¡Menudo beso!

Introducción

Domingo, 26 de octubre de 2003. (03:35)

En cuanto empezamos a oírlos contar, los dos empezamos a tomar conciencia de que aquel beso les había dejado sin palabras, como a nosotros parecía que nos dejaba sin respiración; que, en vez de ser discretos…

Manuel

Ana: ¿Me sueltas? —le pedí con intención. —Nos vemos dentro de veinte minutos en la puerta. – Le indiqué.

Ana

¡Menudo beso!

Beso final de «La princesa prometida».

Estos dos, que han comenzado la velada con una cierta frialdad, con falta de entendimiento, han dejado a todo el mundo sin palabras con este beso. Más bien, contando los segundos, porque se les hace interminable, apasionante, envidiable. ¡Menudo beso!

El chico que poco antes había quedado retratado y en ridículo delante de todo el mundo por una mala gestión del asunto del rato, esta vez ha dejado el listón muy alto y a todos los demás a la altura de los zapatos. Se ha dejado llevar y mostrado poco comedido por este impulso y ocasión, consciente de que Ana se ha mostrado cómplice de este momento irrepetible.

El chico es torpe y poco detallista en lo romántico; no es un chico que esté a la altura de las expectativas que la gente tiene de cómo ha de ser el prometido de Ana. Incluso se puede decir que ella misma es consciente de que a «su chico» le falta bastante para ser perfecto. Sin embargo, igual que la defrauda en algunos aspectos, la deja maravillada en otros.

Un beso de pareja.

Nos vamos en 20 minutos…

La pasión que pone Manuel para dar este beso se equipara a la frialdad con la que lo interrumpe, a pesar de los ánimos y del entusiasmo de los demás, que creen ver en este apasonamiento desmedido un descontrol, un dejarse llevar por los impulsos, de manera que los demás, en vez de separarlos y poner un poco de cordura, parecen no saber dónde está el límite.

Se empieza por un beso, te entusiasmas de más y cuando te quieres dar cuenta te ves en un «cara a cara» con los suegros, teniendo mucho que explicar y no saber cómo has llegado hasta donde has llegado. Si ya lo tienen en el punto de mira después de esto, o se compromete en serio o desaparece de la vida de Ana para siempre.

Manuel: (Interrumpí el beso). ¿Nos vamos? —le pregunté.

Manuel

Manuel opta por frenarse, por recuperar la compostura, la cordura. Lo que la gente les está sugiriendo carece de toda lógica, por mucho que sienta esa impulsividad y que pase lo que tenga que pasar, dado que por parte de Ana hay una total entrega, cuando lo esperado es que ante tal impulsividad es una reacción no muy cordial.

Que, si en otras circunstancias a Manuel se le hubiera ocurrido tomarse estas libertades, le iba a costar poco comprobar in situ cómo una chica sería, formal, responsable y de buenos principios, que defiende su integridad y dignidad hasta las últimas consecuencias… Que, de manera metafórica, sería ella misma quien agarrase la zapatilla de su madre.

Ana: Sí, a mi casa, donde nos esperan mis padres. Le respondí para que no se emocionara ni pensara que había perdido la cabeza.

Ana

De hecho, se puede decir que Ana tarda poco en recobrar la compostura y, consciente de lo que implica esa alusión a sus padres, tarda poco en mencionarlos para dejar claro que por mucho que los demás griten o les insinuen esas barbaridades, por mucho que se le hayan subido los colores y los calores, aún tiene la cabeza sobre los hombros.

Nada de irse a un hotel ni de cometer una locura para confirmar o reafirmarse en sus sentimientos e identidad de pareja: las manos quietas y que corra el aire. Manuel aún tiene mucho que demostrar como para que se pasen ciertos límites. Aparte, debemos entender que Ana es una chica, una mujer, con una cierta coherencia de vida y quiere que el chico que esté con ella sea igual de consecuente…

Maravillada y avergonzada.

Podemos asumir que Ana se siente un tanto sorprendida, porque no se esperaba esta conexión tan clara con Manuel, que se hubiera producido esta magia con el primer beso, que el chico, por qué no decirlo, es un poco lento para algunas cuestiones, aunque Ana se inquiete más por sus arranques y prefiera que se refrene.

Si tenemos en cuenta los problemas de salud de Ana, que ésta se siente un tanto condicionada en ese sentido, lo que espera tener a su lado es a un chico tranquilo, no que sea manejable, pero sí que se muestre un tanto cohibido, que le deje su espacio, aunque eso la convierta a ella en una chica un tanto fría.

Ahora mismo a Ana ya no le interesa tanto eso de presumir de novio delante de las amigas, dar alas a este apasionamiento que considera que tiene lo bastante controlado. Necesita tiempo para asimilarlo y, en lo posible, que Manuel no se lo crea demasiado, dado que ella no busca mantener este tipo de relación. Ella busca y necesita un chico con quien compartir aficiones, confidencias… pero no pasiones desenfrenadas.

Dado que Manuel ha de regresar a Toledo, ya habrá tiempo y ocasión en los siguientes días para compartir confidencias e impresiones con las amigas sobre todo lo sucedido, porque seguro que las amigas se han fijado en detalles de la velada que a ella se le han pasado por alto y las amigas querrán que les cuente de sus valoraciones sobre esta primera cita social con Manuel.

De manera que se da un plazo de veinte minutos para marcharse, porque necesita pasar por el baño para recomponerse y hasta cierto punto dar tiempo a que los nervios y las tensiones del momento se relajen. Se marcharán a su casa, pero allí será la autoridad de sus padres la que marque su comportamiento y casi mejor no dejar demasiadas pistas de lo sucedido.

Ellos ya son mayores y no tienen por qué andar esperando tener que dar explicaciones sobre ciertas cuestiones, pero en el fondo se trata de que Manuel se gane el beneplácito de los padres, que les cause una mejor impresión de la que ya se han formado, de manera que no es muy favorecedor que éste presuma de lo que no debería.

En veinte minutos se volverán a juntar para ir a por el coche y de ahí se marchan a casa de Ana.

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