He publicado un poco más de la novela «Esperando a mi Daddy»
- El comienzo del día 24 de junio de 1995,
Ya había publicado algo del día 30 de junio, en referencia a esas primeras primeras alusiones a que tal vez Jessica y su tutora han viajado a un lugar desconocido para Jessica donde quizá se encuentre Daddy. Lo del día 24 es propiamente ese viaje, en realidad e final del vuelo del avión desde el aeropuerto de Philadelphia, hasta ese otro aeropuerto que tan solo conoce Ana el resto de los pasajeros del avión, la tripulación y, sobre todo, el piloto, pero no hay tiempo para escuchar las traducciones de los mensajes que se dan por megafonía. Jessica tan solo entiende el inglés y la verdad es que se encuentra un tanto perdida y desubicada.

Os pongo en situación porque este viaje es importante, trascendental en la novela y en el devenir de la vida de Jessica, quien, con catorce años, se acaba de graduar en el Middel School, ha superado la edad máxima para permanecer en el internado y es tan cabezota que se resiste que la cambien de internado, aunque tenga asumido que debe dejar el colegio y pasar al instituto, de tal manera que el temor de todo el mundo es que, si se hace efectivo el traslado, se va a pasar los siguientes cuatro años de acá para allá, empeñada en seguir en el internado y sin atender a razones, mejor dormir en el porche del internado, a la intemperie, aunque tengan que regañarla e ir a por ella mil veces, que lejos de allí. Daddy tiene que ir a buscarla al internado o se le perderá la pista, dejarán de buscarle y ella perderá su identidad porque será una «don nadie», sin pasado, sin padres y con esa frustración en lo más hondo del alma y del corazón.
La única que le hace caso en esa búsqueda de Daddy que se toma en serio sus rabietas, es Ana, una de las tutoras del internado, quien, además, dispone de los medios para ello, pero sobre todo mucha paciencia con quien no atiende a razones, a quien ha de sacar del internado, sino por las malas, al menos engañada. Tienen que hacer ese viaje, pero como Jessica no quiere ir, ésta castigada a no saber dónde van, más bien, obligada a averiguarlo por sí misma.
De manera que este comienzo del día 24, aunque ya han volado desde Boston a Philadelphia, en este segundo vuelo, Jessica da muestras de sentirse un poco desorientada, desubicada, sin ser muy consciente del cambio horario «¿Qué hora es? ¿Hacia dónde vuela el avión?» De momento viajan de noche, por mucho que mire por la ventanilla del avión no va a ver nada. Está nerviosa, inquieta y la única manera de relajarse, de que esté tranquila, cuando no duerme es escribir en un cuaderno, porque sus desvelos no han de ser impedimento para el resto del pasaje, que se quede en su asiento y no se haga notar demasiado.
Jessica ha de tener clara una cosa, que no se ha de perder de la vista de Ana, porque ella si sabe donde van y debido a los malos precedentes casi mejor que sea Ana quien no le quite el ojo de encima no sea que Jessica se deje llevar por uno de esos impulsos locos suyos e intente regresar al internado por su cuenta. Pero, si no sabe dónde está, si no tiene más idioma para defenderse que el inglés, tampoco puede pretender ir muy lejos. Es una adolescente de quince años, a quien no va a ser fácil que permitan que viaje sola.
¿Alguien sabría decirle a dónde van? ¿Ha escuchado y entendido el mensaje del piloto? ¿A que no ha dicho «Aeropuerto Internacional de Toledo, España»? Pues entonces no sé por qué han tenido que alejarse tanto del internado, de Medford. ¿Alguien sabe a qué vienen? ¿Tiene alguna relación con Jessica o con esa parte de la vida secreta de Ana que no le cuenta a nadie? ¿Qué va a pasar con Daddy? ¿Alguien le ha avisado de que en las próximas dos semanas el internado va a estar cerrado por obras? ¿Qué pasa, si esta vez sí se presenta allí y nadie le abre la puerta? Sí, bueno, van a estar los albañiles, pero ¿Saben éstos dónde han ido Jessica y Ana? ¿No sería mejor que se dieran la vuelta?
¡Como broma pesada ya está bien! Seguro que Jessica ya ha aprendido la lección. Ya veréis cómo a partir de ahora se muestra un poco menos cabezota y más dispuesta a poner un pie fuera del internado, mientras no se trate de buscarle una familia de acogida ni de mandarla a ningún otro internado, está dispuesta incluso a que la lleven con más frecuencia a Carson Beach. Además, ya le ha prometido a Ana que le próximo curso no se saltará las clases de Spanish, que esta vez no se va a esconder en el baño, el aula de castigo ni en la biblioteca, el profesor de la asignatura va a aprenderse su nombre, aunque sea porque hay alguien sentado en su silla.

A ver, llegamos al aeropuerto ese, como se llame, nos montamos en el próximo avión rumbo al aeropuerto de Boston, aunque haya que hacer trasbordo y nos olvidamos de hacer viajes raros y de castigos que no tienen ningún sentido. ¿Para qué va a servir averiguar a dónde han ido? Jessica anhela y espera que la lleven con Daddy, si es que éste no viene a buscarla, pero si Ana supiera algo de éste, si le hubiera encontrado, se lo habría dicho y no se andaría con tanto misterio. Además, Toledo es la mejor ciudad del mundo y ni en el aeropuerto de Boston ni en el de Philadelphia había ningún cartel que indicase que aviones que tengan ese destino o procedencia, por lo cual, no vale la pena ni que Jessica se moleste en indagar, ya que 99,99999% seguro que no van a Toledo.
Ana: Vamos a bajar, de manera que, si tienes ganas de ir al baño, será mejor que te esperes hasta que lleguemos a la terminal. – Me avisa.
24 de junio, 1995
Interesante relato, Manuel
un placer leerte.
Abrazos
Natuka
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