Entrando a hurtadillas

Introducción

Domingo, 26 de octubre de 2003. (04:30)

Cuando entramos en el portal, aunque aún no hubiéramos llegado a su piso, se lo pensó poco antes de descalzarse. Los zapatos ya le hacían daño y, en cierto modo, fue toda una liberación para ella y demostración de confianza para mí

Manuel

Entramos de puntillas en el piso, intentando ser sigilosos, porque mis padres ya dormían y preferí que no les despertásemos. En mi caso, ya iba descalza desde que habíamos entrado en el portal porque no aguantaba más los zapatos.

Ana

«Cenicienta» vuelve a casa

Éstas no son horas para entrar en ninguna parte armando ruido, porque se supone que todo el mundo duerme, descansa de manera placentera, pero tampoco es cuestión de que ellos dos se esperen hasta el amanecer para regresar, dado que a lo largo del día tampoco dispondrán de demasiado tiempo para descansar y conviene que aprovechen. Aunque sea domingo, el lunes habrá que madrugar para ir a trabajar.

La cuestión es que Ana es la primera que toma conciencia de lo tarde que es y da a entender que no es la primera vez que trasnocha, que es consciente de que su taconeo puede llegar a ser un tanto molesto y delatador, ante lo cual se descalza una vez que se siente a salvo en el portal. Esto pone de manifiesto su carácter de chica e hija, quizá no tan responsable o de una chica que sabe disfrutar de la vida, que prefiere evitarse responder preguntas comprometedoras.

Lo que también puede llegar a ser motivo de escandalo es cruzarse con algún venido que les sorprenda volviendo juntos, que descubra que esta vez sí que Ana se trae el novio a casa con nocturnidad, aunque en esta ocasión, con el conocimiento y consentimiento de los padres, este presunto abuso de confianza y libertad, de osadía por su parte, es menos atrevido de lo que parece.

Se puede argumentar que lo preocupante para los padres sería enterarse de que Ana regresa sola, lo que hubiera sido un serio indicio de una nueva crisis en la pareja. De manera que tampoco es que, para tranquilidad de todos, los padres prefieran que Ana regrese acompañada, pero ya que no queda otro remedio, mejor que Manuel no se pierda por ahí, dado que se sienten responsables del bienestar de ambos.

Felices sueños

La actitud de chica rebelde que pretende volver a casa sin que le recriminen la hora, porque entiende que sus padres ya duermen y es mejor no despertarles, se desvanece una vez que entran en el piso y llega el momento de actuar con un poco más de cordura y compostura, en el momento de toda consciencia de que ha traído a un chico con ella, a quien conviene fijarle ciertos límites.

Me dio la sensación de que me trataba como a sus zapatos. En mi caso, incluso me sentí afortunado porque se había esperado hasta llegar a casa para desprenderse de mí.

Manuel

En el portal se liberó de los zapatos y en la entrada del piso se liberó de «su chico», porque son horas de acostarse y no de andarse con tonterías ni romanticismos que puedan delatar su presencia o que les llamen la atención. No es la primera vez que Manuel está en el piso, y lo lógico es pensar que se puede manejar solo, sobre todo ahora que Ana necesita privacidad e intimidad.

Esta vez, Manuel no se cohibe al reclamarle un último beso, un beso de buenas noches, un detalle de complicidad como pareja, como queriendo reafirmarse en los acontecimientos del día o en que sea una evidencia de la evolución futura de su relación de este nuevo día que ya ha comenzado, dado que lo de «buenas noches», cuando está a punto de amanecer, parece un contrasentido.

Ana no se toma a mal esta pequeña petición, pero prefiere no corresponderle, como queriendo poner en valor el beso que ya se han dado y que por su parte ha superado todas las expectativas para el fin de semana.

Hemos de recordar la advertencia de Ana en cuanto a los besos, que cada uno de los que da puede ser el primero de muchos o el último de todos, por lo cual a Manuel no le conviene mostrarse muy exigente al respecto. Tampoco es que Ana se niegue en redondo a repetirlo, pero no es algo de lo que haya de abusar. No es lo mismo darse un beso en presencia de los amigos, que en el piso, con el riesgo de despertar a los padres y que éstos les sorprendan demasiado acaramelados.

Mi intención, en todo caso, fue que Manuel entendiera que la fiesta ya había terminado y que le exigía que respetase mi espacio y mi intimidad, como había hecho en la Pascua, la convivencia y las dos noches que ya había dormido en mi casa.

Ana

Una chica seria.

Ana da a entender que se respeta a sí misma y que en casa de sus padres son éstos quienes merecen y exigen un mínimo de respeto. Si Manuel quiere llegar a ser parte de esta familia, habrá de habituarse a esta manera de proceder, sobre todo porque ello forma parte de la personalidad y de la vida de Ana, que ella no es tan solo una cara bonita o una chica a quien haya conocido en las actividades del grupo. Es ella con todo lo que implica.

Sin embargo, la petición y pretensión de Manuel va más allá del detalle del beso o de un pretendido abuso de confianza o romanticismo por su parte. Se trata de lograr que esta despedida rompa con poco con la tónica de la noche anterior, marcada por esa frialdad de Ana tras su torpe comentario respecto al vestido. Manuel. Tan solo busca desearle felices sueños de una manera un poco más afectuosa que ver cómo ésta le cierra la puerta en las narices.

Ana rechaza la posibilidad del beso, no porque reniegue de este cariño mutuo, sino porque opta por la prudencia, por recobrar la compostura. Busca reafirmarse en la idea y en el fundamento de lo que ha de ser su relación. Por lo cual, haya o no motivos para ello, prefiere pararle los pies antes que lamentarse.

Los besos han de darse cuando corresponde y para Ana no es el momento. Ella está cansada, preocupada por no despertar a sus padres, o al menos porque éstos no se vean la tesitura de asomarse y llamarles la atención. Intenta que Manuel siga sumando puntos a favor y se haga merecedor de su confianza, que entienda que la fiesta ya ha terminado y es hora de que cada cual se vaya a su respectivo dormitorio.

Origen