Introducción

Tras la cena del jueves, tras el rato de aseo personal, llega la Hora Santa ante el Monumento, un momento de oración intensa de la Pascua. sin embargo, no es en este momento donde se detiene la novela, aunque se hace mención a ello.
Tanto Ana como Manuel ya hacen planes para lo que será una larga noche de oración y, sin embargo, ninguno de los dos parece tener en cuenta al otro, como si se alargase la aparente frialdad habida durante la cena, como si el futuro de esta pareja estuviera condenado al olvido.
Esta vez es Ana quien parece tener el impulso de irse a dormir sin tener en cuenta a nadie, mientras que Manuel se preocupa por la actitud de la gente del pueblo, por a implicación y participación de la gente en todas aquellas celebraciones, sintiendo que algún modo que ellos viven al margen de todo eso, aunque haya que entenderse que no todas las celebraciones han de ser dentro de la iglesia que también hay procesiones
Ana:
Yo en aquellos momentos ya tenía una idea clara de cuál sería mi turno y, aunque resultara un tanto inapropiado, porque era la responsable de la pascua, dejaría que el sueño me venciera, me reservaría para los turnos de la madrugada, una vez estuviera un poco más descansada, sin que el madrugón supusiera demasiado sacrificio ni esfuerzo en aquellos momentos.
Ana. Silencio en tus labios, 17 de abril, 2003
Manuel
Después de la cena, tuvimos la Hora Santa, lo que se convertía en el anticipo de los turnos de vela durante toda la noche. El sacerdote, mejor que nosotros, conocía las costumbres del pueblo y tras la Hora Santa casi nos quedamos solos en la iglesia, aunque la asistencia tampoco hubiera sido muy destacable
Manuel. Silencio en tus labios, 17 de abril, 2003
Pasó un tarde, día tercero
Esto ya forma parte del viernes, aunque sea jueves por la noche. no hay como tal una ruptura en el tiempo, dado que no se van a dormir, al menos no por el momento, por lo que el desarrollo de los acontecimientos se rige por el reloj, más que por esos descansos nocturno. En este caso por dar una continuidad y dar mayor importancia a lo que ocurre
¿Lavarme los pies tú a mí?
La sorpresa para nuestros personajes protagonistas y es de suponer que para el resto del grupo, por la novedad que ello supone, dado que incluso Ana se muestra un tanto contrariada y sorprendida, es que el sacerdote les propone una actividad alternativa previa a los turno de oración, un momento de fraternidad, de dar más sentido a eso de que han de vivir esos días en comunidad.

He de admitir que la idea como tal no es una originalidad propia de la novela, ni tampoco algo que como tal haya experimentado. Se trata de una anécdota prestada que tuve a bien incluir en la historia, porque encaja con la intención y el trasfondo de la novela.
Lo de lavarse los pies unos a otros se hace en un sentido penitencial, al menos así está planteado en la novela, aunque también genera una cierta picardía y contrariedad por todo lo que ello implica, como una manera de avivar y reavivar eso que nuestra pareja protagonista parece esconder en sus corazones.
En ese pedir deseo e intención de pedir perdón, a quien se supone han molestado u ofendido, hemos de tener en cuenta que hasta ahora ha sido Ana quien se ha mostrado más atacada, pero también quien más empeño ha puesto en solventar esos malentendidos o desencuentros con Manuel, como ya hiciera en enero, al darse la paz e incluso en febrero al buscar esa oportunidad para hablar.
De manera que ante esta tesitura, es Manuel quien encuentra una excusa para buscar ese acercamiento con Ana, que si en el tiempo que ya llevan de convivencia ésta ha puesto reparo a que compartieran mesa, ahora debería aceptar que Manuel se disculpe con ella, le pida perdón por las torpezas que haya podido cometer con más o menos conocimiento. Manuel está dispuesto a pedir perdón y lavarle un pie.
Manuel
Mi primera elección fue Ana, recordé como ella me había dado la paz y zanjado así nuestras discrepancias. Sentí la necesidad de esa reconciliación con ella, en realidad conmigo mismo por cómo vivía aquella Pascua.
Manuel. Silencio en tus labios, 18 de abril, 2003
Ana:
En un primer momento tuve la idea, que descarté por vergüenza propia y ajena, que aquello sirviera para un acercamiento entre Manuel y yo. Tenía claro que yo no le lavaría los pies bajo ningún concepto y me horrorizaba la idea de que él se humillara de aquella manera conmigo, e incluso que se aprovechara de esa demostración de confianza.
Ana. Silencio en tus labios, 18 de abril, 2003
Ni las suelas de las sandalias

Para Ana esta osadía, porque no se puede definir de otra manera, le lleva a comprender que, a pesar de la aparente frialdad de Manuel, de ese querer mantener las apariencias y la formalidad, en el fondo no es más que un chico que se desvive por ella. Sin embargo, una cuestión es lo que éste pretenda y otra muy distinta lo que ella le vaya a permitir.
De tal manera que lo que ya está limpio no se ha de volver a limpiar y antes de dejar que Manuel ponga las manos en sus pies, no se sabe si con intenciones tan honestar ni bienintencionadas como cabría esperar en esas circunstancias, Ana prefiere recurrir de nuevo a la complicidad de sus amigas, aunque con éstas no mantenga ningún conflicto que requiera que se pidan perdón.
Manuel:
Ella se debió dar cuenta de mi inquietud, ya que zanjó la cuestión, porque encontró a alguien que le lavase los pies antes de que yo tomase la iniciativa. Por respeto hacia sí misma y su integridad prefirió que sus pies estuvieran lejos del alcance de mis manos.
En este caso, asumimos que Ana hace lo correcto al no participar de este juego, incluso al mostrarse, hasta cierto punto, ofendida y molesta por ello, aunque podemos deducir que Manuel, al menos, se llevó una mirada recriminatoria, una respuesta y reacción por parte de ésta, frente a la aparente frialdad e indiferencia demostrada en el comedor
Ana
Fue la tensión y el nerviosismo general que aquello provocó en todos, que mis sentimientos pasaran un tanto inadvertidos, porque era lo que sentíamos todos de un modo u otro.
Se entiende que, como poco, si Manuel hubiera llegado a conseguir su propósito, a no demostrar ese mínimo de respeto y consideración hacia Ana y la integridad de ésta, la respuesta no se hubiera hecho esperar y lo que en principio debía ser un momento y motivo de reconciliación habría terminado en algo más que palabras.
Sin embargo, el incidente se queda como algo entre ellos dos, de lo que nadie más parece percatarse. Salvada la incomodidad del momento, de la ocurrencia, se puede decir que Ana acepta las disculpas de Manuel, aunque prefiera que éste sea un poco más discreto y menos impulsivo con esas ocurrencias, que no les ponga a los en evidencia

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