Introducción
Seguimos con lo sucedido el domingo 20 de abril.
- Los chicos ya hemos ido a despertar a las chicas, a cantarles eso de «Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David….» y nos hemos enterado que Ana ha hecho oficial eso de que ya tiene novio, porque, Carlos, su ex, se ha ido de la lengua para desmentir y aclarar que entre ellos no hay ni ha habido nada desde hace más de dos años, más que una buena amistad. Tan solo queda pendiente saber el nombre del afortunado que ha conseguido conquistar con su belleza personal y encanto el corazón de Ana ¡Los hay con suerte! ¿Quién será? Ana no suelta prenda
- Todo el grupo se ha reunido para rezar laudes en la capilla. Y no sé vosotros, pero yo sí he dado cuenta de que entre Manuel y Ana ha habido cruce de miradas. Después de todo lo que ha sucedido llevan desde ayer por la tarde. Desde lo de «el Camino de Emaús» ambos se comportan de una manera un poco extraña, como en estos últimos días, pero ahora es Ana quien se muestra algo más receptiva, aunque mantiene las distancias. ¡Es que lo del descarte de Ana como acompañante para el Camino de Emaús fue una verdadera torpeza de Manuel! Entre las chicas se comenta que Ana se había hecho ilusiones, pero también temido que hubiera sido una mala idea.
- Que al final hicieran el Camino juntos fue un poco trampa. Un improvisado cambio de pareja casi al comienzo. Pero, vamos, que ninguno ha contado nada al respecto, aunque algunas chicas comentan que Ana le susurró algo a Manuel. Que si anoche cenaron juntos, fue por el empeño de las chicas de que la cena sirviera de continuidad al camino de Emaús. Ana no puso reparo ni aun siendo consciente de quien sería su pareja en esa cena.
- Durante la Vigilia ni siquiera se cruzaron y en la fiesta posterior, con la excusa de felicitar la Pascua, hay quien dice que Manuel se intentó pasar de listo, de besucón, pero que, como Ana se ocupaba del reparto del chocolate, tampoco le hizo mucho caso. Cuando llegó Carlos, Ana y éste desaparecieron por la puerta y ya no regresaron a la fiesta.
Antecedentes
Antes de hablar del desayuno conviene recordar cómo transcurrió la cena del sábado, de la víspera
Cuando me senté, y a pesar de que la gente nos observaba, ella se inclinó hacia mí, apoyó su mano sobre mi hombro para no caerse y me susurró al oído las mismas palabras que me había dicho antes. Después recuperó la posición inicial y siguió cenando como si allí no hubiera pasado nada; puñalada trapera por la espalda ante dieciséis hermanos, un sacerdote y un plato de comida tan apetecible como nutritivo. Sin embargo, no tuvo la menor consideración conmigo. Disfrutaba con la tortura, con pleno conocimiento. Si no envenenaba la comida, prefería que fuera tal impresión que me quedase sin apetito y me muriera de hambre. Tenía testigos que la amparasen cuando se pusiera en duda su inocencia delante de un juez. Sería yo quien quedase en mal lugar por inoportuno e indiscreto. Ella me estaba matando a base de sustos por la impresión y yo no hice nada en mi defensa ni en respuesta. Me estaba dando mi merecido donde más me dolía.
Manuel, sábado 19 de abril, cena
Tampoco os podemos olvidar del desayuno del jueves, 17 de abril
El desayuno lo sirvió su grupo y, como ya me comentó el día anterior, tuvo mucho cuidado y no se acercó por donde yo estaba. De mi mesa se ocupó otro, aunque confieso que hubiera esperado algún detalle por su parte en ese sentido, pero comprendí aquella actitud con algo más de humildad y resignación. Yo, como todos, había ido hasta allí, a la Pascua, despreocupado por quien estuviera, con la excepción de alguien conocido que me llevara. La presencia de Ana para mí había sido toda una sorpresa y, en consecuencia, no había entrado en mis planes, aunque tampoco negase que me fuera del todo indiferente. Su sola presencia, nuestro encuentro en aquella pascua, era toda una novedad y después de los últimos acontecimientos para mí cobraba una mayor relevancia.
Manuel, jueves 17 de abril, desayuno
Desayuno del domingo
De nuevo es el grupo de Ana quien sirve el desayuno, de tal manera que, si al despertar, con la noticia de que ya tiene novio, ésta acapara toda la atención. Allí, en el comedor, tiene la excusa perfecta para irradiar esa felicidad de enamorada porque «¡ya tiene novio!«
Esta vez Ana se lo plantea de una manera muy diferente, ya no necesita esconderse, disimular ante Manuel, aunque pretenda no delatarse ante los demás, pero se entiende que quien más y quien menos tiene una ligera idea de quién es el chico afortunado o «el metepatas» a quien Ana pretende hacer sufrir con ese silencio, porque ella sí ha hablado. Esta vez no ha desmentido el hecho de que tiene novio. Quien calla otorga, pero en toda relación de pareja, en todo noviazgo hay dos personas implicadas.
- Bueno ¿Manuel dónde se va a sentar? ¿En la silla del rincón donde los demás no lleguen, como acostumbra a hacer Ana o en ésta de aquí que está al paso?
Aquella mañana hubo desayuno para veinte y sirvió el grupo de Ana. Y dado que no había sitio para todos, éstos se quedaron de pie y esperaron al segundo turno, lo que para Ana fue un motivo de alivio, dado que no tuvo que escoger asiento para disimular o confirmar nada, aunque yo estuviera privado de su compañía, no así de sus sutilezas, que se callaba mi nombre porque había demasiado eco en su corazón y no le salía.
Manuel, domingo 20 de abril, desayuno
De hecho, la silla del rincón se quedó vacía, como si estuviera reservada para mí, lo que fue el reflejo de lo triste que Manuel se sentiría y me sentí incapaz de no hacerle un poco de caso, como había hecho por la noche con el chocolate. Tenía la oportunidad de demostrarle mis sutilezas. Lo cierto es que me di cuenta de que, si durante la Pascua él se había mostrado un tanto obsesionado conmigo, a su manera, le correspondía a la mía, sin que se sintiera agobiado, aunque en mi caso me atreviera a ser un poco más osada porque confiaba en que contaba con su complicidad, mientras que sus intentos por acercarse a mí habían contado sin que me viera implicada.
Ana, domingo 20 de abril, desayuno
- ¿Qué va a desayunar? A ver. Pasad la jarra de leche y las galletas, que parece que tiene hambre.
- Espera, deja que Ana te sirva.

Me hice responsable de servir la leche caliente, me ofrecí voluntaria. Lo que fuera con tal de tener una excusa para moverme por las mesas con libertad y ese acercamiento a Manuel sin que ello llamara la atención de los demás. Con todo el descaro que la ocasión ofrecía, me acerqué a su mesa con la jarra de leche caliente y me coloqué junto a Manuel con premeditación y alevosía. Era mi oportunidad para que supiera que lo sucedido aquella noche no había quedado en el olvido, que, a pesar de lo distantes que estaba desde que me había despertado, aún necesitaba de esa cercanía con él. Como si necesitara colocarme bien, dejé un momento la jarra sobre la mesa, le robé una de las galletas, cuando me pareció que nadie tenía puesta su atención sobre mí, y me la llevé para comérmela cuando fuera mi turno para el desayuno.
Ana, domingo 20 de abril, desayuno

«A la Pascua no se viene a hacer el tonto» ¿Os acordáis? Pues eso es lo que todo el mundo debe estar pensado que hace Ana mientras sirve el desayuno. Se la ve llena de felicidad, ¡está enamorada! Se la ve rodando de acá para allá como una peonza y tan solo se atasca cuando llega junto a Manuel. Sin embargo, éste debe tener hambre porque ha sido el primero en terminar. Eso de «con verte me alimento» no va mucho con él. ¿O sí?
La noche anterior se quedó a medias con el postre, Ana tan solo le dejó media naranja. Se comieron una entre los dos. Ahora, para desayunar, Ana le ha «robado» una galleta.

Entendemos que a Ana le han «robado» el corazón, ¡pero como la convivencia se alargue mucho más, el pobre Manuel va a pasar más hambre que un tonto! El que en su foro interno se quejaba que a lo largo de estos días de convivencia Ana se escondía en la silla del rincón y se mantenía ajena e ignorante a sus fallidos intentos por compartir mesa con ella, por que le dedicase un mínimo de atención, a partir de ahora tendrá que defender su comida con uñas y dientes
Cena del 15 de febrero
Lo cierto es que esto de que nuestra pareja de tortolitos comparta comida no es algo exclusivo de la convivencia de la pascua, hay un precedente, que de algún modo da un giro a esta historia, trae nuevos aires a lo que han sido sus desavenencias y desencuentros hasta entonces, aunque hubiera esa conversación previa entre ellos y para aquella cena con los amigos Manuel fuera un poco condicionado por las circunstancias, dado que Ana no sabía llegar y nadie se iba a acercar a recogerla. ¿Para qué molestar a nadie más si Manuel estaba allí y no tenía otros planes?
Como la cena era por parejas o tríos, para compartir gastos, dada la abundancia de la comida y que a esas horas no teníamos tanto apetito, aunque mi atención y conversación se centrase en mis amigas, no puse reparo en que Manuel y yo compartiéramos, sin que ello significase que él invitara, tan solo que pediríamos lo mismo para los dos y cada cual pagaría su parte cuando llegase la cuenta. La verdad es que, aclarada la cuestión de la comida, me desentendí de él, como si no estuviera allí. No me sentía con ánimos para que acaparase mi atención, cuando necesitaba de la complicidad de mis amigas, intrigadas porque les explicase los últimos acontecimientos de mi vida y que me pusiera al corriente de los suyos
Ana, cena del 15 de febrero
A mí, como escritor y autor de la novela, me resultó un detalle curioso, establecer esa complicidad entre ello en torno a la comida, como un momento de complicidad inocente, porque hasta ese momento todo han sido malas caras y, sobre todo, establecer distancias para que no haya malentendidos. En torno a la comida tienen la oportunidad de conocerse, de compartir, de establecer una primeras pautas de equilibrio dentro de la relación, sobre todo de estar relajados el uno al lado del otro.
Queda en el aire la duda y la pregunta de qué fue lo que provocó que Ana cambiase de parecer en cuanto a esas pretensiones de Manuel, según ella cuenta, todo cambió esa noche, casi sin que se que se diera cuenta, aun después de haberle dicho que éste estaba muy lejos de llegar a tener una mínima posibilidad.
En esta historia sabemos que hubo un antes de esa noche de febrero, como ésta claro que en el desayuno de esa mañana de domingo, necesita que Manuel se sienta cómplice de su alegría y buen humor, que se despeguen sus muchas dudas, porque éste no parece que se lo crea del todo, pero «Lo tuyo es mío y, si te quito una galleta, será como si desayunásemos juntos cuando me la coma». «Tengo tanta confianza conmigo que sé que no te molestará que te robe»
20 de abril por la mañana
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