Silencio en tus labios 2º parte
Aclaración
Esta novela fue escrita mucho antes de la cuarentena y del Covid. La fechas forman parte del desarrollo de la historia. Está pendiente de hacerle algunos retoques para que coincida con la realidad actual
5 de julio 2020
Página 9
(….)
Ana: (En el descansillo) Tal vez yo os lo pueda explicar. – Nos dice.
Su voz llega desde la escalera de acceso a la planta superior, como si nos hubiera esperado y observara desde que hemos llegado, sin que nadie se percatase de su presencia. Una voz que, de un modo u otro, a todos nos resulta familiar y nos provoca un temblor por todo el cuerpo, dado que no es un sonido que alguien se esperara, ni es una voz procedente de ultratumba, sino la de una persona cansada y a la vez nerviosa, pero segura de sí. La voz de alguien tan viva como nosotros, aunque tal vez sin tanta vitalidad, aunque el sonido de su voz nos hiela la sangre y nos deje de piedra. No por desagradable, sino, más bien, por inesperada, dado que la luz de la escalera tampoco está encendida y ella ha permanecido en silencio y expectante hasta que ha creído oportuno intervenir antes de que la sorprendiéramos. La sorpresa y el susto nos lo han querido dar ella a nosotros. Ha tenido que hacerse notar antes que el grupo se disgregara o alguien se decidiera a encender la luz de la escalera para subir. No ha podido seguir callada por más tiempo.
(…)
Página 11
(…)
Ana: [Sin moverse de donde está] ¡Sorpresa! Soy yo. – Dice con entusiasmo. – De no ser porque llamé a un taxi todavía estaría en el hospital esperando a que fuerais a por mí. – Nos recrimina con toda naturalidad.
Sandra: ¿Eres tú de verdad? – Le pregunta y se asoma por la puerta, una vez que recobra el habla.- Se supone que llevas siete semanas enterrada y estás aquí.
Ana: Sí, soy yo. – Le responde. – Sigo viva y por muchos años. – Afirma.- Me cambiaron de hospital y, por un error administrativo, se confundieron los datos. Esta mañana me han dado el alta y he tomado conciencia de lo rápido que se vacía mi cuenta corriente en cuanto me despisto.- Se queja con una sonrisa.- Suerte que me habéis dejado dinero para el taxi. – Dice aliviada. – Os llamé, pero el teléfono que no comunicaba estaba apagado. – Le recrimina a Sandra.
Manuel: [Me asomo también] Espera. – Le digo con firmeza e intentando poner en orden mis ideas. – No entiendo nada. – Reconozco.
Ana: De verdad que soy yo.- Nos Insiste ante nuestra incredulidad.- Me alegra de veros aquí.- Me dice.- Os llamé al piso, pero tampoco me contestó nadie.
Manuel: Espera. No es eso. – Digo titubeando. – Ósea, Ana… – Digo para darle a entender que la he reconocido.- No entiendo nada.
Ana: Tranquilo. – Me contesta. – No te pongas nervioso y piensa con calma. – Me aconseja. – Sé que te debo un par de explicaciones o tres y espero que sepas perdonarme por la decisión que tomé y todo lo que de ello se haya derivado. Ya no me voy a seguir escondiendo.
Kris: Mamá. – La llama con más calma.
Ana: Sí, cariño, soy mamá. – Le contesta.
(….)
Página 13
(….)
Al pie de la escalera la espero yo con la mano tendida para que se apoye en mí y no en Sandra, con ello le doy a entender que no hace falta que se explique, ya que no tengo nada que recriminarle. Intento asumir esas funciones de las que me ha privado todos estos años, sobre todo quiero que comprenda que no he dejado de quererla en ningún momento y que, en lo referente a nosotros, para mí esta separación matrimonial ha sido sólo un pensamiento fugaz en medio de una pesadilla, si ella también está dispuesta a olvidarlo y seguir con nuestras vidas desde donde lo dejamos, contando con nuestra hija, la cual ya es toda una mujercita, por eso reprime de manera consciente y premeditada ese impulso de abrazarla y demostrarle lo mucho que la ha echado en falta estos años. Ana ya no tiene el aspecto con el que Cristina la recuerda. Ya no es la mujer llena de alegría y vitalidad de entonces, pero es su madre y me parece que ya estamos bastante dolidos como para echarle en cara que no haya vuelto antes. Hemos de darle el recibimiento que siempre hemos planeado.
Manuel: ¿Me permites? – Le pregunto y ofrezco mi mano con galantería.
Ana: Me puedo fiar de ti ¿O sigues tan desastre como siempre? – Me contesta con toda complicidad.
Manuel: Pruébalo a ver. – Le sugiero. – Si te caes, me darás una excusa para recogerte en brazos y no soltarte nunca más. – Le aviso.
Ana: Os he hecho mucho daño a los dos. – Reconoce ante la disyuntiva.
Se hace de rogar.
Manuel: Venga. Déjame que te ayude. – Le insisto. – Olvida las disculpas y aplaza las explicaciones para otro momento. – Le ordeno.
Ana: No sé si me lo merezco. – Me contesta dubitativa. – Han sido mucho años sin noticias mías. Demasiados secretos y deseos reprimidos por no volver con vosotros.
Manuel: ¡Por favor! – Le insisto. – No te lamentes por eso. Tomaste una decisión y ahora tienes una segunda oportunidad. – Le digo. – Deja que te ayude. Toma mi mano. – Le ruego.- Las explicaciones déjalas para otro momento.
Ana: Me he convertido en una extraña para vosotros.- Se lamenta.- Sin embargo, salvo por estas últimas semanas, prácticamente he estado al corriente de todo lo que habéis estado haciendo.
Manuel: ¡Ana, por favor!- Le insisto y le reitero mi mano tendida.- No hace falta que nos digas nada.- Le reitero.- Ahora sólo toma mi mano y deja que te ayude a bajar ese último escalón.
Ana: Aún he de confesaros algo que me parece que nadie os ha contado.- Nos dice a los dos, mientras mira a Cristina y recrimina a Sandra.
Manuel: Baja y cuéntanoslo. – Le pido. – Primero deja que te ayude y baja. – Le insisto.
Marta: [Desde el piso superior] ¿Mamá, puedo bajar? – Pregunta con total impunidad.
23. octubre 2015