Perro ladrador, ¿dueño mordedor?

Introducción

Sábado, 27 de septiembre 2003

Sin embargo, esa tranquilidad se vio truncada a media mañana, se puso de manifiesto nuestra falta de comunicación o lo impulsiva que Ana llegaba a ser en ocasiones cuando las circunstancias le eran favorables.

Manuel

Un sábado por la mañana

Manuel no dice a qué hora de la levantado esta mañana ni a qué hora ha salido de su casa en Toledo o llegado al chalé, pero entendemos que ha madrugado, que a mediodía, cuando Ana se presenta en la verga con el coche, él ya lleva allí el tiempo suficiente como para que la mañana esté siendo larga y provechosa.

Como sabemos no hay nadie más de su familia que en esas fechas se ocupe de esas tareas, ocuparse del riego, de recoger la cosecha de los árboles según la época del año, del perro y de controlar que todo siga bien, que no parezca que el chalé ha quedado abandonado y olvidado tras el verano, por el hecho de que sea la segunda vivienda y para la familia sea más cómodo vivir en la ciudad.

Chalé de los padres de Manuel // Copilot designer

Porque Manuel, a parte de que en cuestiones laborales no disfrute de la suerte ni de la estabilidad de Ana, porque sus padres no son dueños de ninguna empresa por pequeña que sea, aparte de todo eso que no le hace ser el novio perfecto a ojo de los padres de Ana, cuando es necesario echa una mano en estos menesteres, dado que el chalé no se mantiene solo.

Como tiene tareas en el chalé, no tiene tiempo para acudir a las actividades organizadas por ni para el grupo, aunque haya quien puede interpretar esto como una excusa, un refugio que se ha buscado para justificarse y no atribuir esa falta de implicación o compromiso a cuestiones más personales. Sus hermanos se desentienden porque ya se ocupa él, porque dispone de tiempo libre mientras ellos trabajan.

Para Manuel esta mañana de sábado es como otra de esas ocasiones, en las que ha acudido al chalé y se ha desconectado del mundo. allí no espera a nadie y nadie tiene por qué ir a molestarle. Se organiza solo y no tiene que dar más explicaciones de las debidas en caso de que haya algún problema o se quieran cerciorar de que todo está bien.

Un coche en la puerta

Al mediodía, cuando Ana se presenta con su coche ante la verja del chalé, nadie la espera No hay nadie pendiente de su llegada ni de si sabe encontrar el camino para llegar. Se trata de una visita sorpresa. Manuel cree erróneamente que a esas horas Ana se participa del Encuentro nacional y echa en falta su compañía. desconoce sus planes porque de nuevo le ha dado plantón, aunque esta vez haya sido más directo y sincero con los motivos.

Entendemos que la parcela es lo bastante grande y todo está distribuido de tal manera que Manuel tiene las suficientes distracciones como para no estar pendiente de lo que sucede en la calle ni en la verja, que no hay una visión directa, por lo que la manera de saber si hay o no alguien en el chalé es porque la puerta del garaje se encuentra abierta.

Un árbol de membrillo

El guardián del chalé, quien reacciona a cualquier ruido, presencia u olor que se salga de lo habitual es el perro, quien a parte de aprovechar la ocasión de disfrutar de la compañía del amo y saber que esta mañana va a tener comida reciente, que le van a rellenar el cubo del pienso y del agua, no se olvida de la que es su tarea y su misión allí.

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Que pase gente por la calle, que vaya dando un paseo con o sin compañía de perro, no tiene nada de particular, incluso que de vez en cuando sea el coche de alguno de los vecinos de la urbanización que van o vienen. Todo esos se pueden considerar «conocidos» que no se detienen, salvo que alguno intente echar mano de lo que haya en las ramas de los árboles que sobresalen por la alambrada al camino o que por las limitaciones legales de la parcela han quedado fuera de ésta, pero se nutren del agua de riego.

Lo novedoso, lo atípico e inusual de esta mañana, es que se detenga un coche frente a la verja, del que se baje una chica en actitud un tanto pérdida y curiosa, interesada en saber si hay alguien dentro de la parcela. Una chica a quien el perro no conoce, aunque haya «oído» hablar de éste, ante quien por el adiestramiento recibido no se muestra indiferente.

¿Hay alguien en casa?

Mientras el perro acude a «recibir» a la recién llegada, para advertirle de su presencia y mostrarse territorial con quien considera una extraña, Manuel sigue a lo suyo. Si se tiene que preocupar por cada vez que el perro le ladra a cualquiera que vaya por la calle, el hecho de pasar allí la mañana sería una pérdida de tiempo, porque no haría otra cosa

Lo cierto es que fue el perro quien primero se percató de su presencia, aquel era un camino rural, una cañada, con apenas tráfico, el ocasional tránsito de algún vehículo para mí no tenía relevancia.

Manuel

Se da a entender que el chalé se encuentra en un lugar de tránsito, en una de las principales vías de la zona, al igual que el piso de Ana se encuentra en una avenida, pero el chalé se encuentra en una zona rural, donde las vías de paso son caminos y cañadas, por donde el tránsito es más de personas que de vehículos, por donde no suele ser habitual que circulen vehículos de gran tamaño, como los autobuses.

Ante la evidencia de que el perro es el único que parece salir a recibirla y en una actitud no demasiado amistosa, ante lo cual es aconsejable mantenerse alejada de la verja, aunque se encuentre cerrada, Ana recurre al claxon de su coche para hacer saber de su presencia, de su llegada, que espera ser recibida por alguien que hable su mismo idioma y le confirme que ha llegado a su destino o indique cuál es el chalé que busca en caso de que conozcan a Manuel o a los padres de éste.

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Ladridos y pitidos

Ante este improvisado concierto o desconcierto provocado por los ladridos y el claxon del coche, ante la constatación de que el perro no regresa a su lado y los pitidos alteran la tranquilidad y el silencio que ha predominado hasta entonces, Manuel se decide a reaccionar y responder. Entiende que si los ladridos son para quien está tras la verja, los pitidos son para quien se encuentre dentro de la parcela.

Si esperaba verme correr a abrirle la verja y que acudiera a su encuentro para saciar el anhelo de su compañía tanto tiempo añorada, me lo tomé con calma, sin prisas. Dejé que los ladridos y la curiosidad del perro, ante la presencia de una extraña, le dieran la bienvenida.

Manuel

En cuanto la ve, desde la distancia, aunque sea una visita inesperada, por sorpresa, Manuel se lo toma con calma. Prefiere no correr, en contraste con la reacción del perro, que parecía querer intimidar tanto con sus ladridos como con su velocidad y actitud.

Tras la verja hay una chica junto a un coche que parece haber iniciado una competición para ver quién es más ruidoso o logra antes atraer hacia allí la atención de quien se encuentre en la parcela.

Ana (imágen oficios para la web) // Copilot designer

Porque si el perro la conociera, le diría algo así como «Busca a Manuel y traele» y el perro hubiera ido a buscarlo y provocado para que le acompañara. Sin embargo, la prudencia de Ana le lleva a temer que cualquier intento por ganarse la repentina confianza del perro lo único que provocará es que éste la siga ladrando de manera amenazante.

Quien sí tiene absoluta confianza con el perro y se entiende que es correspondida es Manuel, porque éste no se va a volver contra la mano que le alimenta, que le saca de paseo, que le hace compañía. que tan solo basta que la verja esté abierta o que Ana salte la alambrada para que a la orden de «ataca», e incluso sin mediar palabra, el perro reaccione de manera agresiva, porque ya ha avisado previamente.

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