¡Toledanos, a estudiar!

Introducción

Ya que en la entrada anterior estuvimos en la plaza de Santa Clara, visitamos el palacio del Marqués de Malpica y por la infinidad de ocasiones que hemos pasado por aquí, lo lógico es que, aparte de maravillarnos con la fachada, entremos en este otro edificio a ver qué nos cuentan

Fachada del Palacio de Lorenzana

El templo del cardenal Lorenzana

Lo excepcional de esta pieza radica en la voluntad de los hombres de su tiempo en llevar a cabo su ejecución en un entorno tan complicado como es la ciudad histórica de Toledo y, no obstante, resolver airosamente el problema consiguiendo principalmente dos cosas. La primera evidentemente es poner de manifiesto el carácter ilustrado de aquel momento construyendo precisamente una universidad. Lo segundo es la brillante ejecución de una fábrica proyectada a partir del rigor de la geometría y las proporciones clásicas, una pieza exenta que aparece altiva y casi por sorpresa en este entramado de calles irregulares con variable pendiente. Al mismo tiempo, se trata de la manifestación más formal del modelo por excelencia en nuestra tradición arquitectónica: el patio. Podemos hablar de patios en Toledo, pero en este contexto tan particular, vamos a referirnos al patio de Lorenzana como un arquetipo que en todos sus aspectos encierra la luz de la ciudad, luz que se transforma aquí como un símbolo del conocimiento.

El proyecto para la gloriosa Universidad de Toledo, costeado netamente con la fortuna personal del propio Cardenal Lorenzana, fue ejecutado por Ignacio Haan entre 1.795 y 1.799 y supone uno de los más brillantes ejemplos de arquitectura neoclásica española. Haan, discípulo de Villanueva y Sabatini concluyó su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando como pensionado en Roma, donde conoció de primera mano los elementos arquitectónicos clásicos que la nueva corriente ilustrada pretendía consolidar en un Toledo donde la decadencia barroca ya estaba concluyendo sus últimas muestras.

Gracias al amparo de su mecenas, el arquitecto alicantino, hizo de las tierras toledanas el lugar donde convertir sus planteamientos en materia. Coincidiendo con el ya agonizante Antiguo Régimen, Lorenzana regresará a España tras su andadura americana y quiso hacer de la sede arzobispal de Toledo epicentro ilustrado de todo su gobierno que abarcaba prácticamente la mitad sur peninsular. Uno de los rasgos mas destacables del cardenal fue su radical distanciamiento de la ideología barroca, y toda la aparatosa teatralidad que exhalaban los templos y el culto inmediatamente antecedentes a su incorporación. Desde el inicio de su gobierno, Lorenzana puso especial interés en lo que respecta al ordenamiento urbano, el decoro de fachadas, calles y plazas además de la incorporación de zonas verdes y jardines.

El templo del cardenal Lorenzana( I ). [José María Martínez Arias]

Calle del CARDENAL LORENZANA,

Da nombre a esta calle el impresionante edificio de estilo neoclásico que ocupa toda la calle en una de sus aceras, mandado construir en 1795 por el Cardenal Francisco Antonio de Lorenzana para albergar la Universidad de Santa Catalina de Toledo. Construido sobre los terrenos de los locales desamortizados del Santo Oficio. Desde entonces siempre ha sido un centro vinculado a la educación. No en vano durante mucho tiempo al edificio se le conoció como «el instituto» y a la calle como «calle del Instituto». La presencia en el siglo XVI del local del Santo Oficio la bautizó con el nombre de calle de la Inquisición. Desde la construcción del edificio de Lorenzana se empezó a conocer esta calle con el nombre de calle de la Universidad, nombre que mantuvo hasta 1898 que adquirió su actual nombre por decisión del Ayuntamiento. Fuente:  la obra de Julio Porres Historia de las calles de Toledo.

Calle del  INSTITUTO

Calle del Instituto. El palacio Lorenzana construido a finales del s. XVIII fue la Real Universidad de Toledo hasta mediados del s. XIX cuando se convirtió en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza. A partir de ese momento y durante muchos años pasó a conocerse este edificio como «el instituto». La calle de la fachada principal se llama Cardenal Lorenzana en honor del impulsor de la construcción de este edificio, el lateral derecho da a la plaza de San Vicente, llamada así por la presencia de la iglesia homónima. Para el otro lateral y la fachada trasera del edificio se reservó el nombre de calle del Instituto.

Como recoge Julio Porres Martín-Cleto en su Historia de las calles de Toledo, en el catastro redactado en 1776-78 «se anotó en esta calle una casa como de la Inquisición, habitada por el que desempeñaba el cargo de inquisidor en aquellas fechas, don Francisco Villena, con 1600 reales de renta.»

Calle del instituto

Comentar que la puerta de acceso del Palacio de Justicia, en la plaza del ayuntamiento procede de esta calle

Fachada del palacio de los señores de Peromoro (1885) en la calle del instituto

Universidad Cardenal Lorenzana o Real Universidad de Toledo

Placa

La Real Universidad de Toledo fue en sus comienzos del modelo «colegio-universidad» teniendo varias sedes consecutivas, entre las que se encontraba el Palacio Lorenzana (1799-1845).

En el reinado de Carlos III se dieron las premisas desamortizadas pertenecientes al Santo Oficio, por lo que en el año 1795 se construyó el edificio en cuestión, el cual se separó de lo que fue el Colegio de Santa Catalina.

Este edificio comenzó a construirse en 1796 y se concluyó en 1799, teniendo como fundador al Cardenal Lorenzana y como arquitecto a Ignacio Haan. Actualmente forma parte de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Los planos de planta del Palacio Lorenzana sede neoclásica de la Universidad de Toledo, obra del arquitecto Ignacio Haan (1792)

Los dos planos que ahora son presentados, con motivo del Día de los Archivos, son dos vistas en planta correspondientes al piso inferior y al célebre patio del edificio. El primero lleva por título «Planta del desnivel de la Universidad proyectada en la Ciudad de Toledo con respecto al sitio señalado y demás prevenciones», mientras que el segundo es una «Planta de la Universidad proyectada para la Ciudad de Toledo, con respecto al sitio señalado y demás prevenciones hechas». Ambos poseen la elegante firma del arquitecto —que siempre firmó «Haan» y no «Haam», como transmitieron los cronistas toledanos del siglo XIX, costumbre que aún mantienen algunos historiadores locales— y se encuentran firmados en Madrid, donde el arquitecto tenía su residencia, el 18 de febrero de 1792

Las obras para la nueva sede de la Universidad de Toledo no comenzarían hasta tres años después, por lo que ambos planos corresponden a un momento muy temprano del proyecto. Conocemos detalles sobre los momentos inmediatamente anteriores a la construcción del edificio gracias a la documentación que se ha conservado en el fondo «Instituto» (I) del Archivo Histórico Provincial (AHP); por ejemplo, los peritajes realizados en el antiguo emplazamiento universitario —junto a la Cuesta de Santa Catalina, a escasa distancia del posterior Seminario Metropolitano— que el maestro de obras Antonino González Monroy y el carpintero Miguel Rosado realizaron el 25 de septiembre de 1788 (AHP, I-49). Debido al ruinoso estado del edificio, el propio González Monroy recibió el encargo de realizar un nuevo proyecto. Sus planos, conforme a la normativa impuesta por el Consejo de Castilla y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, debían someterse al examen de la Comisión de Arquitectura de esta última. Así sucedió el 8 de julio de 1789, cuando sus diseños fueron severamente reprobados por los académicos.

Planta Baja
Planta superior

Fue a partir de ese momento cuando el cardenal Lorenzana encomendó el trabajo a Ignacio Haan. Se trataba de un joven y prometedor arquitecto, académico de mérito de San Fernando tras varios años de estancia en Roma, donde realizó su primer proyecto —una reforma de la logia del Palazzo de Spagna abierta hacia Via Frattina, en la que trabajó con el pintor Francisco Javier Ramos, a quien posteriormente encomendaría una Inmaculada para presidir el salón de aparato de la nueva Universidad— y la ciudad desde la que entablaría su primer contacto con el cardenal Lorenzana gracias al embajador José Nicolás de Azara y su amistad con el arquitecto Francesco Sabatini

Planos de la Universidad del Cardenal Lorenzana, obra de Ignacio Haan. Archivo Diocesano de Toledo.

De la fachada principal del palacio, resalta la escalera de dos pisos y el par de esculturas obras de Mariano de Salvatierra, las cuales representan a la Ciencia y a la Fama respectivamente. Coronando la fachada y sostenido por unas alegorías femeninas se encuentra el escudo del cardenal.

Las dos plantas de Ignacio Haan ahora presentadas no son el único juego de vistas del edificio que conocemos. El historiador de la arquitectura Carlos Sambricio incluyó otro más completo —planta del nivel del patio, alzados y secciones laterales, en tres láminas— dentro de su libro La Arquitectura española de la Ilustración, que nosotros reprodujimos en nuestro primer estudio sobre el arquitecto, presentado en 20083. Tanto en los planos de Sambricio como en los del Archivo Municipal de Toledo el edificio parece encontrarse ya completamente configurado en planta, por mucho que en 1792 no hubieran sido adquiridas aún todas las propiedades necesarias para la obra de la Universidad (de entre las cuales la más costosa fue la casa del mayorazgo de Bonifacio Hurtado y Noriega, subteniente del regimiento provincial, destinada a albergar los bienes de la institución mientras se prolongase la construcción, AHP, I-55). De hecho, el 18 de mayo de 1796, un año después de ser autorizadas las obras por el Consejo de Estado, el proyecto del edificio estuvo a punto de cambiar sustancialmente, ya que el párroco de San Vicente, Manuel Plácido Bustillo, sugirió derribar esta iglesia para suministrar al nuevo edificio un acceso más desahogado por su fachada este, la que se abre a la plaza toledana del mismo nombre. La propuesta era considerada por Bustillo —quien también era decano de Sagrados Cánones de la Universidad, canónigo y vicario general— «utilísima al Estado, a la nación y más a esta ciudad». Así mismo, estaba a favor de su derribo el corregidor, Feliciano Dueñas, quien el 1 de junio de 1796 —basándose en «la mala y estrecha configuración» de la mayoría de las calles y como responsable del ramo de policía urbana (es decir, de urbanismo)— sugería al cardenal que procediera con el mismo para desahogar el viario.

Fachada

Es casi un milagro, en realidad, que el proyecto se mantuviera inalterado. Bernardo García, racionero de la catedral y mayordomo del cardenal Lorenzana, consideraba en cambio «más conveniente mudar la fachada a las Tendillas [es decir, en dirección contraria a la plaza de San Vicente], porque según está hoy el plano se necesitan más de treinta escalones para subir al nivel del patio, y como la calle no quedaría ancha por la parte de arriba estorbará bastante la escalera y no hará mejor vista».

Fachada

De haberse producido cualquiera de estos dos cambios habría desaparecido la doble escalinata que, inspirada en el acceso al santuario de Fortuna Primigenia en Palestrina, en las proximidades de Roma, permite el acceso directo al patio. Habríamos perdido así el singular simbolismo del itinerario realizado por los estudiantes, quienes al remontar los escalones abandonan el bullicio de la calle para elevarse hacia el conocimiento, franqueando una fachada con las alegorías de la Ciencia y la Fama, diferentes paralajes de sombra y luz —proporcionados por las dobles columnas de antepatio y patio— y, para finalizar, la sabiduría conceptualizada en el salón de grados o paraninfo, concebido como un templo del saber. La modificación del eje del edificio habría alterado también la ubicación de la Biblioteca (situada hacia la luz de levante, conforme al precepto vitruviano) y encajonado el salón de grados —a quien Haan daba la denominación antigua de Gimnasio, que todavía pervive en el mundo educativo
alemán— en uno de los frentes estrechos del recinto.

Palacio de Lorenzana, diseño 3D

Afortunadamente, ni las plantas de 1792 fueron modificadas ni se derribó la iglesia de San Vicente —a excepción de la capilla de Nuestra Señora de los Dolores, que permitía la comunicación entre el templo y el complejo inquisitorial, según puede apreciarse en un plano realizado por Nicolás de Vergara el Mozo en 1598 (y de la que se conserva el gran arco ciego situado a los pies)—, pese al detallado informe a favor de esta última solución que realizó el aparejador catedralicio Francisco Ximénez. Conocemos también la enérgica y elocuente respuesta de Ignacio Haan a los intentos de modificación de su proyecto.

El 26 de abril de 1796, el arquitecto manifestaba al cardenal Lorenzana cómo

«Yo tuve el honor de que Vuestra Eminencia me mandase ejecutarlos planos para la nueva Universidad de Toledo. He tenido la gloria de que igualmente Vuestra Eminencia dé sus órdenes para que en su ejecución se proceda, en todo, con mi acuerdo. Y ciertamente me es dolorosísimo el que a pesar de todo esto se ejecute la obra sin mi dirección, pasando a variar el pensamiento y reducirlo (sin necesidad) para que en su conclusión comparezca
desproporcionado, sin la debida comodidad, y sólo sirva de borrón que manche el blanco de mi estimación».

Sea como fuere, las obras prosiguieron —aun con la existencia de informes periciales sobre la sección de bóvedas por parte de otros arquitectos de la Real Academia de San Fernando, entre ellos Juan Antonio Cuervo, Guillermo Casanova y Matías Gutiérrez— y el edificio quedó finalizado en apenas cuatro años. Gracias a la documentación conservada en el Archivo Histórico Provincial es posible reconstruir detalladamente el proceso de construcción hasta su conclusión en 1799. Pero gracias a la aparición de las dos plantas de 1792 este conocimiento es mucho más completo, pues contienen la primera identificación de la distribución de espacios interiores del edificio. Esto no volverá a producirse hasta ochenta años después, cuando el topógrafo Bernardo Maté realizó una completa representación en planta del inmueble —ya convertido en Instituto Provincial— para el Instituto Geográfico y Estadístico.

Acceso

El acceso transforma parte de la vía (hoy Calle del Cardenal Lorenzana) en una doble escalinata que nos conduce a la planta noble del edificio. Debido a la notable pendiente, el autor asimila aquí la configuración de los palazzos del Renacimiento romano, situando las zonas principales en el nivel superior. El ascenso al interior se localiza únicamente en la fachada principal, claramente diferenciada de las otras tres. La doble escalinata lateral se anexiona al conjunto como única pieza que rompe el volumen centralizado de su planta. Ésta configuración tiene influencias romanas muy directas y en buena medida puede recordar la escalinata del Palazzo Senatorio proyectada por Miguel Ángel en la Piazza del Campidoglio.

La pieza de zócalo, cuya planta se corresponde con dos de las cuatro crujías de la superior, actúa como un robusto zócalo cuyo carácter masivo y pesante dota de mayor gracia al nivel superior. Esta clara diferenciación de niveles queda enfatizada por la potente línea de imposta que las divide y que recorre perimetralmente todo el conjunto.

La organización de sus cuatro fachadas también responde a este criterio jerárquico: la continuidad ortogonal de los cuatro alzados se rompe mediante un fuerte escalonamiento de las esquinas en toda su elevación, juego volumétrico muy empleado en el barroco clasicista de Sabatini. La fachada de Lorenzana resume la composición tripartita que tanto trabajó Villanueva y finalmente culminó en el actual Museo del Prado. Haan aquí manifiesta los usos del edificio en el alzado, es apreciable como los paños laterales se corresponden con los espacios cerrados mientras que el central se manifiesta como un pórtico templario octástilo en apariencia, de un sobrio orden jónico.

Fachada
Fachada durante la noche

Los cuatro soportes laterales son pilastras adosadas al muro, en cuyos intersticios aparecen sendas hornacinas, donde se sitúan alegorías de la ciencia, labradas por Mariano Salvatierra. Coronando el pórtico un gran escudo cardenalicio como alegoría de la fama, y que supone el único vestigio del barroco.

Escudo de Lorenzana

El edificio resulta sólido y tiene una escrupulosa cantería; es muy limpia la solución de los dinteles que corren sobre las columnas, mostrando falsas juntas verticales. Un sistema de bóvedas cierra todos los ámbitos de la construcción. Sus fábricas exteriores son de granito y ladrillo visto, destacando la solución tetrástila «in antis» de la fachada principal. Un orden jónico nos anticipa la secuencia columnaria del interior. A los lados, ocupando dos nichos, se encuentran sendas alegorías de las ciencias, labradas en piedra de Colmenar por el escultor Mariano Salvatierra. Sobre el eje del pórtico se observa el escudo del cardenal Lorenzana, sostenido por dos ángeles, realizado por Antonio Finacer.

En el interior hay un atrio porticado con varias pantallas columnarias; éste da paso a un magnífico patio neoclásico, de un porte monumental, tanto por sus estimables dimensiones y proporciones como por su orden único, el jónico, que soporta un fuerte entablamento adovelado, todo ello de granito. Las dependencias de su planta única y principal, dejando a un lado las subterráneas, se disponen de modo sencillo y equilibrado.

Calle Instituto. Calle de atrás del palacio

Podemos también interpretar el acercamiento al Palacio de Lorenzana desde un punto de vista simbólico. El edificio no deja de tratarse de un espacio que va reunir los máximos saberes en una población, que a pesar de su declive cultural y demográfico durante el siglo XVIII, había sido epicentro del saber de los reinos cristianos desde antiguo. Esta simbología la podemos extraer tanto en un recorrido físico hacia el edificio, como mediante el análisis de la geometría en su trazado. No deja de resultar sorprendente la cuidada elección de proporciones en un entorno tan desfavorable como lo es su particular enclave.

El carácter casi sacro de este edificio surge del elemento generador de su planta rectangular: Un triángulo equilátero cuyo lado de 49,7 metros se va a corresponder con la fachada principal y cuyo vértice opuesto va a generar el centro de la línea paralela que cierra su planta, es decir, la fachada posterior. Haan nutre al proyecto con numerosos recursos contemporáneos y de épocas pasadas. Encontramos  una idéntica proporción en las trazas del siempre recurrente Monasterio del Escorial de Juan Bautista de Toledo, donde el mismo vértice señala el que quizás sea el punto más relevante de toda la fábrica, el sagrario de la basílica. En Lorenzana, desde luego este el mismo eje se va a corresponder con el espacio más representativo, el llamado gimnasio o salón de grados, lugar en el que finaliza este recorrido iniciático.

El patio

Tras remontar la escalinata de acceso al nivel superior, un zaguán columnado se mantiene permeable a ambos lados de la crujía, esta gran sala de recepción resulta casi un espacio hipóstilo, debido a la fuerte presencia de los soportes de granito. Se trata pues de una estancia de transición entre la irregularidad del entorno exterior y la armónica luminosidad del atrio en nuestra iniciación al conocimiento.

Entrada al patio

Un sentimiento de arcaico y elemental rigor escultórico se describe en este espacio adintelado, protegido y abierto a la vez. El severo orden jónico adoptado por Haan en todo el exterior hace referencia a al conocimiento filosófico y la búsqueda de la razón, por lo que con esta decisión no podría representar mejor los deseos de su mecenas.

Los 28 fustes cilíndricos se asientan sobre sendas basas áticas, obteniendo Haan una brillante ejecución en la siempre compleja resolución de la esquina. En esta ocasión se emplea una pilastra exenta del mismo orden con el fin de mantener idénticas distancias entre los intercolumnios, disponiendo las pantallas columnarias de manera independiente para cada panda del patio.

Entrada vista desde el patio

Todo el lenguaje y proporción que aquí se maneja, se traduce en un sentimiento por parte del espectador de encontrarse en un mundo completamente ajeno a su contexto habitual. Si la ciudad de Toledo es un conjunto compacto de patios de diferentes tipos, épocas y escalas, sin duda el patio de Lorenzana es el más distintivo de todos ellos.

Columnas del patio

Resulta por tanto el arquetipo mismo de la arquitectura occidental. Como otros maestros del neoclasicismo de la talla de Villanueva, Schinkel o Leo Von Klenze, Haan realiza una autónoma pero literal interpretación la cultura clásica, pues el aura que desprende este patio es sin duda mediterránea, gracias sus líneas, su pesantez y su cromatismo. Este centro del saber bien podría haber sido el atrio de un palacio helénico o de una domus romana y pese a constituirse como el núcleo y centro principal de todo el conjunto, supone el paso intermedio al recorrido iniciático que el autor nos impone.

Columnas del patio
Columna
capitel de la columna
Corredor del patio
Patio
Patio

Al posicionarnos en el centro del patio y en dirección opuesta al acceso, dejamos a ambos lados dos grandes aulas rectangulares, siendo una de ellas su destacable biblioteca. Si avanzamos en nuestro recorrido, accedemos al tercer y último escalón de nuestra visita: el Salón de Grados, actual paraninfo del vicerectorado de la UCLM.

El Profesor D. Emiliano Castaños impartiendo su clase de Ciencias Naturales en el Instituto. Fondo Rodríguez, Archivo Histórico Provincial, Junta de Comunidades de C-LM, signatura [PA-CAJA 3-33]
Paraninfo del Instituto del Cardenal Lorenzana. Fondo Rodríguez, Archivo Histórico Provincial, Junta de Comunidades de C-LM, signatura [ALBUM-4-1761]
Patio
Escultura a Lorenzana en el patio
Pasillo interior

Fuentes

Universidad Cardenal Lorenzana o Real Universidad de Toledo | Portal de Cultura de Castilla-La Mancha (castillalamancha.es)

Palacio de Lorenzana de Toledo – ilutravel

Los planos de planta del Palacio Lorenzana

El templo del cardenal Lorenzana( I ). [José María Martínez Arias]

El templo del cardenal Lorenzana ( y II ). [José María Martínez Arias]

El Instituto o Palacio Universitario del Cardenal Lorenzana / TOLEDO OLVIDADO

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