenzan, confiada en que lo que se confiese en Miami Beach, se queda en Miami Beach, pero te encuentras con que es David Catcher quien está en el confesionario.

Un sacerdote con opciones, pero sin ambiciones.
La idea que queda de este particular «sacerdote» es que no le faltan cualidades para ascender dentro de la jerarquía eclesiástica. Que, si dependiera de aquellos que lo conocen, lo lejos que puede llegar, lo de pensar en él como posible candidato a papa, no parece demasiado descabellado.
Contra esas expectativas está el hecho de que no tiene grandes aspiraciones; se conforma con ser un sacerdote de parroquia de barrio adjunto a algún centro educativo. Da igual si se trata de la universidad o de un colegio.
Tiene voto de obediencia, de manera que está para ir a donde le manden, sin hacer preguntas y sin descartar llegar a ser un sacerdote misionero, alejándose de esta fama y popularidad que parece acompañarlo allá donde va.
En su contra están esos malentendidos derivados de su labor sacerdotal, porque, al igual que hay gente que le admira, se ha ganado el recelo de otros por meterse donde no le llaman. Más bien, por no ser un poco más prudente y selectivo con aquellos que acuden a su puerta en busca de apoyo espiritual.
Además, por mucho que quiera distanciarse de sus orígenes, lo de ser un Catcher, tampoco es algo de lo que se pueda desprender sin más. Como tal, su familia no influye en su labor sacerdotal ni lo condiciona en modo alguno. Él se debe a su sacerdocio. Sin embargo, si puede echar una mano, siempre se le puede pedir ayuda.
La verdad del personaje
Lo cierto es que primero cree al personaje de David Catcher con todas esas cualidades, sombrero incluido, para darle a este personaje unas características propias, más allá del hecho de ser sacerdote o miembro de la familia Catcher. Aunque ello desentonara con el ambiente de Boston y su área metropolitana. Omití lo del caballo.
Fue años después cuando investigando por Internet descubrí y confirmé la existencia de los auténticos «cowboys priest» en Estados Unidos.

El año pasado publicó un libro titulado The Catholic Cowboy Way: Finding Peace and Purpose on the Bronc Called Life. (El estilo de vida del vaquero católico)
El libro vincula las virtudes e ideales del icónico vaquero estadounidense con el del viaje espiritual católico.

Origen
- Todo por un jarrón. – Tras el último verso
- El «cowboy priest» – Tras el último verso
- ¿Familia de Ana? – Tras el último verso.
- Secuestrado – TRAS EL ÚLTIMO VERSO
- Meet Wyoming’s ‘cowboy priest’ – Catholic Extension Society

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