cabecera de "Silencio en tus labios" Ana

Chica busca novio

Introducción

Cuando el sacerdote dijo “Podéis ir en paz”, mientras la gente salía a la calle, el coro cantaba, expresaba la felicidad por la Resurrección, yo contuve la risa, porque me sentía alegre, que de verdad todo aquello iba conmigo y no era un cuento ni lo mismo un año tras otro.

Ana. Silencio en tus labios. Sábado, 19 de abril, 2003 (6)

En su versión de la novela, en lo referente a la Vigilia, Ana hace mención a esa felicidad por la Resurrección, que por supuesto no pretendo desmentir. Sin embargo, deberíamos saber leer entre líneas e ir un poco más allá, ponernos en contexto y adentrarnos un poco más en el corazón de Ana, en sus motivos para reprimir y contener esa sonrisa, esa risa, que parece embargarle en estos momentos.

La iglesia del pueblo // Copilot designer

La Vigilia

La celebración en sí resulta menos romántica de lo que nuestra pareja de enamorados se plantea en un primer momento, por eso de que, a pesar de tener distinta participación, encontrarían momentos y sutilezas para hacer que éste fuera un momento especial para los dos. Ahora ninguno tiene motivos para recelar ni desconfiar del otro.

Ana ya le ha dicho por tercera vez, y esta vez a la cara, eso de «Te quiero, tonto, Luego hablamos», a la hora de indicarle que la Vigilia comenzaba en la plaza, en torno a la hoguera, que no se podía quedar en el banco. Lo que fue una manera de reafirmarle sus sentimientos y de buscar esa complicidad, ese vivir la Vigilia juntos, cuando las circunstancias se lo permitieran.

Sin embargo, una vez en la calle, y debido a la gente allí reunida, se perdieron de vista. Ana se reunió con la gente de su grupo, ya que serían los que tendrían una participación un poco más activa y Manuel se mezcló entre la gente, consciente de que no tendría ningún protagonismo. Se topó con que toda esa gente se interponía entre ellos dos, que se hacía imposible cualquier acercamiento, ni siquiera para compartir la luz de la velas procedente del cirio Pascual.

El romanticismo del que Ana había hablado durante su charla de aquella tarde, quedó un poco diluido, difuminado con el desarrollo de la ceremonia, con Manuel sentado y mezclado entre la gente y Ana compartiendo banco con la gente de su grupo, sin dejar que ésta tuviera excesivo protagonismo. Algo debieron verla que se optó por dejar que descansara.

Manuel, quien al menos confiaba en fijarse en Ana cuando ésta hubiera subido a hacer alguna de las lecturas o de las peticiones, se encontró con que ésta se quedaba sentada en el banco, lejos de su vista.

Mientras que Ana, por su parte, apenas tiene ocasión de levantarse para intentar localizar a Manuel entre la multitud y así confirmar que éste se encuentra allí, que fluye esa complicidad de miradas entre los dos

Durante la ceremonia le perdí de vista. No es que me desentendiera de él o le evitase de manera intencionada. Había demasiada gente como para que me centrase en ese detalle, de modo que me preocupé más por el desarrollo de la ceremonia. No tuve una participación demasiado activa a diferencia de mis hermanos de grupo. Lo cual se debió a que con la charla de aquella tarde pensaban que ya había hecho bastante y no hacía falta que cobrase tanto protagonismo. La verdad es que agradecí que me dejasen en un segundo plano.

Ana. Silencio en tus labios. Sábado, 19 de abril, 2003 (5)

Ella le busca

Se puede decir que la risa que Ana intenta contener, es por la gracia y lo novedoso de la situación. Si en algún momento anterior ella ha tenido la seguridad y la convicción de que hubiera dado lo que fuera por no verle ni en pintura, como se suele decir, ahora que ya le ha abierto el corazón, no puede reprimir pensar que ese «dar lo que fuera» ahora es por tener un simple cruce de miradas, por u momento de complicidad, por saber el uno del otro en medio de toda esa gente.

Ana con gesto alegre (Imagen oficiosa para la web) // Copilot designer

Por lo que sabemos y lo que quizá se pueda leer entre líneas de este pasaje de este pasaje, es que Ana se siente tan cercana a Manuel, que si el viernes por la mañana, fue la llegada de este lo único que interrumpió su concentración y oración, a pesar de que ya hubiera el suficiente bullicio por los preparativos de los pasos de la procesión del Vía Crucis, sentir esa conexión durante la Vigilia no debía ser muy diferente.

Sin embargo, aunque Manuel sí llegase a verla cuando Ana se levantó del banco, tan solo se encontró con un montón de gente, de cabezas, sintiendo incapaz de ubicar a Manuel entre la gente. El hecho de no verle le causa una cierta frustración e impotencia. Es un reafirmarse en ese «te quiero» y sentirse vacía al no poder decírselo ni siquiera con la mirada.

La verdad es que tenía que estar muy segura del paso dado. No quería equivocarme y que se desvanecieran todas mis dudas. Tal vez Manuel no fuera el chico perfecto para mí, pero quizá sí el único con el que me planteaba mi futuro, iniciar algo en serio, consciente de que se presentarían los problemas casi desde el primer momento, pero le abría las puertas al amor y me sentía llena de vida.

Ana. Silencio en tus labios. Sábado, 19 de abril, 2003 (5)

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