En el principio

SILENCIO EN TUS LABIOS

Introducción

Como llevo tiempo sin mencionar la novela «Silencio en tus labios», me parece el momento de aludir a ésta, porque para mí es algo más que una simple novela o historia con más o menos sentido, es la más personal, con esa mezcla de realidad y ficción donde no queda demasiado claro que hay de verdad y que hay de inventado, porque uno ha de escribir sobre lo que conoce y en ese sentido la experiencia personal es una buena fuente de inspiración.

Sin embargo, pretendo fijarme en ese personaje que ha copado gran parte del protagonismo de esta historia y a quien aludo con bastante frecuencia, ya que es quien de algún modo da sentido y consistencia a toda la novela, llamadlo «sutileza femenina» o mi necesidad como escritor de encontrar un punto de vista diferente, que pretende ser femenino; la necesidad de que alguien responda a las cuestiones que se plantean en la novela.

En el principio tan solo era «ella»

En los primeros borradores de la novela, en los inicios (Manuel. Silencio en tus labios (1)) toda la novela giraba en torno a mi personaje. Ana no tenía nombre, era «ella»

Sábado, 7 de octubre de 2000

(….) 4º párrafo

Como ella misma me explicó meses después, cuando ya tenía la suficiente confianza conmigo, había acudido a aquel retiro, no sólo por tener el sábado libre o por la oportunidad de venir a Toledo desde tan lejos, sino también, porque era miembro del grupo parroquial dentro del Movimiento y quería participar en una de las principales actividades mensuales del curso, aparte de pasar el día con los hermanos, entre los que por aquel entonces se contaba su novio, a través de quien había entrado en contacto con el Movimiento. Los dos eran catequistas en su parroquia y lo uno había llevado a lo otro. Aquel noviazgo había supuesto su inicio en el trato con el Movimiento, una reafirmación en sus creencias, vividas más en fraternidad y no sólo a nivel parroquial o individual, y así poco a poco se había incorporado al grupo que el Movimiento había formado en su parroquia.

(…)

Manuel. Silencio en tus labios (1)

Sin embargo, esa «Ella» sin nombre que aparecía en esos primeros borradores de la novela parecía querer gritar, salir de ese supuesto anonimato sin personalidad.

En el mundo, en la Literatura hay muchas «ella», pero no quería ser una de tantas, necesitaba tener una identidad, una personalidad, que aquellos que se acercasen a la novela se pudieran identificar de algún modo con ella, con toda esta historia que es una mezcla de persecución romántica, sentimiento de acoso y búsqueda de la propia identidad.

¿Quién le va a decir a mi personaje, a Manuel eso de «No y déjame tranquila», si no se le puede dar autoria a esas palabras? ¿una «ella»? Porque visto así parecía esconder bajo ese anonimato algo mucho más profundo y alguien podría llegar a pensar «¿Yo soy ella?», Lo que haría que esa historia tenga más verdad que ficción, cuando la personalidad esa «yo» no queda plasmada como tal en la novela.

De modo que como necesitaba un nombre, una identidad, cambié lo de «ella» como pronombre sustantivo femenino alusivo a este personaje por un nombre reconocible y que fuese fácil e identificar con este personaje, «Ana»

Fotomontaje de cómo sería Ana

Sábado, 7 de octubre de 2000

(…)2º párrafo

Fue en esas circunstancias cuando me presentaron a Ana, cuya presencia a lo largo del día tampoco me había pasado inadvertida del todo, más cuando no era extraño el retiro, o en cualquier otra convivencia organizada por el Movimiento, en que no hubiese alguna cara nueva, sino para la mayoría, para la minoría que no tenía un trato tan continuado con quienes hubieran invitado a esa persona. En mi caso, respecto a Ana, reconocía mi pertenencia a la minoría, ya que Ana no era como tal nueva en el Movimiento, tan solo procedía de otra ciudad y aquel era el primer retiro al que acudía, de igual modo que yo no había participado en otras actividades a las que ella había acudido, como el campamento de verano de aquel año, donde se había reafirmado en su implicación personal en el Movimiento.

(…)

Manuel. Silencio en tus labios (1)

¿Y quién es Ana?

Y al tener nombre, al fijarme de manera más precisa en ese personaje, surgió la necesidad de conocer sus reacciones, sus pensamientos, quién era ella como personaje, en su identidad individual como alguien distinto a la realidad de Manuel, dado que desde el primer momento queda claro que los personajes no se mueven en su día a día en el mismo entorno. Tampoco queda demasiado claro si ya se conocían de antes o es la primera vez que se ven, aunque ambos hacen mención a un posible encuentro anterior.

Sábado, 7 de octubre de 2000

(Final del día)

(…)

Aquella tarde sólo nos presentaron. En todo caso, nos dieron una excusa para echarnos un vistazo y crearnos una primera impresión fraternal, que la siguiente vez que nos viéramos recordásemos que ya nos conocíamos, al menos de vista, si no lográbamos recordar los nombres.

Manuel. Silencio en tus labios (1)

Sin embargo, Ana necesitaba tener un origen, un motivo para estar allí ese día, que hubiera un contraste con Manuel. que como ya he comentado en alguna ocasión, entre estas dos versiones de la novela se establezca una especie de diálogo, aunque la novela se llame «Silencio en tus labios». surge de la necesidad de romper ese silencio, de empezar a conocerse, que se inicie ese darse o ganarse la confianza el uno al otro.

Y como Ana necesitaba tener una existencia, una vida propia, se hacía necesario que en ese contraste entre los personajes, en ese ser diferente en uno del otro, Ana tuviera un pasado, una realidad social, que ante ese previsible flechazo, hubiera un obstáculo. Ana tiene novio, tiene padres y tiene su propia manera de entender el mundo con el que se relaciona. Desde las primeras líneas de su versión queda claro que ella es Ana

Sábado, 7 de octubre de 2000

Cuando Carlos me propuso que fuéramos a aquel primer retiro del curso, a Toledo, al principio no supe qué contestarle. Era verdad que había estado en el campamento y estaba muy ilusionada ante la idea de ver a la gente otra vez. Aquella sugerencia era una excusa para que pasáramos el fin de semana lejos de casa, sin que, en principio, mis padres pusieran ningún reparo. De hecho, durante el campamento había adquirido un mayor compromiso con el Movimiento, consideraba que se trataba de algo a lo que ya no daría la espalda ni viviría de una manera tan comedida como hasta entonces, centrada en mis estudios, y esas actividades quedaban para momentos muy puntuales. Dejé que Carlos me convenciera, sobre todo que lograse el beneplácito de mis padres y me sacara de la ciudad, con la seguridad de que no haríamos nada malo. A mi edad ya me merecía ese voto de confianza y tan solo sería un fin de semana. Íbamos a Toledo, tan lejos, que serían pocas las oportunidades en que lo repetiriamos.

Ana. Silencio en tus labios (1)

Y en este primer día de la novela, como es lógico tiene que haber alguna mención a Manuel, incluso buscarle una justificación al hecho de que Ana se interese por él, más allá de ese primer encuentro de esas presentaciones más o menos efusivas entre ellos. Porque ella ya tiene su vida allá en su ciudad y deja claro que no se plantea regresar por Toledo con demasiada frecuencia, que esos reencuentros serán muy puntuales

Sábado, 7 de octubre de 2000

(Final del día)

Entre las personas a quienes tuvimos ocasión de saludar estuvo Manuel, a quien tenía un especial interés en conocer, aunque creía recordar que no era la primera vez que nos veíamos, pero de aquel primer encuentro ya habían pasado algunos años y entonces no nos habíamos hecho demasiado caso. Lo mismo había sucedido durante todo el día, pero, al final, no pude evitar el saludo. Lo que confieso a mí me hubiera dado lo mismo, pero Carlos no era de la misma opinión, porque se le había echado en falta en el campamento. No se lo comentamos, pero debido a un fallo de los organizadores, me había correspondido ser su amiga invisible, cuestión que se subsanó en cuanto lo dijimos, pero el caso es que me quedé con la sensación de que se debió haber apuntado al campamento y borrado en el último momento. La impresión que me causó la verdad es que no fue muy distinta a la que recordaba de la primera ocasión, era tan solo un chico más dentro del grupo y seguía sin novia. Era el de siempre.

Ana. Silencio en tus labios (1)

Así comienza esta historia

Las historias, los cuentos, suelen empezar con eso de «Erase una vez no hace mucho tiempo….»

¿Dónde empieza esta historia?

Para Manuel en Toledo, una tarde de octubre en la que tiene ocasión de conocer a una chica, a quien habremos de llamar «Ana», dado que es evidente que no se trata tan solo de «ella», sino de su realidad, de empatizar con ese personaje y querer conocerlo un poco más. Surgen demasiadas dudas intrigas sobre como Ana responderá y se verá involucrada en la vida de Manuel, si la distancia y sus circunstancias se interponen entre ellos.

Para Ana esta historia comienza meses antes, en el campamento de verano, al que Manuel no acude, «porque se le había echado en falta en el campamento.»

Desde ahora será Ana

Es relevante destacar esta frases de la versión de Ana referentes a Manuel, pero que igual hacen referencia a Ana, a que ella sí que ha cambiado

«La impresión que me causó la verdad es que no fue muy distinta a la que recordaba de la primera ocasión, era tan solo un chico más dentro del grupo y seguía sin novia. Era el de siempre.«

Se entiende que Ana, ha madurado en todos los sentidos, pero más en el sentido mismo del personaje. Ya no es la «ella» principio, sino que ahora es «Ana» con personalidad e identidad propia, con una vida, alguien a quien no es tan fácil conocer ni reconocer a primera vista

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