El primer beso

Introducción

Domingo, 26 de octubre de 2003. (03:35)

Ana: Hola. — Le dije en actitud receptiva.

Ana

La miré, descubrí en el brillo de sus ojos, en su mirada, algo especial, diferente a como lo había visto entonces. De pronto me dio la sensación de que ella había dejado a un lado el cansancio y las prisas por marcharse; tenía toda su atención puesta en mí.

Manuel

La gente quiere besos.

Como ya he comentado en las entradas anteriores, la gente está pidiendo un beso. Lo normal en una celebración de boda, cuando ya llevan varias horas de baile y parece que ha decaído un poco la fiesta, es que aún hay gente que se olvida de la hora en que vive y tiene ganas de más; que los recién casados no se marchen sin más.

Pero la atención ya no está en ellos, que se han cansado de complacer esas peticiones a lo largo de toda la noche, y ha sido Carlos quien ha derivado toda la atención y el protagonismo en nuestra pareja preferida, en la que para nosotras acapara toda la atención por esa mezcla entre timidez, torpeza y sentimientos descontrolados, que parecen tener su fiesta al margen de todo el mundo.

Hasta ahora, entre ellos, todo lo más han sido castos y pícaros besos en la mejilla. de esos que aplacan cualquier pasión descontrolada que se pudiera sentir en esos momentos, pero que ponen de manifiesto la complicidad que hay entre ellos, dado que Manuel se muestra un poco reprimido y, hasta cierto punto, a Ana le preocupa que se muestre demasiado lanzado. Por lo cual, entre la nada y el todo queda una pequeña frustración.

Que no por el hecho de darse más o menos besos, ni siquiera porque éstos sean o no intensos, la pareja ha de juzgar su estabilidad o compromiso, de manera que para esta pareja tampoco es que sea un detalle indispensable, pero ya nos hemos percatado de que les falta un poco de complicidad, de entendimiento entre ellos.

En septiembre, cuando Ana acudió a visitar a Manuel, y lo sorprendió en el chalé de los padres, esas primeras demostraciones de cariño fueron para el perro, porque Manuel se mostró más preocupado por cerrar la verja. Aunque es comprensible que también se sintiera un tanto contrariado por lo inesperado de la visita.

Aspecto de Manuel en el chalé// Copilot designer

El día anterior a la boda, cuando Manuel llegó en el autobús y se encontró con que Ana había ido a recogerlo, éste se mostró un tanto cohibido en sus impulsos y demostraciones de afecto. Ana vestía con aspecto demasiado formal, con la ropa de trabajo, y se encontraban rodeados de extraños.

Ana vestida de manera formal// Copilot designer

Los primeros besos, en la mejilla y castos, se los dieron al final de la convivencia de la Pascua, la noche del sábado, cuando se felicitaron por la Resurrección, aunque tardaron poco en interrumpirles, en separarlos, porque los demás creyeron que Manuel se entusiasmaba demasiado, sin que como tal hubiera una confirmación de su relación.

También hubo besos el domingo por la tarde, cuando se despidieron, y las amigas pensaron que, como ya se había hecho pública la noticia, esos besos no se terminarían nunca. Que más que besos, hubiera sido como si el coche hubiera necesitado de esa pasión de pareja para tener energías para moverse.

¡Bésame, guapetón!

Un beso de pareja.

Este primer beso debería ser algo especial y no forzado, tener un sentido y un significado para los dos. Sin embargo, esta vez los amigos no les dejan muchas escapatorias; aquellos que en su momento se habían mostrado prudentes ante estas demostraciones de afecto, ahora se lo reclaman, como si con un beso se pudieran resolver todos sus problemas de comunicación y de indecisión.

Puede decirse que Ana, a lo largo de estos meses, ha tenido a bien compartir confidencias de chicas con las amigas y ahora mismo se siente un tanto traicionada por éstas con toda premeditación y alevosía. Es como si hubiera compartido sus dudas y temores con éstas, pero ya no les quedase ninguna duda al respecto. ¡Este chico se merece un buen beso!

El beso

Es Ana quien se lanza, si no a besar a Manuel, al menos se muestra más dispuesta a complacer a sus amigos y que éstos se queden complacidos con este momento de romanticismo dentro de la pareja, como una necesidad de reafirmarse en sus sentimientos, de dejar claro que ella tiene claro quién es el chico que ha cautivado su corazón.

Manuel, en un primer momento, se siente un poco contrariado, como le sucedió con el ramo de novia lanzado por la novia y que cayó a sus pies, ramo por el que ninguna chica casadera mostró interés, ni siquiera Ana, que se hubiera podido dar por aludida.

En este caso, la chica que le reclama ese beso, que se predispone a recibirlo, es Ana y de eso no le deja ninguna duda al respecto, le ha echado los brazos al cuello y ha fijado sus ojos en los de él. Además, ahora las indicaciones de todo el mundo son claras y univocas.

Gente: (A coro) [Gritaron] ¡Que se besen! ¡Que se besen! ¡Con lengua! ¡Con lengua! ¡Hasta el fondo! ¡Hasta el fondo! ¡Que se besen, que se besen!

Manuel

La estreché con un poco más de fuerza entre mis brazos y sin pensármelo mucho más mis labios se lanzaron al encuentro de los suyos…

Manuel

Casi sin pensarlo, se produjo el mágico momento, esa prueba indiscutible de amor entre los dos, ese estallido de pasión que hasta entonces habíamos reprimido. 

Ana

Beso final de «La princesa prometida»

Origen