Manuel. Silencio en tus labios (1)*2

Navidad 2002

Para dejar claro que la vida del Movimiento iba paralela a aquel asunto desde aquí se gestionó la posibilidad de asistir a un encuentro de jóvenes que habría en aquella ciudad, se pondría de manifiesto que las actividades del Movimiento no se centraban sólo en Toledo, y que, al igual que éramos punto de destino, lo éramos de salida, aunque movilizar a todos era inviable debido a la distancia y que nuestra presencia allí sería testimonial, de manera que no se invadiría la ciudad, tan solo un acto de presencia, se respondería a una invitación que se nos hacía desde allí. Como Movimiento debíamos respaldar a todos los grupos parroquiales, de manera que quien fuera a apuntarse tomara conciencia de no hacerlo a título personal, aunque lo hiciera impulsado por las buenas relaciones con aquellos hermanos o por el hecho de pasar un día de convivencia fuera de casa, dándose el madrugón por la mañana y regresando por la noche, salvo quien se quedase a pasar el fin de semana por algún motivo.

Las amigas de Ana acudieron. De algún modo, ellas fueron quienes recibieron la invitación y la trasladaron a los demás, dando los miembros del Consejo su aprobación, ya que tampoco había nada que objetar al respecto. Era una actividad pastoral y ello fomentaba la fraternidad entre todos y aquellos hermanos tendrían la confirmación de estar presentes en las oraciones de todos. A mí me lo propusieron, pero ya había recibido la carta de Ana y, tras lo sucedido en el bar el día del retiro, consideré más prudente rehusar. Tampoco me sentía animado con la idea. Mi no asistencia permitiría que ella lo viviera con más plenitud, más cuando no descarté que temiera que me entusiasmara con la idea. Era mejor que fuesen sus amigas quienes le hicieran compañía y con su presencia representar a quienes nos quedábamos aquí. Yo no quería causar más problemas.

Las noticias que me llegaron sobre lo sucedió allí tuvo su parte positiva a nivel pastoral y del Movimiento, pero bastante pesimista en cuanto a Ana. La relación con Carlos parecía no ir demasiado bien, aunque éste ya tuviera otra pareja y lo suyo se confirmara como definitivamente perdido, mientras que, por otro lado, no parecía haber mejorado su opinión con respecto a mí y había sido un alivio no verme.

Por lógica de todo ello me tuve que enterar hablando con unos y otros o escuchando conversaciones ajenas. En cualquier caso, me quedó claro que la situación era complicada y que aquello casi se consideró como una crisis personal, más tendente a apartarla del grupo que a reforzar sus vínculos, salvo que las amigas supieran darle el apoyo fraternal que necesitaba. En lo referente a mí no podía decirse que aquello me alegrase, ya que me sentía bastante mal y aquello era como añadir peso a mis remordimientos por mucho que mi responsabilidad fuera indirecta sobre aquella situación en concreto.

Preso de amor
La noche se escondía en tus ojos,
la pasión como el ladrón entró a robar
y tú escondida entre estas paredes.
Tú, con tu inocencia quisiste escapar,
pero eras una tortuga y no la liebre,
eras presa en la caza de la pasión,
para dejarte atrapar por sus redes,
para con tus besos entregarme tu amor,
por eso esta tarde ya no vuelves,
retrasas en el mundo tu regreso,
te escondes de aquel que te quiere,
de aquel que se quedó por ti preso.

Recibí otro mensaje de mi amiga de Internet, para felicitarme la Navidad y decirme que todo estaba resuelto, que no hacía falta que me preocupase por ella. El chico que la acosaba parecía que al final había entendido que no tenía ningún interés por él y le dejaba tranquila. El asunto se estaba diluyendo con el paso del tiempo y ella, de algún modo, se sentía culpable por haber sido tan negativa y fría a la hora de plantear aquel asunto. El hecho de haberme enviado aquel mensaje le había permitido reflexionar sobre los acontecimientos y ser bastante más objetiva en sus juicios. Se sentía culpable porque había descargado sus frustraciones contra alguien que tan solo había intentado ser sociable con ella, aunque bastante inoportuno y algo impertinente porque pretendió ligar con ella o creyó que le correspondería. Decía merecerse a alguien mejor y que aquel chico no estaba a la altura de sus expectativas.

Con respecto al tema de su antiguo novio, parecía que no terminaba de hacerse a la idea que ya no había nada que hacer, aunque éste parecía tener muy clara la situación y había encontrado una cierta estabilidad con su nueva novia. Sin embargo, ella aún continuaba algo esperanzada en cuanto al futuro. Su noviazgo no podía quedar así, sin más, no había sido cuestión de meses, sino de varios años llegando a planteárselo muy en serio por parte de las familias respectivas. Como ella lo definió, fue como si después de levantar un palacio hubiera que derribarlo por inútil. Por lo que parecía, ese palacio se acababa convirtiendo en el castillo del terror. La cuestión estaba en que ella no había perdido del todo la ilusión por retomar aquella historia.

Su concepto del género masculino parecía haber mejorado, aunque me confesó que seguía bastante pesimista en lo referente a los temas sentimentales, de ahí que prefiriera la amistad y no complicarse demasiado con ninguno. De hecho, me confesó que, de todos los amigos varones que había conocido en el chat, yo era el único con el que todavía conservaba contacto porque mantenía mi silencio y anonimato. Consideraba que se podía confiar en mí y se alegraba de tener un amigo como yo, que nos entendíamos como si fuéramos almas gemelas, a pesar de mantener ese anonimato, ese misterio en torno a nuestra identidad, pensando que tal vez le estuviera contando sus confidencias al vecino o a alguien que se encontrara a cientos de kilómetros y con quien jamás llegaría a encontrarse en persona.