No sé, si los que seguís la lectura de la novela «Silencio en tus labios», os habéis percatado de un pequeño detalle, debido y provocado en gran medida por eso de que los días no terminan justo a medianoche, sino a criterio de los personajes y el viernes 18 de abril concluye de manera distinta según una u otra versión. Para Manuel cuando se van a dormir, en cuanto se cierra la puerta del alojamiento de las chicas, porque en esta ocasión sí tiene el detalle de juntarse a los demás y acompañarlas. Nos queremos imaginar que el día se le ha hecho tan breve debido a las ausencias de Ana que prefiere esperar hasta el último minuto, como si el viernes no fuese a terminar nunca.
Ana fue la primera que desapareció por la puerta, evidenció que entre los presentes no se encontraba el amor de su vida y, en cualquier caso, no esperaba una declaración apasionada aquella noche.
Manuel, 18 de abril. Últimas líneas
Sin embargo, para Ana el día termina mucho antes, quizá porque para ella el día estaba resultando demasiado largo, intenso, aun a pesar de lo mucho que ha dormido a lo largo del día, debido a sus propias debilidades por causa de su enfermedad; a su deseo de que ello no trascendiera para aquellos que son desconocedores de ese detalle, por lo cual, y de manera un tanto simbólica, para ella el día termina con el Vía Crucis nocturno, con la reflexión que hace de la séptima estación. Esta vez se siente unida a Manuel, identificada con el hecho de que cada cual ha de cargar con su cruz y, en cierto modo, evidencia su propia debilidad personal, que no se siente muy digna de recibir todo el cariño ni el amor que le profesan.
En cierto modo, tenía la sensación de que aquella noche se me pedía que fuera un poco más sincera y, aunque temiera ser una carga pesada e insufrible para los demás, permitiera que cargasen conmigo. Pero mi cruz resultaba pesada.
Ana, 18 de abril. Últimas líneas
De modo que para Ana el día 19 de abril comienza tras el Via Crucis, con la Adoración a la Cruz.
se esperaba una entrega personal y de manera un poco más ordenada, que cada cual buscase en su propio interior y decidiera qué dejaba a los pies de la cruz, dado que quizás hubiera quien se sintiera la persona más pobre del mundo y quien, por el contrario, sintiera que lo que ofreciera no sería bastante.
Ana, 19 de abril.
Y Ana habla de su ofrenda de aquella noche, de la disposición de su corazón, pero con la discreción que hasta ahora tanto le ha caracterizado, que casi se queda como un secreto entre sus amigas y ella. En este caso es algo que se guarda un poco más para sí misma. Después de un viernes un tanto desafortunado en cuanto a su salud, se siente revivir de nuevo. No va a dejar que la adversidad le frene ni le derrote. A la Pascua no se va a hacer el tonto, pero a veces consigue que cambie el corazón. Que, si Manuel no es capaz de ser lo bastante tonto como para hacer tonterías durante la Pascua, ella se siente tan cargada de vitalidad, que está dispuesta a servirle de ejemplo.
Tan solo quise que quedase constancia de que de aquella Pascua no me iría sin mi cruz, una manera sutil en que asumía el compromiso firme y serio de que hablaría con Manuel,
Ana, 19 de abril
De manera que una vez que ya he publicado esa parte de la novela que le falta a Ana, que para ella el sábado ya ha comenzado y ahora descansada confiada en que será un gran día, nos podemos hacer una pequeña idea de lo que va a pasar, porque está claro que Manuel en lo único que se fija es que ella le evita, que pone entre los dos a sus amigas y todo lo que tenga a su alcance. Sin embargo, ya vemos que a veces la realidad es muy diferente, que Ana tan solo le concede la misma libertad que ella quiere para sí misma, porque prefiere que Manuel no le agobie con sus historias, si éste no se lo va a tomar en serio. Por eso al menos se han de dar la oportunidad de hablar, no para decirle lo mismo que el sábado 15 de febrero, sino para confesarle que tal vez entonces se dejó llevar por la tensión del momento y ahora tiene la curiosidad de saber si ella se merece alguna oportunidad o,. por muchos méritos que haga y miraditas que se lancen, todo es una pérdida de tiempo.
Además, no nos deberíamos olvidar que se cuentan las horas para la llegada de Carlos, quien ya intuimos que no acude a hablar con Ana en plan reconquistador porque éste ya tiene novia, pero a Ana le inquieta la impresión y reacción que la visita y conversación de esa noche provoque en Manuel, ya que teme perderle también.
De modo que pase lo que la vida ha de comenzar este sábado 19 de abril, que la Vigilia suponga un antes y un después en la vida de todos, que no sea una Vigilia más como la de todos los años, como si siempre fuera lo mismo. Ana ha tenido tiempo de reflexionar sobre ello, ha tenido toda la pascua para vivir ese momento y ya veremos qué pasa el domingo cuando recojan y se marchen al otro pueblo a reunirse con los de la otra pascua o cuando regresen a casa. Manuel se ha de dar cuenta de que ella le está mirando fijamente.
Cuando se despierten para desayunar y salir de paseo al campo ya os aviso. Ahora tan solo quedaros con la idea de que Manuel tiene que hacer el tonto, pero tonto de libro, si no quiere perder a Ana, pero se ha de atrever a ello, a pesar de que ésta le dé la espalda. Ana, por su parte, se va a mantener a la expectativa de lo que pueda pasar, porque pasar tiene que pasar algo. El sábado ya ha comenzado, aunque da la sensación de que para Manuel aún queda mucho y Ana ya empieza a vivir con toda la intensidad que le permite su corazón.
¡Por favor, Manuel, no te esperes al último momento! Si alguien se cruza con él en la próximas horas que le avise de que viene Carlos; recordadle que en esta pascua él tiene todo el derecho de mundo a hacer el tonto, que es capaz de superar ese muro de amigas que se interpone entre Ana y él, dado que Ana tan solo desvía la mirada para que no la sorprenda mirándole ni dudando de sus sentimientos hacia ella.