Sábado, 25 de octubre 2003 (La ceremonia)
Ya por fin llega el momento de acudir a la iglesia para asistir a la boda. A las 5 de la tarde Ana da por concluida su siesta, su encierro en el dormitorio, de manera que sale ya lista y vestida para acudir, con la suerte de que la iglesia se encuentra aún paso de su casa, que tampoco parece que haya excesiva prisa porque están a un paso. Aunque se mantiene un poco fría, sería, distante se hace inevitable que su primera mirada, lo primero que le llama la atención, es el aspecto de Manuel, quien también esta listo y vestido para la ocasión, que frente al aspecto con el que se había presentado la primera vez allí, en julio, vestido de manera informal, ahora sí da la sensación de que le causaría una buena impresión a la madre de Ana. De hecho, hasta Ana reconoce que tiene el aspecto de ser el acompañante con quien no le importaría acudir a la boda.
¡Quién estaba realmente radiante era Ana, como le había asegurado a la tarde anterior! Así vestida era difícil que pasara desapercibida y de no pensar que iba conmigo, no hubiera reprimido el ansia de que me aceptase como acompañante antes de que cualquiera se me adelantase.
Manuel
Dentro de lo que me podía esperar, su aspecto entraba dentro de lo aceptable, no es que fuera muy llamativo ni especialmente elegante, pero para tratarse de una boda a la que acudía como mi acompañante no desentonaba.
Ana
El atractivo de uno y la belleza de la otra contrasta con la frialdad de sus palabras y la tristeza de sus mirada, que no parece que hayan superado sus desencuentros ni estén muy dispuestos a dar por olvidado el asunto. Es decir, por dentro de sus ser el corazón es pura pasión, pero les puede más el orgullo, el hecho de que ninguno de los parece dispuesto a reconocer ni admitir su error ante el otro. Ana aun se siente un tanto ofendida por la actitud un tanto paternalista de Manuel en cuanto al vestido y éste por su parte se siente fuera de su ambiente y, en cierto modo, abandonado, porque si está allí es por Ana, pero ella se ha propuesto ignorarle al menos hasta que rectifique, hasta que se le pase ese reconcome que le martiriza el corazón porque las ilusiones que había puesto para el fin de semana se han ido al traste por una estupidez, ya que por una parte siente la presión de sus padres por saber qué hacer con su relación y por el otro que Manuel no parece demasiado dispuesto a comprometerse de verdad porque la situación tampoco resulta muy motivadora al respecto.
Es la boda de Carlos, pero ¿Y si fuera la suya? Manuel ha ido hasta allí para afianzar un poco más su relación, pero con la actitud que uno y otro se tratan en esos momento casi es de agradecer que sea otra pareja quien se case aquella tarde porque la sensación es que de tratarse de su boda, en el reencuentro hubiera sido en la iglesia, pero sería más seguro apostar que alguno de los dos no se pretensaría. Entonces ¿Va a ser este su futuro como pareja? ¿Van a guardar las apariencias esa tarde y después cada uno por su lado?
Elegancia, belleza y cuantos halagos se le hubieran hecho se habrían quedado cortos, salvo por el hecho de que la expresión de su cara al mirarme o sentirse observada animaban a contratar a todo un batallón de guardaespaldas ante el riesgo de morir asesinado y no tanto por amor.
Manuel
No estaba enfadada con Manuel, tan solo molesta por sus comentarios y falta de delicadeza, con la sensación de que la situación era más grave de lo que aparentaba porque ninguno de los dos tomaba la iniciativa y aquella impotencia nos generaba mayor nerviosismo.
Ana
Dado que hasta los padres de Ana están invitados a la ceremonia y aquel panorama, aquel sinsentido no les lleva a ninguna parte, en el padre quien se decide a mediar, quien les recrimina que se comporten como un par de adolescentes, de tal manera que les recomienda que resuelvan sus diferencias o desistan de acudir a la boda porque con ese estado de ánimo no están para ir a ninguna parte, aunque les esperaban a ambos e iban a tener que dar muchas explicaciones, si no acudían juntos. No es momento para tonterías, sino para pensar en la felicidad de los novios y en que su comportamiento no beneficiaba a nadie ni les ayudaba.
Como no me apetecía escuchar los comentarios de mis padres y tampoco que faltásemos a la boda, porque ya se nos empezaba a hacer tarde, aunque tuviéramos la iglesia a un paso, en cuanto Manuel me tendió su brazo para que me agarrara y nos marcháramos, ni siquiera me lo pensé.
Ana
Sin embargo, me dio la impresión que Ana casi hubiera preferido que cayera el chaparrón para no dar la sensación de que disfrutaba del paseo o que era consciente de la relevancia del mismo.
Manuel

Hay aviso de lluvia, de tormenta que no va a dejar indiferente a nadie, pero este primer paseo desde la casa de Ana hasta la parroquia es con cielos nublado y en silencio.
En la iglesia
En la puerta de la iglesia, Ana se percata de que se le ha hecho tarde, con los agobios de toda la mañana se le ha pasado por alto que ella participa en el coro, por lo que se ha de olvidar de todo e ir a reunirse con sus amigos, para participar de los ensayos de las canciones. De su encuentro con el novio, de lo único que se alegra es de no ser la afortunada que se casase con él aquella tarde, lo que da a entender que ha roto todo vinculo sentimental con éste, con el aliciente de que para Ana su felicidad, aunque reprimida por las circunstancias del momento es que su chico se encuentre allí, Manuel está allí. Esta vez tampoco la ha defraudado El «don excusas» de quien le han hablado las amigas de Toledo, a ella no le ha fallado en esta ocasión. Le podrá recriminar la actitud, su falta de delicadeza con ciertos comentarios, pero se encuentra allí.
«¿Dónde te has dejado a tu chico que no ha venido contigo al coro?» Esa es la pregunta que le hacen y para que ella tampoco tiene una respuesta clara que dar. Manuel se siente un tanto perdido porque Ana se ha soltado de su brazo sin dar muchas explicaciones. Se siente abandonado, porque d a entender que tenía la expectativa de que asistirían juntos a la ceremonia, pero se han separado y le ha perdido la pista, lo cual casi interpresa como el inicio del fin de se relación de pareja, la temida ruptura una vez que han hecho el paripé de que todos les hayan visto llegar juntos.
Ante la situación generada Manuel aprovecha que se le presenta la ocasión, que uno de los sacerdotes se acerca a saludarle y le pregunta por Ana para sincerarse con éste y pedirle consejo, confesión o lo que se tercie en ese momento. Lo cual le lleva a entender la disyuntiva a la que Ana ha de hacer frente con esa relación, al hecho de que ella le ha abierto su corazón y él no ha sabido estar a la altura de las expectativas. La ruptura era una posibilidad, pero debía fijarse más en los que ambos deseaban como pareja para su futuro.
Cuando Manuel entra en la iglesia no puede evitar buscar a Ana y ésta para por su parte no oculta su interés por cerciorarse de que éste no se quede en la calle. Los novios, los contrayentes pueden faltar a su propia boda, pero para Ana quien no puede faltar a la cita es Manuel, aunque entre ellos dos se interponga una distancia insalvable porque ellas e encuentra en el coro y Manuel ha de hacerse hueco en uno de los bancos, pero desde donde sus miradas se puedan cruzar, donde puedan observarse el uno al otro.
Aquella sería la primera vez que Manuel me escuchara cantar y la verdad es que la expectativa me ponía un tanto nerviosa, dado que, más que cantar para los novios o para los asistentes, pretendía cantar para él, que interpretara en la letra de aquellas canciones todos esos sentimientos de cariño que desde su llegada no había sabido demostrarle.
Ana
Evangelio y homilía
Como es comprensible, para hacer encajar esta boda, que no es la de nuestra feliz pareja, se me ocurrió darle un toque originalidad, de modo que pareciera que todo lo que dijese fuera como si fuera directamente para ellos, que como había sucedido en la Pascua, fuera como si de pronto la iglesia se hubiera quedado vacía y tan solo estuvieran ellos dos y los sacerdotes. Las canciones del coro son canciones de amor y la lectura del Evangelio, para no reiterar de nuevo el pasaje de Emaús, esta vez opté por pensar más en la crucifixión, por el hecho de que se supone que nuestra pareja está pasando por un mal momento y necesitan que alguien les abra el corazón. Para lo cual me permite incluir en la novela el fragmento de un libro de un libro, para resaltar el hecho de que no se trata de mis palabras, porque se supone que tanto Ana como Manuel han de mantener actitud de escucha.
Cuando llegó el momento de que les preguntasen a los novios si se aceptaban como marido y mujer, la iglesia se quedó en silencio para que tan solo se escuchasen sus voces, por parte del coro aquel silencio era premeditado porque en cuanto terminasen debíamos festejar aquel momento con otra canción, como si diéramos la bienvenida a los recién casados y el hecho de que fueran tan solo novios quedase como algo del pasado.
Ana
Ana y Manuel, Manuel y Ana, cada uno por su lado busca la complicidad del otro sin encontrarla, ella porque está centrada en el coro y él porque parece distraído en sus pensamientos, se lamenta porque ésta no se encuentra a su lado y tampoco puede hacer nada por remediarlo.

Mientras que hay cantos y música dentro de la iglesia, en el exterior está cayendo un tremente chaparrón, lo que de algún modo es un reflejo literario de las luchas y frustraciones de nuestra pareja como consecuencia de ese desencuentro o esa falta de complicidad. A Ana la avisan sus padres cuando se despiden porque éstos no acudirán al banquete, aparte que ésta ya haya percibido algo por el ruido en los ventanales.
Es hora de jugar, de atraer la atención de Manuel y que éste le haga un poco de caso. La lluvia en la próxima secuencia se va a convertir en una pieza fundamental en la novela.
Ana y Manuel están taaaan vivos, son como tan reales…
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