¿Hablamos de Daddy?

Si hay algo de lo que me gusta hablar es de Daddy y dado que éste hoy parece que de momento se ha tomado la tarde de descanso, me tomo la libertad de usurpar su puesto y hablaros de mi novela de «Esperando a mi Daddy», en la que él tiene poca o ninguna participación directa a lo largo de los primeros veintitrés años, porque es de los que se hacen de rogar, aunque gracias a ello yo he tenido todas esa parte de mi vida para creer, para dejar de ser aquel bebé abandonado en la cuna del hospital y estar en condiciones de emprender ese viaje desde Medford a Toledo, por mis medios, por mi cuenta y casi puedo asegurar que también gracias a mi empeño personal. Como autor de la novela, como ideador de todo esto, de su empeño por conocer a esa chica que aquella tarde de finales de septiembre de 2004 llamó a su puerta, se querrá atribuir todo el mérito; que ha sido quien me ha criado, educado, quien se ha inventado mi vida desde sus inicios hasta ayer mismo o hasta que se canse y empiece a escribir otra novela, pero la realidad, por mucha novela que haya escrito, he sido yo quien he tenido que pasar por esas vicisitudes, quien ha sufrido en propias carnes todo eso que a él le ha parecido bien que me pasara, con la suerte de que a veces, como muchos personajes en plena creación literaria, logramos salirnos por la tangente y trastocarle todos los planes. El tenía claro que yo tenía que acabar en Toledo, antes o después, pero mientras tanto digamos que ha habido tiempo para que yo hiciera con mi vida casi lo que me apeteciera, que según ha ido Daddy recabando información, la historia de mi vida ha dado muchas vueltas y ha cambiado el planteamiento general, desde el mismo momento en que yo tan solo era una chica que llamaba a su puerta, con una historia un tanto absurda y ha terminado por escribir la historia de mi vida con un narrador en primer persona.

Mi primer diálogo, conversación en la novela, fue el día de mi noveno cumpleaños, aunque para ser justa año tras año he ido incluyendo una especie de diario para contar cómo evolucionaba mi vida, pero para no aburrir por detalles, de momento no es algo que vaya a publicar, porque puede resultar un poco aburrido eso de descubrir la evolución de una niña pequeña. Sin embargo, lo sucedido ese día sí quiero destacarlo porque para Daddy, por esa mentalidad de hombre, de alguien que tampoco sabe mucho al respecto, es un momento crucial en mi vida, que empiezo a no ser tan ingenua ni inocente, aunque siguiera igual de cabezota y en cierto modo resume con bastante exactitud como ha sido mi vida hasta ese momento, dando a Ana la importancia que se merece, porque por aquel entonces ya es alguien que se ha asentado bastante bien en su trabajo y tiene la situación controlada, al menos conmigo, aunque al principio no se lo puse fácil, todo hay que decirlo. Bueno, ya lo cuento en la novela y hasta diría que no se le dedica tiempo ni paginas suficientes a mis muchas travesuras, aunque aluda a ello con bastante frecuencia.

La cuestión es que en ese día se escribe el que es el primer diálogo en la novela, algo en apariencia sin mucha relevancia. Se hace mención a mis escapadas, a mi no siempre trato con los chicos del parque, a i cabezonería por no querer alejarme del internado, para terminar hablando de lo que de verdad a mí me importa, de Daddy, de mi anhelo de que venga a buscarme más pronto que tarde, porque, lo que es tardar, la verdad es que, desde mi punto de vista, tarda. Se lo toma con de excesiva calma, pero ¿qué os puedo contar? ¡Qué buena excusa para escribir una novela! Para escribir sobre el desarrollo personal y mental, para hablar de Toledo, de la vida y costumbres en Medford, para que haya quien se desespere porque los días o las semanas a veces pasan demasiado despacio y no quiero señalar a nadie, porque sí, porque hay saltos en el tiempo, a veces de varias semanas y a veces de un día para otro, porque la verdad es que mi existencia acaba por ser un poco monótona, pero ya se encargan al principio Ana y después mi amiga Yuly de sacarme de mi rutina, una vez que empezamos a ser amigas.

Ana: [Se acerca a donde estoy] ¡Qué raro que mi niña de nueve años no se haya escapado esta vez! – Me dice con sorpresa y no sé si para que lo entienda como un halago.

Esperando a mi Daddy

La historia se intenta contar de acuerdo con la edad que tengo en cada momento, lo que añade una doble dificultad a la escritura, porque es un narrador en primera persona y además una niña. Que en alguna entrada alusiva a la novela, Daddy se ha llegado a asombrar e incluso a quejar de que yo pase por la universidad y estudiara Relaciones internacionales, International Business Relations, de lo cual tampoco es que tenga mucha idea, de ahí que no me acompañe a clase ni siquiera en mis ratos de estudio. Sin embargo, a mí me resulta mucho más complicado que haya pretendido llevar esa empatía a algo tan alejado de él como es la personalidad de una niña pequeña. A quienes lean la novela les tocará valorar lo acertado que ha estado, lo creíble que ello resulta, como el hecho de que yo asegure ser Jessica, cuando si hay algo de lo que puedo estar segura es de que no le gusta ponerse mi ropa, pero yo cada dos por tres echo mano a lo que hay en su armario y con ello compongo mi propio estilo a la hora de vestir. Ana ya no me tiene que recriminar que trapichee con los chicos por el tema de la ropa. Daddy lo soporta con más resignación que paciencia, porque además, yo cuento con mi propia ropa y en principio no debería necesitar la suya, pero es que él es Daddy y yo Jessica, que es mi manera de sentirle cerca sin que me agobie y sin que me recrimine que me excedo en mi cariño.

La cuestión es que la novela es la historia de mi vida, que cuando Daddy se la quiso tomar en serio y entendió que era la mejor ocasión para explorar esa vena creativa y literaria, quiso alejarse tanto de su propia historia que intentó ser lo más rebuscado posible, de todo menos viajar en el tiempo o en el espacio, ni la pasado, ni al presente ni a una galaxia muy muy lejana en donde se pudiera convertir en cualquier personaje real o inventado que poco o nada tuviera que ver con él. Prefirió que la protagonista de esa novela, la narradora, fuera esa chica que un día llamó a su puerta con una historia tan inverosímil como absurda, lo que por otra parte a él le da la oportunidad de implicarse también en la novela, en la trama y ser Daddy, unas veces un Daddy inventado, fruto de mi imaginación infantil, adolescentes y de mujer un poco más adulta y otras, las menos, ser el mismo, por medio de sus poemas, de esas pistas que de vez en cuando voy encontrando a mi paso, incluso se permite que nuestros caminos se crucen, que nos conozcamos sin que yo sea muy consciente de ello, que él tan solo es un chico que ha salido a pasear al perro por donde yo he ido de vacaciones con Ana. Porque yo sospecho que es él.

De manera que, mientras que él por su cuenta os escribe sobre sus temas de interés, sus poemas, su otra novela o su propia vida, yo intentaré aprovechar de estas ausencias suyas para contaros mi vida, hablaros de mis amigas, de nuestras aventuras y complicidades, porque sí, yo con nueve años e incluso con catorce, era una niña que se pasaba muchas horas, días encerrada en casa, cuando no me escapaba a jugar con los chicos del parque, aunque a partir de los nueve años mi vida social se fue reduciendo porque los chicos del parque empezaron a parecerme tontos o demasiado listos. Ya entenderéis por qué.

De Daddy no os hablaré mucho, lo prometo, lo justo para que entendáis cómo un tipo como él se atreve a embarcarse en un proyecto tan alocado como esta novela y además, aunque use trate de mi vida, tiene los santos «ejem», de incluir su nombre en el título, aunque se trata de mi vida. Y sí, es verdad, vivo «Esperando a mi Daddy» «Waiting for my Daddy» que a Daddy le gusta como suena en inglés.

Uno de mis «fotomontaje»

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