Admito que con esto de haber cambiado la web hay un pequeño desorden en el blog y que las primeras entradas la mayoría están colocadas por orden en que fueron publicadas en la web y no en la que escritas, pero es una tarea que poco a poco voy corrigiendo, porque en abril, cuando empecé con esto de la web dinámica, lo que me importaba y preocupaba era pasar las entradas, pero con el paso de los meses me he dado cuenta de que este caos en el orden llega a ser un tanto confuso. Mis primeras publicaciones son de 2012, y aunque reconozco que al principio, en la otra web, no era un trabajo tan diario, tan constante, lo cierto es que en esos nueve años han sido unas cuantas entradas, junto con los poemas y las novelas. A veces las prisas por actualizar no son la mejor de las ayudas mi herramientas, pero tampoco quise dejar mi pasado en el olvido ni dar la impresión de que empezaba de nuevo, porque como escritor de blog ya tengo una experiencia, una tarjeta de presentación, un «Éste soy yo y éste es mi estilo». Pero bueno, poco a poco, mientras escribo sobre el presente, pondré orden en el pasado, porque tampoco me gustaría que el blog se complicase aún más por ser demasiado exquisito.
Hoy me quiero detener en las reflexiones que escribí hace un año (once meses) y que fueron de algún modo la simiente de mi labor desde entonces, ese darle una vuelta de tuerca a esto de escribir en un blog, de sentir la necesidad de que se me vea como alguien más cercano, que no soy tan solo de los que se dedican a amontonar ideas en el cajón ni en el altillo del armario, porque en ese sentido también me he visto en la tesitura de hacer un poco de limpieza porque estaba saturado.
Porque con palabras lo que intento, depende de ti que lo consiga, es que mantengamos una conversación, que esto no sea un monólogo de a ver con qué te sorprendo hoy con mi web, con mi blog, con lo que escribo, publico o callo de manera premeditada. Prefiero pensar que se entabla un diálogo bidireccional, que existe una comunicación que de seguro se pierde en el tiempo y la distancia. Yo lo escribo, lo comparto hoy y tú quizá lo leas dentro de una semana, dos meses, quince años… igual incluso justo cuando te llega el aviso de que hay alguna novedad o en un momento en que, llevado por la curiosidad, te acercas por aquí y dices eso de «!Anda, mira, algo nuevo!» Y tal vez esperas encontrarte con un poema, con una nueva reflexión o fragmento de alguna de las novelas, pero yo te sorprendo con palabras.

Y en vez de hablarte de novedades, he vuelto la vista atrás para comentarte que tengo un montón de palabras, que he escrito muchas entradas en este blog y pretendo que tu curiosidad te lleve a echarles un vistazo «¿Cuál sería mi manera de pensar de entonces?» Que, para volver atrás, tampoco es necesario que nos compliquemos tanto. Ya se enlazan solas las entradas y depende de las prisas o la curiosidad de cada cual que se pulse o no ese enlace. Lo del baúl de los recuerdos está bien, pero lo novedoso, lo que atrae la curiosidad como un imán es lo que está encima del montón, porque, si hubiera que rebuscar en el fondo, perdería todo el interés.
Son palabras, tan solo palabras. En ese diálogo entre los dos tal vez hace un año ni siquiera había en tu existencia la menor noción de mi labor creativa o, por el contrario, ya te vieras superado y hasta cierto punto cansado de que pasaran los días, los meses, los años y no hubiera ninguna novedad, frente a otros escritores, editores de contenido, mucho más activos, con contenidos más actuales. Pero, de pronto, te has encontrado con que ahora escrito casi todos los días y a veces me paso semanas enteras con un monotema y de pronto te sorprendo con un cambio de guión, que ya quieres saber cómo sigue la novela, que si hay nuevos motivos para escribir otro poema, porque el último te dejo con la intriga ¿Sería para ti? ¿Qué ha pasado en mi vida para que de nuevo sienta el impulso de escribir poemas? Hay una falta de continuidad, un zigzagueo, que a veces se interrumpe porque Jessica aparece por aquí, como si no estuviera claro quién está detrás de esa presencia narrativa.
Es diferente
«Pero no se trataba de volver a verte. Se trataba de verte volver, que es diferente»
“Cuando quieras quiero”. El arrebato
Hace un año, me gustó esta canción. Aunque, es cierto que tiene un claro contenido romántico, yo se lo he querido dar, además, literario, porque no se trata tanto de que la gente, tú, se acerque a mi web, a mi blog, por que yo haya escrito algo nuevo, dado que así, por ese motivo, escribiría todos los días, sin que importe demasiado lo que se cuenta. Se trata de entablar ese diálogo, ese cara a cara, porque serán tus ojos los que vean, tu mente la que interprete y tu corazón la que reaccione, ya sea con el mayor de los aplausos o de las indiferencias, Como es mi corazón el que siente, mi mente la que interpreta, mis ojos los que leen la pantalla y mis dedos los que pulsan el teclado. Se trata de encontrar ese punto de conexión y que vuelvas a por más. Sobre todo, que sientas la necesidad, el impulso de apartar las hojas, las ramas y encuentren ese fruto, esa delicia literaria que has venido a buscar. Se trata de que darte un motivo para que vuelvas y con tu vuelta, con ese remover la hojarasca que se acumula en el suelo, se abra un camino, un paso, entre tu existencia y la mía.
Como dice uno de mis poemas «Recuerdos«
(....) Si tantas lágrimas de amor no la recuerdan, si la furia del viento se lleva las hojas, desnuda las ramas de mis recuerdos, si mis palabras han de navegar por tierra, no permitáis que yo me olvide de ella. (....)"
El poema es de esa ocasiones en que me fijo en otros poetas e intento imitarles, aprender de ellos, (Garcilaso de la Vega) En este caso uno de Toledo. Mi poema tiene un toque de melancolía, de pena por la pérdida. Para ser justo, confesaré que es uno de mis preferidos. Es un canto a la naturaleza, una declaración de amor, de intenciones, de quedarse detenido en la orilla del tiempo y resistir los golpes que da la vida. Es un ruego para que nada se lleve, roce ni arañe ese amor, ese sentimiento que ha de permanecer puro. Es ese árbol en la orilla del río, que soporta las crecidas, porque el tiempo se lo puede llevar todo, hasta mis palabras, esa imagen de las hojas empujadas por el viento, formando remolinos.
En cierto modo, entiendo que es esa imagen un tanto bucólica lo que pretendo sea mi creación literaria. como un cuadro pintado por un artista. Tener mil palabras para que valgan tanto como esa imagen.
En cualquier caso, sigo en busca de esas palabras, de ese juntar piezas del diccionario para componer algo que tenga un mínimo de sentido, porque en el diccionario hay miles y miles de palabras y a veces la sensación es que introduzco la mano en el saco, a ciegas, y siempre salen las mismas; lanzo el dardo a la diana de los temas sobre los que escribir y el tiro nunca acierta en el centro de la diana, siempre se desvía en la misma dirección.

Sea como fuere, son palabras. Puede que lo que de verdad importe sea que hemos dialogado
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