Toc, toc
La novela “Esperando a mi Daddy” podría haber tenido el mismo planteamiento que “Silencio en tus labios” con dos narradores. De hecho, os confieso que en un primer momento empecé a escribirla con un narrador en tercera persona, como Manuel, desde la distancia, porque se entiende que, si la novela se inicia desde el momento en que Jessica es encontrada en la cuna del hospital, no tiene demasiado sentido que hable de sí misma en primera persona. Por lo cual. en principio, parece más fácil hablar de ella desde la distancia. En realidad, los primeros capítulos de la novela, los primeros que empecé a escribir, parten del momento en que ella se presenta en la puerta de su amado Daddy y le dice eso de “Hello, I am Jessica. I may be you daughter”. En donde se narra ese primer choque entre los dos personales, sus diferencias culturales y se pone un poco de manifiesto la inconsistencia de la idea sobre la que se basa la novela. Jessica se presenta en Toledo en busca de quién piensa que es su padre biológico, aunque, en buena lógica, no parece que ello tenga demasiado sentido y, sobre todo, se encuentra con un chico que tampoco es que se comporte como un padre, aparte del hecho de que se muestre bastante receloso ante esa posibilidad. Como sucede en “Silencio en tus labios”, es el argumento y la excusa perfecta tanto para escribir sobre mí y poner a Jessica como testigo de mis circunstancias en ese momento. Lo que es evidente supone un contraste entre las expectativas que una chica como ella puede tener de cara a su futuro, a su vida, y la realidad a la que se enfrenta.
(En este post no quiero mencionar ninguno de los conflictos ni dilemas porque no es el caso, pero se le plantean desde el mismo instante en que se abre esa puerta para ella)

Y mi amado Daddy, queriendo conocer con un poco más de detalle quién se supone que es esa chica que llama a su puerta y que ha llegado a su mundo a darle la vuelta como un calcetín, a sacarle los colores, de su tranquila zona de confort, casi sin quererlo, empieza a viajar en el tiempo, no en el DeLorean, de “Back to the future”, pero casi. Al principio queriendo ser él quién os cuente mi vida, ¿Cómo me encontraron? ¿dónde me criaron? ¿cómo me educaron?; con mis virtudes, defectos y manías y todo eso desde su punto de vista. Él, Daddy, quería ser quien os hablase de mí. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que a la novela le faltaba algo, porque, si la novela es “Esperando a mi Daddy.”, – «a mi Daddy»-, aunque ese no fuera el primer título que se le ocurrió, no era muy lógico que el narrador, que la historia se contara en tercera persona. Sobre todo, debía ser un reflejo de mi personalidad de mi identidad, de mis sentimientos, de dejar claro que toda esta historia tiene un objetivo, que no es otro que llegar a conocerle, que contaros mi vida, que no la suya.
Como suele suceder en todas las novelas, debía haber un “viaje del héroe”, del protagonista. Y él. en realidad, no estaba allí la noche que me abandonaron en la cuna del hospital. Como se cuenta en la novela, lo cierto es que nadie sabe cómo ni quién me dejó allí hasta que a historia esta muy, pero muy avanzada. Tan solo se cuenta que, aquella la mañana de abril, tras el Patriot Day, en el recuento de los bebés, se encontraron con que las cuentas no cuadraban, había uno de más y la única que no estaba identificada era yo y la única pista que se sabía de mi identidad era ese papel que dejaron en la cuna con los datos de Daddy, casi como quien deja allí un paquete para que lo manden por correo, aunque sin dirección y con algún dato biográfico que pudiera servir para buscarle, – nombre, lugar y fecha de nacimiento – y que se le encontrara sin excesiva dificultad. Aunque, debido a la dudosa veracidad de dichos datos, nadie se los tomó demasiado en serio. Igual se podía tratar de un papel que se había quedado allí de manera accidental e involuntaria por parte de quienes me habían abandonado. El nombre a mí me lo puso una de las enfermeras.
Dicho de una manera un tanto brusca, como narradora de mi propia historia, mandé a Daddy a paseo. Le di una cariñosa patada en el culo y le alejé del ordenador, porque sí, esta novela desde el primer momento, desde que yo me apoderé de ésta, empezó a tener consistencia en el ordenador. ¡Nada de amontonarse en cuadernos guardados en el altillo del armario! La modernidad llegó a las manos de Daddy, y como narradora me empezó a resultar mucho más fácil recurrir al teclado que al papel y bolígrafo, sin tachadura ni pasajes en hojas intercaladas. Gracias al procesador de texto, al corrector ortográfico y al hecho de tener parte de mi historia transcrita, sencillamente me limité a darle mi toque personal. Borré algunos pasajes cuyos puntos de vista me resultaban muy de Daddy y le fui añadiendo mis vivencias personales. Por lo cual, aparte de hablar de mí, de mis sueños, de mis anhelos, de mis frustraciones y, en general, de lo perdida que me llegué a sentir durante mi vida hasta que nos encontramos, sentí la necesidad de mostrar mi mundo, mis relaciones con los demás, de incluir a mis amigos.
Por su puesto, se hacía indispensable hablar de Ana y de cómo ésta consiguió que Daddy y yo nos conociéramos por primera vez. Darle un poco más de sentido a mi conflicto personal entre mi realidad y lo que debía ser mi vida como una chica normal. Se hacía necesario que se hiciera mención a Toledo, a ese conflicto entre lo que era mi presente y se esperaba fuera mi futuro. De algún modo se tenía que justificar que Daddy no me cerrase la puerta en las narices la primera vez que llamé, porque él en sus primeros escritos me presentaba como una completa desconocida con una historia un tanto absurda. Pero lo cierto es que no éramos dos extraños que se veían por primera vez. De hecho, ese primer encuentro, debía justificar de algún modo que mi vida no fuera como el resto de las chicas que pasaban por el internado. Yo tenía una historia que contar y si Ana me perdía la pista, todo se hubiera terminado en el momento en que mis maletas hubieran salido por la puerta. Yo hubiera vuelto, aunque para ello me hubiera tenido que escapar, por lo cual era mejor que me quedase, pero con la condición de superar mis recelos y negativa a asistir a clases de español, a aprender el idioma.
Y en este punto de la novela es cuando surge Yuly, cuando se hace necesario que mi vida social cambie, que se produzca el primer contraste, porque de ser una chica un tanto rebelde y solitaria, que vive de espaldas a la realidad encuentro un aliciente para ser un poco más abierta de mente, con alguien que es bastante distinta a mí, pero con quien tengo en común más de lo que en principio a ambas nos puede parecer. El mérito de esta amistad, en realidad, es la clase de Spanish, que ambas tenemos en el profesor de la asignatura, Mr. Bacon, a nuestro “enemigo común”. Yuly porque se aburre, porque ella ya sabe hablar español, es su idioma materno, es bilingüe, y yo porque me tomo la asignatura con cierto desinterés – se junta el hambre con las ganas de comer – de manera que ante la rebeldía de ambas, o Yuly consigue que yo apruebe o ella ve disminuida su nota final de la asignatura y pone en peligro su cuasi perfecto expediente académico.
En las clases con Mr. Bacon, de “Mr. Panceta”, se aprende español. Se hacen unos dictados que dan verdadera pena, al menos, por mi parte. Los de Yuly rozan las perfección e incluso se permite hacerle alguna que otra corrección gramatical al profesor, porque a alguna palabra le falta el acento. En el corrector del procesador de texto, cuando transcribo esos dictados, aparecen casi todas las palabras subrayadas en rojo. En la pizarra, lo que aparece escrito, lo cierto es que no tiene demasiado sentido “¡Ese oído, Jessica, ese oído! Estamos en clase de Spanish, no de ‘Jessicaish’.” Porque resulta que fonéticamente hay palabras que suenan igual que en inglés ¿Acaso no se escriben igual? ¿no significan lo mismo?
Si Daddy contase esas anécdotas en tercera persona, resultaría un poco aburrido, porque es algo que en cierto modo quien leyese la novelas se podría esperar, una alumna torpe no puede vivir más que situaciones cómica. Sin embargo, aunque contadas en primera personas me dejen un tanto un ridículo, hacen mucho más gracias y generan sorpresa, porque Daddy como tal no es capaz de expresar de manera demasiado creíble lo que es la complicidad entre dos buenas amigas, dado que sin la ayuda de Yuly la asignatura de Spanish se llega a convertir en una auténtica tortura para mí, pero ella siempre encuentra el resquicio para que, por lo menos, yo no parezca tan tonta, que si Mr Bacon da las explicaciones en español sus traducciones ayuden a que me entere de algo, además de dejar que copie sus ejercicios de clase, porque para intentar guardar las apariencias, intento llevar los ejercicios al día, como si Mr. Bacon no supiera de nuestro engaño, pero al menos que valorase el esfuerzo y me dejase tranquila cinco minutos antes de sacarme a la pizarra porque no hubiera más voluntarios forzosos.
Knock, Knock

Y tras muchas vicisitudes, ahora sí se entiende que sea yo quien llegue a casa de Daddy, quien le sorprenda, porque no está muy claro que él me espere o sepa de mi existencia. Yo soy la chica que llama a su puerta, con más miedos e incertidumbres que certezas, tal vez con la única seguridad de que, si he sido capaz de llegar hasta allí, ha sido porque todo el camino, todo el proceso seguido durante aquellos años me ha llevado hasta ese punto y momento. Es mi mano la que pusa el timbre de esa puerta y son mis ojos los que se centran en ésta a la espera de que haya alguien en casa, me quieran abrir y me crean cuando les explique quién soy y qué hago allí.
Debería llegar cargada con la novela, como mi diario, pero está escrito en inglés y sobre todo a diferencia de las costumbres de Daddy, yo no me dedico a acumular cuadernos en el altillo, porque soy una chica sin hogar que además viaja ligera de equipaje. mi historia va guardada en CD’s, que caben en los bolsillos de la maleta, aparte que me presentó en su casa trayendo mi propio iBook, por lo cual más fácil o se lo puedo poner, tan solo queda que me acepte en su vida y nos entendamos.
He venido a conocerle, a que me dé una oportunidad para ser parte de su vida y me aclare todas esas cuestiones de mi pasado sobre las que nadie parece tener una explicación. Llego sin exigencias, dispuesta a adaptarme a las circunstancias, confiada en que tenga un mínimo de consideración conmigo, soy una chica venida de lejos que no conoce a nadie y desea depositar en él toda su confianza. No vengo a causar problemas, pero tampoco quiero que él me los cause, por lo cual, como suele decirse, espero que nos lleguemos a entender. Yo estoy dispuesta a ayudarle a resolver las dudas que le puedan surgir.
Y sí, como os he contado, una vez que me haya cogido la suficiente confianza, no sé, quizá eso de darle alguna que otra patada en el culo para que me tome en serio sea uno de los pocos placeres que me tome, porque yo he venido para rehacer mi vida a su lado, no para que me tenga como un adorno en la suya.
19. octubre 2020
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