Introducción
Seguimos la espera de que Manuel y Ana tengan ocasión de hablar, pero sobre todo que se haga oficial el hecho de que se han dejado de rodeos y sutilezas, que ahora ya se consideran una pareja, pero parece que es algo que llevan casi en secreto porque ninguno de los dos se quiere poner en evidencia delante de sus amigos, apesar de que su modo de actuar les delata y hay quien ya conoce su secreto.
En la entrada anterior (desayuno sin una galleta) hemos sido testigos de cómo Ana se aprovechaba de la situación para tener un detalle de cariño y complicidad con Manuel y quitarle una de las galletas que éste se había reservado para desayunar. Es su manera de darle a entender que a pesar de ese aparente silencio entre ellos, ella se reafirma en su declaración de amor.
Tras el desayuno
Después del desayuno se pasó el aviso de que tendríamos poco tiempo para recoger nuestras mochilas antes de misa y de marcharnos, por lo cual no hubo tiempo a que nadie se quedara. Quien ya hubiera desayunado se tuvo que marchar. Intuí que Manuel hubiera esperado que le concediera cinco minutos para que hablásemos, porque apenas nos habíamos dicho nada desde mi declaración de amor.

Manuel está pendiente de cuándo tiene que ser eso de «luego hablamos» y que debido a las circunstancias, a la planificación se atrasa, con lo que implica que el tiempo juegue en su contra, dado que esa tarde cada cual volverá a su casa y debido a las distancias será complicado que tengan una pronta ocasión para verse.
Sin embargo, ahora tampoco hay tiempo y Manuel se ha de marchar a recoger sus pertenencias, dado que Ana aún ha de desayunar junto con la gente de su grupo y después tendrá la misma prisa y urgencia de los demás por recoger, dado que hay previsto que se reúnan con los del otro pueblo para comer. Se tienen que marchar.

Misa y nos vamos
Admito que si me atuviera a la liturgia no tengo muy claro que esta misa del domingo sea necesaria, que igual es algo de lo que podría prescindir, dado que se entiende que basta con la asistencia a la Vigilia para considerar que han cumplido. Por lo cual a efectos de la novela es más una reiteración en lo sucedido durante el rezo de laudes, que Ana prefiere la compañía de las amigas a la de Manuel, aunque se produce ese cruce de miradas.
Lo relevante sucede tras la misa, una vez que han terminado de recoger y se preparar para marcharse, se distribuyen por los coches. Lo que casi hubiera planteado como una repetición de la distribución de parejas para el Camino de Emaús, como una manera de que Manuel enmendase la torpeza de rechazar a Ana en un estúpido intento de desprendimiento personal.
En aquella ocasión, de manera un tanto egoísta, hubiera pretendido que me permitieran hacer la distribución de los coches y que Manuel hubiera ido conmigo, aunque tan solo hasta el otro pueblo porque nuestros caminos se separaban aquella tarde. Sin embargo, tal posibilidad implicaba que alguna de mis amigas se buscara otro coche y, sobre todo, se pusiera en evidencia algo que de momento no era público.
El inconveniente a tal planteamiento es que esa distribución de los coches viene un poco establecida de antemano, dado que por una parte están los de la parroquia de Ana y por el otro quienes proceden de Toledo, que se han de marchar tal y como llegaron, para lo cual el hecho de que Carlos haya regresado con su coche facilita en gran medida ese distribución.
Ana es una de las conductoras y propietaria de uno de los coches, en el que irán sus amigas, mientras que Manuel ha acudido como pasajero en el coche de una de las parejas de Toledo. En principio, se van al otro pueblo, a juntarse con los de la otra convivencia, esa distribución se hace, más bien, pensando en el regreso a casa de esa tarde.
Opciones para este primer trayecto:
- Al amparo y abusando de la amistad de sus amigas, alguna le podría dejar el asiento a Manuel
- El inconveniente es que antes habrían de hacer oficial que son pareja y ponerse en evidencia
- Ana prefiere mantener ese secretismo y no asumir ningún protagonismo en ese sentido. Están en la Pascua y lo suyo carece de relevancia por el momento
En la plaza
Si el miércoles cuando llegaron el punto de reunión era el alojamiento de la chicas, el de recogida es la plaza del pueblo, puede decirse que frente a la casa de los chicos, donde se supone disponen de mayor espacio para organizarse, para que los coches tengan acceso
Cuando llegué con el coche a la plaza, ya se había reunido allí casi todo el mundo, en especial los chicos que no tenían coche y esperaban a quien les llevara, entre los cuáles se encontraba Manuel. Me hubiera gustado encontrarle distraído, de charla con los demás, pero lo primero que descubrí era que tenía la mirada puesta sobre mí, que después de la frialdad con la que le había tratado a lo largo de la mañana aún esperaba alguna evidencia clara de mis sentimientos hacia él, como si el hecho de que le hubiera robado una galleta no hubiera sido suficiente.

Como en el Emaús
En mitad de ese barullo de mochilas y de gente, de esa distribución por los coches, en la que parece que nadie tiene claro en qué coche va salvo los conductores, Ana no puede reprimir hacer algo por llamar la atención de Manuel, pero esta vez siendo un poco más consciente de que lo que haga la pondrá en evidencia delante de los demás

Sentada en el asiento del conductor, en su coche y no queriendo reprimirse, aunque sabe que acapara la atención y las miradas de Manuel, que el hecho de que ya haya metido en el coche da la sensación de que se esconde de todo el mundo, ante el silencio y la inquietud de Manuel ella se ve incapaz de quedarse callada.
A voz en grito y con intención de que la escuche todo el mundo pronuncia el nombre de Manuel, le llama, lo que aquellos que no saben de sus sentimientos, pueden interpretar como una recriminación porque éste se encuentre distraído, ensimismado en sus pensamientos e impidiendo el paso del coche.
Manuel, durante la formación de parejas para el camino de Emaús dijo el nombre de Ana para dar a entender que no quería que ésta fuera su pareja, pero ahora es Ana quien le corresponde en un sentido diferente, consciente de que no tiene sitio en su coche para él, pero, sin embargo, queriendo que éste entienda, que, si ello fuera posible ella, estaría encantada.

Tras el grito, consciente de que ello le ha puesto en evidencia ante todos, se limita a dedicarle una sonrisa de complicidad,a tener un gesto de complicidad para que éste entienda que al menos le lleva de pasajero en su corazón, igual que ella espera que éste haya guardado su amor en la mochila

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