Tú eres mi príncipe azul

El momento más romántico de toda la novela parece del todo deslucido. No hay besos, no hay cohetes estallando en el cielo; no hay una luna brillando en la noche ni centrando toda esa luz sobre nuestro par de enamorados; no hay banda de música que endulce este momento ni más ruido que el que pueda haber en cualquier calle de pueblo tranquilo a media tarde. Es más, casi parece como algo que no ha pasado porque no hay testigos. Ni siquiera se hace mención al canto de los pájaros. No hay exclamaciones de entusiasmo por parte de nadie……..

Versión de Manuel

En la versión de Manuel pasa como si no hubiera pasado, no se deleita con ese momento, parece no querer saborearlo, no disfruta de ello como si no le importase nada más.

Manuel está ahí parado en mitad de la calle, bloqueado, inquieto, inseguro ¿qué hacer? ¿Se marcha? ¿Se espera a ver si aún tiene una última oportunidad de hablar con Ana? Ella no ha entrado corriendo en la casa como si no quisiera verle, llevado por esa irreprimible frustración provocada por la estupidez de éste a la hora de rehusar dar aquel paseo con ella y, sobre todo, porque después no ha tenido el coraje de disculparse ante tamaña humillación. Han tenido casi una hora para hablar, pero él ha ido como si hubiera un universo entre los dos, como si no existiera nadie más en este mundo, ni aún cuando ella ha pretendido atraer su atención con ojos de enamorada. Lo único que Manuel se puede esperar es que ella le mande a la porra, por decirlo de manera suave, ¡qué se vayan él y sus tontos afanes de ligón de pacotilla, porque con ella lo ha perdido todo!

Puede decirse que Manuel se queda ahí plantado a la espera de darle la ocasión de que se desahogue, que le suelte tal bofetada o de diga dos cosas, pero, bien dichas; que le mande hasta el alojamiento de los chicos sin que sus pies rocen el suelo. ¡Es lo mínimo que se merece por tonto! Se entiende que ya se ha dado cuenta de su torpeza y su intención es, por lo menos, disculparse. Tiene la decencia de no esperar a que la situación se enfríe porque esa noche es la Vigila y es mejor que no haya discrepancias ni malentendidos entre ellos, De toda la novela quizás ésta sea una de esas ocasiones en las que Manuel se enfrenta a sus propias torpezas y se comporta como es debido, aunque igual, como suele ser su costumbre, sea otra de sus meteduras de pata, porque es fácil intuir que Ana no está con el mejor humor para aguantar otra tontería más y para colmo de males, están ahí en plena calle y a la vista de todo el mundo, con el aliciente de ella es una chica bastante discreta en todo lo que son asuntos personales u más de esa índole. Para rematar la tontería y zanjar el asunto lo menos es que se haya colmado la paciencia de Ana y ésta ya no reprima sus impulsos menos afables hacia esté

¡Oye, que Ana te ha dicho…..!

El caso es que no hubo palabras previas, se acercó a mí, me susurró algo al oído, se dio media vuelta y entró en la casa sin dar tiempo a que reaccionase ni le dijera nada.

Manuel, 19 de abril, declaración de amor

Versión de Ana

Lo que para la versión de Manuel apenas son unas frases, en la versión de Ana es puro deleite. Habla de sus reflexiones previas, de sus sentimientos, de su vergüenza, de esos tres pasos de separación entre ellos, cómo calcula las distancias, pero no mide sus palabras, dando a entender que casi se lanza a sus brazos, aunque tan solo se acerca lo suficiente como para susurrarle al oído, para después darse la vuelta y cerrarle la puerta de la casa delante de sus narices, sin esperar a conocer su reacción ni a nada, porque ella se siente del todo sorprendida por lo que acaba de suceder y, dado lo discreta que acostumbra a ser, le da apuro que alguien haya sido testigo de ello. Porque, además, esta vez no ha recurrido a sus amigas, ha sido ella quien se ha lanzado sin cohibirse lo más mínimo. ¡Cómo para pensarlo y que se sonroje de la vergüenza!

Ana se da cuenta enseguida de que pilla a Manuel totalmente desprevenido, que éste espera recibir una buena bofetada, si es que no tiene el valor de mandarle a la porra, por no decir algo un poco más fuerte, pero estamos en la Pascua, esa noche es la Vigilia y mientras las leyes no cambien, lo del asesinato con premeditación y alevosía sigue siendo un delito penado por la Ley. Manuel se espera verla tan enfadada que su reacción le vaya a estar retumbando en los oídos y, sobre todo, en la conciencia, lo que le reste de vida, ¡»el muy….»! Sin embargo, lo que espera sean unas palabras se le destrocen en mil pedazos el corazón, que el hundan en la peor de las miserias, porque siente que eso es lo que se merece, le suena de una manera completamente distinta, le provoca un efecto completamente contrario al que se espera. Ana no le arranca del pecho el corazón para echárselo a las ratas de las alcantarillas.

Lo que ella le susurra al oído es lo que en justicia se merece, porque hasta ahora Manuel ha sido de los que proclamar a los cuatro vientos sus afanes de conquista, se ha puesto en evidencia delante de todo el mundo y ha avergonzado a todas aquellas en las que se ha fijado. Sin embargo, Ana le da una lección de humildad, consciente de que les observan, porque es lógico pensar que las chicas que ya hay en la casa se han asomado a la ventana. Ante lo cual, en vez de colgar un letrero luminoso en mitad de la calle para que todo el mundo se entere de que ella está enamorada de él, se limita a decírselo al oído y dejar a la imaginación de los demás que piensen lo que ha pasado.

Aquel “Te quiero, tonto. Luego hablamos” me salió del corazón y no tanto de la cabeza, hasta el punto de que yo misma me asusté, porque tan solo esperaba que hablara conmigo cuando tuviera un momento, no que aquello fuera una confesión de mis sentimientos. 

Ana, 19 de abril, declaración de amor

«Te quiero, tonto, luego hablamos»

La intención y reflexión de esta secuencia de la novela, es justo esa, ese contraste entre los fuegos artificiales que espera Manuel cuando Ana le confiese su amor y la discreción con que ésta se lo plantea, porque, en realidad, el plan de Ana con respecto a «El camino de Emaús«, hubiera servido para que ambos se hubieran puesto en evidencia, para que toda la atención se hubiera centrado en ellos dos, de tal manera que la pretendida y estúpida heroicidad de Manuel al decir que rechazaba a Ana como su compañera, aunque sea una manera de ponerse en evidencia, una torpeza por su falta de discreción y una evidente humillación para Ana, ya que esa buena intención rompe por completo con la finalidad de aquel emparejamiento, al final les libra a los dos de esa tesitura. Consigue que este romántico momento se quede para los dos.

Nadie más que Manuel ha escuchado esas palabras en sus oídos, en su corazón. La impresión para los demás es que ha sido un instante tan breve, tan rápido, que es fácil suponer que Ana ha terminado por zanjar el asunto, su historia de amor, y no quiere volver saber nada del tema. Una chica enamorada no puede ser una chica que huye, ni el chico que ve cumplidos sus anhelos de conquistador puede ser ese que desaparece empujado por la brisa más suave, en vez de permanecer allí plantado y sentirse el más dichoso del mundo junto a su amada sin que nada más le importe.

Y como si se tratase de una historia que se vende por capítulos, con intermedios publicitarios. Ambos se han de enfrentar al hecho de que los demás les pregunten mientras se asean para cenar, con la suerte de que los chicos no saben lo que ha pasado y las chicas se encuentra con que Ana no se muestra muy habladora, aunque sí dispuesta a que esa última cena de la pascua sea un tanto especial para los demás porque es la continuación del Emaús. Sin embargo, Ana se lo plantea más como la ocasión de volver a juntarse con Manuel, que esta vez sí compartan mesa, aunque existe el pequeño inconveniente de que es el grupo de éste el encargado de servir y quizá no lo disfruten tanto como a ella le gustaría.

Es en este momento cuando de nuevo dejo este sábado 19 de abril en stand by, Manuel que ya está en el comedor y Ana sale del alojamiento de las chicas y se dirige hacia allí. Esta vez el reencuentro va a ser muy diferente. Sobre todo porque nadie sabe lo que han hablado entre ellos, pero se pondrá en evidencia de que han sido compañeros en «el camino de Emaús». Después de lo sucedido antes de salir, es lógico pensar que más de uno se espere que la situación se vuelva un poco tensa. ¡La tontería de Manuel ha sido demasiado gorda! Pero, a diferencia de otras ocasiones, esta vez las chicas no van a proteger a Ana, ésta tampoco se lo ha pedido. Ella se siente capaz de controlar la situación, sin haber dado muchas explicaciones. Se puede entender que Manuel ya ha cumplido con creces con su estupidez en la pascua, que, por orgullo propio, no se le va a ocurrir ni respirar porque no será Ana la única que le llame la atención.

Si pillais sitio, estáis invitados a cenar. Esta vez no hay tan solo una silla reservada, sino dos, por lo que el resto están para los primeros que lleguen y quieran disfrutar del espectáculo en primera fila. ¿Cómo va a ser ese recibimiento? ¿Se va a poner Manuel en evidencia? ¿Van a hacer público su amor? ¿Saldrá Manuel vivo de allí como diga alguna tontería? ¿Romperá Ana con su discreción habitual? Las chicas saben que algo gordo ha pasado entre ellos dos, pero todo son conjeturas que Ana no les ha querido concretar y el hecho de que sea la última en cerrar la casa da mucho que pensar.

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