FRIDAY, JUNE 30, 1995

08:35 PM. Detached 26 A

En el chalé todo está tranquilo, como lo ha estado desde que llegamos, no me aguarda ninguna sorpresa, de modo que descarto que la idea del paseo en bicicleta haya sido una excusa porque Ana me tuviera alguna sorpresa preparada. Por lo que parece tan solo ha sido para que no me quede las dos semanas que estaremos aquí encerrada entre los límites de la parcela y porque se supone que los domingos no faltaremos a misa, si no el encierro sería completo. Casi tengo la impresión de que Ana pretende que sea un poco menos responsable y me escape igual que hago en el St. Clare’s, con la tranquilidad de que tampoco iré muy lejos y estaré de regreso antes de que me hayan echado en falta. Sin embargo, ni siquiera después del paseo me siento animada para ello, con una vuelta ya he visto bastante y aunque quizá haya alguna calle que me resultara más tentadora, como no sé a dónde lleva, es mejor que no me aventure, no sea que después no encuentre el camino de regreso. Cuando me he escapado del St. Clare’s ha sido porque iba al parque, conozco el camino y tengo la tranquilidad, en caso de que se percatasen de mi ausencia. Quizá, si descubriera que Ana me oculta que Daddy vive cerca de aquí, me aventuraría y acercaría por el chalé o casa.

Jess: ¡Ya estoy aquí! – Le digo a Ana para que sepa de mi llegada. – ¿Llamamos al St. Clare’s? – Le pregunto. – Estoy segura de que ahora es buena hora.

Ana: Has vuelto pronto. – Me contesta. – Mientras estabas con la bicicleta han llamado ellos. – Me dice convencida. – Los albañiles necesitaban que les aclarase un problema con las tuberías del baño. – Me explica. – Hoy tampoco hay noticias de Daddy. – Me dice.

Jess: ¿De verdad que han llamado? – Pregunto algo molesta por la noticia y sin mucha credulidad.

Ana: Sí, seguro que han llamado. No te miento. – Me responde. – Los albañiles necesitan saber si tenían que cambiar una de las tuberías porque han visto que estaba un poco oxidada.

Jess: ¿Estás segura de que te han dicho que Daddy no ha llamado? – Pregunto. – ¿Seguro que han estado pendientes del teléfono?

Ana: Sí, tranquila. La llamada de tu Daddy tiene la mayor de las prioridades. – Me responde. – ¡Cómo se les pase por alto, cuando volvamos, colgaremos a quien sea por las orejas! – Me propone con complicidad. – Bueno, antes de que te metas en la ducha, porque seguro que vienes sudada. ¿Qué tal el paseo? – Me pregunta intrigada.

Jess: Es lo que pensaba, no ha cambiado nada desde nuestro último paseo ¡Por aquí no hay nada de interés! – Le respondo algo deprimida y desilusionada. – Cuando nos vayamos te prometo que seré la primera que se monte en el coche. – Aseguro convencida y confiada en que será en la fecha prevista o si fuera posible uno o dos días antes. – Apenas hay tráfico y casi todo el mundo que tiene un perro lo saca a pasear a estas horas.

Ana: Ya sé que no hará falta que te lo pida dos veces. – Me contesta. – De todas maneras, si te animaras un poquito, seguro que este lugar no te resultaría tan horrible. Ya sé que no es Medford ni Boston, pero tiene su encanto. Sin embargo, como no sales de aquí, aún no lo has descubierto. Aprovecha la bicicleta y date un paseo cada día, pero no te pierdas ni metas por ningún camino.

Jess: Descubriré Toledo cuando Daddy me saque del St. Clare’s y me lleve a vivir con él. – Le respondo porque es el único lugar que tengo interés en conocer y explorar, no este sitio.

Ana: Dúchate y después me cuentas con más detalle lo que has visto. – Me indica.

Jess: ¡Ya te he dicho que nada! – Replico porque tengo la impresión de que mi respuesta no le convence del todo. – No hay nada de interés en varias millas a la redonda. – Le aseguro.

10:00 PM. Backyard

Después de la cena, dado que dentro del chalé hace calor, todo el mundo se ha salido, al jardín. Aquí hace más fresco y se está mejor. Por los ruidos y voces que llegan de otros chalés entiendo que no somos los únicos y que esto será una costumbre del lugar, aunque, en realidad, lo que a mí me apetecería es que Ana me avisara para que me hiciera la maleta porque regresamos al St. Clare’s. Sin embargo, me temo que, mientras no acaben las obras, no nos moveremos de aquí. Desconozco dónde estamos y las verdaderas razones por las que Ana ha escogido este sitio. Sin que me convenza la idea de que se trate de la casa de unos amigos o que tiene asuntos del St. Clare’s que resolver. No es muy habitual que Ana tenga secretos conmigo, porque me ha pedido o dejado que le ayudara muchos veranos. Sin embargo, en esta ocasión prefiere que me mantenga al margen, como si se tratara de alguna sorpresa o secreto, como si pensara que no seré lo bastante discreta al respecto. Ella insiste que es porque tampoco me merezco esa confianza. Me sacó del St. Clare’s por las malas y se supone que esto me ha de servir de escarmiento. Pero ya llevamos aquí una semana y me parece que he aprendido la lección, que algún mérito he hecho para que me cuente algo. Estoy convencida de que sea lo que sea no se trata de ningún tema reservado.

Ana: ¿Qué hago o te digo para que te animes? – Me pregunta. – Desde que hemos llegado vas con una cara de desánimo que asusta y así es normal que no hayas hecho amistad con nadie.

Jess: No quería venir y tampoco quedarme. – Le contesto. – Además, aquí no hay nada y después de la vuelta que me he dado en bicicleta no me queda ninguna duda. – Le comento con bastante pesimismo.

Ana: No es Boston ni Medford, estamos en el campo y en otro país, pero, si te animases, si dejases que aflorase tu naturalidad, estoy segura de que no lo encontrarías tan aburrido.

Jess: Nos marchamos dentro de siete días, de manera que no vale la pena que me esfuerce. – Le contesto. – Además, si Daddy llamase antes, no tendríamos que esperar.

Ana: Me parece a mí que, como no cambies de actitud y te animes un poco, nos olvidaremos de llamar al St. Clare’s todos los días. – Me amenaza. – La llamada internacional no es barata y tampoco conviene que abusemos de la hospitalidad de mis amigos.

Jess: ¡Estoy segura de que esta tarde no has llamado, aunque me hayas dicho que sí! – Replico con desconfianza.

Ana: Es cierto que no llamamos todos los días. – Reconoce porque para mí tampoco es algo que se me haya pasado por alto. – Para los próximos días quizá llamemos menos, a ver si así te animas un poco y te despegas del teléfono.

En estos días no he tenido muy claro quién de las dos tenía interés en que hiciéramos esa llamada al St. Clare’s, no tanto por la evolución de las obras y el adelanto de nuestro regreso, como por la posibilidad de que hubieran llegado noticias de Daddy, pero esta noche me parece que la actitud de Ana ha cambiado, que ya no comparte ese entusiasmo conmigo, como si le fuera indiferente o pensara que hace mal al fomentar estos caprichos de niña adolescente. Supongo que hoy ha sucedido algo de lo que no me he enterado y que ha cambiado su modo de pensar, como si de pronto se sintiera liberada de ese compromiso conmigo, porque prometió que me ayudaría a que me reuniera con Daddy, pero esta noche tengo la sensación de que se ha rendido, como si le hubiera encontrado y éste no le hubiera dado la respuesta que las dos esperamos. No lo puedo confirmar, pero si las noticias son tan negativas, ya la única promesa pendiente es mi permanencia en el St. Clare’s hasta que pase a la universidad, pero eso está más o menos conseguido porque el curso que viene seguiré allí y casi dependerá de cómo me plantee la asignatura de Spanish para que en 10th Grade aún siga en el St. Clare’s. En cualquier caso, Ana nunca ha defraudado a nadie. Ella es nuestra peculiar “MacGyver” y no hay imposible que se le resista.

Ana: ¿No te parece que vas un poco fresca? – Me pregunta y valora mi vestuario de esta noche. – Aquí el ambiente es mucho más frío y seco que en Medford. – Argumenta.

Jess: No ¿Por qué? – Le respondo.

Ana: Porque me da la sensación de que llevas tu rebeldía hasta las últimas consecuencias. – Me contesta con gesto serio. – Ahora no estás con los chicos del barrio y me da la sensación de que vuelves a tus malas costumbres de estos últimos años.

Sin que me diga nada más, ya sé a lo que se refiere y entiendo que es una recriminación porque hasta cierto punto incumplo las normas que sobre el vestuario se imponen en el St. Clare’s y sobre lo cual no hay excepciones en vacaciones ni de viaje por el extranjero. Su observación es un tanto contradictoria con sus recomendaciones para que me anime y me tome este viaje con un poco más de alegría, al menos está claro que no es a esto a lo que ella se refiere. Llevo puesto un top palabradehonor, llevo el ombligo al aire y ninguna prenda debajo. La alusión que ha hecho a los chicos se debe a que, en alguna ocasión, hace algunos años, me vino a buscar al parque y me encontró con el torso desnudo, que me había despojado de la camiseta por exigencia de la distinción de equipos en el partido. Esta noche llevo puesto este top, pero, a diferencia de la situación con los chicos del barrio, aquí no hay ninguno a la vista y soy un poco más consciente de que conviene que sea un poco más pudorosa porque estamos en casa de sus amigos y he de causarles buena impresión, aunque no me quede con ellos. A partir de ahora el único que me sacará del St. Clare’s será Daddy, no hay posibilidad de que ninguna pareja me adopte. Lo cierto es que no sé qué pensaría Daddy de mí, si me viera así vestida. Supongo que no se llevaría una mala impresión porque es verano, estoy de vacaciones y así no hay duda de que soy una chica.

Hablamos en inglés porque para Ana es la única manera de que le preste atención y me entere de algo. Para el idioma español aún me considero sorda e ignorante por convicción. Además, como tampoco tengo muy claro en qué lugar del mundo nos encontramos, me resulta más cómodo y natural el inglés. De todas maneras, después de una semana aquí tengo casi la total certeza de que nos encontramos en un país de habla hispana, apostaría lo que fuera a que se trata de España, aunque no correré ese riesgo por si acaso. Lo cierto es que mi intuición y sospechas me llevan a pensar que no estamos muy lejos de Toledo. Sin embargo, debido a mi desconocimiento sobre todo lo referente a ese lugar del mundo, tampoco tengo base suficiente para confirmarlo. Yo quisiera que Toledo estuviera en la costa, que, si Medford se encuentra en la costa oeste del océano Atlántico, Toledo se encuentre en la del este, de manera que cuando Daddy vaya a la playa y mire hacia el horizonte haya alguna posibilidad de que coincidamos, pero debido a la diferencia horaria tampoco es muy probable que eso suceda. Aquí estamos en mitad del campo, entre lomas y olivos que no permiten que la mirada se aleje mucho hacia lo lejos.

Ana: ¿Te apetece que demos un paseo? – Me pregunta y propone. – Tengo la impresión de que esta noche no estás muy sociable y convendría que te diera el aire para que te relajes y estés más calmada cuando te metas en la cama. – Justifica.

Jess: ¿No vamos a llamar al St. Clare’s? – Le pregunto.

Ana: Como te he dicho antes, han llamado ellos. – Me responde. – Si hubiera alguna noticia con respecto a Daddy, me lo hubieran dicho, pero tan solo ha sido un problema con las tuberías. – Alega. – Si llamamos ahora, no creo que nos digan nada nuevo.

Jess: No hay nada que hacer; no sé dónde estamos; no llamamos al St. Clare’s. – Enumero con impotencia. – ¡Me siento secuestrada!

Ana: Mientras averiguas dónde estamos, te entretendrás. – Me responde en tono afable. – Para que no te sientas secuestrada, iremos donde quieras, siempre que no sea muy lejos y lo que me propongas tenga algún sentido.

Jess: Si no vamos de regreso al St. Clare’s ni me llevas con Daddy, casi prefiero no moverme de aquí. – Le contesto con desgana.

Ana: Cuando cambies de opinión o de actitud, me lo dices. – Me indica con cierta frustración. – Ya te he explicado el horario de autobuses y no hace falta que le pidamos a nadie que nos acerque a la ciudad, si es que tienes curiosidad por verla para que averigües dónde estamos.

Jess: Estoy segura de que la ciudad estará muy lejos. – Le contesto con desgana. – Si estuviera cerca, los autobuses vendrían con más frecuencia. Además, si la playa está tan lejos, como me has dicho antes, dudo que haya un autobús que nos lleve y traiga en el día. – Argumento.

Ana: ¡Te has vuelto lista de pronto! – Replica ante mis palabras. – Para no querer saber nada, parece que te has interesado por lo que sucede aquí. – Constata mi contradicción. – Al final estoy segura de que lo averiguarás por ti misma y no hará falta que te ayude. – Me indica con asombro. – ¡No esperaba que mi castigo tuviera tan buen resultado!

Jess: ¡No sé dónde estamos! – Le respondo. – Aquí no hay nada, tan solo olivos. – Constato con impotencia y frustración. – Si he visto algo de civilización es porque el domingo pasado me llevaste a misa, pero por aquí tan solo hay campo abierto.

No entiendo demasiado su empeño porque salgamos de paseo una vez ha anochecido. Si estuviéramos en el St. Clare’s, incluso me regañaría como se me ocurriera asomarme por la ventana. Este lugar debe tener algo que aún no he descubierto y que después de su paseo de esta mañana me genera una mayor curiosidad, porque los asuntos que Ana ha venido a resolver los ha gestionado en alguno de los chales de la zona, cuando mi creencia hasta ahora era que por aquí no conocía a nadie más que a sus amigos, aunque por eso de que a éstos los conoció en uno de esos encuentros con el Papa es posible que de aquí fuera más gente. Sin embargo, como tal no se ha organizado un reencuentro ni nada especial al respecto; nuestra estancia aquí no tiene ninguna relación con aquello. Lo único claro es que Ana está muy misteriosa estos días, hay algo que no me quiere contar y que se ampara en que he de ser yo quien lo averigüe para que no le pregunte, que es casi una manera de desviar la atención sobre el tema para que no meta las narices donde no debo por mucho que me mate la curiosidad. He venido de vacaciones y no me he de preocupar por los asuntos de los mayores.

Ana: Entonces ¿damos ese paseo? – Me pregunta animada. – Es de noche y no iremos lejos, pero me parece que te vendrá bien salir para que te dé el aire. – Me indica.

Jess: Ya he dado antes una vuelta en bicicleta y confirmado que no hay nada de interés por los alrededores. – Le respondo sin demasiado interés por la sugerencia.

Ana: Hasta el cruce y volver. – Me propone. – Es de noche y la iluminación de la calle no inspira demasiada confianza, pero estoy segura de que no pasará nada y tampoco iremos tan lejos.

Jess: De acuerdo. – Le digo resignada porque la verdad es que sí me apetece salir de aquí. – Pero vayamos hacia la izquierda, el otro cruce queda más lejos y la cuesta para subir es más larga y peor. – Le ruego.

Ana: Sí, hasta el cruce con la otra urbanización. – Me confirma.

10:45 PM. Main Street. Intersection

No hay nadie por la calle, tal vez porque el recorrido que hemos escogido esta noche tampoco resulta muy tentador para dar un paseo a estas horas, pero Ana se ha empeñado en que teníamos que salir, que me vendrá bien para que me canse antes de irme a dormir, y no me ha dado muchas opciones. Cuando hemos salido en compañía de sus amigos ha sido a una hora un poco más temprana y para dar una vuelta por los alrededores de la urbanización, para que tengamos una mejor idea de dónde nos encontramos, a pesar de que yo me siento casi tan perdida como antes de llegar porque no sé dónde estamos y tampoco me he sentido demasiado motivada a averiguarlo porque espero que regresemos pronto a Medford y esto no sea más que una pesadilla que espero termine pronto. Tal y como Ana me recrimina, me paso los días con la atención puesta en una llamada de teléfono que no se ha producido hasta ahora. De hecho, tengo la sensación de que mis salidas fuera del chalé tampoco me aportan nada, dado que no trato con nadie y prefiero pasar inadvertida. No quiero que me hablen ni esperen que conteste en español, dado que mi idioma es el inglés y él único que hablo.

Ana: De aquí ya no pasamos. – Me indica. – Es tarde y es mejor que no nos aventuremos porque hemos salido solas.

Jess: ¿Sabes a dónde lleva esa calle? – Le pregunto intrigada en referencia al camino de la derecha.

Ana: Parece poco iluminado. – Me contesta. – Es mejor que lo dejemos para otro día cuando salgamos más tempranos y sepamos dónde nos metemos. – Me responde, aunque no contesta mi pregunta.

Jess: Antes, cuando he salido con la bicicleta, he estado tentada a adentrarme por ahí, pero me ha dado un poco de apuro porque no parece que más allá de estos chales haya algo más que campo abierto.

No sé si tiene mucho sentido que le haga a Ana esta confidencia, más cuando este camino de la derecha, que continua la calle principal, no inspira demasiada confianza y Ana siempre me insiste en que sea prudente y me lo piense dos veces antes de meterme por lugares que no conozco y aquí estoy más que perdida, con el constante temor de no ser capaz de volver al chalé como se me ocurra alejarme más de dos metros de la verja de entrada, por lo que mi paseo en bicicleta ha sido toda una osadía. Cuando me acerco a la piscina tengo la suerte de que se trata de un recinto cerrado y que el único riesgo es que me equivoque de chalé a la hora de volver, pero más o menos me oriento, porque la puerta es la que está en la curva, al norte. La cuestión es que, si me adentrase por ese camino, sin saber a dónde lleva, correría el riesgo de perderme o tener un encuentro peligroso, aparte que, aun en el supuesto de que regresase sana y salva, me temo que Ana me echaría la charla sobre mi imprudencia. Si quiero ir a alguna parte, mejor que sea en compañía y con alguien que conozca la zona casi mejor de lo que yo me conozco los rincones del St. Clare’s donde esconderme para que nadie me encuentre.

Lo cierto es que aún espero que me cuente algo sobre ese asunto que le ha mantenido tan ocupada toda la semana. Me siento intrigada por saber qué ha hecho con esa carpeta con la que salió esta mañana, pero después regresó sin ella. Como no eran horas de coger el autobús ni le pidió a su amiga que le llevase a la ciudad, entiendo y sospecho que se la ha debido entregar a alguien que vivía por aquí, de tal manera que entiendo que ese asunto tan importante que tenía que tratar y la visita a sus amigos tienen alguna relación, aunque sea por el lugar, a pesar de que me ha parecido entender que con su amiga no tiene secretos en ese sentido y que Sonia es lo bastante discreta como para cuidar mucho lo que se dice en mi presencia. La norma es que yo no me he de enterar de nada, lo cual ya me tiene un poco harta, porque aparte de no saber en qué parte del mundo me encuentro y que se supone he de averiguarlo por mi cuenta, se me mantiene al margen de todo ese asunto, que tal vez, de saber algo, me ayudaría a encontrar alguna pista sobre este lugar. Lo único que tengo claro es que la playa se encuentra muy lejos, que en torno a esta urbanización tan solo hay campo y que para ir a cualquier sitio se hace indispensable el coche o en su defecto, madrugar para tomar el autobús.

Ana: No hace falta que te lo diga, pero mejor que no pases de aquí tú sola. – Me contesta. – Según me ha explicado Sonia, ésta es la calle principal de la urbanización, por ese camino se llega hasta el pueblo, pero después de estos chalés, hasta llegar al pueblo, tan solo hay campo. – Me aclara.

Jess: ¿El pueblo no es donde fuimos a misa el domingo? – Le pregunto contrariada.

Ana: Por lo que sé, ésta es la zona de las urbanizaciones y entre una zona y otra se encuentra una colina de olivos. – Me explica. – La iglesia a la que fuimos es la capilla que ofrece servicio a las urbanizaciones, se encuentra en la dirección contraria. – Me aclara. – El pueblo tiene su propia iglesia, su parroquia.

Jess: ¡Pues el pueblo debe ser muy grande! – Exclamo ante lo que entiendo de sus palabras. – Pero el servicio de autobuses funciona mal. – Añado.

Ana: No lo conozco lo suficiente, tan solo lo que Sonia me ha explicado. – Me contesta sin saber qué decirme. – Imagino que el pueblo sí dispondrá de un buen servicio de autobuses y de una buena comunicación con la ciudad.

Jess: ¿La ciudad se encuentra lejos? ¿Cómo es? – Le pregunto sin cohibir mi curiosidad.

Ana: Busca en los libros que tiene Sonia y lo descubres por ti misma. – Me sugiere en vez de responder a mi pregunta. – Así estarás entretenida y no habrá cabida para el aburrimiento.

Jess: En realidad me da lo mismo. – Le contesto con desgana en vista de que mantiene su secretismo.

Ana: Si te portas bien y quieres, iremos a la ciudad un día de éstos. – Me propone. – Nos queda una semana de estancia aquí y estoy segura de que habrá tiempo para que hagamos un poco de turismo. – Argumenta.

Jess: Me da lo mismo. – Le respondo con la misma desgana de antes. – Lo que quiero es que regresemos o que llame Daddy y me lleves con él. – Le indico.

Ana: Lo de la visita a la ciudad será más fácil que esperar a que llame tu querido Daddy. – Me responde con complicidad. – Para regresar a Medford aún quedan algunos días. – Me recuerda.

Jess: ¿Volvemos al chalé y nos vamos a dormir? – Le pregunto porque no me apetece seguir con el paseo.

Ana: Sí, regresemos porque ya veo que no estás muy animada. – Me responde.

Las explicaciones de Ana ya no sé si son para que me sienta más confundida o para que me aclare, porque lo cierto es que por mucho que me empeñe no entiendo nada y lo único seguro es que estamos en mitad de ninguna parte, a no sé cuánta distancia del pueblo más próximo, que en dirección contraria se encuentra otra zona un poco más y mejor urbanizada y que aparte de todo ello, no sé muy bien en qué dirección, se encuentra la ciudad, que igual se puede referir a la del aeropuerto o a otra distinta, porque tampoco el conocer el horario de los autobuses sea de gran ayuda en ese sentido. Si la ciudad se encontrase cerca y este sitio estuviera bien comunicado, debería haber un autobús cada hora, que lo comunicara con el pueblo y el resto de las áreas urbanizadas d ellos alrededores, no tres para todo el día, sin que me quede muy claro el recorrido. En cualquier caso, yo aún no me conozco lo suficiente la zona como para ser capaz de orientarme o ubicarme por lo cual, que Ana me aconseje no pasar de este punto casi es un motivo de tranquilidad porque de ese modo estoy segura de que no me perderé.

Quizá esta mañana ella sí se haya adentrado por ese camino, tal vez haya llegado hasta el pueblo, con la ventaja de que era a plena luz del día y sabía dónde iba, al menos tenía las ideas claras. Que yo me hubiera atrevido esta tarde, cuando he salido a montar en bicicleta habría sido una torpeza. Por lo que conozco la zona y la permisividad de Ana, como mucho hubiera admitido que bajara hasta el parque, al menos hasta la entrada de la urbanización si me sentía osada para ello, pero ya ha sido todo un logro que me limitara a bordear esta tarde para tener el muro exterior de guía para no perderme, aparte que con tanto perro y gente de paseo a esas horas tampoco es que me sintiera muy segura. Si me obliga a repetir el paseo, creo que rehusaré, dado que no me he sentido demasiado cómoda en ningún momento, sobre todo he tenido la sensación de que me observaban, aparte que ya lo paso bastante mal cuando voy a la piscina.