¡Ni mañanitas ni leches! Chicos fuera

¡Éstas son las mañanitas….

Mejor ir aseados, pero no tan informales

Es domingo por la mañana, suena el despertador en la casa de los chicos y éstos se levantan un tanto acelerados, ¡Hay que ir a despertar a las chicas! De manera que, como Manuel da a entender, a alguno le sacan de la casa con la legaña aún pegada, pero no importa. Las chicas no se van a asustar por verles con esa cara de recién levantados porque tampoco esperan que ellas vayan a tener mucho mejor aspecto.

Los chicos nos despertamos a las nueve, no tanto por cuestiones de horario o falta de sueño como por la tradición o costumbre de otras convivencias, debíamos rondar y despertar a las chicas. Era nuestro último día y después de todo lo que habíamos vivido, alguna licencia en ese sentido se nos permitía en ese espíritu de fraternidad. Era una continuación de la alegría nocturna o, más bien, la alegría pascual que aún nos embargaba. Era nuestro cuarto despertar allí y el hecho de marcharnos sin esa visita a su casa hubiera sido una torpeza, más aun sabiendo que no nos recibirían escoba en mano, sino dispuestas a permitirnos la entrada, siempre y cuando mantuviéramos la compostura, lo cual se daba por sentado. Lo más grave que nos recriminarían sería la hora en que las despertábamos, si íbamos un poco más tarde no habría tiempo para el desayuno, tan solo para la misa de Resurrección a las doce. Fuimos en actitud fraternal, asumíamos que ellas se lo esperaban y estarían convenientemente presentables.

Manuel, 20 de abril, despertar del domingo

¡Corre, date prisa, no sea que las encontremos ya vestidas! ¡No sea que se nos adelanten! Ponte lo que sea y vayamos porque tampoco disponemos de demasiado tiempo.

  • Ahí van esos novios al reencuentro de sus novias,
  • Ahí van esos que no tienen pareja queriendo tener un detalle de fraternidad y complicidad con las chicas
  • Ahí van esos chicos con la expectativa de saltarse las normas y que, al menos la última mañana de la convivencia de la pascua, se les permita cruzar esa puerta.
  • Ahí van esos ocho chicos cantando, no todos con voz muy angelical, a despertar a las chicas.
  • Ahí van los guitarristas y los cantantes, juntos con los que tan solo les acompañan para hacer bulto, por no quedarse atrás.
  • Ahí van todos con la curiosidad e intriga de ver a las chicas recién levantada. ¿A cuál de ellas van a sorprender aún en el saco?
  • Ahí va Carlos que ha asumido ese papel de liderazgo, porque para nosotros es un recién llegado, pero para los demás es alguien que mueve a las masas dentro del grupo.

Pero, sobre todo, ahí va Manuel, arrastrado por los demás, consciente de que su talento para el canto, para la música, brilla por su ausencia. ¿Le escribirá un poema al despertar de Ana? Él tan solo lleva su corazón, sus dudas, su incertidumbre y toda su curiosidad con respecto a Ana. ¿Será verdad todo lo vivido en la tarde/noche del sábado o un mero espejismo?

Ana se fue a dormir sin darle ocasión de que le diera las buenas noches, desapareció de la fiesta junto con Carlos, sin darle explicaciones y después ya no regresó. Carlos se ha presentado allí sin pareja, se ha quedado a dormir y, por la mañana, es de los que impulsan a los demás a correr hacia el alojamiento de las chicas. ¿Se acordará Ana de que ella ya le ha confesado a Manuel sus sentimientos, que entre ellos ha habido besos de chocolate? ¿Significará algo para ella todo aquello después de haber tenido esa conversación con Carlos?

Sobre todo la gran pregunta es:

  • ¿Las chicas les dejarán entrar?
  • ¿Aún tendrá alguna vigencia eso de las «gadgets amigas»?
  • ¿Cómo estará Ana cuando los chicos llamen a la puerta?
  • ¿Querrá Ana que Manuel la vea en esas condiciones?

Porque si a lo largo de la pascua no han dejado que éste se acercase a su mesa, se sentará en su mismo banco; si tras la Vigilia éste intentó pasarse de besucón con la excusa de felicitarle La Resurrección, y tuvieron que intervenir, arrancársela de los brazos, el hecho de que se esta mañana se meta «hasta la cocina», hasta su dormitorio, suena, más bien, prohibitivo. A Manuel deberían declararle «persona non grata en el pueblo», al menos hasta que Ana esté lo bastante despierta como para que Manuel sienta esas miradas asesinas, si se acerca a menos de mil kilómetros de ésta. Porque las miradas y la actitud de sus amigas no va a ser mucho menos permisivas ni condescendientes.

A los demás tampoco es que vayan a montarles una fiesta y declararles hijos adoptivos del pueblo, con la entrega de la llave del alojamiento de las chicas. Pero, son los demás, los novios de unas, los amigos de todas y no han hecho méritos para que desconfíen de ellos. ¡Pero vamos, que como alguno se pase de listo, ya sabe el recibimiento que le van a dar!

… que cantaba el Rey David!

Las chicas se despiertan un tanto agitadas esa mañana: «¡Viene los chicos!» ¿De verdad, van a venir? Es el último día de la convivencia de la pascua, es el último día y como sucede en todas las pascuas, campamentos y convivencias, como sucede cada vez que éstos confían en tener una concesión por parte de las chicas, porque acudirán todos juntos, los chicos tiene por norma, por costumbre, ser quienes las despierten, quienes les rondan. Es la última mañana y más que compartir la pena por la despedida, les quieren contagiar la alegría por haber compartido esos días con ellas.

El último día se permite que los chicos se vuelvan un poco más detallistas con sus respectivas parejas, pero aquellos que no tienen se quedan sin excusas para mantenerse al margen.

Se trata de otra actividad más y, dentro de lo que cabe, las chicas están encantadas con la visita, porque se rompen las formalidades, aunque no la compostura. Los chicos tan solo les reclaman cinco minutos para amenizarles el despertar con sus cantos y después les dejarán que aseen, porque a ellos también les hace falta, aún llevan la legaña pegada.

Chicas en pijama

¡Vienen los chicos! ¿Vendrá Manuel? ¿Vendrá para reclamar el amor de Ana como quien conquista un castillo y pretende izar su bandera en el mástil de la torre o estará tan acobardado por la situación que nadie se dará cuenta de que está allí? ¿Hará alguna de sus típicas tonterías por llamar la atención? No hubo beso ni despedida de buenas noches, Ana le dejo abandonado en el comedor, porque tenía que hablar con Carlos y después ya no se sintió con ánimos para regresar. ¿Habrá hablado con Carlos? ¿Se habrá ido éste de la lengua o habrá mantenido en secreto la conversación? La conversación fue sobre cuestiones personales, pero Ana se tomó la libertad de sincerarse con matices. Aún mantiene una buena relación de amistad con Carlos y quiso darle a entender que se sentía feliz de nuevo, que ya daba por superado todo lo habido entre ellos.

¡Qué vienen los chicos! ¿Te levantas y te aseas? ¿te quedas metida en el saco? ¿te haces la sorprendida?…..

Porque los chicos vienen con la absurda creencia de que las chicas no se lo esperan, aunque, al final, son ellos los sorprendidos. Porque, aunque éstos, al menos alguno de ellos, debería dar clases de cantos antes de abrir la boca, si pretenden competir con las chicas, sin duda éstas les sabrán recibir con la mejor de sus sonrisas. Sin duda, incluso la que aún se encuentre medio dormida, conseguirá que la habitación se ilumine con algo más que la luz que entre en la ventana o proceda de la bombilla.

De manera que antes de que los chicos lleguen, de que sus voces más o menos afinadas y el sonido de las guitarras procedentes de la calle, alcancen sus oídos y despierten a aquella que aún no ha vencido el sueño, porque dormir cuatro horas les ha sabido a poco, tienen tiempo para prepararse; para decidir si les permitirán entrar y, sobre todo, para fijar los límites de esa invasión matutina, para que no las consideren unas bordes ni demasiado frías. Es domingo de Resurrección, es la alegría de la Pascua.

¿Qué harán las chicas cuando vean que entre los chicos, no es que haya un intruso, sino que está Manuel? ¿Les ha confesado Ana a sus amigas que éste es el gran amor de su vida? Si lo ha hecho ¿Eso hace que éste tenga algún privilegio? ¿Se hará público y oficial eso de que ya son pareja?

Dicen que la curiosidad mató al gato.

De manera que, si Ana se ha sincerado con su amigas, faltarán escobas, que no voluntarias, para utilizarlas. Si aún se mantiene ese amor en secreto puede que con mayor motivo. Manuel ya ha hecho demasiadas tonterías durante estos días y el hecho de que venga con los demás no es motivo para que haya una mayor permitividad. El alojamiento de las chicas ha de recibir la misma consideración que esa silla del comedor, la del rincón, al que no se ha podido acercar, a pesar de sus frustrados intentos. Ana se merece un respeto, un mínimo de consideración, que éste no parece le haya dado. ¡Que te confías un poquito y se aprovecha!

¿Qué sucede con los novios de las demás?

Yo creo que ya les escucho acercarse….. ¡Llegan los chicos!

Cuando los cánticos llegaron a nuestros oídos, con voces no muy afinadas, todas nos alborotamos un poco. Algunas de las chicas ya habían salido del saco, se aseaban, porque ya era la hora y había que ir a rezar laudes antes del desayuno, mientras que otras nos sentíamos mucho más perezosas y dormidas. Hubo quien se asomó por la ventana para cerciorarse de que se trataba de los chicos, para que éstos supieran que les habíamos oído y esperábamos que nos deleitaran con aquellas canciones. Llegaron todos juntos y antes de cruzar la puerta nos pidieron permiso. Ya que se habían acercado hasta allí tenían que hacer una visita completa, que quienes aún seguíamos metidas en el saco, o tuviéramos vergüenza a asomarnos por la ventana, también les viésemos y disfrutásemos de aquel momento como el resto. Nos alborotamos un poco porque estábamos recién levantadas y no muy presentables para ellos, pero había la suficiente confianza como para no darle más importancia. Ellos sabrían comportarse como caballeros y nosotras no haríamos nada que les pusiera en un compromiso. No éramos extraños, sino hermanos.

Despertar del domingo 20 de abril

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