Introducción
Una nueva reflexión sobre pasajes de la novela «Silencio en tus labios», sin haber añadido ninguna parte a lo publicado hasta ahora y queriendo seguir con esas reflexiones sin orden, aunque en este caso tampoco se trata de una revisión, sino, más bien, para resaltar esas escenas que ayudan a descubrir la complicidad y el modo de proceder de nuestra pareja de protagonistas.
En este caso se trata de una secuencia fechada el Sábado, 15 de febrero de 2003, un día bastante relevante en el desarrollo de los acontecimiento, un día bastante intenso por todo lo que se ha vivido hasta este momento y que anticipa todo lo que sucederá a continuación. Un día en el que Ana adquiere todo el protagonismo y no porque haya de padecer nuevas torpezas de su pretendido y poco acertado admirador.
Antecedentes
Para comprender este día y esta secuencia hay que conocer los antecedentes, que nuestra pareja viene de lo que ha sido un momento bastante tenso, aunque también puede decirse que ha habido reconciliación. Al menos ocasión para que hicieran las paces, porque, si suele ser Manuel quien con su actitud e insinuaciones mete la pata, aquel desencuentro entre ambos se debió a un impulso de Ana, por marcar distancias, llevada un poco por la desesperación, por el hecho de que de nada sirve que se desmienta que entre ellos dos no hay nada, porque es algo que está en boca de todos y hace a Manuel responsable de dichas habladurías.
En el encuentro de enero, porque Ana viene y tiene ocasión de recapacitar, ella acude a Toledo con intención de disculparse, no tanto por el trasfondo de su malestar como por su reacción, por la brusquedad de su carta amenazante, porque ella está bastante harta ya de que cada vez que acude a Toledo se hagan alusiones más o menos directas a la historia entre ellos. De hecho, su visita de aquel fin de semana terminó de una manera poco acertada a cuenta de la insinuación de que ella venía a Toledo en busca de novio, aunque en esta ocasión Manuel no se pudiera dar por aludido, porque se había mostrado bastante prudente y escarmentado.
¿Tienes cambio de 5 euros?
Por fechas se entiende que es el fin de semana de «San Valentín», de los enamorados, de los novios, sábado 15 de febrero, y Ana acude a Toledo para quedarse todo el fin de semana, desde el viernes por la tarde hasta el domingo, acude al encuentro y con idea de hacer planes con las amigas. En cierto modo, se siente liberada de su historia con Manuel, que ambos han pasado página o al menos es lo que ella espera, lo que le gustaría, a pesar de que no le hayan llegado rumores de que Manuel haya puesto su atención en otra y casi puede pensarse que tampoco ha querido preguntar, no vaya a ser que alguien deduzca que ello le afecta.
¡Qué no, que ya no le afecta! Aunque, bueno, tampoco es que se haya quitado del todo a Manuel de la cabeza, pero se supone que ellos dos ya están en paz el uno con el otro, que es un tema zanjado. Tan solo quedan las brasas de un fuego que se apaga poco a poco, porque ella no se quiere sentir responsable ni víctima de las historias ni quebraderos románticos que Manuel se puede inventar para acudir a esos encuentros o sentirse integrado en el grupo como el resto.
El caso es que Ana no se sabe muy bien quién ni el porqué, se empieza a extender el rumor, o el malentendido, de que ha acudido a ese encuentro con idea de reunirse con su nuevo novio. Lo cual llega a sus oídos y, como es lógico, no le deja indiferente. De manera que no duda ni un momento en señalar al causante de esas habladurías sin fundamento. Ella ha acudido por cuestiones organizativas y porque no tenía ningún otro compromiso este fin de semana.
¡A ver si se dejan ya de buscarme novio!
Pensamiento tácito de Ana
¿Cómo lanzar esa acusación contra Manuel sin que éste saque conclusiones equivocadas, en caso de que no tuviera ninguna culpa? Ya sabemos de la discreción de Ana en su modo de actuar, de manera que ésta es otra de esas ocasiones en que hace gala de su saber estar
Para que la situación no resultase demasiado brusca y darle opción a que fuera él quien aludiera a ello, si es que tenía algo que decir al respecto, en vez de una acusación directa, expresarle todo mi malestar por ese falso rumor, opté por ser un poco más discreta y sutil, pensé que, tal vez, si me mostraba un poco más afable, se confiaría.
Ana, 15 de febrero. A mediodía. Fragmento de la novela

Durante el retiro tan solo habló conmigo para preguntarme si tenía cambio para un billete de cinco euros, porque al preguntarle a los demás no había tenido suerte, ya que no era fácil que alguien llevase ese dinero en calderilla y, como era evidente, no fui la excepción, pero al menos hablamos. Me demostró que no me evitaba, aunque no tuviéramos tampoco mucho que decirnos por no remover viejas heridas.
Manuel, 15 de febrero. A mediodía. Fragmento de la novela
En compañía de una de mis amigas fui hasta el grupo donde se encontraba sentado, me situé a su lado, sin demostrar ningún nerviosismo, e hice la petición en general. Nadie llevaba cinco monedas de euro, pero la actitud de Manuel me pareció correcta en todo momento, incluso algo cohibido ante mi proximidad. No noté en él nada que delatara su responsabilidad sobre aquel rumor. Es más, me pareció que lo había escuchado y le daba cierto grado de credibilidad, de tal manera que mi falta de interés por sus sentimientos estaba más que justificada.
Ana, 15 de febrero. A mediodía Fragmento de la novela
Reflexión
Soy el autor de la novela, el escritor de cada palabra, de cada escena, de cada pensamiento de ñlos personajes, pero a veces me sorprendo con los detalles en apariencia poco relevantes, lo que me lleva a suponer que después es cada narrador quien cuenta su propia versión de los acontecimiento y yo me limito a plasmarlo, en un primer momento a lápiz y papel, pero después pasarlo al ordenador y tras releerlo infinidad de ocasiones me percato de los detalles, de la escenografía de cada momento, de la personalidad e intención de cada uno, de manera que hasta me atrevo a asegurar que les traiciona el subconsciente.
Ana dice:
- «Me situé a su lado«
Manuel
- «Durante el retiro tan solo habló conmigo para preguntarme si tenía cambio para un billete de cinco euros«
Hasta este momento de la novela, quienes la hayan salido, saben que Ana ha mantenido las distancias y la mantendrá mientras la relación entre ellos no sea un poco más estable. Ya en enero ella se amparó en esa discreción para tenderle la mano, pero esta vez se toma esta libertad consciente de que todo el mundo pondrá la atención sobre ella. De hecho, de las palabras de Manuel se deduce que su frialdad ha sido la tónica de todo la mañana.
Ya he dicho que éste es un día importante en la novela, que, de algún modo, empieza a marcar un antes y un después en el desarrollo de los acontecimiento. De hecho, para mí tiene más relevancia lo que sucede a continuación porque supone un contraste y plantea una duda existencial sobre si se trata de algo tan improvisado como parece en un primer momento o yo, como escritor y autor de la novela, me he de reafirmar en la idea de que soy un mero observador.
Sea como fuere, hay frases que leídas entre líneas dicen mucho más de lo que parece. Y no voy a desmentir el hecho de que con el tiempo he sabido sacarle partido a eso que no había sabido ver en un primer momento. De lo sucedido esa tarde se harán posteriores alusiones a lo largo de la novela.
Como escritor aficionado que soy, supongo que muchas veces me veo superado por mi propia creatividad, por esa subjetividad inconsciente que se plasma entre mis palabras y que tan solo se hace consciente con la distancia y la frialdad de los años.
Lo que para mí durante años ha sido la secuencia más personal de todas, por lo que trasciende, al final se convierte en la secuencia más romántica de toda la novela. No hay una declaración de amor, sino un arranque de sinceridad
En cualquier caso, lo que alguna me aconsejó, fue que, ante la duda, lo hablase con él, dado que no había riesgo de que me comiera y que, por mi parte, estaba tranquila.
Ana, 15 de febrero. A mediodía. Fragmento de la novela
Esa tarde/noche Ana y Manuel tienen ocasión de hablar, de sincerarse. Como dijo no queda claro si esta conversación es algo tan improvisado como parece dar a entender la novela o es que yo, como escritor, he caído en la trampa que me han puesto los personajes, de lo que fui consciente unos cuantos capítulos después no al corregir la novela, sino a la hora de que los personajes hagan memoria de este acontecimiento.
Me salió de manera tan natural que no pensé en ello, pero el caso es que le llamé “tonto”. Fue lo único que se me ocurrió como respuesta a sus excusas y justificaciones.
Ana, 15 de febrero. Por la tarde Fragmento de la novela
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