Publicado 26 de julio de 2003 (25 de julio por la noche)
Concluida la cena romántica a la luz de las farolas del patio, una vez que ambos consideran que ya han hablado lo suficiente, que está todo aclarado y pueden ir a reunirse con los demás, que ya están en disposición de participar en la convivencia como novios y no solo a nivel individual. Ana considera y menciona el hecho de que se han de ir a lavar los dientes, se han de separar. En cierto modo, es una excusa porque ella necesita tiempo para recomponerse, para volver a sentirse ella misma con los pies en el suelo. Deja claro que pretende entretenerse, que no hace falta que Manuel la espere. Entiende que ya no hace falta que vayan cogidos de la mano, que ambos son autosuficientes y tampoco es necesario que hagan una entrada triunfal en la capilla, dado que lo que va a resaltar no será tanto el hecho de que entren juntos como que lo hagan con esa tardanza, que les deje en evidencia y ya sabemos que Ana es una chica bastante discreta, sobre todo cuando está entre sus amigos.
En cierto modo, necesitaba recuperar mi espacio, disponer de esos diez o quince minutos para relajarme y tomar conciencia de que mi vida sentimental tenía un punto y seguido.
Ana
Por su parte, en la versión de Manuel, hay un salto en el tiempo, como si del patio se fuera directo a la capilla, sin necesidad de lavarse los dientes ni asearse. De hecho casi se da a entender que éste tiene prisa por estar a la altura de las expectativas de Ana de demostrarle que se toma en serio su compromiso, esa apuesta entre los dos, aunque poco antes se haya mostrado un tanto reticente al hecho de quedarse un día más para que su cita se alargue más allá del fin de semana. Lo cierto es que se muestra demasiado serio y un tanto perdido ante el hecho de que Ana busque de manera premeditada sentarse a su lado, que ese sitio en el banco que hasta ahora ha reservado en esa noche tiene una justificación. Es la confianza de que él apuesta por esa relación con la misma firmeza que Ana.
Íbamos a rezar juntos, lo cual para ella no resultaba tan novedoso, pero en mi caso que una chica se buscase un sitio a mi lado era totalmente atípico y, más aún, cuando allí había gente que había sido testigo de la situación contraria, de manera que más nervioso no me pude sentir en aquellos momentos.
Manuel
De manera que Ana es la última en entrar en la capilla, se hace esperar y esta vez, a diferencia de lo que sucedía en la iglesia del pueblo no puede pasar por alto el hecho de que allí hay un montón gente reunida, en oración. En la pascua, durante Manuel abría esa puerta, Ana tenía la sensación de que ambos estaban solos. Manuel fue el escandaloso que en la mañana del viernes interrumpió su oración, aunque a esas horas ya hubiera allí gente con los preparativos del Vía Crucis, pero el escandaloso fue Manuel por el simple hecho de asomarse por la puerta. De hecho, éste casi da a entender que el único sitio, rincón que hay libre para esa oración matinal ya está ocupado.
Esa noche, aunque la capilla no esté al máximo de capacidad, porque hay sitios libres y gente sentada por los suelos, en lo que Ana se fija es que junto a Manuel hay un sitio para ella. es al primero a quien intenta localizar una vez que cruza la puerta. Esta vez no busca refugio en sus amigas, no le ignora, como hacía en la pascua ni en los encuentros de Toledo. Ella sabe que tiene allí, en ese banco un sitio con su nombre, que esta vez, a diferencia del comedor de la pascua. No es una silla en un rincón a que Manuel no tenga acceso, sino a su lado, como en la cena del sábado por la noche. lo tiene reservado de manera premeditada. hasta puede considerarse que han sido los amigos quienes les han reservado esos sitios a los dos, confiados en que han sido capaces de entenderse, de reconciliarse, que después de todo lo que han tenido que hacer para llevar a Manuel hasta allí, todos aquellos tejemanejes han de tener un final feliz.
a su lado había un sitio libre. En aquella ocasión entendí que no era tanto por la indiferencia de los demás, como por el hecho de que éste se hubiera buscado un banco en el que cupiéramos los dos.
Ana
Ana entra en la capilla y va a sentarse junto a Manuel, consciente de que en aquellos momentos toda las miradas están puestas sobre ella, que tal vez se ha generado una cierta inquietud entre aquellos que están pendientes de su entrada, porque han visto que Manuel ha entrado solo, sin que nadie le haya preguntado ni él haya dado muchas explicaciones. A la capilla se va a rezar y a esas horas cuando ellos son los últimos, lo que se respira en el ambiente es ese clima de oración. Pero tampoco se puede ocultar esa inquietud, la novedad de aquella noche ¿Dónde se a sentar Ana? Tal vez en circunstancias anteriores las opciones y posibilidades eran muy variada y estaba claro el sitio que hubiera descartado, pero quien ha entrado en la capilla no es tan solo Ana, la dirigente del grupo, la amiga de la mayoría de los que están allí, es en cierto modo la causante de que Manuel se haya apuntado a aquella convivencia, esté allí, por lo cual aquellos que se encuentran sentados en el suelo, por los pasillos, son los únicos que se han de mover para dejarle paso y que no les pase por encima ni se tropiece.
Y como ya ha llegado Ana y empieza a hacerse tarde, el rato de oración, el disfrute de ese momento compartido y atípico en su relación, se les hace demasiado breve. Casi da la sensación de que se ha a largado de más para que a ellos les diera tiempo a incorporarse a la convivencia, que hubiera sido un poco desatino que hubieran terminado su cena y encontrado con que ya todo el mundo se había ido a dormir, es en cierto modo la manera en al que el grupo acoge a la nueva pareja y se alegra con éstos por el hecho de continuar con lo que esperan sea una larga y prospera historia de amor. Aunque, en realidad, esto no es más que una novela, una invención mía como escritor, pero sí, es una historia que da para mucho.
¡Vamos a la cama que hay que descansar!
Por lo que se da a entender de las explicaciones de Manuel, en función de cómo está de afianzada esa relación de pareja, así está de cerca o de lejos el momento de la despedida desde la capilla. Que, aunque esa sea una convivencia de novios, entre los participantes hay matrimonios que no tiene reparo ni problema en despedirse en la misma puesta de sus dormitorios. No queda claro si éstos lo comparten, pero podemos deducir que hay una cierta formalidad y equiparación por parte de todos, que no están allí de vacaciones y se supone que todos han de llevar más o menos el mismo ritmo, por lo cual, sin que se pretenda romper esos emparejamientos, se busca que haya una integración entre todos, que esos momentos de complicidad y de afecto mutuo se queden ahí, a la vista de todo el mundo, porque los casados han de ser un ejemplo para los solteros, pero a su vez los solteros han de evitar que se creen barreras con los casados.
Se entiende que aquellos que están allí sin pareja no se han de entretener en despedirse de nadie y se limitan a acompañar a aquellos que tienen el dormitorio en su misma planta, dado que tampoco se han de sentir marginados del grupo, porque su soltería puede ser una opción personal o en todo caso el hecho de encontrarse allí puede ser una motivo para dar a entender su apertura a esa vocación, aunque en esos momentos no se vea reflejada de ninguna manera.
Deducimos que las parejas de novios se van despidiendo por el camino, según suben por las escaleras a las distintas plantas, que los chicos se quedan en una planta y las chicas van un piso más arriba, que en cierto modo, como sucedía en la pascua, la caballerosidad de los chicos termina ahí donde las chicas, por prudencia, fijan el tope, que, si no es la puerta de la casa, que sea la de la escalera, en el descansillo. Ya habrá tiempo para que se relajen esas normas y restricciones cuando llegue el domingo por la mañana. De hecho, Manuel ya ha acompañado a Ana hasta la misma puerta de su dormitorio cuando han llegado, porque ésta se lo ha permitido, digamos que sin que se mencione expresamente en la novela, ésta se ha aprovechado de la buena predisposición de éste para ayudarle con la mochila. Sin embargo, le fijó ese limite después de cenar y en coherencia ahora ha de mantener esa restricción.
¿Dónde se despiden ellos?
Ellos de despiden en la misma puerta de la capilla. Ana tan solo se limita a darle a Manuel una pocas excusas para que entienda por qué prefiere que no la acompañe, dado que es fácil comprender que ahora prefiera la compañía de sus amigas. Es el momento de las confidencias entre chicas, entre amigas. Es la noche de chicas, al menos desde la puesta de la capilla hasta lso dormitorio y es preferible que Manuel no tenga oidos para escuchar. Es mejor que se quede con las ganas de alargar la noche, porque así las tendrá por la mañana y no se cansará demasiado pronto de disfrutar de la compañía de Ana. Tiene mucho que demostrar este fin de semana. Por su parte, Ana también ha de demostrarle que se toma esa relación en serio, que ella eche mano de sus experiencias pasadas esta vez ha de ser bueno para ambos, aparte de que necesite disfrutar de su tiempo y de su espacio.
Ni siquiera los lectores de la novela ni el autor de la misma estamos invitados a participar de esa conversación. ¡No seamos tan cotillas!
Nosotros nos despedimos en la puerta de la capilla. Intuía que se esperaba que le permitiera que me acompañase hasta la puerta de mi habitación o hasta el descansillo de la planta, pero para mí era mejor que la despedida fuese allí, que respetase mi descanso para que toda la atención estuviera centrada en la convivencia y no tanto en nuestros sentimientos.
Ana
Como me dijo, debía imaginarme que su madre estaba allí con la zapatilla en la mano y obrar en consecuencia.
Manuel
Como un detalle de complicidad, dado que esta vez Ana prefiere no cerrarle la puerta en la narices, y en cierto modo, porque ella entiende que también han de moderarse, la excusa que se inventa, que se busca, es pensar en su madre en la actitud que ésta tendría, si se encontrase allí, pero para que la situación resulte un poco más cómica la presenta en su actitud amenazante, con una zapatilla en las manos, dispuesta a lanzársela a Manuel sin ninguna consideración como a éste se le ocurra pasarse de listo, de romántico.
Manuel ya ha pasado por la tortura de tener que mantener esa primera charla con quien espera se convierta en su futura suegra, por lo que Ana se aprovecha de esas sensaciones tras la experiencia para que haya un poco de cordura entre los dos, para que éste no se piense ni espere que por el hecho de que ahora estén iniciando una relación de pareja le vaya a consentir muchas tonterías. Ella busca un novio que la respete, como persona, como mujer y como novia, porque de momento han llegado hasta allí, se ha hecho merecedor de su confianza.
Me respetarás ¿Verdad? Porque si has llegado hasta aquí y has leído esto es porque he encontrado el valor para dejarte que leas mis reflexiones.
Ana. final libro 1
Su trato conmigo debía ser diferente al que tuviera con el resto, pero sin que resultase excesivo ni me agobiara.
Ana.
Ni siquiera me dio un beso de despedida. Tonterías y carantoñas, las justas, y el tope no sólo lo poníamos nosotros, ya que, de ser por mí nos habríamos pasado la noche hablando, pero no era ese el motivo de nuestra estancia allí ni se nos consentiría que lo fuera.
Manuel

Buenas noches, felices sueños y hasta mañana
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