Reflexiones de Jessica
¿Tú a qué dedicáis los domingos? ¿A hacer el vago? En mi caso depende de la época de mi vida a la que se refiera porque no siempre a sido igual y a lo largo de año incluso cambia, una veces para bien y otras para desear que sea un poco mejor. La cuestión es que, como tal, el domingo no es un día que pase sin más en mi vida ni en la novela. Por lo que, si os apetece, lo comparto contigo, aunque me digas que me he buscado una pequeña excusa para hacer un resumen de mi vida, que a veces soy un poco/bastante egocéntrica, que me gusta demasiado eso de mirarme el ombligo y paso por alto cuanto sucede a mi alrededor. La verdad, ya me hacían esa recriminación cuando estaba en el internado. Pero creo que con el paso del tiempo algo he progresado. En la actualidad mi vida es mucho más activa porque mis circunstancias se supone que también lo son. Antes me sentía un tanto abandonada por el mundo y ahora casi echo de menos que no me dejen dormir hasta las tantas. Pero son las ventajas o desventajas de hacerse mayor.
Domingos en el internado

El caso es que mientras vivía en el internado, mis domingos podían resultar un tanto aburridos, ya fuera en época de clase o en vacaciones. De septiembre a junio porque los fines de semana, sino todos, la mayoría, las demás niñas se iban con sus familias de acogida y los lunes que era fiesta su ausencia se alargaba un día más y el internado se quedaba mucho más vacío porque a las familias les compensaba eso de tener a las niñas más tiempo, aunque ya te digo que eso dependía de la suerte de cada una. Sobra decir que a mi no me recogía ni el camión de la basura porque antes hubiera tenido que saber dónde me había escondido y el esfuerzo no merecía la pena. Con un poco de paciencia por mi parte, con desaparecer el tiempo suficiente, lograba que se olvidaran de mí y me dejasen tener un fin de semana de lo más tranquilo, con la única preocupación de estar pendiente por si veía llegar a Daddy. pero ¿Qué te voy a contar? ¡Ni por esas!
Es decir, que después de acudir a misa, porque a eso no podía faltar, me solían dejar bastante tranquila. Y como ya te he contado en alguna ocasión, si hacía buen día al principio yo era de las que me escapaba al parque, si no me llevaban para que me diera el aire. Allí jugaba con los chicos, a los juegos de los chicos y según sus normas, hasta que entendí unas veces por las malas y otras porque Ana sí me lo supo dar a entender que a veces los chicos se pasan de listos y de desconsiderados con una chica que pretende ser como ellos. En mi caso particular era más por evadirme de mi realidad. Es decir que después de verme involucrada en alguna que otra pelea y en parte por orgullo propio, llegó un momento en que se me quitaron las ganas de volver a juntarme con éstos. Hay actitudes que una chica no puede permitir, aparte que en esas peleas de chicos el que yo fuera una chica me convertía en el punto débil, aunque supongo que cuando se me permitía jugar, si me incluían en sus juegos era porque era tan válida como ellos. Pero, ya te digo, es de meterme en peleas de chicos no era algo que me agradase.
El cambio, el disponer de tiempo libre y sentirme un poco más controlada para que no me escapase con tanta libertad, derivó en que me quedé sin excusas, sin argumentos para dedicarme a la lectura de textos en español. si quería disfrutar de la compañía de Ana ese era el coste. Es más, a más hora de lectura más tiempo de playa en Carson Beach cuando llegaba el verano, aunque ello también dependía de que fuera esta quien se quedase de guardia conmigo, porque cuando se trataba de Monica, ya me podía morir del aburrimiento. Por supuesto el hecho de negarme a ese ejercicio de lectura no comprensiva, aunque ello me obligase a leer el mismo párrafo, frase o palabra mil veces hasta que mi voz sonase natural, conllevaba restar horas de playa. Es más, eso de acercarse a Carson Beach en verano era un lujo que una chica que no acostumbraba a moverse del internado del que no me quería privar. Desde Carson Beach no se ven las costas de la Península Ibérica, de España ni la playa de Toledo, pero eso es porque hay un océano por medio, no porque Toledo no tenga playa, que por aquel entonces yo de Geografía tan solo sabía lo que me interesaba.

Supongo que ya te he contado en alguna ocasión que mi amiga Yuly tenía una vida mucho más entretenida que la mía y en alguna ocasión me llegó a sugerir que me apuntase. Sin embargo, West Roxbury me parecía que estaba demasiado lejos y me desmotivaba eso de pasar una noche fuera del internado. Pero la hubiera podido acompañar al zoo, a donde ella aseguraba ir con bastante frecuencia. Aunque sus fines de semana también eran para pasarlos en familia, con sus abuelos paternos. Lo que por mi parte me resultaba un tanto comprometido. Sobre todo en esas ocasiones en que me decía que había venido su familia materna, los de Vigo. Porque como sabes, la pareja de su tío Luis es de Boston, aparte de que fueran visitas por trabajo, por las relaciones comerciales de la empresa. Por supuesto ello no incluía una visita al internado. En cualquier caso, en las ocasiones en que conseguía convencer a sus padres, cambiaba al visita al zoo por una visita a su mejor amiga y nos pasábamos la mañana o la tarde juntas. Hasta me dejaba convencer y nos dábamos algún que otro paseo por el barrio, para compartir secretos y confidencias de adolescentes, sin que Ana o Monica metieran la oreja en conversaciones que les eran ajenas.
Domingos en la universidad
En mis primeros meses en la universidad los fines de semana eran igual de aburridos que en el internado, salvo por las distracciones y actividades que se organizaban en el campus, ya que había algo casi todos los fines de semana, como el Homecoming, el Fall Fest, etc. Por descontado, yo los fines de semana no trabajaba, ya era suficiente tener que compatibilizar estudios y trabajo entre semana, porque el coste de la universidad no se paga solo. Yuly se quedaba tan solo en función de lo que hubiera organizado y la ropa sucia que se le hubiera acumulado durante la semana. Yo debía aprovechar los domingos para acercarme por la habitación de las lavadoras, porque no tenía una madre ni esa suerte de tener quien se ocupase de ello por mí. Por supuesto también intentaba encontrar tiempo para estudiar y para acercarme por el internado para preguntar por si había alguna novedad con respecto a Daddy o si me había llegado algo de correo. Ya sabes, al internado tan solo iba los domingos de visita, no para quedarme. Por otro lado, si no aprovechaba para ir a misa a la parroquia, acudía a Sacred Heart o a las 10 de la noche había misa católica en la capilla del campus. Ya sabéis el Reverendo David Catcher, David para los amigos, llegó al campos en el segundo año y me aconsejaba que le relacionase más con la gente del campus, entre lo que aseguraba había buena gente, pero yo iba un poco por libre hasta que me dejé convencer, me vi en la tesitura de pedir ayuda y ello dio pie a que hiciera grandes amistades.

El caso es que en la navidad de 1999 mis fines de semana dieron un pequeño cambio, porque me encontré una bola peluda a los pies de la casa donde me alojaba en esas fechas. Como tenía un corazón deseoso de desbordar cariño y hay quien asegura que la misma falta de sentido común que me ha caracterizado siempre, no pude contenerme y, a pesar de que en la universidad no admiten animales grandes, esos ojitos de cachorrito desamparado me vencieron. De nuevo Ana tuvo que mediar para que mi estupidez del momento no me costase un disgusto. Le busco a Bowie un alojamiento cerca del campus. De manera que yo pudiera visitarle los fines de semana, aunque no todos ni tantos como me hubiera gustad. Gracias a éste me aseguré un alojamiento para las vacaciones. Aunque se tratase de un capricho que repercutiera en mi economía, en esa que ya estaba calculada al centavo y para la que me tendría que apretar un poco más el cinturón. Sin embargo, no estaba dispuesta a abandonar a mi nuevo amigo, a mi «Big boy», dado que éste también se había encariñado conmigo. No sé muy bien por qué pero copio alguna de mis malas costumbres del internado y de vez en cuando se escapaba. No para ir al parque a jugar, sino para venir a buscarme al campus. Lo que provoca algún que otro susto.

Mi vida social se empezó a complicar con la implicación de mis nuevas amistades. Ya no era tan solo cuestión de encontrar tiempo para mis cuestiones domesticar y estudiar, sino, además, tener tiempo para acercarme por el internado, para dejarme convencer por Yuly para que participe de las actividades del campus, pasar tiempo con Bowie para que no se distanciaran demasiado mis visitas y dejarme liar por las hermanas McPherson para que me implique un poco más en la actividades del grupo. necesitaba que los fines de semana fueran interminables para encontrar tiempo para todos y no tener que establecer prioridades. Lo único que me hubiera faltado es que me saliera un novio, pero yo tenía claro que no era algo imprescindible y que en aquellos momento no subiera sabido como encajarlo en mi apretada agenda. mi único consuelo era que esa intensa vida social no mermaba mi amistad ni relación con Yuly quien de algún modo era quien más se veía perjudicada por ello. Sin embargo, como ella los fines de semana que quedaba en casa. No había remordimiento por parte de ninguna de las dos. de hecho, aunque con Bowie no se llevara demasiado bien, en alguna ocasión me acompañó en la visita.
Domingos con Daddy
A Daddy le hubiera gustado eso de que las chicas vengamos de fabrica y con libro de instrucciones en un idioma inteligible para él, de manera que los fines de semana no se conviertan en una pesadilla, en una tortura. El problema es que y me presenté en su casa casi sin avisar. Mi carta llegó un día después, aunque fue una suerte para mí y una prudencia por parte de Ana, que le avisara por teléfono «¡La loca ésta que se ha lanzado a buscarte y no está demasiado segura de dónde va ni lo que se encontrará al llegar!» Es decir «¡Sorpresa!«. No me esperaban, no contaban conmigo y no sabían muy bien cómo manejar la situación, nadie les ha explicado cómo manejar a una chica procedente de Medford con muchos pájaros en la cabeza, que aparte de tener un limitado conocimiento del español hablado, que necesita de un traductor simultaneo para mantener una conversación más o menos inteligible, porque lo de «fluida» era mejor planteárselo para más adelante. Yo ignorante de sus costumbres, de dónde me estaba metiendo y ellos con la tesitura de tener que hacerme sitio en sus vidas, con más ganas de devolverme al remitente, por eso de dirección incorrecta o algo así. Lo que fuera antes que ilusionarse con la idea de que me quedase un segundo más.

Llevase o no libro de instrucciones, fuésemos o no capaces de entendernos o fuera fácil localizar algún botón que diera luz y sentido común a aquella situación tan complicada y comprometida, el caso es que mis primeros fines de semana fueron un poco de pesadilla de desconfianza. De no saber qué hacer conmigo y tener claro que lo más recomendable era que no me quedase sola. Por lo que se tuvieron que reorganizar de tal manera que siempre se quedaba alguien conmigo. Más que echarlo a suertes o jugársela a “pinto pinto gorgorito”, se pedía un voluntario y todas las miradas iban dirigidas hacia la misma persona. Sí, hacia ese que en esos momentos hubiera preferido pasar desapercibido y delegar la tarea en cualquier otro. Pero, si los tontos tienen suerte, éste tenía sobrados motivos para considerarse super inteligente. Por mucho que cerrase los ojos o se quisiera escabullir con cualquier excusa tonta, ya sabía que no tenía escapatoria. Si sabes algo de eso llamado “speaking English”, aprovechas y practicas.
De hecho, uno de esos primeros domingos, sin saber muy bien cómo les conseguí convencer, como me gané ese voto de confianza y me dejaron salir sola, con el consiguiente riesgo de que me perdiera por la ciudad. Pero es que no había manera de entenderse con ellos, de tener muy claras ciertas costumbres y yo necesitaba salir, aunque también confiaba en ser capaz de regresar. Tampoco me alejé demasiado. Aunque, sí, lo confieso, al final me costó un poco más de lo que pensaba encontrar el camino de vuelta, pero no tuve que llamar para pedirles que salieran a rescatarme ni tampoco que dar muchas explicaciones sobre donde había estado o qué había hecho. Después me enteré de que no hubiera sido necesario que actuase con tanto secretismo y el «super inteligente» de quien ya te he hablado, se encontró con que de nuevo la suerte le era esquiva, por lo que se encontró con otro motivo para acompañarme incluso cuando salida a la calle, al menos hasta que me vía capaz de manejarme sola por la ciudad sin riesgo a perderme.
Domingos de hoy
Si me atengo a lo que se cuenta en la novela. La verdad es que en la actualidad los domingos no tiene demasiado de particular, ya me siento como en mi casa y no tengo aquellos conflictos ni dilemas familiares. De igual modo los domingos son días de descanso y si se tercia, esa visita a la familia es una obligación a la que acudo encantada, las puerta de mi casa tampoco están cerradas para ellos. Si es posible incluso es posible que coincidan con las gemelas, quienes no me queda muy claro si aún viven aquí o por fin se han emancipado, una vez que parece que esto del las restricciones por el Covid han quedado atrás. En cualquier caso, cada dos por tres andan por aquí en busca de que seamos Daddy y yo quienes nos preocupemos por ellas, que no les falte de comer y esas cosas que nos han reclamado siempre y que se suponen aún son nuestra responsabilidad como familia adoptante. En cualquier caso, ellas saben que aquí siguen teniendo su casa y un plato en la mesa si viene a la hora de comer o de cenar, incluso para desayunar. Pero, ya te digo, no tengo muy claro qué tipo de vida llevan últimamente porque se han vuelto un tanto independientes. pero a mí me gusta verlas por aquí, tanto como saber que siguen con sus vidas con total normalidad o con la normalidad que les permiten las actuales circunstancias.
Por nuestra parte, y como dice Daddy, no les vamos a reclamar las llaves de casa ni a pasar la factura cada vez que asomen la nariz, ni quiera hace falta que avisen con antelación cuándo van a venir, aunque es todo un detalle que se despidan cuando de marchen y no pase mucho tiempo antes de que volvamos a saber de ellas. Conmigo hablan o al menos mantienen ese contacto casi diario, como si aún siguieran viviendo con nosotros. Por lo cual, no me queda muy claro que se hayan emancipado del todo o se lo piensan. De todos modos, ellas se han adaptado mejor que yo a la vida en España, porque tienen la ventaja de que vinieron siendo más jóvenes. Cuando las acogimos en nuestra casa tanto ellas cono nosotros estábamos mentalizados del cambio que supondría. Tal como argumenta Daddy, ya venían con el Spanish aprendido y, al ser dos, cuidan la una de la otra, sin que haya sido tan necesario que estemos tan pendientes de su bienestar. No se han cortado un pelo a la hora de pedir o al menos de hacerse notar, si necesitaba algo. Han sido dos adolescentes algo revoltosas, pero nada fuera de lo esperado. A día de hoy ya son un par de chicas, mujeres, responsables, con las ideas claras con respecto a su presente y su futuro.
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