03:05 PM. St Clare’s porch
Ana me espera en el porche, entiendo que con curiosidad por saber cómo me ha sido la mañana, en particular la hora de Foreign Language Club. Pero mi gesto de frustración y desánimo no se debe a que me haya disgustado, aunque tampoco vaya a decir que me haya encantado. Se debe a que Yuly se ha enfadado conmigo, a que hemos discutido como dos tontas por causa de la rivalidad en clase de Physical Education. Ya que la una por la otra las dos nos hemos sentido dolidas en nuestro orgullo. Yo me he sentido dolida cuando me he dado cuenta de que ella pretendía aprovecharse de nuestra amistad y humillarme delante de los demás. Me ha dado la sensación de que lo hacía con pleno convencimiento, como si hubiera esperado la ocasión para que todo el mundo viera que, en realidad, no estamos tan unidas. Lo cual es cómo si se uniera a las burlas que se lanzan contra mí para que a ella no le afecten. Me he sentido insultada y lo mínimo es que me haya defendido. Ya no puedo confiar en ella y no tiene sentido que sigamos siendo amigas ni hagamos planes. Ya he visto que, en realidad, Yuly es una farsante. Todo lo que me ha ayudado estos días ha sido por pura conveniencia. Para justificarse ante los profesores.
Ana: (Con gesto afable) ¿Quién se ha muerto que vienes de entierro? – Me pregunta con complicidad.
Jess: Para mí, Yuly. – Le respondo con frialdad. – Se ha reído de mí delante de todo el mundo.
Ana: ¿Qué ha pasado? – Me pregunta contrariada. – Esperaba verte contenta por tener que contarme novedades, pero esto es lo último que me esperaba. – Me dice con inquietud. – Conocí a Yuly el otro día, he hablado con sus padres y no me ha dado la impresión de que haya que hundirla en el fondo del océano.
Jess: ¡Por su culpa me he pasado toda la hora de Physical Education tras la pelota! – Le comento con lógica frustración. – Ha sido una carrera de relevos y se salvaba quien tuviera la pelota. Yuly ha querido que fuéramos las primeras porque ha pensado que es mejor que yo y así se podía pasar el resto de la clase sentada.
Ana: ¿Estás segura de que ella me contará la misma versión? – Me pregunta como si no me creyese.
Jess: ¡Toda la clase ha sido testigo! – Replico para justificar mi enfado y rabia. – Si no se quería reír de mí, se hubiera buscado a otra rival.
Ana: Vale, tranquila. – Me ruega en tono conciliador. – Mañana lo habláis con calma y seguro que se soluciona.
Jess: ¡Yo no pienso volver a hablarle! – Le aseguro con gesto serio. – En el Foreign Language Club tenemos que buscar una curiosidad sobre la cultura de un país y ha sido a mí a quien le ha correspondido España. – Le comento para justificar la actitud vengativa de Yuly. – A ella le ha correspondido Francia, pero he sido yo quien he cogido la última tarjeta. Me ha dicho que me iba a ayudar, pero estoy segura de que no era cierto. Sobre todo, porque me ha visto animada.
Ana: ¿Tú animada a hacer un ejercicio relacionado con España? – Me pregunta con más incredulidad que asombro.
Jess: Como de todas maneras me ibas a pedir que lo hiciera, porque no tengo opción a negarme, he pensado que así, al menos, me evitaba hacer dos ejercicios. – Me justifico. – Yuly me dijo que lo hiciera sobre algo llamado ‘El camino de Santiago’. A ella le ha correspondido Francia y me ha dicho que tal vez el suyo trataría de los éxitos deportivos de los españoles en ese país
Ana: Me parece bien. – Me responde en tono afable. – Pero, antes de enfadarte con Yuly, procura calmarte. Haced las paces y olvidad este pequeño desencuentro. – Me aconseja. – Estoy segura de que ha sido todo fruto de un malentendido sin tanta importancia.- Alega en tono conciliador.
Jess: ¡Que se disculpe ella! – Replico en actitud poco conciliadora.
Ana: Ya tienes edad para resolver tus conflictos y no seré yo quien me entrometa esta vez. – Me advierte con gesto serio. – Pero, si me quieres hacer caso, haced las paces y no os enfadéis por tonterías.
¡Es Yuly quien se tiene que disculpar! Si ha sido capaz de ser tan rastrera, no se merece que vuelva hablar con ella. Antes prefiero ganarme ese suspenso en Spanish y que Ana me mande a Matignon High. ¡No he sido yo quien he pretendido rivalizar con ella! Sobre todo, no tengo la culpa de que me haya tocado a mí investigar sobre España, porque ya sabe que no es algo que me motive. Pero he de hacerlo porque no me queda otro remedio. No me ha gustado que me quisiera humillar delante de todo el mundo. Y si se ha pensado que mi actitud durante el ejercicio en clase de Physical Education ha sido algo personal, se confunde. Si he rivalizado con ella por la pelota ha sido porque no he querido ser yo quien se quedase en el campo. Por eso me he defendido hasta el último momento, aunque al final no me sirviera de nada. Por su culpa me he puesto tan nerviosa que uno tras otro todos me ha dejado el ridículo. Si Yuly fuera tan buena amiga como me había hecho creer, no me hubiera puesto en esas tesituras. De modo que, por mi parte, ya se puede olvidar de que existo. No pienso volver a dirigirle la palabra en lo que resta de curso, aunque para ello me tenga que aislar de todo el mundo.
Ana: Anda, sube a tu habitación, lávate la cara y baja a comer algo. – Me propone en tono conciliador. – Ya verás cómo en cuanto pienses con un poco más de lógica lo ves todo con más claridad.
Jess: ¡Aunque se disculpe, yo no quiero volver a saber nada! – Le aseguro con convicción y firmeza.
Ana: Lo que tú digas. – Me responde sin tomarme en serio. – Pero, en cuanto vuelvas a ver a Yuly, intenta hablar con ella y aclarar este asunto de manera amistosa. – Me aconseja en tono afable
03:25 PM. St Clare’s Hall
Cuando llego al último descansillo de la escalera a quien me encuentro en la entrada es a Yuly en compañía de su padre. Su gesto no es mucho más afable que el mío. Mi sensación es que, después de la charla que han debido mantener, le ha tenido que caer un buen sermón para que escarmiente. En vez de esperar hasta mañana, han venido a disculparse ya mismo. Como si yendo de camino a casa su padre hubiera pensado que era mejor dar la vuelta. Aunque éste haya de dar prioridad a los conflictos de Yuly frente a sus obligaciones laborales. Porque como Yuly me explicó sus padres la recogen durante el tiempo que tienen para comer. Que, si se ven muy apurados, en vez de llevarla a West Roxbury, la dejan en casa de sus abuelos, en Boston. Como esta vez no hemos hablado al final del día, no estoy al tanto de sus planes para estar tarde. Supongo que, debido a su estado de ánimo, con independencia de cuál hubiera sido su destino, su padre ha debido pensar que no podía desentenderse. De modo que éste es el castigo que le ha buscado. Mientras que, por mi parte, Ana me ha dicho que ella no se iba a entrometer, aunque confiaba en que yo fuera capaz de resolver sola el asunto y que lo sucedido no tuviera consecuencias.
Como están solos y la puerta está entreabierta supongo que han entrado sin llamar y sin que nadie les recibiera. De lo contrario, Ana o Monica habrían salido a recibirles. Salvo que de manera premeditada les hayan dicho que se esperasen a que yo bajara. Como Ana me ha insinuado antes, que sea yo quien resuelva mis propios conflictos. Opción que asumo a Yuly no le han dado porque está claro que yo no iba a presentarme en su casa para disculparme. Sobre todo, porque entiendo que la responsable de todo es ella por ser tan rencorosa y vengativa cuando yo no he hecho nada. Si está molesta conmigo por algún motivo, hubiera sido mejor que lo hablase conmigo en vez de humillarse del modo en que lo ha hecho. Hasta esta mañana yo no tenía ningún motivo para estar molesta con ella. En todo caso, he intentado mostrarme comprensiva cuando he visto que se quedaba sin hacer el trabajo sobre España.
Lo cierto es que ni Yuly tiene actitud de querer cruzarse conmigo y mucho menos de que la obliguen a estar aquí, ni a mí me apetece que nos crucemos. Sobre todo, porque ésta es mi casa y eso de que todo el mundo es bienvenido, ahora mismo asumo que tiene sus excepciones. Aparte de los chicos o los padres que no pueden pasar de la puerta. El otro día Yuly llegó hasta mi dormitorio, pero ahora mismo no tengo humor ni para que se encuentre en Medford. Por lo cual, no tiene mucho sentido que su padre la haya traído hasta aquí. Igual podrían haber llamado por teléfono y Ana les hubiera dicho que no estoy de humor para hablar con nadie. Eso de que me he ido de paseo no hubiera resultado demasiado creíble en mi caso. De haber sido así, habría tenido que pedir permiso antes o dar mil y una explicaciones después. De todos modos, no me ha dado tiempo a pensármelo porque aún es como si acabase de volver del Medford High. Tan solo he tenido tiempo de subir a mi dormitorio a dejar la mochila y lavarme la cara.
Don: Buenas tardes. – Me saluda en tono afable. – Aquí te traigo a Yuly para que habléis como buenas amigas. – Me indica en tono conciliador. – No sé lo que ha pasado, pero no creo que sea tan grave como para que Yuly quiera dejar el Medford High.
Jess: [Desde el descansillo de la escalera] Buenas tardes. – Le respondo con timidez y un tanto obligada por la situación.
Don: Si ninguna de las dos va a hablar, os dejo aquí para que os tiréis de los pelos y ya volveré a recoger los restos. – Nos dice con complicidad y en tono conciliador.
Yuly: ¡Es ella quien ha empezado a insultarme! – Le contesta un tanto nerviosa. – Ha empezado a decirme que me he burlado de ella delante de todo el mundo y yo no he hecho nada. – Alega con gesto serio y evidente enfado.
Jess: ¡Has sido tú quien se ha puesto en plan rencorosa! – Replico no menos enfadada.
Don: ¡Vale! – Nos pide a ambas para que nos calmemos. – A gritos no se solucionada nada. – Nos advierte en tono conciliador. – Si nos os vais a matar, baja y hablad con calma. – Me pide.
Mi defensa ahora mismo son los últimos escalones y la distancia. Aunque no es mi intención que esta discusión se nos vaya de las manos a ninguna de los dos. Como mucho que se tense la conversación. Entiendo que su padre la ha traído con intención de que se disculpe conmigo. Sin embargo, mantiene su actitud acusadora para no reconocer que se quiso vengar de mí porque me ha correspondido España. Porque, en realidad, es una chica rencorosa, una falsa. ¡Estoy segura de que a lo largo de estas semanas ha estado esperando la ocasión para dejarme en ridículo delante de todo el mundo y que las burlas no vayan contra ella! Que le haya dicho a su padre que ya no quiere volver al Medford High, y pretenda que yo me sienta culpable por ello, no es más que una treta de las suyas para no asumir su culpa. Yo tan solo me he defendido después de que ella me haya humillado. Sobre todo, porque no tuvo ningún miramiento a la hora de quitarme la pelota y dejarme allí para que todo el mundo me pasara por encima. No tuve la menor oportunidad de salvarme. Aunque se lo hubiera restregado por las narices, si lo hubiera conseguido.
Yuly: ¡Papá, tú, como pacificador, eres un desastre! – Le dice con complicidad. – Yo no tengo nada que hablar con Jessica y ella tampoco quiere nada conmigo, de modo que esto es una pérdida de tiempo.- Argumenta con gesto serio y sin reprimir su malestar conmigo.
Jess: ¡Eres tú quien no quiere nada conmigo! – Replico enfadada ante su acusación. – ¡Pensaba que éramos amigas hasta que te has burlado de mí como todos! – Le recrimino
Yuly: ¡Eso de que yo me he querido burlar de ti será porque tú lo dices! – Se defiende ofendida. – ¡Has sido tú quien ha empezado cuando te has puesto en plan bruta!
Jess: Por supuesto. – Le confirmo con convicción. – ¡No soy tan estúpida como para dejar que me humilles delante de todo el mundo! – Afirmo con rotundidad. – ¡Te has querido vengar de mí porque yo me he llevado la tarjeta de España! – Alego con gesto serio
Yuly: Pero si a mí eso de la tarjeta me da igual. – Replica en tono afable y me corrige. – Pero, si esperas que sea yo quien te haga el trabajo, ¡Vas lista! – Añade con gesto serio y amenazante. – ¡Ya no te voy a ayudar con nada, si es así cómo me lo pagas! – Me advierte con gesto serio.
El sonido de nuestras voces, o tal vez por la observación que Yuly le ha hecho a su padre sobre sus pocas aptitudes como mediador de conflictos entre adolescentes, provoca que Ana se sienta obligada a aparecer, a intervenir. Sobre todo, porque yo sí soy consciente de sus cualidades para resolver problemas y entiendo que para que la situación se vea un poco más equilibrada. Ya que Yuly se puede sentir un poco más fuerte por el hecho de que su padre esté aquí, sino para darle la razón. Al menos como apoyo mientras que yo me siento acusada e indefensa, en clara desventaja. De tal manera que, por mucho que pretenda argumentar mis palabras, no tienen la misma fuerza que las suyas. Ante lo cual, al final, seré yo a quien culpen de haber provocado todo esto. E incluso el padre de Yuly puede llegar a pensar que soy una mala influencia por ser una chica del internado. Lo cual dista mucho de la realidad. Ana me conoce y sabe que todas recibimos un ejemplo y una educación correcta. No nos comportamos como unas egoístas, maleducadas y sin sentimientos.
Ana: Buenas tardes. – Saluda en tono cordial. – Ya me ha contado Jessica que han surgido discrepancias. – Dice en tono afable.
Don: Yo diría, más bien, que ha sido fuego cruzado. – Le responde con complicidad. – Yuly se ha subido al coche y me ha dicho que no pensaba volver más a clase. – Le explica. – He preferido preocuparme. -Alega con intención.
Ana: Algo me ha contado Jessica y no le habéis dado tiempo a que hiciera las maletas. – Le contesta con complicidad.
Don: No he querido preocupar a mi mujer, pero me ha parecido que era mejor no dejarlo estar. – Le explica. – Yuly tan solo ha hecho una amiga en estas últimas semanas y no es cuestión de que lo tiren todo por la borda por una tontería. – Argumenta en tono afable. – Mi hija es un encanto cuando quiere y tanto a su madre como a mí nos preocupa que no se adapte al cambio. – Reconoce. – Se ha venido a estudiar un poco lejos de casa y conocer a Jessica ha sido lo mejor que le ha pasado.
Ana: Lo entiendo. – Le contesta en tono afable. – Jessica tampoco está pasando por su mejor momento y nos preocupaba que se fuera a sentir sola y desamparada con el cambio.
Don: Entonces ¿No hay ningún problema? – Le pregunta con inquietud.
Ana: Son las típicas discusiones de adolescentes. – Le explica en tono conciliador. – Esta noche lo consultan con la almohada y mañana se despiertan como si no hubiera pasado nada. – Asegura en tono afable y sin darle mayor trascendencia.
Don: Entonces, perdonad, si os hemos incomodado. – Le responde un tanto contrariado.
Ana: Se agradece la visita. – Le responde en tono afable. – Lamento que hayan surgido estas discrepancias, pero son cosas de chicas y no tiene mayor importancia.
Don: Nos marchamos ya, porque la tengo que llevar a casa y regresar a la oficina. – Le explica.
Ana: Yuly. – La llama para que no se haga la despistada. – ¿Tú estás bien? – Le pregunta con preocupación. – Esta noche lo consultáis con la almohada y mañana, en cuanto encontréis un momento, lo habláis con calma y ya verás como no ha sido para tanto.
Jess: ¡Aquí quien ha sufrido las burlas he sido yo! – Replico porque tratan a Yuly como víctima.
Ana: ¡Contigo ya hablaré ahora! – Me reprende con gesto serio. – Ella se tiene que marchar, pero espero que le quede claro que aquí siempre es bienvenida. Ya sea como tu amiga o porque venga a que le pidas perdón. – Recalca con intención
Jess: Sí, pero ya se marchan. – Le respondo con frialdad.
Ana: Sí, ya se marchan, pero mejor que te relajes. – Me recomienda con tono serio.
08:00 PM. Dispatch
Es la hora de la charla con Ana, porque no me escapo y para más tranquilidad nos hemos venido al despacho. En mi dormitorio me puedo sentir demasiado segura y poco dialogante. Aunque tampoco tengo mucho más que decir y creo que con Yuly ya está todo dicho, por mucho que me duela y me fastidie pensar que, por una estupidez, o porque se ha vuelto un tanto rencorosa, he perdido a una amiga. Aunque vistos los precedentes, en mi caso tampoco es algo que me sorprenda. A pesar de que no hay sido porque ésta se fuera para no volver. Sino porque me ha culpado de algo sobre lo que no tengo ninguna responsabilidad. Porque me ha demostrado que es una chica rencorosa y vengativa. Que cuando ha visto que las cosas no eran como ella esperaba se ha vuelto en mi contra. No ha tenido reparo en humillarme delante de todos nuestros compañeros de clase de la manera más vil posible. Si yo he hecho algo, ha sido defenderse, porque no estaba dispuesta a ser la tonta que se quedase en el campo de hockey para que ella se riera de mí. Aunque al final fuese lo que pasara porque Yuly jugó a traición y se quedó con la pelota en el último momento. Si no quería que nos enfrentásemos, debería haberse buscado a otra para echar esa carrera, competición o cómo Mr. Ford lo quisiera considerar.
Esta vez soy yo quien me he sentado en el sillón tras la mesa, como si éste fuera mi despacho y en Ana quien se ha quedado de pie al otro lado de la mesa, como si esperase que fuera yo quien la reprendiera por algo que hubiera hecho mal. La verdad es que lo único que se me ocurre proponerle es que me permita estudiar aquí, en el internado, que sea una homeschooled. No me apetece volver a poner un pie en el Medford High, si tengo que enfrentarme de nuevo a las burlas de los chicos. Sobre todo, porque no quiero volver a cruzarme con Yuly, aunque ya sé lo que Ana me ha advertido al respecto. Si me quedo aquí es bajo la condición de que acuda a clase al Medford High o, de lo contrario, tengo plaza reservada en Matignon High con todo lo que ello conlleva. Aquí estoy incluida en la cuenta de gastos, pero cuando me marche dejaré de ser un problema. Por lo cual, yo he de tener claro que sea cuál sea la decisión que tome al respecto, será con todas las consecuencias y no habrá vuelta atrás. Si me marcho, será mejor que no venga a preguntar si hay noticias de Daddy porque nadie se va a molestar en buscarle ni le dirán dónde me he ido. Salvo que sea por exigencia judicial, por eso de la confidencialidad y de la protección de los menores.
Ana: Ahora, si ya te has relajado, aunque sea tan solo un poquito, coge el teléfono, llama a Yuly y discúlpate con ella por la sarta de barbaridades que le has dicho. – Me sugiere en tono conciliador.
Jess: ¡Ella no me ha llamado para disculparse! – Replico.
Ana: Su padre le ha traído de las orejas. – Me recuerda y alega en favor de ésta. – Por lo que me ha parecido oírle, todo ha sido fruto de un malentendido.
Jess: ¡Me ha humillado delante del todos! – Replico enfadada. – Lo que pasa es que es una rencorosa y ha esperado hasta tener la oportunidad de dejarme en ridículo. – Alego sin reprimir mi enfado.
Ana: Puede que se haya confundido. – Me responde en tono conciliador. – Entendió mal el ejercicio de clase y pensó que tú serías más espabilada y no dejarías que todo el mundo te pasara por encima.
Jess: ¿Y tengo que ser yo quien le pida perdón? – Le pregunto contrariada y con gesto serio.
Ana: ¡Tú verás! – Replica en tono amenazante. – Tienes demasiado que perder y mucho que ganar. – Argumenta. – Además, por si no lo has escuchado antes, ella no está mucho mejor que tú y no creo que se haya alegrado de ver cómo te humillaban ni menos aún de que te hayas enfadado con ella.
Jess: ¡Si no es por su padre, ella no hubiera venido! – Replico con intención.
Ana: Razón de más para que entiendas que ella se siente dolida por toda esta situación y que tu reacción ha sido desmedida. – Me explica en tono conciliador. – Todo ha sido un malentendido y tú has pagado tu frustración con ella.
Jess: Bueno, no sé. – Le respondo con cierta contrariedad.
Ana: Si vas a renunciar a todo, incluso a una buena amiga por una tontería, me parece que no te he enseñado nada. – Me dice en tono afable y algo defraudada. – Te queda un curso muy largo por delante y va a ser mejor que no inicies una pelea absurda.
Jess: Entonces ¿La tengo que llamar? – Le pregunto no muy convencida.
Ana: Ella ha venido a verte e intentar aclarar la situación. – Me responde. – Vale que la ha traído su padre y puede que ella haya venido por las malas, pero el caso es que ha venido porque le importa tu amistad. – Alega en tono afable y conciliador.
Jess: Bueno, la llamo. – Le digo resignada. – Pero, si no se quiere poner al teléfono, no será por mi culpa. – Le advierto. – Y si mañana ya no quiere hablar conmigo, yo no la voy a obligar.
Ana: Tú, llámala. – Me pide. – Si acaso, mañana quedáis en el descanso para tiraros de los pelos. – Me propone con jocosidad. – Sé todo lo egoísta que quieras, pero no lo pagues con los demás.- Me recomienda.
Lo último que me apetece ahora es llamar Yuly, pero supongo que me importa más quedarme y no perder la posibilidad de encontrarme con Daddy o que éste me encuentre. Como Ana me ha dicho, me queda por delante un curso muy largo y lo puedo pasar mal, si no cuento con la complicidad de una amiga. Sobre todo, si he de soportar la tensión y la impotencia de haberla perdido. Ya sea por causa de un malentendido o porque he sido víctima de una humillación de la que Yuly no quiere que la acusen ni responsabilicen. Tengo mucho que perder, si me cierro en banda con este tema y Ana me conoce lo bastante bien como para saber que me resistiré a llevar la iniciativa. Salvo que me obliguen, como así está haciendo, que soy testaruda como la que más. Si acuso a Yuly de rencorosa, quizá sin pruebas, lo mío está de sobra demostrado porque aún sigo aquí. Sin embargo, Ana no es de las que se deja convencer por mis artimañas. Si ya ha conseguido alejarme del internado por ese viaje, que ahora pretenda que me disculpe con Yuly se puede considerar un hecho consumado. La confianza tiene que ser de doble sentido. Si yo no cumplo con mi parte del acuerdo, ella tampoco lo hará con la suya. Ya puedo empezar a recoger mis pocas pertenencias porque no tiene sentido que siga aquí ni un segundo más. Vamos, que no se admite una negativa ni rebeldía por mi parte.
Lo más comprometido es que habré de confesarme por esto. Por lo cual, espero que esta llamada alivie la penitencia. Aunque confío en que tampoco tenga que dar muchas explicaciones al respecto. Se trata de que seamos conscientes del dolor de nuestras culpas, de nuestros pecados. No hay necesidad de que le contemos al sacerdote nuestra vida con demasiado detalle dado que los demás también se querrán confesar y han de tener tiempo para ello. Basta con que seamos sinceras y, sobre todo, procuremos referirnos a aquello que sea más grave. Es decir, que esto de haberme peleado con Yuly, aparte de ser una novedad con respecto a confesiones anteriores, no sea tan solo por evitar repetirme. En ocasiones las penitencias suelen ser bastante originales. Lo cierto es que los castigos que se nos imponen en el internado suelen ser mucho peores. Ya que, como argumenta Ana, los sacerdotes esperan que volvamos, mientras que Monica y ella tan solo confían en que escarmentemos y no volvamos a hacer nada que ponga al límite su paciencia o asombro.
☎️: (Voz de mujer) Casa de los MacWindsor. Soy Carmen. ¿Quién es? – Me pregunta.
La voz de quien me responde me suena con un tono no demasiado americano, menos aún de Boston. Aunque tampoco es que me esperase que fuera Yuly quien contestara. Pero es como si me hubiera equivocado de teléfono. Aunque haya sido Ana quien ha marcado y entiendo que no cabe posibilidad de error. Por lo que deduzco, se trata de la madre de Yuly. Por lo tanto, que es la primera vez que tengo la certeza de estar hablando con alguien de España. Lo que quizá me inquieta más, es que sea con alguien que ha estado en Toledo. Si es que me creo todo lo que Yuly me ha contado de ésta. Aunque a lo largo de la tarde me he permitido dudar de todo, sin que haya hecho ninguna locura al respecto, como romper la foto que me regaló. Ya que, en todo caso, se la hubiera devuelto. No me considero tan mala como para destrozar algo que no es mío, ni tan vengativa como para ponerla en un apuro, en el supuesto de que la madre le pregunte por ésta. Aunque, si estamos enfadadas y no nos hablamos, va a ser difícil que la una quiera saber nada de la otra. Por lo tanto, me tendría que ser indiferente los problemas y conflictos que pueda tener Yuly a cuenta de ese tipo de ocurrencias. Entiendo que para mí fue un regalo, pero, en su caso, es un robo, aunque Ana me haya asegurado de que Yuly no es tan lista como supone y que puedo estar tranquila.
Jess: Buenas tardes. Soy Jessica. – Saludo y me identifico confiada en que baste con decir mi nombre. – ¿Puedo hablar con Yuly? – Pregunto con algo de timidez.
☎️: (Voz de mujer) Sí, espera. Ahora se pone. – Me responde con toda tranquilidad.
Supongo que no es por la novedad de verme hablar con una amiga por teléfono por lo que Ana sigue aquí. Sino, más bien, para controlar la situación y cerciorarse de que, aparte de hacer esta llamada, me comporto de la manera correcta. Que mi intención no es continuar con la discusión, sino disculparme. Sin tener que esperarme a verme las caras con Yuly mañana por la mañana en el patio. Donde Ana se teme que pueda haber algo más que palabras como la tensión no se rebaje. Aunque no es mi intención ni mi deseo que Yuly y yo acabemos mal por muy dolida que me sienta después de todo lo que ha sucedido y cómo me he sentido. Ana pretende que sea un poco más objetiva en mis valoraciones y no me deje llevar por las primeras impresiones. Dado que, según ella, no estoy siendo lo bastante juiciosa y he malinterpretado lo sucedido. Por lo cual esta llamada, sino es de reconciliación, al menos que sirva para suavizar en lo posible la tensión y quedemos como buenas compañeras, si es que ya no queremos volver a ser amigas debido a la falta de confianza. Ana pretende que, al menos, durante lo que resta del curso, ninguna tenga problemas en estar a menos de cinco pies de distancia de la otra. En realidad, creo que la intención es que zanjemos esta pelea y sigamos, si cabe, más amigas que hasta ahora. Hasta el punto de reírnos de todo esto y no darle importancia, dado que, según Ana, no la tiene.
☎️: Yuly, es para ti. – Oigo que dice en alzando la voz. – Es Jessica.
Tras las palabras de la madre lo que se escucha a través del teléfono es silencio. Tampoco es que yo tenga interés ni intención en escuchar los ruidos que pueda haber en la casa y se puedan escuchar por medio del teléfono, pero, como tengo que esperar y la mirada de Ana me tiene atada al sillón, con el auricular pegado en la oreja, no me queda otro remedio. No me puedo mover de donde estoy hasta que Yuly no me haya respondido, a ser posible sin que me cuelgue antes de darme la oportunidad de hablar con ella, porque en realidad no sé si tiene más amigas que se llamen como yo y tengan la costumbre de llamarla, dado que dudo que se imagine que soy yo después de todo lo que ha sucedido y que la echase de aquí, aunque mi frialdad se debiera más al nervosismo del momento, a pesar de que no me suelo caracterizar por ser muy afable con las visitas que son para mí porque ya sé lo que ello implica y no quiero que nadie me adopte no quiera acoger en su casa los fines de semana o en vacaciones, eso tan solo con Daddy y una vez que tenga la aprobación de Ana. Es decir que con Yuly he reaccionado como con cualquiera, pero en esta ocasión no van a ser tan condescendientes y me he de disculpar, aunque sea porque me obliguen, y no por propia iniciativa.
Se escuchan pasos que se van a acercando al teléfono, aunque intuyo que primero están motivados por la llamada de su madre más que por el hecho de saber que yo estoy al otro lado del teléfono, aunque el otro día, cuando fue ella quien me llamó, lo cierto es que yo me alegré, lo interpreté como una prueba de su amistad, por lo que entiendo que en otras circunstancias la actitud de Yuly sería mucho más entusiasta, por lo que, dado lo que le he hablado de mi hasta ahora y me ha conocido esto rompe de algún modo con todos mis esquemas porque me atrevo a reconocer que soy consciente de que hay vida más allá de lo que alcanza mi vista, que mi voz puede llegar por medio del teléfono hasta una casa situada en West Roxbury, aunque también me causa cierta contrariedad y frustración porque si yo puedo hablar con Yuly, tal vez Daddy lo tenga igual de fácil para llamar al internado o para que le llamemos desde aquí, aunque primero habría que saber su número, sobre todo tener la certeza de que se trata de alguien real, disyuntiva que con Yuly no se plantea, a pesar de que a lo largo de la tarde en algún momento he llegado a desear que desapareciera.
☎️: (Voz de mujer) Yuly. Es Jessica. – Escucho a la madre que de dice en tono afable.
☎️: (Voz de Yuly en la distancia) Cuelga. – Oigo que le responde.
☎️: (Voz de mujer) Habla con ella. – Le pide en tono afable. – Si no quieres saber nada de ella, mejor que se lo digas tú misma. – Le indica con voz seria. – ¡Yo no soy la correveidile de nadie! – Argumenta.
☎️: (Voz de Yuly en la distancia) Se lo digo y me vuelvo a mi habitación. – Le responde con sequedad. – Estaba estudiando.
☎️: (Voz de mujer) Después, si quieres, te escapas de casa, pero primero habla con Jessica. – Le responde con complicidad y poca credibilidad a sus reticencias y excusas.
Eso de que le dé permiso para escaparse de casa supongo que no lo dice en serio. Sobre todo, porque se trata de su madre. Aunque yo no tenga demasiado precio por la mía, aún sin conocerla, no me esperaría escuchar algo así de sus labios, ni tan siquiera de los de Ana. A pesar de que ésta sea consciente de mis malas costumbres de la infancia. Aunque, en mi caso, tan solo fuera para bajar al parque para jugar unirme a los juegos de los chicos, cuando se suponía que debía estar estudiando. De hecho, a Ana le preocuparía más que mis planes de fuga sean para regresar al internado, en caso de que me intenten llevar lejos de aquí. De ahí que no me quiera poner en esa tesitura. Sabe que soy capaz, incluso hoy en que estoy un poco más tensa debido a mi pelea con Yuly y mi primer impulso de alegarme de aquí lo más posible. Dado que en cuanto me calme, me va a faltar tiempo pensármelo mejor y regresar. Por lo cual, para evitar que cometa alguna locura de las mías, al menos, que mi enfado con Yuly no sea una de las razones para que se planteen mandarme a otro sitio.
☎️: (Voz de Yuly) ¿Estás? ¿qué quieres? – Me pregunta con frialdad para darme a entender que se ha puesto al teléfono.
Jess: Hola. – Le saludo con cierto temor. – Es que Ana quiere que te pida perdón. – Le digo un tanto cohibida.
☎️: (Voz de Yuly) Vale, adiós. – Me responde con sequedad.
Y aunque después de sus palabras espero oír como cuelga el teléfono y con ello que las dos nos demos por justificadas, ella ante su madre y yo ante Ana, lo que se crea es un silencio que corta el aire. Mi primer impulso también es colgar, pero siento la mirada vigilante de Ana. De manera que me he de frenar en seco. Como si el auricular fuera una extensión de mi oreja y de pronto tuviera un episodio de parálisis en los brazos. De tal manera que, como se me ocurra cortar la llamada y soltar el teléfono, en menos de dos minutos me puedo ver montada en el coche de Ana y de camino a casa de Yuly. No va a ser fuerza sobrehumana en todo el planeta que me ate al sillón, ni aunque me sienta a salvo tras la mesa del despacho. Entiendo que por parte de Yuly la situación no debe ser muy distinta. A pesar de que, cuando ella vino con su padre, Ana no pusiera ningún reparo en dejar que se marchasen. Pero ahora no está dispuesta a ser tan comprensiva. Además, ahora por parte de Yuly quien interviene es la madre. Por lo que me ha parecido entender, es muy poco partidaria de que esta pelea entre nosotras se alargue entre nosotras. De modo que hay una lógica coincidencia en el modo de actuar de Ana y la madre de Yuly. Aunque ésta no haya dicho en serio eso de que ella se puede escapar de casa. Por parte de Ana sobreentiendo que para mí está descartado. De aquí me voy a la cama, o como mucho a estudiar para mañana, hasta que sea la hora de dormir porque ya he cenado.
Jess: ¿Era en serio eso de que no ha sido tu intención humillarme? – Le pregunto en un tono un poco más conciliador y por romper el silencio.
☎️: (Voz de Yuly) Yo tan solo pretendía hacer ese ejercicio contigo. – Me dice un tanto cohibida. – Pero, si no quieres nada conmigo, ni me vas a creer, no tenemos nada más que hablar. – Me indica con tono serio. – Pensaba que eras mi amiga. Pero, si te pones en ese plan, ya me buscaré otra. – Me dice en tono de advertencia y con sequedad.
Jess: Yo sí quiero que sigamos siendo amigas. – Le respondo con total convicción. – Pero es que, si te vas a burlar de mí como todos, estoy mejor sola. – Le advierto.
☎️: (Voz de Yuly) Yo también quiero que seamos amigas. – Me contesta en un tono más afable. – Pero, si vas a desconfiar de mí, mejor que te busques a otra. – Me propone con sequedad.
Jess: Entonces ¿qué hacemos? – Le pregunto con contrariedad. – Yo no quiero que nos pasemos el resto del curso peleadas. – Le confieso. – Estaba bien contigo hasta que ha surgido lo de esta mañana. – Reconozco sin tapujos.
☎️: (Voz de Yuly) Yo no te insultaba ni me estaba burlando de ti. – Alega en su defensa. – Tan solo te animaba para que recuperases la pelota y te salvaras. – Argumenta. – Pero, cuando terminó la clase, te pusiste en plan borde y lo pagaste conmigo. ¡No me iba a quedar callada!
Jess: Entonces ¿aún somos amigas? – Le pregunto esperanzada.
Entiendo que, si ella está de acuerdo y nos olvidamos de este asunto, quizá podamos seguir siendo amigas. Puede que sea verdad que yo hay exagerado un poco con mi reacción. Sin embargo, motivos no me faltaban. Hasta cierto punto, ella tiene algo de responsabilidad en lo sucedido. Sin embargo, si las dos estamos dispuestas a admitir que nos equivocamos, podemos dar el asunto por olvidado y seguir como si nada. Incluso pensar que después de esto seremos un poco más amigas porque ya no quedarán dudas al respecto. Aunque tampoco me agradaría pensar que nos vayamos a sentir obligadas y vaya a ser peor. Yo tampoco quiero que Yuly piense que le debo nada. Si pretende ser mi amiga, confío en que sea porque somos capaces de entendernos. Que las dos aceptemos el hecho de que puedan surgir discrepancias y malentendidos entre nosotras. Pero ello no implica que dejemos de ser amigas, porque tenemos todo el curso por delante y muchos ejercicios que hacer juntas. De todos modos, tampoco quiero que piense que me trago mi orgullo por interés ni porque me sienta presionada por Ana. Si Yuly quiere ser amiga mía, o quiere que yo lo sea de ella, ha de ser por una decisión personal y entre nosotras.
☎️: (Voz de Yuly) Sí, aún somos amigas. – Me responde y confirma en un tono mucho más afable.
Jess: Entonces, te veo mañana. – Le digo. – Ahora no puedo hablar porque Ana está escuchado. – Alego con complicidad y en tono mucho más afable.
☎️: (Voz de Yuly) Mi madre también tiene la oreja pegada. – Me contesta con complicidad de amiga. – Nos vemos mañana. Adiós.
Jess: Hasta mañana, amiga. – Me despido en tono afable antes de colgar