La venganza se sirve fría o ¡tú eres tonto y no te has enterado todavía!

Continuación de la reflexión anterior «Otro contraste«

Silencio en tus labios. Libro 2

Los preparativos y los acontecimientos del mes de julio, previos a ese anhelado reencuentro de la pareja, por un lado resultan de lo más románticos. Manuel toma la iniciativa para darse una segunda oportunidad y reconquistar a su chica, a Ana, quien, tras su desafortunada ruptura, parece que ha desaparecido de su vida, aunque ella misma se define “como alma en pena con el anhelo de su amor”.

Ana no oculta su desencanto con la vida, que de algún modo se siente fracasada y no tiene ningún reparo en desahogarse con el primero que se para a escucharla, que alguno hay. Ella, que tenía grandes sueños de felicidad, se encuentra de nuevo bloqueada, que se han hecho realidad sus mayores temores, sin muchas ganas de poner el pie en Toledo, en esas reuniones con los amigos, por no cruzarse con Manuel, aunque de manera particular su limitación se deba a una cuestión de salud, a los mismos motivos por los cuáles en su momento había acabado con su anterior relación, pero en esta ocasión lo considera, si cabe, más grave, porque se rompe todo su mundo. Se siente atrapada, porque de verdad siente que ese amor sin condiciones late en su corazón, pero, quién se supone es merecedor de todo, no ha hecho méritos suficientes;no se ha atrevido a dar el gran paso que, sin embargo, ella sí ha dado. Al comienzo de la novela deja claro que ella es una chica tradicional, que le gusta que sea el chico quien la conquiste. Sin embargo, con Manuel se ha visto en la tesitura de ser ella quien llevara la iniciativa para romper con el silencio y la tensión que había entre los dos, por lo cual se siente desencantada por doble motivo, ni sus sentimientos ni sus motivaciones se ven correspondidas en la medida que esperaba. Su amado la trata con demasiada frialdad. Lo ha dado todo por él y volvería hacerlo con tan solo ver que éste asoma la nariz y no se esconde en su conformismo.

Manuel, por su parte, se siente bloqueado, la distancia que se interpone entre ellos no es solo una cuestión geográfica, es Ana, quien, después del desplante, ha cortado toda comunicación y dejado en nada los planes que los dos habían hecho para volver a verse, en el retiro del mes de mayo y casi con toda seguridad en junio, pero todo eso ha quedado en nada porque Ana se niega a responderle, a escucharle. Ya no responde a sus cartas ni a sus llamadas de teléfono. Todo esfuerzo por reconquistarla se convierte en tiempo perdido. Entiende que Ana no espera buenas intenciones ni palabras, quiere que le demuestre sus sentimientos con hechos. Sin embargo, para Manuel es como darse de golpes contra un muro, contra su propia impotencia, porque se siente cautivo de sus circunstancias. Es como si los acontecimientos se hubieran vuelto en su contra o por fin se hubiera dado cuenta de la realidad, que todo aquello no ha sido más que una ilusión, que los demás tenían razón cuando le aseguraban que perseguía fantasías que antes o después terminan por hacer daño a alguien, en este caso a Ana, dado que de un plumazo ha destrozado sus sueños y su vida. Siente sobre sí la culpa de que ésta se muestre reservada en su trato con las amigas, que haga lo imposible para que no se crucen.

La oportunidad que se le presenta a Manuel, la ocasión para verse, son unas convivencias en la ciudad donde vive Ana: “al enemigo que huye puente de plata”; “la oportunidad la pintan calva”, “todos los tontos tienen suerte”. Todo se pone de su parte; todo le favorece para que pueda acudir al encuentro de su amada, no como un caballero de radiante armadura, pero al menos tampoco como un iluso. Pero claro, es aprovecharse de un evento que él no ha organizado y que, como tal, no tiene como finalidad revolver sus problemas sentimentales. Si pretende aprovecharse de ello, ha de hacerlo en base a las condiciones que le pongan, siempre con la complicidad y beneplácito de los demás.

¿Por qué la venganza se sirve fría? Tal y como refleja la novela, y como una licencia del autor, a quienes acude, aparte de al director espiritual, es a las amigas de Ana, tanto a las de Toledo como sus amigas de siempre, a las mismas que en el capítulo anterior, con bastante buen criterio, se mostraban poco partidarias de que éste tuviera su historia de amor y escuchaban a Ana desahogarse. Ellas se convirtieron en la conciencia de Ana a la hora de aconsejarle que se lo pensara y le habían dejado bien claro lo que opinaban al respecto. Tampoco es que éstas se hayan mostrado muy recelosas desde el momento en que ello se convierte en una realidad, pero a la hora de tomar partido tras la ruptura tienen claro de lado de quién están.

Son las amigas quienes se ocupan de organizar todo el reencuentro, sin que como tal haya de ser una sorpresa, pero en la novela queda claro que ejercen de mediadoras, de “corre, ve y dile” entre Ana y Manuel, siendo más directas y sinceras con Ana que con Manuel. Son éstas quienes le han de confirmar o desmentir las muchas cuestiones y dudas que a éste se le plantean en los momentos previos. Son ellas quienes tienen la responsabilidad de confirmarle o desmentirle si es o no viable ese reencuentro con Ana. Ellas se convierten en confidentes y cómplices de una historia que tal vez hasta entonces no les ha convencido todo lo que debiera, porque conocen los pesares de Ana, pero a la vez se han de contagiar del entusiasmo que ésta ya no reprime ante la posibilidad de que su chico se atreva a comportarse como todo un hombre.

Sin embargo, eso de que Manuel se salga con la suya, que piense que todo el mundo hará su santa voluntad, no es más que una vana ilusión. Ana, desde el primer momento, desde los comienzos de la novela, ha demostrado ser una chica con las ideas bastante claras y no consentirá que el amor le ciegue. Necesita saber que su amado la respeta, que no se plantea la relación como un juego. Ante los planteamientos y planes de Manuel, prefiere adoptar una actitud activa, para demostrarle a su chico, a su hombre, a quien viene a reconquistar su corazón, que ella no es de las que se rendirá a sus pies por muy atrayente que le resulte su personalidad, que frente a soluciones tan rebuscadas, en ocasiones, la solución más fácil es la más sencilla.  

27. noviembre 2014

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