Arriba las manos La playa, el mar delante, detrás la tierra, en los pies la arena que ha traído las olas, en la cabeza los rayos calientes del sol, a la derecha la tierra que se extiende, a la izquierda el viento desde poniente. Un punto cardinal es lo que busca mi mente, rodeado por todo, le busco sitio al amor, rodeado y prisionero, levanto las manos. Me rindo, sé que con la vida he de negociar, pero en la vida ha de haber sitio para amar, un lugar donde, a pesar de que esté todo, a mi lado haya sitio para que puedas entrar, Han de dejar que te sientes aquí, mi lado, que por ti me pidan que baje las manos.
Este poema ya lo publiqué hace tiempo y tal vez no merezca como tal muchas explicaciones, pero quiero dedicarle unos minutos, unos comentarios para justificar porque es uno de los que suelo destacar cuando hago referencia a mi poesía, que no es solo «Ruido en el silencio». De hecho, hasta debería incluirlo en la selección que he hecho de presentacion dentro de la web, pero como alguno se ha de quedar fuera, éste es de los que me he tomado la libertad de publicar suelto.
Cuando a alguien le dicen eso de «Arriba las manos» es, desde el planteamiento que yo busqué para el poema, la imagen metafórica de fondo, el paisaje, es porque eres un peligroso delincuente a quien la Policía viene a detener, «Las manos donde pueda verlas», «Quieto»; «Alto, Policía»; «¡Estás rodeado!». Te imaginas que hay ocho mil agentes de Policía a su alrededor, todos apuntándote con sus armas. Estas en medio de la plaza y hay agentes por todos los edificios, no tienes escapatoria ¡Te han pillado! ¡Pobre de ti como se te ocurra moverte. Van a disparar a matar como pestañees lo más mínimo. La típica escena policiaca de las películas.
Yo dibujo esa escena en la playa, a orillas del mar, donde además, por lo que da a entender el poema por lo que se deduce de éste, estas tú solo. El más es reflejo de libertad de aire puro, de vida. Uno, cuando se acerca a la playa es para disfrutar, para tener la sensación de que no hay nada ni nadie que nos pueda parar. Te colocas mirando hacia el mar y lo único que tienes ante ti es la inmensidad del mar, que si sienten el impulso de levantar las manos es porque te apetece, por expresar esa libertad.
Sin embargo, este poema con una evidente y lógico trasfondo romántico, fusiona ambas ideas, la libertad del mar y la sensación de sentirse prisionero, rodeado, que hagas lo que hagas no puedes hacerlo «estás rodeado», no por la Policía, sino por la playa, el mar, la arena, el viento, la tierra. Te sientes enjaulado, atrapado. Y ante esa impotencia, ante el hecho de no poder moverte, te rindes y levantas la manos.
¿Por dónde va a llegar el amor? ¿Cuál es su lugar, su sitio; en mi vida? Todo lo que hay a mi alrededor parece que interpone, que la lucha, la espera es en vano, que el amor no va a llegar. «Rodeado y prisionero, levanto las manos»
Pero en realidad, no es una rendición al uso, es, más bien, un sentirme secuestrado, para libertarme de mis ataduras he de negociar con la vida, he de estar dispuesto a pedir mucho y a renunciar a mucho, se ha de establecer un diálogo, un tú me das y yo te doy, yo cedo por aquí y tú cedes por aquí, hacemos un esfuerzo por ponernos de acuerdo. Lo que yo pido, es un sitio por el que el amor puede llegar, que tal vez la inmensidad del mar se pueda hacer un poco menos inmenso para dejarle paso, tal vez, se puede abrir un pasillo entre los edificios que hay en la tierra, escarbar un túnel en la arena, que tal vez, si la tierra se mueve un poco más allá, en el espacio que yo tengo quepa alguien más. Y si el viento se desplaza un poco dejará un vacío que se puede llenar de amor
«Han de dejar que te sientes aquí, a mi lado» Yo no puedo moverme, pero, si negociamos, si consigo convencerles de que en mi vida hay sitio para el amor, tienen que dejar que se acerque, que el amor sea posible.
Pero sobre todo, «que por ti me pidan que baje las manos. » Ha de haber alguien que me anime luchar por este amor, que me permita seguir en esta negociación con la vida, que no me rinda tan pronto.
Hay que acercarse hasta la playa para sentirse libres, para creer que todo es posible.
En mis poesía hay muchas alusiones al mar desde este sentido romántico.
Con esta misma idea de mirar hacia el mar, hay un poema con un toque similar, con algo más de positividad, «Amanece ya» pero igual con la imagen de ese hombre en la playa, ese vagabundo, que se asombra porque amanece, no el día, sino el amor. Las redes del pescador es ese sentirse atrapado y prisionero, ese sentirse morir sin remedio
Pero si amanece es porque hay un lugar donde, a pesar de que esté todo, a mi lado haya sitio para que puedas entrar,
Amanece ya
Amanece el día sobre el mar,
el sol se asoma a saludar,
los barcos salen del puerto,
el pescador tuvo que madrugar,
Y un vagabundo en la playa,
que no sabe si pasa el tiempo,
se asombra con el firmamento
al descubrir que amanece ya.
Los peces se acercan a la orilla
en busca de algo de alimento,
el sol les ha traído nueva vida,
si es que alguno no cae muerto
en las redes de algún pescador,
que no salió a felicitarles el día,
que no vio amanecer el amor.
Poemas de 1992

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