¡Por fin ha llegado el sábado, 19 de abril de 2003!
Versión de Manuel
Para Manuel el día, la mañana pasa sin mucha pena ni gloria. lo único que tiene seguro y en cierto modo es lo que le inquieta al despertar es la charla que ha de dar Ana a todo el mundo. Para ella va a ser su gran día y él por primera vez va a ser testigo de esos momentos en los que Ana brillará con luz propia. él se muestra dispuesto a escuchar y hasta cierto punto preocupado por el buen ambiente y la bromas que de ello se puedan derivar, dado que como sucede en Toledo, cuando Ana adquiere un cierto protagonismo siempre hay alguien que se pasa de gracioso. de manera que entiende que ella prefiere estar tranquila que no cuenta con él y hasta cierto punto se desentiende de ella, prefiere dejarla tranquila y el dedicarse a lo suyo, a ir de acá para allá sin rumbo fijo.
Ya sabemos y nos esperamos que Manuel haga el tonto, pero no parece que se le vea con mucha intención, aunque es inevitable que tenga su atención puesta en Ana, aunque sea desde la distancia, aunque como hiciera Ana durante el Vía Crucis, éste la escucha con toda la atención y reflexiona con ella sobre todo lo que ésta comenta con respecto a la Vigilia, quizá sin percatarse de un pequeño detalle en el que de manera involuntaria la propia Ana se delata.
Ana le había sabido encontrar semejanzas a la Pascua con el día de la boda o el hecho de dar un salto
Manuel, 19 de abril
Los demás también se dan cuenta de ese pequeño detalle y se hace inevitable que alguien le pregunte al respecto. ¿No habíamos quedado en que a la Pascua no se va a hacer tonterías? ¿No se supone que Manuel es al único al que se le vamos a conceder una cierta libertad en ese sentido porque es lo que Ana está esperando? ¿A vosotros también os ha dado la impresión de que Ana habla como una chica enamorada?
La pregunta indiscreta del típico gracioso, lo que rompió con la tensión del momento, estuvo referida a esa impresión de chica enamorada que nos había causado a todos.
Manuel, 19 de abril
Esta vez Ana no guarda silencio, como hiciera el 15 de febrero, tal y como Manuel recuerda. Esta vez ella no se reprime a la hora de hacer una sincera declaración de intenciones y conviene que os fijeis en sus palabras, porque sin pretenderlo ella misma se delata «Su contestación no pudo ser más rotunda: todavía no tenía novio»
Y de momento ahí dejo el corte de la novela, lo que sucede a continuación es lo bastante relevante como para que quiera darle una atención especial. Ya os adelanto que Manuel no nos va a defraudar y se va a ganar con creces que le recriminen su comportamiento por tonto, pero es un «tonto» demasiado gordo como para saber lo que pasa sin antes haber leído las dos versiones.
Versión de Ana
Como ya os comenté en el post/entrada anterior, (La vida empieza hoy) el sábado para Ana comienza con el final del Vía Crucis, por lo tanto lo que hoy publico es la continuación de lo sucedido durante la noche, cuando se hace el firme propósito de hablar con Manuel, que si éste se lo mereciera, se dejaría conquistar y podría plantear que empiecen a tener futuro como pareja o dar por zanjada toda esta historia porque no lleva a ninguna parte y es evidente que dado su estado de salud, ella no está para muchas bromas ni tonterías. Busca un chico que la sepa comprender y asuma la situación como sus ganas de vivir y no como algo que vaya a frenarles a los dos. En cierto modo es como si le fuera a dar la última oportunidad al amor, a su corazón.
Con esa inquietud, con esa determinación es cómo se despierta esa mañana. ella se siente el centro de todas las miradas, porque será quien dé la charla esa tarde, pero también siente que no va a reprimir el hecho de que sea Manuel quien acapare todas sus miradas. En cierto modo, necesita darse una ducha, a lo que da absoluta prioridad. Es consciente de que esa tarde tiene que brillar y que tiene demasiadas inquietudes tanto en la cabeza como en el corazón, por lo cual necesita despojarse de todo aquello que no le va vaya a ayudar, como va a buscar esa cercanía con Manuel, no quiere que éste tenga la tentación de salir espantado por los olores, al menos eso es lo que podemos intuir de sus palabras.
La mochila
¿Cuántas cosas caben en una mochila? Ana lleva los apuntes para la charla/ meditación de esa tarde, la última oportunidad para Manuel, lleva sus ilusiones de cara al futuro y en cierto modo y frustración

También nos descubre lo que lleva Manuel en la suya
Tienen la oportunidad de desayunar juntos, pero la misma indiferencia y frialdad con que Manuel evita aludir a ello, es la que Ana se encuentra, porque ella se vuelve a sentar en la silla del rincón, pero en esta ocasión Manuel ni tan siquiera hace el intento, no se siente invitado, aunque Ana da a entender que le guarda un sitio, sino a su lado al menos en la misma mesa. Mal comienza este gran día, si pretendemos y esperamos que haya un desenlace feliz para Ana, para los dos.
Durante el paseo por el campo quien se muestra un tanto más fría y distante, más exigente, es Ana, Ya no se conforma con que Manuel la persiga como un corderito desamparado, «O hace el tonto como es debido o mejor que se olvide de ella para siempre». No basta con tener buenas intenciones, Ana quiere hechos, Ella ha dejado de jugar al gato y al ratón. Esta vez o se comporta como el chico que ella espera que sea o e mandará a freír espárragos sin ningún miramiento.
Una vez están en el campo, se dispersan y Ana consigue perderse de la vista y control de Manuel, se siente libre para moverse, Ana busca esa tranquilidad para su alma, en cierto modo se da a entender que es una ayuda que le llega sin pedirla, aunque podemos intuir que si ha acudido a la pascua tan preparada como desde un primer momento nos ha querido dar a entender, llega un momento en que se hace inevitable que necesite de esa liberación personal, ese soltar todo lo que lleva dentro, pero siempre con la discreción que hasta ahora le ha caracterizado.
Encuentra en la persona menos esperada a su mejor aliado, le plantea una idea un tanto alocada, pero que tal vez sea la que ella necesita, aunque resulte un tanto arriesgado, de esas tonterías que se supone no se han de hacer durante la Pascua. Si quiere hablar con Manuel, ahí tiene la ocasión y excusa perfecta, nadie os va a molestar y tampoco tiene porqué suponer ninguna contrariedad que los demás les vean juntos. Una hora entera para hablar y que si al final aquello no sale como sería deseable, nadie tiene por qué enterarse. En todo caso, se le dejaría a él la oportunidad de escoger, de encontrarse con que no habría nada que se interpusiera entre los dos, ni sillas, ni paredes, ni amigas demasiado protectoras.
Y de nuevo Ana vuelve a contar con la complicidad de sus amigas, comparte confidencias con éstas, a compartir con éstas sus temores, porque después de todo la idea ha partido del sacerdote y quizá le haya faltado un poco de tacto en su planteamiento, aunque el jueves por la mañana Manuel se confesara y sincerase al respecto, le aconsejara que no se obsesionara. Por supuesto a las amigas no hace falta que les pregunte si la van a apoyar. Son sus amigas y estarán ahí tanto para recoger los mil pedazos en los que se rompa su corazón, como para atarle los pies al suelo como se siente volar demasiado alto, no vaya a ser que esas mariposas que siente en el estómago sean algo serio.
De la meditación que da sobre la Vigila lo cierto es que poco o nada comparte con los lectores de la novela, sus pensamientos le llevan a la tarde del 15 de febrero, cuando Manuel y ella se quedan solos. Ella no puede reprimir el recordar aquella conversación porque esta vez tiene la oportunidad de mirar a Manuel a los ojos, de fijarse en su reacción ante sus palabras, dado que lo que sale por su boca es una declaración de intenciones. todo el mundo se percata de que ella habla como una chica enamorada, que en cierto modo lo de la Vigilia queda un poco lejos.
Como sucede con la versión de Manuel la magia del momento se rompe con esa pregunta indiscreta por parte de uno de los chicos del grupo. Ella ha hablado desde el corazón, con la ilusión de que se acerca su gran momento, pero prefiere que los demás se enteren, si es que hay algo de lo que se hayan de enterar, cuando sea el momento y no antes. No puede haber fiesta, si antes no se ha pasado por los preparativos. Ella quiere ser la novia en la boda, pero también que su amado la esté esperando cuando llegue al altar, de modo que es mejor no asuste antes de tiempo no sea que se lo piense mejor.
A ver, a ver ¿qué pasará a continuación? Formemos las parejas para regresar al pueblo.
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