¡Quítate de enmedio!

SILENCIO EN TUS LABIOS

Introducción

Hasta ahora cuando en la novela se ha aludido al coche de Ana ha sido en referencia al hecho de que ésta no vive en Toledo y depende de éste para acudir a esos encuentros en Toledo, que en función de cómo hiciera ese viaje se podía intuir la prisa que llevaba por marcharse, por regresar a casa. Porque Ana conduce, trabaja y es una chica independiente, aunque aún vive en casa de sus padres.

Habrá quien atribuya ese «vivir con sus padres»:

  • a su juventud, que se supone que en el 2001-2002, cuando se sitúa esta primera parte de a novela ella aún no ha cumplido los 30 años
  • a que trabajar en a empresa de sus padres, por lo cual es casi lo mismo
  • a su desengaño amoroso. Ya que sus planes de vida y futuro con Carlos se fueron al traste a finales del año 2000.
  • a sus problemas de salud ¿dónde se va a sentir mejor cuidada, si no?

La cuestión es que el coche es suyo, sin que en el novela se den muchos detalles sobre la marca, el modelo, el color, la antigüedad ni la procedencia. Lo único que en algún momento se llega a mencionar es la preocupación de la madre por el hecho de que Ana se vaya por allí, o acuda a Toledo, por su cuenta, en especial cuando ha de regresar de noche. Por eso de que Ana tiene problemas de salud, pero irradia vitalidad cuando se siente fuerte.

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Y como Ana tiene coche, para acudir a esta convivencia, lo ha puesto a disposición de las amigas y chicas de la parroquia para acudir al pueblo.

Porque, si no ha quedado claro, esa es otra de las razones por las que Carlos se ha presentado allí el sábado por la noche. No hay coches para todos. De manera que hace falta un coche con chófer, al menos para que puedan acercarse todos hasta el otro pueblo y no haya que hacer un segundo viaje para recoger a nadie. Salvo el coche de Ana y los dos coches procedentes de Toledo no hay más y han de cargarlos de gente y de mochilas. Con Carlos son 19 personas.

El contraste está en que Manuel no tiene coche. Éste ha acudido a la convivencia en el coche de una de las parejas de Toledo y, por lo tanto, necesita que le lleven y le traigan.

Este detalle del coche tiene su relevancia en la novela. Sobre lo cual ya he hecho alguna mención en entradas anteriores. De manera que no desvelo nada nuevo, si comento que gente que se ha leído la novela me ha llegado a preguntar al respecto. Porque, si se entiende que es como si yo protagonizase esta novela de ficción, le he dado a mi personaje demasiado realismo.

  • ¿Por qué no me he tomado la libertad de inventarme mi propio coche?
  • ¿Qué significa que Manuel no tenga coche?
  • ¿Acaso Ana tenía razón al darle calabazas? En la tarde del 15 de febrero, cuando le dio mil y una excusas para darle a entender que estaba muy lejos de ser el chico de sus sueños, sin duda alguna ese no ser «el chico perfecto» implicaba este tipo de deficiencias personales mejorables.

No es ningún secreto que al personaje de Ana le gustan los chicos independientes, con coche, que la lleven en algo más que en el corazón, a donde ella quiera. Aunque ya nos tenemos que a estas alturas de la novela o es mucho menos exigente con sus expectativas o ha visto en el chico de sus sueños algo que a nosotros se nos ha pasado por alto.

En cualquier caso, el coche de Ana seguirá siendo un elemento fundamental en el desarrollo de esta particular historia de amor, aunque ya no como un indicativo de sus huidas, de su marcar la distancia por sentirse a salvo en su casa, dado que Manuel se encuentra en Toledo, a unas dos horas de trayecto en coche de ida y otras tantas de vuelta. El detalle de la distancia será importante.

Nos vamos

Habíamos dejado la novela en el desayuno del domingo por la mañana y, como me parece que ya se ha comentado en alguna ocasión, el plan para esa mañana es que los de esta convivencia se junten con los de la otra, que tampoco están demasiado distantes un pueblo y otro. Con lo cual se puede deducir que la elección de un pueblo u otro para vivir la Pascua ha sido cuestión de preferencias o de evitar que uno de los pueblos se saturase más que el otro. Lo que de algún modo justificaría que Manuel no supiera de antemano que fuese a coincidir con Ana. Aunque, en el caso de ésta, encargada de dirigir la convivencia en ese pueblo, de la composición de los grupos, no fuese algo que le pillase tan de sorpresa

Tras el desayuno, salvo los encargados de recoger y aquellos que aún no hayan terminado, los demás han de ir a recoger sus mochilas porque el tiempo apremia.

Con la mirada le pedí que me dejase sola y tuviera un poco de paciencia, que lo importante en aquellos momentos era la organización de la pascua, que lo nuestro podía esperar, porque, si no era de una manera, sería de otra, pero nos mantendríamos en contacto, dado que mi interés por él, como el suyo por mí, no concluirían cuando nos marchásemos cada uno a nuestra casa. Sin embargo, debía comprender que yo era una de las responsables de la pascua y en aquellos momentos tenía mis prioridades. 

Ana, 20 de abril, desayuno

No hay tiempo para hablar con Ana, aunque todos tenemos curiosidad por preguntarle por la identidad de su novio, de su enamorado, porque nos tenemos que ésta ha sido lo bastante discreta como para que nadie se percatase de si ha tratado a alguno de los posibles candidatos de manera diferente.

Como si necesitara colocarme bien, dejé un momento la jarra sobre la mesa, le robé una de las galletas, cuando me pareció que nadie tenía puesta su atención sobre mí, y me la llevé para comérmela cuando fuera mi turno para el desayuno. Me la hubiera comido delante de sus narices, pero pensé que ello me habría delatado y era el pago porque durante la cena del día anterior habíamos compartido el postre.

Ana, 20 de abril, desayuno

Se comenta que Carlos sabe quién es porque en ese aspecto la conoce mejor que los demás. Sin embargo, ya ha hablado demasiado y tampoco es asunto suyo.

No sé si alguien más se llegó a dar cuenta de ello, pero descubrí en sus ojos un brillo especial. Carlos conocía mejor que yo esas miradas de complicidad que para mí aún eran una novedad, pero me conformé con eso porque Ana estaba siendo prudente y reservada con ese asunto. No se sentó a mi lado e incluso reprimió un impulso irrefrenable a rezar conmigo.

Manuel, 20 de abril. durante el rezo de laudes

Se recogen las mochilas y todo el mundo a misa a las doce porque después, nos vamos. Nos distribuimos entre los coches y nos vamos. Que, como Carlos ha venido con el suyo, habrá sitio para todos.

Volvimos a vernos durante la misa y de nuevo vio cómo prefería la compañía de mis amigas a la suya, como mantenía mi distanciamiento con él, como si nada hubiera cambiado entre nosotros, pero no era tanto por evitarle o mantener la compostura, sino, más bien, porque lo nuestro quedase un poco diluido y nadie hablara del tema.

Ana, 20 de abril, misa a las 12pm

Quien no tenga coche aún, que lo diga, que seguro se le hace un hueco

¿Ana en tu coche quiénes van? ¿Hay sitio para tu novio? Ja ja ja. Bueno, perdona, pero es que alguien te lo tiene que preguntar. Es broma.

Manuel, ¿Tú, con quién vas? Pregúntale a Ana si tiene sitio en su coche, porque, como no parece que se vaya a montar su novio, quizá te puedas acoplar. ¡Tan solo es hasta el otro pueblo! Después, te vuelves a casa con los de Toledo

Tras la misa, nos juntamos con las mochilas en la plaza y se organizó la distribución de los coches, no sólo de cara al traslado al otro pueblo, sino pensando en la vuelta a casa aquella tarde, aunque la noticia de que Ana viera con su chico aquella tarde no cupiera en ningún maletero ni se le confiase a nadie, aunque una de sus amigas y compañeras de grupo la difundiera, porque eso era lo único que le habían logrado que confesase desde el desayuno.

Manuel, 20 de abril. plaza del pueblo

Dado que íbamos todos al otro pueblo, se planteó la cuestión de que había quienes querían ir juntos, aunque en principio no les correspondiera compartir coche. Si se accedía a la pretensión de unos, debía hacerse con los otros, de manera que no acabásemos todos en el mismo coche ni hubiera coches en los que no fuera a ir nadie. Se montó aquel rompecabezas de manera que nadie se quedara en tierra ni fuera en el coche con alguien con quien no le apeteciera.

Manuel, 20 de abril. plaza del pueblo
plaza de pueblo. Imagen con carácter ilustrativo

Cuando llegué con el coche a la plaza, ya se había reunido allí casi todo el mundo, en especial los chicos que no tenían coche y esperaban a quien les llevara, entre los cuáles se encontraba Manuel. Me hubiera gustado encontrarle distraído, de charla con los demás, pero lo primero que descubrí era que tenía la mirada puesta sobre mí, que después de la frialdad con la que le había tratado a lo largo de la mañana aún esperaba alguna evidencia clara de mis sentimientos hacia él, como si el hecho de que le hubiera robado una galleta no hubiera sido suficiente.

Ana, 20 de abril, plaza del pueblo

Esto de repartirse por los coches, se parece mucho a lo del «Camino de Emaús», ¿si te nombra alguien, es que no quiere llevarte o que sí quiere llevarte? No sé. Ahora eso es un poco lio. ¿Alguien me lo sabría aclarar? ¿Se han reunidos los responsables para planificarlo de algún modo? No parece que nadie quiera decir una voz más alta que la otra.

Cuando ya estábamos todos allí y llegó el momento de que cada cual se montase en el coche que le correspondiera, me acordé de lo sucedido el día anterior, durante «el Emaús». Si Manuel esperaba algún gesto de complicidad por mi parte, aquel era el momento ideal. Confiaba en que lo entendería igual que yo. No me reprimí y le llamé, pronuncié su nombre. 

Ana, 20 de abril, plaza del pueblo

«Manueeeeeeel»

Al final no tuve suerte, pero no fue algo que a ella le resultase indiferente y, a su manera, me lo compensó con otra de sus sutilezas. Se aprovechó de aquel barullo para llamarme a gritos desde su coche, como si me llamara para que me acercase, aunque ella se quedase en el coche. No se esforzó para atraer mi atención porque la tenía toda, en espera de la menor indicación por su parte para que me subiera al coche. Lo cual no me propuso. Lo que pretendía era gritar mi nombre porque no podía callarlo durante más tiempo. 

Manuel, 20 de abril. plaza del pueblo
Sonrisa

Si me lo hubiera pensado dos veces, en el asiento del copiloto aún no se había sentado nadie, aunque ya lo tenía reservado. Sin embargo, me limité a sonreírle para que las miradas de confusión del Emaús quedasen en el olvido. No nos dijimos nada, porque me sentí un tanto cohibida y observada por todo el mundo, pero aquello bastó para que se diera cuenta de que no le tenía tan olvidado como tal vez se sintiera. Percibí su contrariedad y a la par su alivio.

Ana, 20 de abril, plaza del pueblo

¡Venga, que nos vamos! Que nos vemos en el otro pueblo. Que, según dicen las chicas, Ana se va a reunir con su novio. Que van a hacer público eso de que están enamorados como locos.

¿No te quedes atrás?

20 de abril por la mañana

Versión de Ana

Versión de Manuel

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