Introducción
Aquí, en el centro de espiritualidad, a diferencia de lo que sucedía en la convivencia de la Pascua, los asistentes no se han de organizar en grupos para atender el comedor, ya hay personal de que encarga de todo. De modo que ellos se pueden centrar y concentrar en lo importante, en aprovechar el fin de semana en un ambiente de meditación y oración.
De hecho, aquí no hay mesas pequeñas, sino corridas, para grupos grandes. lo cual, según comenta Ana, es algo que en un primer momento contraría a Manuel, quien parece esperar un desayuno un poco más íntimo y se encuentra con que ha de compartir mesa con otras catorce personas, otras siete parejas.
Manuel parece esperar un romántico desayuno para dos, el primero que compartan, pero se encuentra con que incluso Ana parece alegrarse de que haya más gente que se siente en su mesa. De hecho, gracias a la compañía, Ana pretende avivar la complicidad del último día de la Pascua, en que los momentos de la comida eran ocasión para sus juegos, para robarse la comida.
El desayuno de Ana
Ana está en su ambiente, entre gente que conoce y con quien ya ha tenido trato con anterioridad, para ella no es su primera convivencia y como sabemos en los últimos años ella se ha mostrado bastante activa y participativa en las actividades del grupo, mientras que Manuel se ha quedado un poco más al margen, recluido en Toledo.
Lo que ahora Ana quiere y pretende es compartir su felicidad con los demás, vuelve a estar enamorada, a tener novio. Es algo que necesita compartir, mostrar a los demás como una gran noticia, como un gran acontecimiento en su vida. Necesita que los demás entiendan que ella está en una nueva etapa de su vida, sobre todo que siente que ha recuperado la vitalidad y las ganas de vivir.

Ellos son la pareja del momento, la novedad, de manera particular Manuel, quien parece dispuesto a dejar atrás sus problemas del pasado y darse una oportunidad en serio para relacionarse con la gente del grupo como uno más, sin agobiarse por tener problemas o dificultades en el trato con nadie. aquello que le bloqueaba ya queda como parte del pasado, porque Ahora es Ana quien llena ese vacío que sentía en su vida.
Me lo planteé como otra oportunidad para retomar nuestra complicidad del último día, para que el desayuno fuese casi como un juego para nosotros y los demás compartieran nuestra felicidad, aunque sin que se perdiera la compostura ni la discreción, porque no me atraía la idea de que nos coinvirtiéramos en el centro de atención de todo el mundo, aunque por el hecho de estar allí y juntos lo hiciera inevitable.
Los nervios de Manuel

Sin embargo, la felicidad no es completa. este momento idílico se ve estropeado por un inoportuno comentario de Manuel, quien de manera un tanto inapropiada intenta resaltar que ya han superado su primera noche como pareja, obviando la noche del Sábado Santo porque faltó una confirmación formal y la noche del domingo cada uno durmió en su casa, sin haberse vuelto a juntas hasta tres meses después.
Sí, han pasado su primera noche juntos, pero en habitaciones y plantas distintas del centro de espiritualidad, pero no en el sentido ni con la intención que parece deducirse de las palabras de Manuel, que pueden llegar a resultar un tanto ofensivas, porque no era esa la imagen ni el concepto que Ana esperaba que se formara de ella en ese ni en ningún otro sentido
Como le dije durante el desayuno, era mejor que no se lo contara a nadie o se explicara bien. Habíamos cenado juntos y por la mañana desayunábamos allí. Pretendía ser sarcástico y su respuesta fue bastante más sutil y directa ante bromas de tan mal gusto como ese comentario.
Me advirtió que el beso de buenos días de aquella mañana sería el primero de muchos o el último de todos. Dependía de lo cauteloso que fuera con mis alusiones y de la impresión que diera a los demás de nuestra relación.
Ante su torpeza, Manuel no tarda en disculparse, reconocer que se ha pasado de gracioso, que no ha sabido moderar su entusiasmo por el hecho de encontrarse allí con Ana, lo que a penas un día antes le había parecido poco probable, dado que desconocía sus planes.
Lo más grave de este comentario, aunque se haya disculpado, es que parece pasar por alto el hecho de que lo que está en riesgo no es tan solo la reacción poco afable de Ana, sino que aún queda pendiente decidir si éste se quedará el domingo por la tarde o se marchará de regreso a Toledo, si hay motivos para que Ana quiera que se quede o, por el contrario, para no querer saber nada de él.
Si era así cómo pensaba, lo mejor era que recogiera su mochila y se marchara, porque carecía de sentido recibir algo en lo que no creía.
Ya tenemos a Ana que se ha mosqueado un poquito, que ha visto cómo su felicidad del despertar se ha visto un poco truncada porque no parece que entre ellos haya la misma sintonía o al menos no la expresan de la misma manera.

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