Introducción
Lista de lo visitado hasta ahora: (ver lista en pagina aparte)
Pero sigamos con nuestro paseo, aprovechemos que a partir ahora es de descenso y las piernas van solas. No esperemos a que nos caiga noche, si no vamos a quedarnos a dormir ni nos apetece trasnochar porque a la luz del sol nos queda mucho por ver todavía.
Volvemos a la ronda de Toledo para seguir con nuestra vuelta a Toledo, para rendir la ciudad a nuestros pies, porque podremos advertirle eso de «Estás rodeada», porque desde el Parador nacional hemos contemplado su belleza y en secreto descubierto sus puntos débiles, pero no se los vamos a contar a nadie, no sea que alguien se nos adelante. La ciudad de Toledo es nuestra.
Partiendo desde la puerta de la Ermita de Valle lo primero que nos encontramos es una fuente natural al lado de la carretera. Sólo corre agua cuando llueve mucho porque no está conectada a ninguna red



Desde aquí el camino hasta el puente de Alcántara ya es en descenso, la Ermita del Valle es el punto más elevado de la carretera, si es que no nos da por explorar la zona del valle, pero ya hemos estado en la piedra del Rey Moro y en el parador, nos hemos hecho una idea de lo aventurado de adentrarnos por ahí. De manera que sigamos con nuestro paseo a ver qué más nos encontramos

Tampoco podemos olvidar que la ciudad, y el río Tajo que la rodea, se mantiene a la vista, que ya no se esconde, que nos espera con la puerta de Bisagra abierta de par en par para que de nuevo paseemos por sus calles, disfrutemos de sus cuestas, sus calles estrechas y tortuosas, de todos sus encantos. Toledo nos echa de menos cuando nos alejamos y nos invita a regresar.

Hasta aquí llegan los que suben desde el embarcadero y aquí nos hemos de detener un momento para hacer un viaje en el tiempo, por remontarnos incluso en este blog para curiosear sobre los inicios de la ciudad («Erase una vez….. Toledo«)
Cerro del Bú
A unos metros de la ermita encontraremos a nuestra izquierda un camino que baja hasta la Barca Pasaje. Si lo tomamos podremos subir fácilmente hasta el cerro del Bú. En él podemos encontrar restos de los primeros asentamientos que hubo en Toledo por parte de los visigodos en el siglo III. Posteriormente la población se trasladó al otro lado del río, donde se encuentra actualmente la ciudad.


El Cerro del Bú es un promontorio situado en el lado izquierdo del río Tajo, frente a la ciudad de Toledo, en su lado este. Tiene dos fases de ocupación: un prehistórica (2000 a. C) y otra medieval (S. X).
Es interesante señalar de donde le viene el nombre a este cerro, y no es de otro que del propio demonio, de Bercebú, de ahí su nombre como diminutivo de éste. La leyenda sobre el Cerro del Bú cuenta que antes de que llegaran los romanos a Toledo, allí vivía un pueblo primitivo y cruel. Éstos adoraban a Baal-cebu, un dios demoniaco, que les exigía sacrificar vírgenes cada cierto tiempo para aplacar su ira. Un sacerdote de la tribu, que realizaba los sacrificios a este dios, se enamoró de una bella joven a la cual debía sacrificar. El hombre, para no cumplir con su cometido y por tanto no quitar la vida a su amada, emprendió la huida con ella. La cólera de Bú fue tan grande que la tierra se resquebrajó y una legión demoniaca salió en busca de la pareja. Al no conseguir encontrarlos, Belcebú maldijo la montaña, y juró que los amantes que se besaran en ese monte acabarían odiándose. |

El yacimiento se encuentra en el cerro que le da nombre, que se yergue en la orilla izquierda del Tajo, al sur de la ciudad de Toledo. En superficie el cerro presentaba piedras de construcción con cimientos ostensibles en un terreno que, a simple vista, se advertía que no era natural.
Su ubicación, aislamiento y relieve escarpado le confiere al lugar un carácter estratégico y de privilegiada defensa natural, adecuado para asentamiento de grupos humanos. Las campañas de investigación que de manera regular realizaron en el sitio, desde 1980, pusieron de manifiesto una serie de fases consecutivas en la ocupación del cerro.
La primera fase de asentamiento se caracterizaría por la existencia de gran cantidad de restos de talla de sílex y escasos fragmentos cerámicos. Su cronología sería dudosa.
La segunda, mejor documentada se corresponde al principal momento de utilización del hábitat, en pleno desarrollo de la Edad del Bronce en la Meseta Central. La tercera marca la fase final del hábitat de la mencionada Edad del Bronce. En estas dos últimas fases, de las que se han descubierto estructuras de habitación y cabañas e incluso hogar in situ, se desarrollaba una economía eminentemente pastoril, con primacía del ganado ovino y vacuno. Posteriormente existió un asentamiento medieval, árabe, pequeño y de carácter provisional, que respondía a una concepción estratégica y militar. De esta etapa se conservan restos en la cima del cerro. El final de este asentamiento árabe podría interpretarse como una destrucción intencionada, ya que, aunque se encuentran niveles de ceniza, las murallas se habrían derrumbado antes de cualquier signo de incendio.1
Cerro del Bú. Wikipedia
Al acercarnos al cerro algo nos sorprende: está completamente pelado, sin árboles, contrastando con los cerros que le rodean. Eso nos indica que ahí hubo construcciones, esa zona ha sido modificada por el hombre a lo largo de los años. Al acercarnos más vamos obteniendo más información. Vemos que justo antes de subir al cerro la ladera ha sido asegurada por rocas, para convertir esa torrentera que baja al Tajo en un foso y evitar que la gente subiera. Según vamos ascendiendo encontramos pequeños muros de piedra que muestran que hubo aterrazamientos para allanar el terreno, incluso en la tierra que pisamos encontramos restos de cerámica oscura ¿Quién hizo esto?
Ocupado inicialmente durante la Edad del Bronce y abandonado al final de este periodo, recuperó protagonismo en el periodo andalusí, cuando se levanta sobre él una fortificación, no demasiado grande, pero con dos recintos amurallados dotados de torres-contrafuertes, al poco de proclamarse el califato (S. X).
Los cimentos que se conservan en la ladera este del cerro están levantados con piedras de la zona (granito) y sujetas con tierra. Alrededor de los pequeños zócalos encontramos restos de los adobes que se han descompuesto con el paso de los años tras derrumbarse las cabañas, y que formaban parte de ellas.
En la base del cerro aún se conservan muros que sirvieron para abancalar las laderas desde la base. Algunos de estos muros, que en ocasiones superan 1m. de espesor, fueron aprovechados como paredes para las propias cabañas.
Los únicos restos de la ocupación bajomedieval del Cerro se han conservado en la muralla este
Es interesante señalar de donde le viene el nombre a este cerro, y no es de otro que del propio demonio, de Bercebú, de ahí su nombre como diminutivo de éste. La leyenda sobre el Cerro del Bú cuenta que antes de que llegaran los romanos a Toledo, allí vivía un pueblo primitivo y cruel. Éstos adoraban a Baal-cebu, un dios demoniaco, que les exigía sacrificar vírgenes cada cierto tiempo para aplacar su ira. Un sacerdote de la tribu, que realizaba los sacrificios a este dios, se enamoró de una bella joven a la cual debía sacrificar. El hombre, para no cumplir con su cometido y por tanto no quitar la vida a su amada, emprendió la huida con ella. La cólera de Bú fue tan grande que la tierra se resquebrajó y una legión demoniaca salió en busca de la pareja. Al no conseguir encontrarlos, Belcebú maldijo la montaña, y juró que los amantes que se besaran en ese monte acabarían odiándose.


Referencias
Cerro del Bú | Portal de Cultura de Castilla-La Mancha (castillalamancha.es)
Un yacimiento pegado a una bella ciudad: el Cerro del Bú – Viajando con Ciencia (wordpress.com)
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