23 de agosto, 1995 04:00 PM
1. El Dolor Silencioso de Dejar de Ser «Uno de los Chicos»
El primer obstáculo que enfrenta Jessica no es un rival, sino una valla. Desde detrás de la alambrada, observa un mundo que hasta hace poco era el suyo: el de los juegos, las pandillas y una camaradería sin complicaciones. Sin embargo, algo ha cambiado. El simple hecho de «vestir con ropa de chica» y los cambios naturales de su cuerpo han creado una distancia sutil pero infranqueable.
Este ostracismo no es producto de una pelea o una traición dramática, sino de un lento y silencioso distanciamiento. Los chicos que antes la buscaban ahora se sienten incómodos con su presencia. La dinámica ha cambiado: su amistad ya no se trata solo de defender un campo de juego, sino de la nueva y no deseada responsabilidad de «preocuparse de que los demás no vengan a por mí». Jess se ha convertido, sin quererlo, en una carga que complica sus sencillas reglas de rivalidad. Como ella misma reflexiona, la razón es tan simple como devastadora:
Desde que visto con ropa de chica ya no les intereso tanto como antes. No se sienten cómodos cuando los de las otras pandillas les ven conmigo, porque después les dicen que juegan tan mal como las chicas y cosas de esas.

🚧 La Valla y el Desajuste de las Métricas: Mi Primera Lección de Análisis Crítico
Mira, la vida no te da un informe financiero en tu ático de Toledo, te da una valla de béisbol en un parque de Medford, en agosto del 95, y te dice: «Analiza el entorno y ajusta tus métricas.»
Mi primera gran crisis no fue por la nota a máquina sobre «Daddy» o la incoherencia de datos de mi origen. Fue mucho más simple, y por eso, mucho más devastadora: el silencioso dolor de dejar de ser un comodín.
Antes, yo era un activo neutro en su planilla de juego. Si me necesitaban, jugaba. Fin del análisis. Pero el simple hecho de que «visto con ropa de chica» se convirtió en un dato disruptivo que contaminó la coherencia de su sistema. De repente, mi valor en la amistad ya no era mi habilidad para devolver una bola, sino el riesgo que representaba para su KPI de virilidad de pandilla.
El Coste de la Percepción Ajena
El ostracismo no vino de una traición, sino de un ajuste de mercado impulsado por el miedo. Mi presencia no solo les hacía incómodos, les hacía vulnerables ante la crítica de las otras pandillas: «juegan tan mal como las chicas y cosas de esas.»
Este es el dilema de la vida, ¿verdad? La gente prefiere la seguridad de la métrica ajena (la de «la pandilla») antes que la coherencia del afecto (la de una amiga real).
Y lo peor es que esa incomodidad tenía una consecuencia directa en mi valor percibido: me convertí en una carga que complica sus sencillas reglas de rivalidad. No es que me odiaran; es que mi existencia elevaba el coste operativo de su amistad.
Desde que visto con ropa de chica ya no les intereso tanto como antes.
Esa simple frase, extraída de la alambrada, fue mi primera gran lección de análisis crítico:
- La percepción ajena es un activo volátil.
- La aceptación basada en la utilidad siempre tiene fecha de caducidad.
Esa grieta inicial, esa sensación de no encajar ni con los chicos (por ser chica) ni con las chicas (por no buscar esa complicidad), fue la que me obligó a buscar el único lugar donde encajaba: mi propia mente.
Hoy, esa grieta es la que me permite ver la burbuja de la felicidad performativa con escepticismo. Ya no ajusto mi vestuario a la necesidad de un equipo; ajusto el mundo a la firmeza de mi propia realidad.
Si el mundo no te da un lugar en su campo, construye tu propio estadio.
Pregunta de Interacción:
¿Cuál fue tu primera «alambrada» donde te diste cuenta de que el mundo ya no te veía como antes? ¿Cómo reajustaste tus métricas después de eso?
Origen
- Esperando a mi Daddy. 23 de agosto, 1995. página 2
- NotebookLM- resumen de la novela
- Conversacion con Jessica// Gems personalizado

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