01:00 PM. Porch of detached.
¿A quién se le ha ocurrido construir una urbanización en mitad de ninguna parte? Miro hacia el horizonte, a lo lejos y no se distingue ninguna edificación, como si estuviéramos en mitad del desierto. Tal vez el único alivio es que gracias a que el domingo me llevaron a misa, me parece que la carretera no está lejos, pero este chalé se encuentra en la parte de atrás de la urbanización y desde aquí no se distingue. Si a Ana le preocupa que con catorce años me escape detrás de algún chico, no ha encontrado mejor lugar para que me lo piense dos veces. Sin embargo, me encuentro con más de uno en la piscina y, de todas maneras, después de seis días, no me he vuelto loca por ninguno, a pesar de que me he fijado en ellos, como estoy segura de que éstos me han visto. Sin embargo, como no les hago caso, ellos tampoco a mí. No les entiendo y tampoco hago el esfuerzo. Ni siquiera intento hablar con las chicas, ya que seguro que, si superase mi timidez, alguna me diría dónde estoy. Supongo que se pensarán que soy tonta porque he venido desde Medford a un destino desconocido. Tal vez alguno suponga que me han secuestrado e incluso que Ana y yo somos unas fugitivas y no queremos que la Policía nos encuentre. Sea como fuere sé que nuestra estancia en el país cumple con la ley porque de otro modo nos habrían retenido en la aduana, en el aeropuerto.
Ana: [Llega al chalé] ¿No estás un poco sola y lejos de la piscina? – Me pregunta intrigada. – Pensaba que estarías en el agua y habría que llamarte para que vinieras a comer. – Me dice con complicidad. – Ya te expliqué que aquí tienes un horario distinto para las comidas. No hace falta que estés pendiente del reloj. – Me indica. – Hoy luce el sol y no tienes la excusa del mal tiempo para quedarte aquí.
Jess: Me aburría. – Le contesto sin mucha sinceridad.
Ana: Eso es porque no te esfuerzas por hacer ambiente. – Me contesta.
Ya está de regreso, pero no trae la carpeta consigo. Supongo que es la evidencia de que se ha reunido con alguien. Además, en esta ocasión, parece que está mucho más alegre que otros días, como si todo hubiera salido cómo esperaba. Hasta ahora, cuando regresaba, se la veía un poco frustrada, como si no hubiera conseguido nada y todo fuera mucho más complicado de lo previsto, como si buscase a alguien a quien no conseguía localizar y tuviera la sensación de que este viaje es una pérdida de tiempo. Sin embargo, ahora el gesto de su cara, y que no lleve esa carpeta consigo, le delatan. Desconozco con quién ha estado ni qué asuntos nos han traído hasta aquí, pero sin duda se trata de algo importante porque no me cuenta nada, hasta tengo la sensación de que se comporta de una manera un poco rara, pero supongo que esto es porque nos encontramos en un país extraño y se ha adaptado mejor que yo, aparte de que se defiende bien con el idioma y conoce a la gente de la casa en la que estamos, mientras que yo me encuentro perdida y rodeada de extraños. Tal vez, el día que regresemos, si las gestiones le salen bien, se decida y me cuente algo, no me deje con la intriga ni pretenda que lo descubra por mí misma, como si fuese algo tan sencillo.
Ana: ¿Me esperabas? – Pregunta en tono acusador. – La verdad es que no me importa, siempre y cuando no me espíes. – Me indica con complicidad. – De verdad que no hago nada que te interese y seguro que encuentras mil distracciones mejores sin que salgas de la parcela.
Jess: No, no te esperaba. – Le contesto. – Esta mañana no me apetecía ir a la piscina, aunque sea el primer día que luce el sol desde que estamos aquí. – Justifico. – Me he dado una ducha para refrescarme. – Aclaro. – Me aburría dentro del chalé y he salido. – Le explico.
Ana: ¿Se te ha cerrado la puerta y no puedes entrar? – Me pregunta en vista de que me encuentro sentada en los escalones de la entrada. – ¿Qué haces aquí fuera?
Jess: Me apetecía tomar el sol, pero sin verme rodeada de extraños. – Le aclaro. – Aquí estoy más tranquila y nadie me molesta. – Argumento. – No tengo que hablar con nadie.
Ana: No sé si te apetece que vayamos a algún sitio. – Me dice. – Los asuntos que llevo son importantes, pero, si dedicamos un día a algo que a ti te apetezca, sabes que estaré encantada de llevarte. – Me dice, por si me animo. – Nos queda una semana de estancia aquí y seguro que te mueres de curiosidad por saber dónde narices estamos.
Jess: Aquí estoy pendiente del teléfono por si nos llaman desde el St. Clare’s y avisan que Daddy ha preguntado por nosotras. – Le respondo. – Ya sé que no hay nada de interés en varias millas a la redonda. – Argumento.
Ana: Al final me convencerás de que ha sido una mala idea que te haya metido el traje de baño en la maleta. Hubiera bastado con que metiera un teléfono inalámbrico y ahora serías la chica más feliz del mundo. – Se lamenta y me recrimina.
Jess: ¿Estás segura de que no llamará mientras estamos aquí? – Le pregunto. – Hasta ahora no lo ha hecho, pero tal vez se decida algún día. Ya tengo catorce años y he aprobado 8th Grade.
Ana: Tienes tanta confianza en que llamará que no sé cómo convencerte de lo contrario. – Me responde con complicidad. – Quienes agradecerán que no hagamos nada especial y contengamos el gasto serán los administradores del St. Clare’s Home.
Jess: ¿Quién paga este viaje? – Le pregunto contrariada. – Los pasajes de avión no serán baratos y siempre dices que en el St. Clare’s no hay dinero para caprichos ni excesos.
Ana: Éste es un viaje por asuntos privados. – Me contesta. – Le hacemos una visita a unos amigos y aprovecho para resolver un asunto del St. Clare’s. – Me explica. – Los gastos, en parte, corren por mi cuenta.
Jess: ¿Dónde estamos? – Le pregunto por si esta vez me contesta. – Llegué tan cansada del viaje que me dormí en el coche y cuando desperté ya estábamos aquí. – Alego. – Lo que he descubierto hasta ahora no me aclara ni ayuda demasiado.
Ana: Ya sé que te ha afectado un poco el cambio horario, por eso quise que volásemos de noche, para que durmieras en el avión y el viaje no se te hiciera tan pesado. – Me contesta. – Además, como no quisiste saberlo cuando salimos, me parece que es un poco tarde para que hayas cambiado de idea. Ya da lo mismo.
Jess: ¿Dónde estamos? – Le pregunto de nuevo porque no me escucha y tampoco me contesta. – Continúo sin saberlo y no tengo manera de averiguarlo. – Alego. – Por los alrededores tan solo hay campo abierto.
Ana: Da igual dónde estemos. – Me responde. – Dentro de una semana regresamos a Medford y seguro que te olvidarás de estas vacaciones tan pronto como te des cuenta de que todo vuelve a la normalidad. – Me indica con cierto pesar. – Hubiera preferido que te animases un poco más.
Jess: ¿Sabes si hay alguna playa cerca? – Le pregunto porque es casi lo único que rompería con mi falta de entusiasmo por las salidas. – Hoy luce el sol, no llueve y es el día perfecto para que nos acerquemos. – Argumento
Ana: A unos cuantos cientos de millas. Son unas cinco o seis horas de viaje en coche. – Me responde desilusionada. – No me importaría llevarte, pero queda un poco lejos para que vayamos y volvamos en el día.
Jess: Entonces ¿No hay playa? – Replico algo desanimada, para que me lo confirme.
Ana: Me temo que no. – Me contesta.
Jess: No hay playa; el aeropuerto se encuentra bastante lejos porque lo más grande que ha volado sobre mi cabeza han sido las palomas; no hay un edificio de más de dos plantas, salvo donde estuvimos en misa el otro día, pero, como fuimos en coche, seguro que está lejos para que nos demos un paseo. – Le digo con cierta frustración. – ¡Me apuesto lo que sea a que esto no es Toledo ni se le parece! – Le digo bastante frustrada.
Ana: Bueno, esto no es Medford ni tampoco Boston. – Constata con complicidad
Jess: Con solamente tres autobuses al día, supongo que la ciudad más próxima estará lejos. – Le digo. – El domingo pasado, cuando fuimos a misa en coche, tampoco me pareció que fuéramos tan lejos. – Le comento. – ¿Eso era la ciudad? – Pregunto. – Desde aquí no se ve.
Ana: No, no fuimos a misa a la ciudad. – Me contesta y casi por primera vez en toda la semana confirma mis sospechas. – En cualquier caso, prefiero que lo averigües por ti misma y saques tus propias conclusiones, pero antes de que te vayas en el bus, se prudente y pide permiso.
Jess: No tengo dinero de aquí. – Le indico para que entienda que eso limita bastante mis opciones de fuga. – Además, no sabría a dónde ir. – Reconozco. – Si Daddy llama y no estoy, tal vez no se dé otra oportunidad.
Ana: Cuando quieres, eres un encanto. – Me contesta con una sonrisa de complicidad porque sabe que me he dado cuenta de que estoy atrapada por mis propios miedos y se aprovecha de ello. – Como compañera de viaje también. – Aclara.
En los momentos antes del aterrizaje, en diversos idiomas, repitieron las indicaciones para que nos preparásemos e informaron de dónde estábamos e incluso de la climatología con que nos encontraríamos, pero en esos momentos andaba bastante atontada y no prestaba demasiada atención, de modo que cuando me quise dar cuenta de la procedencia de esas voces ya daban el mensaje en un idioma que para mí resultaba poco comprensible, por suerte Ana iba a conmigo y parece que ésta más habituada a los vuelos, de modo que se preocupó por las dos y no hubo mayor problema. Lo que sí recuerdo del avión es que cada vez que se daba un mensaje por megafonía lo repetían en varios idiomas, primero en inglés, después en español y me parece que incluso alguna vez en francés, por lo cual, quién quisiera una clase práctica de idiomas, sin duda encontró su ocasión. En cualquier caso, aunque sobre eso estuve más pendiente, por si acaso, no escuche ninguna mención ni alusión a Toledo, nada sobre que el avión aterrizase en el aeropuerto internacional de Toledo, por lo cual ya casi me era indiferente cuál fuera nuestro aeropuerto de destino, porque no se trataba del que hubiera querido.
No sé en realidad cuánto tiempo transcurrió desde que bajamos del avión y nos reunimos con sus amigos, que ya nos esperaban en la terminal, sin que hubiera sido necesario que les llamásemos para que vinieran a por nosotras. Hubo que hacer algunos trámites antes de que nos permitieran que cruzásemos la aduana. Somos ciudadanas norteamericanas, pero nos trataron como extranjeras. Llegué a temer que nos pedirían que regresásemos en el siguiente avión, pero al final todo se desarrolló con normalidad. Después de un montón de horas de vuelo y debido al desfase horario me encontraba algo mareada y perdida, por lo cual no fui demasiado consciente de nada, tan solo que cuando salimos de Philadelphia era de noche y cuando llegamos a nuestro destino era pleno día y no sabía si tenía más hambre que sueño o más revuelto el estómago que ganas porque me permitieran ir al baño. Lo que no tenía era la cabeza como para que pensara en nada ni me preocupara por saber dónde me encontraba, tan solo necesitaba un suelo firme bajo mis pies. Esto es que desaproveché la única oportunidad que tenía para saber a dónde habíamos llegado.
¿En qué lugar del mundo estamos? No lo sé. Sospecho que en algún lugar de España y Ana me ha dicho que lejos del mar, por lo que debido a mis limitados conocimientos geográficos y a lo perdida que me siento, no es una pista que me sirva de mucho, en especial porque nada de esto coincide con la idea que tengo de Toledo. Es justo como si Ana me hubiera traído a un lugar que en poco o nada se asemeja a Toledo, para que sea Daddy quien me enseñé cómo es y mientras paseamos por sus calles o por la orilla de la playa, me confirme que mis ideas al respecto no son tan utópicas. En Boston la playa y el aeropuerto no están tan distantes. Además, el Mystic River es navegable, por lo cual imagino que, aunque tenga un estilo propio de las grandes ciudades europeas, Toledo tiene que ser una ciudad a la que no le falte de nada: aeropuerto, varias líneas de metro y de bus, alguna que lo comunique con la playa y el aeropuerto; grandes edificios que alberguen las instituciones administrativas, gubernamentales, culturales y religiosas más importantes del condado, del país o de todo el continente e incluso de alguna de nivel mundial. Además, seguro que es una ciudad con grandes avenidas, con puertas emblemáticas de un pasado épico, con fuentes presididas por esculturas de los mejores artistas. Hasta me imagino un espacio donde se hayan celebrado alguna vez las olimpiadas o se prepare para su candidatura a la elección de la próxima sede, aunque en ese sentido me parece que no tengo ningún indicio, pero será porque aún no se lo han planteado en serio. En definitiva, que la ciudad de Toledo ha de ser todo lo que me imagino e incluso más de lo que mi imaginación plantea.
En comparación con esa imagen idílica de Toledo, me encuentro aquí, en medio de ninguna parte, donde lo más parecido a un monumento es una piedra que alguien ha tirado en mitad de la calle y que los coches esquivan como pueden; el edificio más emblemático supongo que será la caseta donde el socorrista guarda el material con el que cada mañana limpia la piscina. La avenida más importante debe ser la calle principal que atraviesa toda la urbanización y lleva hasta la autovía, que, en vez de concluir en una puerta emblemática o una rotonda, se prolonga por un camino de tierra de final incierto. La puerta emblemática supongo que será la verja metálica que cierra el acceso de la piscina a los coches. Me temo que la noticia o acontecimiento más significativo de cada verano será cuando no se monten aglomeraciones en torno a la ducha de la piscina e incluso que haya quien se lance al agua y no cumpla con esa norma básica. En definitiva, esto es la antítesis de Toledo o de lo que me gustaría que fuera la ciudad donde viviera Daddy. De hecho, aquí en vez de una orquesta sinfónica lo que tienes es una mezcla de animales de todo tipo, que resulta más o menos armoniosa según la hora del día y el estado de ánimo en que me encuentre, de modo que ni siquiera en eso mejora la idea que tengo de Toledo.
Ana: ¿Qué te parece, si esta tarde, cuando refresque, te montas en la bicicleta y das una vuelta? – Me propone. – Me entristece que te pases aquí todo el día encerrada. Casi echo de menos que no aproveches un descuido y te escapes hasta la hora de la cena. – Me dice. – Si has estado en la piscina te habrás dado cuenta de que hay chicos y chicas de tu edad.
Jess: No hay a donde ir y seguro que me pierdo porque no conozco el lugar. – Le respondo por no darle la misma excusa de siempre.
Ana: Basta con que le des una vuelta a la urbanización. – Me indica. – No te metas por ninguna calle ni callejón sin salida, tan solo sigue el muro exterior y volverás aquí sin problemas. – Me recomienda. – Tan solo ten cuidado con los coches y los desconocidos.
Jess: Tal vez me lo piense. – Le contesto no muy convencida. – ¿Cuándo llamamos al St. Clare’s? – Le pregunto porque me preocupa y ella sabe mejor eso de la diferencia horaria.
Ana: Creo que aún les pillaremos con legañas. – Me responde. – Espérate hasta después de la siesta. – Me pide. – Si quieres que demos tiempo por si Daddy llamase, mejor que lo hagamos esta noche. – Me aconseja. – Concedámosle un poco más de tiempo para que se lo piense mejor, si es que aún no ha llamado.
Jess: Si esperamos, no sabremos si llamó ayer. – Le indico. – Si supiéramos cuál es su teléfono, le llamaríamos nosotras. – Comento por pura rabia ante esta incertidumbre. – Siempre tienes algún motivo para que esperemos.
Ana. Si lo hubiera hecho, nos habrían avisado. – Me responde. – Estoy casi segura de que nos dirán que siguen sin noticias. Pero bueno, no seamos negativas antes de tiempo y démosle el privilegio de la duda. Nunca se sabe. Tal vez hoy haya suerte. – Me dice animada. – Que te quedes sentada al lado del teléfono no hará que la situación cambie. – Me advierte.
Esto de las diferencias horarias es un jaleo, porque cuando aquí nos despertamos, Ana me dice que allí se acaban de acostar y cuando aquí nos vamos a la cama allí están con la cena y porque nosotras nos acostamos tarde. ¡Eso también es un poco jaleo, que no haya coincidencia en los horarios! Aquí todo se hace más tarde, salvo el horario del primer autobús de la mañana, pero si mantuvieran la coherencia, pasaría por aquí a medio día, no a las siete y media. Lo cierto es que casi tengo la sensación de que me regañarán como salte de la cama antes de las diez o me acueste antes de medianoche. Este país tiene unas costumbres un poco raras, aunque, como Ana me ha explicado, en parte se debe a que estamos de vacaciones, que en una época normal no se trasnocha tanto. En cualquier caso, supongo que es mejor que no me acostumbre a esto porque dentro de una semana estaremos de regreso en el St. Clare’s y allí no cambian tanto los horarios.
Si en Medford ya no trato tanto con los chicos del parque porque tengo la sensación de que me observan, mis impresiones con respecto a los chicos de aquí no son muy diferentes y es una razón más para que no me sienta muy animada a tratar con éstos. Aquí no soy la chica del St. Clare’s, pero sí la chica que ha venido de lejos, de manera que en cuanto intente hablar con ellos y les confiese que no sé dónde estoy, me mirarán con cara rara y no será tan solo mi bikini o mi aspecto lo que les llame la atención. Prefiero no tener demasiado trato con ellos y así me evito de problemas y complicaciones, aunque tenga muchas preguntas que hacerles por sobre dónde estoy y según las respuestas que me den quizá me aclaren lo cerca o lejos que se encuentra Toledo y, en consecuencia, lo cerca que estoy de Daddy. Si tengo que escoger, prefiero que no me miren con malos ojos antes que me respondan a todas mis preguntas. Como Ana asegura, soy lo bastante inteligente como para averiguarlo por mí misma y sacar mis propias conclusiones. Lo malo es que no tengo suficiente información, más allá del hecho de que nos encontramos en mitad de ninguna parte y que el idioma que predomina es el español. Aún no he visto ningún cartel orientativo.
05:30 PM. Porch of detached
05:30 PM
Será porque es viernes o porque después de haber hecho entrega de esa carpeta considera que por esta semana ya ha cumplido con sus obligaciones, el caso es que esta tarde Ana está bastante relajada, casi es la primera vez que hemos comido juntas desde que estamos aquí. Sus asuntos la tenían muy ocupada y prefería comer en la ciudad, aparte que, debido a la mala combinación de los autobuses, tampoco le compensaba venir a mediodía. Lo de esta mañana ha sido muy extraño, como si después de todos los trámites que ha tenido que hacer la situación la tuviera en alguno de estos chalés. Sea lo que fuere intuyo que lo que pensaba le ocuparía las dos semanas que se supone nos quedaremos aquí se ha resuelto en la mitad de tiempo. Incluso es posible que ya lo tuviera en cuenta y la próxima semana la dedique a estar conmigo, a que de verdad sean como unas vacaciones y considere que me ha levantado el castigo, porque aún no sé dónde estamos y Ana no está muy dispuesta a decirme nada.
Ya me ha insinuado varias veces que esta tarde sea yo quien me vaya a dar un paseo, que coja la bicicleta y no me lo piense demasiado. Ella se quedará aquí a la espera de que vuelva, segura de que no me pasará nada malo porque me vaya sola. Tampoco argumentaré que no conozco el lugar, porque el domingo pasado nos llevaron a misa y no fui con los ojos cerrados, aunque tampoco muy pendiente de la carretera, porque ya me he hecho a la idea de que por aquí no hay nada interesante. Además, espero que regresemos pronto al St. Clare’s, para que seamos nosotras quienes recibamos noticias de Daddy y el cartero no se encuentre con que el St. Clare’s está cerrado por obras y no tienen a quien hacerle la entrega, a pesar de que Ana me haya asegurado de que está todo controlado, que cada vez que hemos llamado, quien estaba al otro lado del teléfono nos decía la verdad.
¿Cuántas veces hemos llamado al St. Clare’s en estos siete días? Me gustaría decir que todos los días, a todas horas, que no hacemos otra cosa, pero lo cierto es que no, que como estamos en casa de los amigos de Ana es ella quien llama cuando quiere y de poco sirve que le insista porque en tal caso me amenaza con no llamar, aparte de que desde aquí el coste de la llamada no es como si estuviéramos en Carson Beach, se trata de una llamada internacional y hemos de tener en cuenta la diferencia horaria. Esto es, si no nos hemos acordado de llamar ha sido más por mi empeño que por el interés de Ana, quien, sin querer quitarme la ilusión, quiere que empiece a tomar conciencia de que en caso de que, de verdad haya alguna novedad en cuanto a Daddy, nosotras seremos las primeras que nos enteremos porque nos llamarán en seguida. Aun así, aunque no llamemos todos los días, ya lo hemos hecho tres o cuatro veces, aunque siempre es Ana quien habla y me temo que en alguna de esas ocasiones ha intentado engañarme, pero no le doy demasiada importancia porque sé que no lo hace por fastidiarme, sino para que me quede tranquila.
Ayer por la tarde, no sé muy bien los motivos, se mostró mucho más interesada en hacer esa llamada de teléfono, pero también reticente a que yo escuchara, como si la llamada no fuera al St. Clare’s y tuviera que admitir que en realidad no ha llamado nunca porque desde aquí saldría demasiado cara y sería un abuso de confianza con sus amigos. La cuestión es que me dio la impresión de que la conversación fue en español desde el primer momento, que se trataba de una llamada local, aunque no me ha quedado muy claro quién estaba al otro lado de la línea. Por lo poco que conozco el idioma, lo cierto es que me dio la sensación de que Ana tenía interés en que se vieran. Sin embargo, en un primer momento lo interpreté como que reservaba los pasajes de regreso porque las obras ya habían terminado y regresaríamos antes de tiempo. El hecho de que no me comentase nada y que esta mañana no madrugase para tomar el autobús ni les pidiera a sus amigos que le acercaran a la ciudad me resultó un tanto contradictorio. Por lógica entiendo que mi primera deducción fue la acertada, se trataba de una cita, aunque no sé muy bien con quién, pero entiendo que se trata de algo referente a ese misterioso asunto.