Tanta paz dejes como te lleves.

Introducción

Domingo, 26 de octubre de 2003. (12:03)

En el momento de darnos la paz, la costumbre con mi padre era que le diera un beso en la mejilla, aunque al resto de la gente bastase con darnos la mano, como así había hecho con Manuel en las dos misas en que habíamos coincidido durante la convivencia de novios y recordaba lo que había sucedido en aquel retiro de comienzos de año que parecía tan lejano en el tiempo.

Ana

En el momento de darnos la paz, el padre me tendió la mano con firmeza, como si con ese gesto me diera su aprobación a mi relación con Ana y la bienvenida a su casa, que esperaba le considerase más un amigo que una autoridad moral, aunque no por ello se fuera a mostrar menos paternal y protector con Ana.

Manuel

Una misa tranquila.

Entendemos que la misa se desarrolla con normalidad, sin que se genere ninguna tensión por el hecho de que Ana se haya sentado entre su padre y su novio, ni por el hecho de que Manuel asista a esta primera misa en familia, sin destacar lo sucedido en julio ni aún menos durante la celebración de la boda del día anterior. Salvo por la ausencia de la madre, ésta es la normalidad que todos buscan.

Debido a la presencia del padre, se asume una cierta formalidad y necesidad de mantener la compostura por parte de nuestros dos tortolitos, que se ven obligados a mostrarse comedidos en sus demostraciones de afecto y complicidad como pareja, enfriando un poco lo sucedido durante el banquete y el hecho de volver a estar juntos.

Ana necesita demostrarle a su padre que sus sentimientos hacia Manuel no son porque se haya vuelto medio loca o no quiera ser consciente de la realidad. Se lo toma muy en serio, con responsabilidad, con madurez, que no es un paso atrás en su madurez personal, ya que no se trata de un impulso ni de un tirar hacia delante sin pensar en las consecuencias.

Manuel, por su parte, mantiene ese interés en mejorar las primeras y no muy buenas impresiones, que sabe estar a la altura de las circunstancias y sobre todo de las expectativas, porque Ana podría aspirar a alguien de su entorno más próximo y evitarse muchos quebraderos de cabeza, pero lo ha elegido a él.

Del padre podremos decir que ha acudido a la parroquia con intención de asistir a misa como cada domingo. Tampoco es que le sea indiferente que le acompañen o no, pero lo que no quiere es que el chico éste de Toledo sea una mala influencia para Ana, de manera que mientras se comporte y no provoque la rebeldía de Ana poco más se puede decir.

Es más, después de haber tenido ocasión de tratar a Manuel de una manera un poco más cercana, porque lo sucedido en julio fue demasiado precipitado y un tanto forzado, parece que ha empezado a apreciarlo. Se ha dado cuenta de que Manuel intenta agradar. Al menos no es un chico que presuma de humos de grandeza, aunque quizá debiera ser un poco más despierto y espabilado.

La paz sea contigo y con tu espíritu.

En el momento de darse la paz han de interactuar entre ellos de una manera más directa, dado que no se trata de compartir el banco ni de asumir con más o menos agrado cómo se ha sentado cada cual. Se trata de tomar consciencia de con quién están y que este gesto de darse la paz cobre todo el sentido.

Quien se encuentra en una situación más complicada es Ana, dado que es fácil comprender que al estar entre los dos hombres más importantes de su vida en ese momento se siente juzgada y analizada. Cada detalle importa y hasta cierto punto hay una tensión tácita por ver a cuál de ellos da mayor preferencia en el trato.

Con su padre tiene un afecto y una confianza de familia, padre e hija, de manera que eso de darse la mano queda un poco frío. No son dos extraños que hayan coincidido en esa misa, de manera que esos buenos sentimientos de paz compartidos se han de expresar de una manera un poco más cercana, de manera que por mucho que pasen los años, el padre sigue siendo el padre.

Hay un intercambio de besos en la mejilla, sin que tampoco pretendan que sea algo que llame la atención, pero sí que les sirva para reafirmarse en esa identidad como familia, de respeto y compromiso. Es más, sabiendo cómo son las relaciones dentro de la familia, este tipo de comportamientos tiene todo el sentido. Son padre e hija, pero también trabajan juntos en la gestoría, por lo que intentan que los temas de trabajo no afecten a las relaciones personales.

Manuel se encuentra con que el padre le tiende la mano. Como es lógico, entre ellos dos no hay la misma familiaridad ni confianza. Basta y sobra con un apretón de manos, sin que éste se convierta en una manera de medir sus fuerzas. Manuel lo interpreta más en el sentido de que el padre aprovecha la ocasión para darle la bienvenida a la familia.

De algún modo es como establecer una tregua, aunque a lo largo del fin de semana y sobre todo con el asunto de la oferta de trabajo, el padre ya ha dejado claro que está de su parte, que le ha dado su beneplácito, ya sea porque se haya dejado convencer por Ana o porque los acontecimientos de los meses previos han ayudado a sumar puntos por parte de Manuel. Ahora mejor que Manuel no lo estropee.

La paz de Ana

Cuando llega el momento de darse la paz entre Ana y Manuel, ésta prefiere no cohibirse a la hora de evidenciar la complicidad y el cariño entre ellos, a pesar de la presencia de su padre y quizá porque es consciente de que éste les observa y juzga cada detalle que haya entre ellos.

El padre ya ha dado su beneplácito a la relación y Ana siente el impulso de reafirmarse, de llevar la iniciativa y compensar de algún modo el hecho de que el día anterior se mostrase un tanto fría y distante como consecuencia de la tensión acumulada, de la necesidad de mantener la formalidad y la compostura.

Ahora quien está a su lado no es ese chico de impulsos descontrolados que la vaya a agobiar durante el fin de semana y la pondrá en una situación comprometida delante de sus padres. Es el chico a quien, en cuestión de horas, tendrá que ver partir de regreso a Toledo y a quien quisiera retener a su lado.

Es un chico a quien aún no ha dado los buenos días y a quien ha evitado desde que se despertó por la necesidad de proteger su integridad y su intimidad. Un chico con quien se siente, de algún modo, obligada a tener detalle de cariño, por lo cual no basta con el gesto de darse la paz.

Este chico se merece un beso en la mejilla, un beso lleno de cariño, complicidad y picardía moderada, porque están en misa. Pero sobre todo, es un chico a quien tomarlo de la mano, no para darse la paz, sino para no soltarlo, no sea que se le escape demasiado pronto, no vaya a ser que piense que se ha pensado algo raro con respecto a su relación

Como no hubiera sido de otro modo, aquella paz incluyó el beso en la mejilla y que nos cogiéramos de la mano, más que dárnoslas, aquellas manos se cogieron para no soltarse.

Ana

Origen