Introducción
Si ya has leído la entrada (Y ahora dime…), o esa secuencia en la novela, tal vez te hayan quedado con la intriga o la frustración de que esa última cena de la convivencia no se haya desarrollado de otra manera, dados los acontecimientos previos, que no todos los días le dicen a uno que le quieren ni una chica es tan atrevida como para admitir de manera tan abierta sus sentimientos, después de un momento de tensión con quien se supone acaparaba todo su corazón.
Lo cierto es que esta secuencia de la novela da para muchas interpretaciones, para desarrollarla de muchas maneras y que ese silencio, esa discreción por parte de Ana o esa supuesta cobardía por parte de Manuel se vean desde otros muchos planteamientos. Podemos sacar conclusiones o hipótesis de las verdaderas expectativas de la una y el otro, porque, sin que sea el final de la novela, más bien, tan solo el principio de su noviazgo, queda como algo abierto y preparado para que cualquiera que sea un poco avispado se percate de que, como trasfondo de todo aquello, hay mucho más de lo que parece. Sin embargo, como autor de la novela, tampoco es mi intención cambiar una sola letra ni coma de lo escrito, pero me tomo la libertad de unirme a esas divagaciones que tal vez la lectura de esta secuencia puede generar.
En las dos versiones de la novela hay un narrador testigo, en primera persona, de esos que no lo saben ni lo cuentan todo, que se limitan a relatar lo que sucede según sus propias vivencias y mentalidad.
El narrador omnisciente, por definirlo de algún modo, soy yo con mis reflexiones en la web, porque me permito hacer alusiones al pasado, al presente y al futuro e incluso a todo aquello que de algún modo se omite de manera premeditada o porque cuando en su momento me enfrente a esos folios en blanco no encontré la inspiración para plasmarlo y ahora no encaja.
Cena por parejas
Según se cuenta en la novela, lo de la cena por parejas es una ocurrencia de las chicas, como una continuación de lo que ha sido el Camino de Emaús, cuando hasta ahora las cenas han sido por grupos o por amistades, e incluso por el juego de las sillas, en el sentido de que cada se sienta donde puede o donde le dejan, siempre y cuando ello no altere la organización de las comidas, eso de que los turnos eran rotativos y mientras un grupo de ocupa de servir y otro de recoger, y el tercero se ocupa de cuestiones litúrgicas o aprovecha para descansar en ese turno.

El caso es, que al igual que todas, tenía sobrados motivos para ilusionarme tanto con la última cena como con la Vigilia. De hecho, me gustó la sugerencia que me plantearon algunas de las chicas sobre que la cena fuera por parejas, como una continuidad del “Emaús”, lo que no rompía con el sentido de tal paseo. Ante tal propuesta sería difícil que los chicos pusieran objeciones.
Ana. 19 de abril. Mientras se asea tras el Camino de Emaús
¿Y si la sugerencia, en realidad, hubiera partido de Ana, pero ésta no se quiere atribuir el mérito? Sus expectativas y planificación de lo que debería haber sido un romántico «Camino de Emaús», acabó en desastre, al no tener en cuenta los planteamientos ni la reacción de Manuel ante la tesitura de tener que descartar pareja.
De hecho, si se ha leído la novela con atención, tampoco puede decirse que Ana se haya visto tan sorprendida por los acontecimientos, aunque por su reacción inicial, por esa mirada asesina, pudiera parecerlo. Se entiende que es más por la poca delicadeza de Manuel, por su falta de moderación, porque no es momento ni lugar para que les ponga a ambos en evidencia y menos de aquella manera.
En su caso, la valentía y la caballerosidad aún no se han inventado. Es demasiado cobarde para dar la cara por temor a que alguna le dé un sopapo.
Ana. 19 de abril. Diario, rato de silencio en el campo.
Si al final no hacemos juntos el Emaús, creo que, de todas maneras, algo tengo que decirle. A Carlos esta noche le pediré que me olvide y se centré en su novia, pero, si antes he confirmado que entre Manuel y yo hay algo, me será más fácil. Estamos en la Pascua y no quisiera mentirle a nadie; ya me confesé el otro día.
Esto es lo que escribe en su diario a cuenta de la planificación y composición de las parejas para el Camino de Emaús. ¿Acaso tiene las mismas y desalentadoras expectativas en cuanto a la cena de esa noche? ¿Ha de volver a recurrir a la complicidad de las amigas para conseguir «una primera cita» con su recién adquirido novio?

¿Si Ana tenía un plan infalible,- esta vez sí – lo tendría también Manuel?
Aceptaremos el hecho de que éste se entera del plan para la cena esa noche cuando acude al comedor, es su grupo el encargado de disponerlo todo. Tampoco nada especial, lo mismo de siempre, pero con el matiz de que se disfrutará de la compañía de quien se siente al lado o en frente. Por supuesto ya nos ha contado que tras lo sucedido al despedirse de Ana, está ilusionado y contrariado por la expectativa de volverse a verse. Coincide con los chicos en que la vivencia del Camino de Emaús no ha dejado indiferente a nadie y hay ganas de alargar un poco más esa charla, ese recorrido, para la todos en un contexto de fraternidad y para el unos cuantos con ese toque de romanticismo.

¿Cómo debió ser el recibimiento?
De hecho, hasta los de mi grupo recibieron el saludo de sus acompañantes del camino, lo cual parecía algo de lo más natural y nada forzado. Realmente todos se sentían muy unidos. Yo estuve atento a la llegada de Ana por si ésta se hubiera contagiado de esa fraternidad o hubiera sido sincera con lo que me había susurrado al oído y que no me terminaba de creer por lo inapropiado del momento, aunque, dadas las circunstancias, tal vez fuera mejor que se aclarase todo definitivamente para que se repitiera aquel incidente ni otro derivados de ese asunto.
Manuel 19 de abril. Momentos previos a la cena
Sabemos que Ana de manera premeditada, se las apaña para ser la última en llegar al comedor. Su excusa, ser la responsable de las llaves del alojamiento de las chicas. Podemos incluso imaginarnos que lo hace con toda intención y descaro, para cerciorarse de que Manuel sea consciente de su llegada, que no se esconde entre sus amigas y, hasta cierto punto, que en esa ocasión no buscará refugiarse en su rincón. Ya sabe que tiene una silla reservada al lado de «su chico»
Es decir, entró en el comedor sin buscar a nadie, tan solo una silla libre, una que no estuviera en su rincón, y hacia allí se dirigió con paso decidido, ajena al bullicio que se había formado porque los demás parecían encantados de conocerse y estar juntos.
Manuel 19 de abril. Entrada de Ana
Quien encuentre similitudes entre esta entrada de Ana en el comedor y algún otro evento social en el que se supone que la novia es la última en entrar, que se hace esperar mientras el novio se impacienta, que, por favor, se ponga en contacto conmigo. Tiene que ser un acontecimiento en el que la novia en cuestión sepa que tiene el asiento asegurado al lado del gran amor de su vida. Lo de que haya un largo pasillo entre la gente, lleve un vestido blanco y acapare todas las miradas es opcional. La música de fondo tampoco es un requisito indispensable. El caso es que ambos acaban sentados el uno al lado del otro y es un momento de mucha complicidad entre ellos

Ella, por el contrario, no parecía muy orgullosa de sí misma y sabía que de su estado de ánimos sólo había un culpable, que le había fastidiado la tarde pasándose de listo como siempre. Alguien que desde hacía una hora y media conocía sus sentimientos porque ella misma se los había susurrado al oído y de lo cual parecía que nadie más tenía constancia, aunque su cara de desánimo resultaba premonitoria y como anticipo previo a la vuelta a casa, estaba claro que no sería de otra manera. Me lo merecía por tonto; No tenía otro calificativo.
Manuel 19 de abril. Entrada de Ana
Ese «su cara de desánimo resultaba premonitoria y como anticipo previo a la vuelta a casa» se puede interpretar de muchas maneras. Como algo puntual, como un intento por guardar las apariencias delante de todo el mundo para esconder su felicidad interior al sentirse y saberse enamorada, o como un lamento por tratarse de la última noche y tener la sensación de que se han desperdiciado esos días, en que hubiera sido su oportunidad para estar juntos, para compartir algo más que la vivencia y convivencia de la Pascua, aunque, dada la actitud de Manuel, ella había optado por mantener las distancias
Confío que él entienda el sentido de “estar juntos” y no se lo tome muy literal. Tan “juntos” no estamos. Yo voy a la Pascua con mis amigas y espero que él haya escogido esta pascua por sus amistades y no porque venga con aspiraciones románticas, ya que se irá con un palmo de narices y con la sensación de que ha perdido el tiempo. La Pascua no es para eso.
Supongo que, de algún modo, me siento halagada por el hecho de que haya alguien que se interese por mí, aunque asumo que con Manuel he tenido algún que otro desencuentro estos últimos meses y, como le he confesado a alguna de mis amigas: “¡le daría de tortas y me quedaría encantada!”. Sin embargo, después de haber tenido la oportunidad de hablar con él, haberle cantado las cuarenta e intentado que este asunto quedase olvidado, he de admitir que no soy tan fuerte como creía. Como digo, al final creo que le he encontrado su encanto, aunque, tal y como se comportó el otro día, me temo que él no tomará la iniciativa. Supongo que le acobardé, aunque, en realidad, no fuera esa mi intención. Tan solo pretendía que dejase de obsesionarse conmigo o, en caso de hacerlo, que no se escondiera como un cobarde y me lo dijera a la cara, por si se había planteado algo serio al respecto. Lo único que conseguí fue asustarle.
Ana 14 de abril, diario
Sin duda los únicos que desentonamos fuimos Manuel y yo, pero aquel panorama no hizo que cambiase mi planteamiento; ¡no le dejaría que se escapase!, siempre y cuando los demás me lo permitieran.
Ana, 19 de abril, entrada en el comedor
La cuestión es que me senté y no le hice caso, dado que se mostró bastante frío cuando se percató de que estaba en la puerta y, por el ambiente que había, comprendí que el recibimiento de los demás había sido mucho más cálido. Sin embargo, él no se atrevió ni tomó ejemplo. No le di mayor importancia a su frialdad. Para mí era más que suficiente con confirmar que le tendría sentado a mi lado durante la cena y que disfrutaría de su compañía como una enana.
Ana, 19 de abril, entrada en el comedor
En este punto se echa un poco de menos un poco más de iniciativa por parte de Manuel, todo el mundo ha recibido a su acompañante del Camino de Emaús con una sonrisa, pero éste se muestra un tanto frío y comedido, centrado en su tarea de servir las mesas, aunque sea el único que esté pendiente de la llegada de Ana. Después de la confesión de ésta lo lógico es que se muestre un poco más detallista y atento. Por su parte Ana tampoco se muestra particularmente receptiva. Parece alegrarse más por el hecho de que Manuel se comporte con esa naturalidad, integrado en su grupo, menos obsesionado con ella, menos predispuesto a ponerse en evidencia.
Conclusión
No podemos olvidar tampoco que Ana ha sido la responsable que dar la meditación sobre la Vigilia Pascua, sobre la interpretación y significado litúrgico del Sábado Santo y que todo el mundo se percata de que mientras habla tiene un tono un tanto particular en sus palabras. No puede esconder lo que lleva en el corazón, aunque pretenda disimular y que la vean centrada en la charla mientras ella tiene la mente y el corazón un tanto distraídos.
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