Seguimos por Toledo llamando a todas las puertas, buscando historias y rincones curiosos de esta ciudad. De manera que nos han sugerido que nos acerquemos a la cuesta de San Justo y preguntemos
¿Alguien sabe qué se construyó detrás de estas puertas que están situadas en la cuesta de San Justo y es muy famosa en Toledo?
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Pues ¡allá que nos vamos! No vaya a ser que descubramos algo que hasta ahora nadie sabía o seamos los últimos en enterarnos, que también pudiera ser. Que de seguro hemos pasado por delante y como lo hemos visto cerrado hemos pasado de largo
Cuesta de SAN JUSTO
Asciende desde la plaza homónima hasta la zona del Alcázar. En esta vía se situaba el «Taller de la Campana«. En un antiguo granero de esta calle se instaló el taller en el que en 1753 se inicia la fundición y elaboración de la llamada «Campana Gorda» de la catedral de casi 18 toneladas, campana de San Eugenio, y que se termina de fundir en 1755.
La iniciativa de la gran campana de San Eugenio fue auspiciada por el arzobispo-cardenal de Toledo, Luis Antonio de Borbón, hijo de Felipe V y hermano de Carlos III, que invirtió en ella una ingente cantidad de dinero con la finalidad de dotar a la catedral de Toledo de un imponente esquilón acorde con la grandeza del templo Primado de las Españas.
Durante dos años, el pueblo toledano había aguardado ansioso la fundición y colocación de la gran campana, que se anunciaba como la mayor de España, y con tales credenciales florecieron, al socaire de la expectación, toda suerte de canciones populares y villancicos, y no faltó, claro ésta, el ingenioso que la bautizase —con ese tino que tiene el pueblo para los motes— como «la Gorda». Todavía sigue siendo, con sus casi 18 toneladas, la campana más grande de España, y sólo dos la aventajan en tamaño en el mundo: la gran campana del Zar, en Moscú, con sus gigantescas 216 toneladas, aunque rota y fuera de servicio; y la de la catedral de Colonia, con 24 toneladas, la primera más grande en activo.
Traducidos al sistema métrico decimal, los datos técnicos de la campana gorda son espectaculares: Un peso de 1.543 arrobas, una circunferencia de 9,17 metros, un diámetro de 2.90 metros, 2,3 metros de altura y 28 centímetros de grosor.
Desde allí fue arrastrada hasta la plaza del Ayuntamiento en siete días, llegando un 30 de septiembre de 1755.
Desde el taller hasta la torre de la catedral. Google Maps
Desnivel de recorrido
Torre del campanario de la catedral
Una campana rodeada de muchos dichos y curiosidades
Sobre la Campana Gorda de Toledo se suele decir:
“Campana la de Toledo,iglesia la de León,reloj el de Benavente,rollos los de Villalón”.
También hay otro cantar que dice:
“Tres cosas tiene Toledoque no las tiene Madrid,catedral, campana grandey el puente de San Martín”
Si adivinamos un palomar, es fácil imaginar que las campanas son al estilo de las palomas que día y noche con su aleteo, reflejan el aire de la religiosidad. Es preciso recordar, de entrada, su función: alabar al verdadero Dios, llamar al pueblo, congregar al clero, llorar a los difuntos, ahuyentar las tempestades y solemnizar las solemnidades. Su figura de copa invertida asemeja la bondad de Dios que se vuelca en cada instante sobre la ciudad, es como el abrazo de Dios sobre el pueblo, es como el saludo de la salvación para todos sus habitantes. Es compañía en todos los acontecimientos de la Ciudad y su entorno. Saben de alegría y de plañidos, saben de llamada y de comunión, de convocatoria y de invitación.
Para llegar a la puerta de la Torre nos dan un mapa que nos indicará cómo atravesar la Catedral hasta llegar a la puerta que comunica esta con el Claustro hasta la puerta situada al lado de la Capilla de San Blas.
El recorrido, que sólo se realiza en grupos limitados y con la ayuda de un guía, se inicia atravesando desde una puerta del Claustro que da acceso a una primera escalera de cinco tramos, amplia, que treinta escalones más arriba llega al pasillo de la que fuera casa del campanero hasta los años 50, cuando la figura del encargado de dar vida a la sonoridad de las campanas desapareció para que este oficio se mecanizara y automatizara. El pasillo en cuestión desemboca en un vestíbulo situado debajo de la torre de las campanas en el se conserva la antigua maquinaria de poleas que accionaba el toque manual de las campanas que llegó a ser utilizado como cárcel eclesiástica.
A medio camino de la subida a la torre de la catedral
Esa zona da acceso a una torre en la que hay que afrontar otros 32 escalones que llevan al visitante hasta la base del campanario. Desde allí, atravesando un balcón exterior que recorre parte de la fachada principal de la Catedral Primada, encontramos la última torre, con una estrecha escalera de 38 peldaños, que conduce hasta el campanario, con una imponente estructura de madera que, en una primera sala cuadrada permite ver, ‘cara a cara’, las ocho campanas litúrgicas (con San Eugenio en el centro), y otras 6 campanas en la sala superior (dos fijas que completan el conjunto de campanas litúrgicas, las tres campanas del reloj, y una pequeña de señales).
¿Sabías que su nombre original es la Campana de san Eugenio?
La Campana fue fundida un 22 de diciembre de 1753 y su peso ¡es impresionante!: 17.744 Kg!
San Eugenio fue el primer obispo toledano. Mercedes Alonso Morales, en su libro “Campanas de la Catedral de Toledo: la Campana Gorda nos cuenta que: «el nombre de San Eugenio estaba cargado de simbolismo, que transferido a la campana, el sonido de ésta se convertía en el símbolo de la voz de San Eugenio que predicó, por primera vez el Evangelio, en Toledo».
Estatua de San Eugenio (Catedral de Toledo)
Por ello, se pensó que ese nombre era el más adecuado para la campana mayor que convoca al pueblo a los actos litúrgicos”.
Torre del campanario de la catedral primada
Vistas desde el campanario. Foto de La cantimplora verde
Historia de “San Eugenio”, la Campana Gorda de la Catedral de Toledo
Cuenta Luis Moreno nieto, en su magnífica obra “Toledo, sucesos y anécdotas” (Moreno, 1995), citando a su vez a E. de Mariategui que en 1886 dejaba por escrito lo siguiente:
En la torre de la Catedral, hasta no hace demasiados años se podía visitar una de las mayores campanas de toda la cristiandad. Consagrada a San Eugenio, ya desde su instalación se cantaba la siguiente copla:
“Campana la de Toledo, Iglesia la de León, Reloj el de Benavente, Rollos los de Villalón.”
Se encuentra suspendida en el centro de la última bóveda del primer cuerpo de la torre, tiene 35 pies de circunferencia, algo más de 12 de alto y unas 11 pulgadas de grueso, pesando 1543 arrobas. En el suelo, caído se halla el badajo. En el costado que mira al norte tiene una cruz con una Virgen del Sagrario encima y una inicial del nombre de María en la peana; en el occidente la efigie de San Eugenio, y en el Oriente un escudo grande con las armas de la catedral primada y otros dos más pequeños; tiene además cinco largas inscripciones latinas.
Campana Gorda
No se puede hablar de casi ningún sitio en Toledo sin que el escritor Gustavo Adolfo Bécquer no hiciera alguna referencia en sus escritos. La Campana de San Eugenio aparece en dos ocasiones en la Leyenda “El Beso” del siguiente modo:
“Ya hacía largo rato que los pacíficos habitantes de Toledo habían cerrado con llave y cerrojo las pesadas puertas de sus antiguos caserones; la campana gorda de la catedral anunciaba la hora de la queda…,
Descripción de la Campana Gorda de la Catedral de Toledo:
Fue fundida por Alejandro Gargallo en 1755 por orden del cardenal Borbón. Sus medidas son: 2,29 metros de altura, 9,17 de circunferencia, y 2,93 de diámetro. El peso, 1543 arrobas, lo que vienen a ser unos 17.496 kilos, más de 17 toneladas. -Otras fuentes dicen que pesa unos 14.500 kilos sin la estructura de madera.
Campana de San Eugenio o campana Gorda antes de ser restaurada
Gran grieta de 1.5 m limada para que no vibre. Sin embargo en la parte inferior, cercana al borde, hay insertados algunos tornillos modernos, quizás en un intento de unir en frío ambos lados de la rotura, tecnología aplicada para reparar, en alta mar, los motores de los barcos, que se empezó a aplicar en campanas, con resultados sonoros negativos.
Grieta de la campana
Está cubierta, por dentro y por fuera, de innumerables grafitos, entre los que destaca uno, relativamente reciente: “PESO 21488 / S. M. C. 18-9-98”
En el suelo está el famoso badajo de bronce, fundido también por GARGOLLO que tiene escrito, en la parte superior “FRANCO / GONZA” , que tal vez corresponda a un visitante.
La campana tiene el badajo de hierro inmovilizado en el centro mediante cuatro gruesos alambres diagonales. También está dotada de un mazo motorizado exterior, antiguo y de pequeñas dimensiones, parcialmente desmontado y por tanto fuera de uso.
22 marineros, un alférez de fragata y tres guardianes de navío para subir la Campana Gorda a la torre:
El día señalado para ello fue el 30 de septiembre de 1755.
Este campanero ya tenía años en construcción de campanas, así como había sido el culpable de haber fundido tres campanas defectuosas en tres templos madrileños (Según se indica aquí). A pesar de esto, se le adjudicó la construcción de la campana, consagrada a San Eugenio por ser el Santo el primer arzobispo de la ciudad de Toledo. La campana tardó 2 años en ser fundida tras lo que se colocó en la situación actual. Ya en el traslado, el campanero constructor declinó ocuparse, como indicaba en el contrato de construcción, del traslado y subida de la campana a la torre.
Aparece así una carta que dirige el aparejador José Hernández Sierra al maestro de obras, Santiago Bonavia. Aquél le dice a éste que Gargollo delegaba en ellos la responsabilidad de subir la campana a la torre “más por falta de ilustración y experiencia que de malicia”.
Con actitud condescendiente aceptan ambos asumir la tarea, ya que “…de cualquiera contingencia que ocurriese por no saber Gargollo pedir lo que necesita, a los ojos del vulgo y no vulgo, habíamos nosotros de ser culpados en consentir se expusiese contra el decoro de la iglesia a hacer algún desatino, que sería más sonado que las campanas”.
También se nos cuenta cómo se subió esta mole a la torre de la catedral; D. Luis Moreno Nieto lo relata en su libro “Toledo: sucesos, anécdotas y curiosidades”:
“Es cierto aquello de que para campana gorda la de Toledo aunque no lo sea tanto lo de que “caben siete sastres y un zapatero, también la campanera y el campanero”. Circulan en torno a la campana gorda de la catedral afirmaciones que están muy lejos de ser ciertas. Un folletito impreso hace ciento treinta años en la Imprenta Cea, situada en la calle de la Trinidad y que se vendía también en la desaparecida librería de Villatoro en la calle de Hombre de Palo al precio de medio real nos da referencias curiosas y sobre todo verdaderas acerca de su fabricación y colocación. Helas aquí: Se fundió por orden del cardenal Borbón y pesa 1.543 arrobas (17.496 kilogramos); para pesar el mental empleado en su fundición se mandó hacer una romana capaz de pesar hasta 141 arrobas. Fue bendecida por el obispo auxiliar Andrés Núñez que renunció a cobrar el estipendio que le correspondía por oficiar en la ceremonia; en vista de ello el cabildo le obsequió con un bote de tabaco y seis pañuelos.
El objetivo era colocarla en el segundo cuerpo de la torre y, el coste, fue de unos 5.000 ducados.
En Aranjuez se compraron 960 palos de madera para elaborar lo que se denominó “el castillejo”, que se utilizaría para ayudar a subir esta campana. Estos palos fueron transportados hasta Toledo por el río Tajo, por medio de gancheros que fueron contratados para ese fin.
Durante el día de su subida, en la Capilla de San Pedro, se expuso a la Virgen del Sagrario y al Santísimo para gozar de su protección, así como se llevó a cabo una misa cantada.
Capilla de San Pedro, junto a la puerta del Reloj
Virgen del Sagrario
El martes 30 de septiembre de 1755 se subió la campana. Se tardaron cuatro horas y se comenzó a subir a las 6:30h de la mañana.
Para subirla a la torre un vecino de Toledo llamado Manuel Maldonado hizo cuatro maromas y dos cuerdas de cáñamo que pesaron cerca de dos mil kilos. La operación de subida al campanario entre la natural expectación de los toledanos congregados en la plaza del Ayuntamiento se hizo de la siguiente manera: desde la casa número 5 de la cuesta de San Justo donde la había fundido el maestro Gargollo – por eso se llamó desde entonces la “casa de la campana”- fue arrastrada al pie de la torre junto a la puerta de las Palmas: “el día 30 de septiembre de 1755 – dice el narrador que firma su trabajo con las iniciales C.F.- después de siete días invertidos en el arrastre desde la cuesta de San Justo a la plazuela del Ayuntamiento, se subió y fue convenientemente dispuesta tal y como ahora se encuentra y con tanta seguridad y lucimiento dirigió estas operaciones el alférez de fragata don Manuel Pérez que con esta comisión vino a Toledo acompañado de tres guardianes de navío y veintidós marineros que fueron espléndidamente regalados con un refresco y ricos presentes, cada uno según su categoría.
Para subir la campana a la torre hubo de construirse una gran rampa y sobre ella algo así como una vía con dos carriles sobre la que deslizaba una plataforma sobre la que se montó la campana; mediante una garrucha o polipasto subía lentamente arrastrada por varias parejas de bueyes. Para que pudiese entrar en el campanario hubo que deshacer el muro que separa dos de las rejas laterales después reconstruido.
La campana Gorda
Dos meses después la campana se quebró cuando anunciaba la fiesta patronal de Santa Leocadia:
Narra la tradición que la primera vez que se hizo sonar se oyó a kilómetros de distancia y numerosos vidrios de ventanas de Toledo se rompieron por la intensa vibración. Actualmente también se observa una profunda rotura en uno de sus costados.
Grieta en la Campana Gorda
Así pues, la campana permanece quebrada desde el principio de su ubicación en la torre. Sin embargo, hasta los años 60, con los últimos campaneros, la campana se tocaba, mediante la palanca articulada y el badajo de hierro interior.
En 1992 la campana era tañida exclusivamente con un mazo motorizado exterior, probablemente el mismo que aún existe en la actualidad, de escasas dimensiones para tan colosal campana (como referencia el diámetro de la bola debería ser igual o algo superior al grosor del labio).
Antes de la recuperación de la Campana Gorda
Sobre la rotura
El 8 de diciembre de 1755 el cielo de Toledo se estremeció con el tañido inaugural de la campana de San Eugenio de la catedral, más conocida como «la Gorda». Contra lo que proclama la leyenda, el campanazo inicial no produjo estragos en los cristales ni hizo malparir a las embarazadas; pero supuso algo quizá peor para el orgullo toledano: la campana no sonó como debía, evidenciando los signos de una incipiente rotura.
La tradición sostiene que, pasados dos meses desde que la campana fue instalada, mientras se tocaba para la festividad de Santa Leocadia, la campana se rajó debido a un error de aleaciones de los metales.
Aunque, sobre su rotura, se ha escrito mucho. Mercedes Alonso, en su libro “Campanas de la Catedral de Toledo”, recoge que: “En 1862 el barón Charles Davillier estuvo en nuestro país; en su Viaje por España, le dedica las siguientes líneas a la campana: el sacristán nos arrancó de nuestra contemplación para hacernos admirar la campana gorda, que pesa cerca de veinte mil kilos.
Ya habíamos oído doblar a esta enorme campana, que tiene el sonido cascado. Parece ser que esto ocurre desde hace mucho tiempo, pues se rajó el primer día que la usaron.
Este accidente ocurrió, según se dice, porque el badajo era de bronce. Nos enseñaron, en efecto, este badajo, que han dejado en el suelo, al lado de la campana”.
Badajo de la campana Gorda
La experta Web “campaners.com” afirma sobre la enorme rotura que tiene “la Gorda”:
“Pensamos que la campana, que requirió esfuerzos inauditos para su fabricación, salió mala desde el principio y que incluso el “pelo”, la finísima grieta que luego se convirtió en la gran raja actual, pudo estar presente en el momento de las primeras pruebas en el taller. Precisamente esos grandes defectos pudieron ser la causa del retraso de la subida de la campana, que estuvo en torno a los dos años.
Es sugerente, para confirmar nuestra propuesta, que se fabricó en aquel momento un badajo de bronce, adecuado al gran tamaño de la campana. Es habitual hoy, entre los fundidores centroeuropeos, instalar badajos con la bola de bronce (aunque la caña sea de acero, más flexible y económica) para mejorar el sonido de campanas poco afortunadas, incluso en campanas de hierro o las cascadas ligeramente.
El bronce contra bronce dulcifica el sonido reforzando los armónicos más graves y bajos, mientras que el golpe se convierte en más potente y se acompaña de armónicos más agudos en el caso de ser el badajo de hierro dulce. En cualquier caso debe ser de un material menos duro que la campana, para que la lengua se desgaste y no el bronce, más difícil de reparar o reponer.
En consecuencia todo apunta a que la campana, de extraordinarias dimensiones y de cuidados acabados, fue dotada de un badajo de bronce para tratar de mejorar un sonido bronco, debido a defectos de fundición. El enorme esfuerzo, económico y temporal que supondría repetir el proceso pudo justificar, por una parte, el retraso en decidirse a subirla, y por otra parte la dotación de un badajo de bronce para tratar de mejorar, mínimamente, la defectuosa sonoridad de la gran campana.”
una preciosa imagen de 1877 de la Campana Gorda, firmada por Jorge Herencia y Sánchez
La Campana Gorda: crónica de un fiasco legendario
Pero ni las leyendas ni el desvío de la culpabilidad hacia el inocente badajo pueden esconder la directa responsabilidad del artífice de la Gorda, el campanero cántabro Alejandro Gargollo Foncueba; un artesano natural de la villa de Arnuero, en Cantabria (célebre cuna de ilustres campaneros), que ya cargaba con la culpa de haber fundido tres campanas defectuosas en tres templos madrileños. Pese a ello, el canónigo obrero, Andrés Munárriz, le acabó adjudicando el trabajo, en lo que debieron de influir las positivas referencias de un desconocido «capellán de S. Ilma», protector del artífice, que le califica como «el mayor hombre del mundo».
Tampoco Gargollo cumplió con la cláusula del contrato que le obligaba a volver a fundir la campana en el caso de que saliera defectuosa; y, de igual manera, declinó ocuparse, como era su obligación contractual, del traslado y subida de la campana a la torre. ¿La razón?, su manifiesta ineptitud, como se infiere de una carta que dirige el aparejador José Hernández Sierra al maestro de obras, Santiago Bonavia. Aquél le dice a éste que Gargollo delegaba en ellos la responsabilidad de subir la campana a la torre «más por falta de ilustración y experiencia que de malicia». Con actitud condescendiente aceptan ambos asumir la tarea, ya que «…de cualquiera contingencia que ocurriese por no saber Gargollo pedir lo que necesita, a los ojos del vulgo y no vulgo, habíamos nosotros de ser culpados en consentir se expusiese contra el decoro de la iglesia a hacer algún desatino, que sería más sonado que las campanas».
De nada sirvieron los muchos y solemnes actos litúrgicos celebrados para impetrar el éxito de la fundición: al final, la campana resultó un fiasco, que ni el supuesto intento de algunos historiadores ni las neblinosas leyendas pueden ocultar.
La explicación del fracaso la resume así la prestigiosa web campaners.com: «Pensamos que la campana, que requirió esfuerzos inauditos para su fabricación, salió mala desde el principio y que incluso el ‘pelo’, la finísima grieta que luego se convirtió en la gran raja actual, pudo estar presente en el momento de las primeras pruebas en el taller …».
Por su parte, Mercedes Alonso Morales, autora del excelente libro «Campanas de la Catedral de Toledo», señala: «El pelo… era una fina grieta producida por la mala unión de los metales en la fundición, que hace que la campana con este defecto se quiebre al poco tiempo de usarla».
Pero aunque los especialistas aceptan que la quiebra la campana se debió a un defecto de fundición, el badajo de bronce, pese a estar limpio de culpa, permanece todavía relevado de sus funciones y postrado a los pies de la Gorda como un reo humillado y convicto… aunque inocente.
Vale para visitar la torre de las campanas (1983) Fuente: campaners.org
Campana Gorda de la Catedral de Toledo, por David Utrilla 2017
¿Hay más campanas en la Catedral de Toledo?
Campanas de la catedral
¡Sí! Además, cada una tiene su propio nombre:
La “Campana de la Encarnación”, del siglo XIX.
“La Calderona”, la más antigua, fundida en tiempos de los Reyes Católicos.
La “Campana de San Juan”, del siglo XVII.
La “Campana de San Joaquín y Santa Leocadia”, del siglo XVIII.
La “Campana de la Ascensión”, del siglo XVI.
La “Campana de san Ildefonso”, fundida en tiempos de Carlos III.
La “Campana de la Resurrección”, realizada en tiempos del Arzobispo Juan Tavera y durante el reinado de Carlos I.
La “Campana del Ángel”, del siglo XVII.
¿A que no conocías que, la Catedral de Toledo, tenía tantas campanas en su torre? ¡Un dato muy curioso!
LA `CAMPANA GORDA´, UN TESORO OCULTO DE LA CATEDRAL DE TOLEDO 2010
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