25 de julio. “Silencio en sus labios”(2). Versión de Ana
Ana
“Mi madre había demostrado sus dudas e inquietudes con respecto a mis sentimientos y aquella era la manera de aclararle que me reafirmaba en ellos. En cierto modo, supongo que aquella jocosidad era una manera de compensar que quizá mi madre no se llevase una primera impresión que favoreciera a Manuel porque éste ya iba un tanto acobardado por la situación y no estaba mentalizado para aquel trance.”
Reflexiones
Si ya de por sí dicen que a nivel personal tengo alguna dificultad para empatizar, para ponerme en el lugar del otro, ello no me ha impedido escribir esta historia desde dos puntos de vista tan dispares, como son el del personaje femenino de Ana y el masculino, . el mío, Manuel. El problema se multiplica hasta extremos inalcanzables cuando formo parte de esta historia, en mi faceta de escritor, más que de personaje principal o narrador en cualquiera de las dos versiones. Pretendo meterme en la personalidad y mentalidad de los padres de Ana, a quienes de una manera un tanto literaria puedo considerar “mis suegros”, que de algún modo representan esa dualidad en la manera en que Ana se plantea toda esta relación conmigo; quienes ponen un poco de cordura frente a la complicidad de las amigas de Ana y el asombro con el que mi personaje reacciona ante el hecho de que se siente correspondido en esos sentimientos románticos.
Es fácil y lógico pensar que, si se tratarse de una historia real, ese complicado momento se habría de presentar más pronto que tarde. Ana que está dejando atrás una relación fracasada y que había generado tan buenas expectativas en todo el mundo, que ya ha pasado una primera vez por la tesitura de comentarles a sus padres que un chico le ha cautivado el corazón, se enfrenta a ese mismo problema una segunda vez, pero con el peso de saber lo que deja tras de sí y lo que ese cambio conllevará en su vida, más cuando en esta segunda ocasión no ésta tan claro quién de los dos ha llevado la iniciativa o se ha comportado con mayor sentido común ante los buenos consejos que les ha dado todo el mundo y los precedentes de uno y otro.
Es más, es muy posible que ante este dilema Ana se haya de replantear su situación y demostrar con hecho, más que con buenas palabras e intenciones que aquella primera experiencia le ha ayudado a madurar y no se involucrará de nuevo en una historia de amor que por parte de unos y otros levanta un cierto recelo. Ha de seguir con su vida, con la mirada puesta delante, pero se encuentra con el dilema de no saber si lo que arrastra consigo es algo que merece la pena o será un lastre que le impedirá avanzar. ¿A quién ha de hacer caso, a su corazón o a su cabeza?
Tal y como queda constancia en la novela, la primera que se siente desencantada con las historias de amor de Ana es la madre, que quiere lo mejor para ésta y como tal se muestra como una madre bastante exigente, como una mujer de carácter, más aún cuando sabe que tiene motivos para mostrarse tan desconfiada ante aquellos que aspiran a formar parte de la familia. Se a entender que su “yerno” ideal habrá de ser alguien como Carlos quien tiene muy buenas cualidades. Es alguien que mientras ha sido pareja de Ana ha encajado en los planteamientos y expectativas de la madre, un chico que demuestra estar a la altura de las circunstancias en todo momento. Su único defecto, lo único que termina por romper con esa relación y esos planes de futuro es que llega un momento, al comienzo de la novela, sin que se den demasiado detalles al respecto, en que no hay el suficiente entendimiento entre ellos. Los problemas de Ana se convierten en un pequeño obstáculo que para ella suponen un freno en su vida, mientras que Carlos en vez que quedarse parado, sigue con su vida. Es un chico lleno de vitalidad, de sueños, de algún modo, se llega a insinuar que es la propia Ana quien le anima a ello, quien no se quiere sentir culpable ni capaz de pedirle que haga ese sacrificio, aunque con posterioridad se arrepienta y lamente por esa decisión. Sin embargo, Ana no está dispuesta a ser una carga para Carlos y éste así lo entiende.
Carlos es un chico que lo tiene todo, incluso coche, que es un detalle sobre el que muchos de los que han leído la novela más me han destacado. Mi personaje, Manuel, no tiene coche. No sé si decir que es de manera premeditada, pero este detalle se destaca en los primeros párrafos de la novela, en la versión de Ana “Aquel sábado, a las ocho de la mañana, me recogió con su coche”.
Se pone de manifiesto, en las primeras palabras de la novela, que es un chico con seguridad e iniciativa “Cuando Carlos me propuso que fuéramos a…”.
Es alguien que se integra y sabe dónde va “No era su primer retiro”;
Bastante sociable y abierto “En realidad, me dio la impresión que Carlos era quien estaba más interesado en esa última charla con todos”
En ocasiones poco sensible, pero nadie es perfecto: “consiguió que me sintiera algo incómoda, dado que esperaba que me tratasen y consideraran como algo más que su novia”
Frente a esa infinidad de virtudes, de mi personaje las primeras impresiones no son muy favorables: “La impresión que me causó la verdad es que no fue muy distinta a la que recordaba de la primera ocasión, era sólo un chico más dentro del grupo y seguía sin novia; era el de siempre.”
Todo empieza con un coche
Sin embargo, Ana en medio de su debilidad se siente capaz de permitir que Carlos siga con su vida, pero defiende hasta lo indefendible en esa segunda relación. Demuestra esa seguridad y firmeza en estas palabras y momento, sitúa a su nueva pareja a la misma altura que el anterior:
“Cuando llegamos a mi coche, me ocupé de abrir el maletero, para meter la mochila y, tras cerrar la puerta, le entregué las llaves para que condujera, aunque me dio la impresión de que ya iba con idea de ser el copiloto.”
05. diciembre 2014
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