La escena del portal

Lo admito, hay escenas y partes de la novela que me encantan, de modo que si me lo permitís me deleitaré con ésta un poco más. Me parece llena de encanto, de detalles, que además de que intenté volcar en ello toda mi labor creativa y darle a ese momento la relevancia que consideré se merecía, el resultado final, por mucho que pasen los años y lo relea una y mil veces, lo cierto es que me parece un momento lleno de belleza y de ternura, sobre todo en lo referente a la versión de Ana, porque en la versión de Manuel, tal vez la redacción resulte mucho más fría, menos favorecedora en cuanto a la hora de reflejar la mentalidad de los personajes, lo que en cierto modo refuerza el hecho de que éste se muestre un tanto perdido, descolocado, sin saber muy bien como reaccionar y hasta cierto punto, de deja llevar por los acontecimientos, sin que Ana le dé mucha opción a la resistencia, porque la puerta se le puede cerrar en las narices y con ello acabar con todo el romanticismo y la magia del momento.

Para la vuelta a la Casa de Ejercicios pasamos de manera inevitable por delante del portal de Ana, por su calle. 

Manuel

Ana se encuentra con un obstáculo delante del portal de su casa. Manuel, su amado, está Allí, allí le han soltado sus amigos para que se produzca ese anhelado reencuentro entre los dos, sin testigos, aunque se encuentran en plena calle por lo que se deduce de la secuencia es una calle con bastante tráfico tanto de coches como de gente, es una calle comercial, con escaparates, una de las principales vías de la ciudad, entendemos que en un barrio moderno, aunque no demasiado, de manera que es fácil pensar que no tienen mucho espacio para moverse, donde quedarse parados, lo que de algún modo se justifica que Manuel busque refugio en el postal para no verse arrollado por la gente. De todos modos como Ana tiene ocasión de observarle desde lejos, mucha aglomeración de gente no parece que haya, pero es evidente que Manuel tiene una idea más o menos aproximada de donde va, de dónde se ha de quedar.

Desde la distancia, como si me hiciera la distraída, mientras miraba escaparates, fui testigo de cómo Manuel se bajaba del coche, sin que le resultase demasiado difícil convencer a aquella pareja para que le dejasen allí, 

Ana

Después de tres meses sin vernos y de casi dos meses y medio sin que hubiera sabido nada de mí y un mes desde su último mensaje en mi teléfono móvil, ¡allí estaba el gran amor de mi vida!

Ana

Lo más que hicieron fue darme un pitido con el coche cuando pasaron por mi lado para cerciorarse de que les había visto como ellos a mí. Saludo al que respondí con la mano, consciente de que tenía sobre mí la atenta mirada de Manuel,

Ana

Nos podemos imaginar que se trata de una calle de un único sentido, que Ana viene paseando en dirección contraria, al encuentro, dando tiempo a que sus amigos suelten «el paquete» y se marchen, se quiere cerciorar de que el plan sigue según lo previsto, que sus amigos la vean llegar y que ella les vea a ellos. Es una carrera de relevos, en la que Manuel hace de testigo. Se hace evidente de que aunque Ana pretende hacerse la distraída, no es su intención esconderse, sino, más bien disfrutar de ese momento, sentirse acaparadora de roda la atención de Manuel, que éste se va a fijar hasta en el más mínimo detalle.

Había sacado el llavero del bolso, con idea de que, una vez hubiéramos hablado, viera cómo abría la puerta y le dejaba pasar. Sin embargo, temí que aquello le fuera a hacer pensar que tenía intención de escapar, por lo cual, me lo guardé en el bolsillo del pantalón.

Ana

Sin embargo, cuando llega al portal, se muestra fría e indiferente, como si no le viera, como si no le oyera, ignora por completo su saludo, que éste la llame por su nombre, le da la espalda. lo más gracioso de todo, el detalle está en que la manera de hacerse saber que es consciente de que le ha visto, que sabe que está allí, es dándole un empujón, le aparta, porque se interpone entre ella y el portero automático, como si se tratase de un extraño que se ha detenido allí sin un motivo. Le da un pequeño empujón con toda intención y en cierto modo, aunque en la novela no se aluda a ello. Es una pequeña recriminación por todo lo sucedido, ella necesita desahogarse, pero a la vez busca esa cercanía ese contacto, ese roce entre ellos.

le di un pequeño empujón para que se apartara porque se encontraba delante del portero automático y tenía que llamar a mi casa para que me abrieran,

Ana

Y con esa aparente frialdad, ella llama al timbre de su casa y se sitúa de espaldas a Manuel, a la espera de que suene el timbre y se abra la puerta. No deja que se crucen sus miradas porque ella noms e siente capaz de reprimir su alegría, ese sentirse llena de vida y de ilusiones renovadas. Manuel se encuentra allí, ha ido a buscarla, lo cual casi ya daba por imposible por descartado, pero es gracias a sus amigos que ese reencuentro es posible. En el fondo deducimos que Ana evita mirarle porque sabe que tendría que confesar que en cierto modo le ha llevado hasta allí engañado, lo cual le quita todo el mérito. Pero la venganza se va a servir fría porque aún le tiene guardada una última sorpresa

De hecho, le di la espalda con la clara y única intención de que no nos mirásemos, que no se cruzasen nuestras miradas, porque, de lo contrario, aquella pantomima no hubiera tenido ninguna credibilidad.

Ana

La voz de la madre

La voz de mi madre sonó por el portero automático, se mostraba un poco contrariada porque no esperaba que nadie llamase, 

Ana

Esto hace evidente el hecho de que esta manera de actuar de Ana, de comportarse, es un tanto improvisación del momento. Se siente feliz y, por lo tanto, se permite ser un poco traviesa, lo que por otro lado es una autentica explosión de sentimientos, de cariño, de confianza, de búsqueda de esa complicidad entre ambos. Que vuelve a ser la Ana que brilla con luz propia allá donde va, que a parte de ser una chica seria, le gusta divertirse cuando sabe y siente que acapara toda la atención. En cierto modo aprovecha ese momento para resaltar el hecho de que ella está en su casa, que aquel es su mundo y de manera un tanto maliciosa, jocosa, le lanza a Manuel todas sus excusas y argumentos para no acudir a su cita en mayo, lo cual ella se toma con el mejor ánimo y humor.

Que llame a su madre y ésta le conteste también es una manera de poner en marcha en cronómetro, de dar a entender que no e concede a Manuel todo el tiempo del mundo, porque es lógico pensar que la madre se va a inquietar por su tardanza en subir ¿Cuánto se tarda? ¿Alguno sabe en qué planta vive? Manuel se tiene que decidir, que dar prisa en hacer o decir algo porque esta a punto de perderla tras la puerta

Sin embargo, temía que se fuera a acobardar o que se quedaría allí diez o quince minutos ante la expectativa de que saldría de nuevo y bajaría a buscarle

Ana

Se abre la puerta con un empujón y Ana considera que ha llegado el momento de acabar con la pantomima, aunque no sin antes girarse y clavar la mirada sobre él, una mirada seria, asesina, como queriendo dar a entender su malestar por el hecho de que Manuel haya tenido el coraje de presentarse allí después de dos meses y medio con la vana intención de reconquistarla, después de que ésta ha ignorado sus llamada y sus cartas. Le mira para que éste tome conciencia de su enfado de su malestar por los últimos acontecimientos, por su comportamiento, porque tras haber tirado la toalla, tiene el coraje de presentarse allí, sin más, sin previo aviso y sin tan siquiera tener un mínimo detalle con ella, no le ha traído ni una flor ni nada que compense sus frustraciones, que le haga replantearse si le perdona o no. ¡Es para mosquearse!

Pero, de igual modo, y sin darle mucho tiempo a que se lo piense la expresión de Ana cambia por completo. De la seriedad pasa a mostrar una actitud burlona, de búsqueda de esa complicidad de no ser capaz de reprimir su alegría por verle allí, que ella no es una chica de grandes conquistas, pero sí de la que sabe valorar los esfuerzos. Vuelve a mostrarse como la chica alegre que era durante la pascua después de esa inesperada declaración de sus sentimientos.

Esa mirada asesina se vio acompañada del hecho de que, de manera burlona, le saqué la lengua. Ana 

Ahora que ya está abierta la puerta, para lo que sucede a continuación, ya escribiré otra entrada en los próximos días, de todos modos podéis descubrirlo en la lectura de la novela.

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