Y el otro pie detrás de «ese chico»

Esperando a mi Daddy

Secuencia: Sunday, July 2, 1995. 09:00 AM-01:55 PM

Reflexiones de Jessica

Photo by Anna Nekrashevich on Pexels.com

Hoy me he despertado pensando en chicos, pero no en cualquier chico, sino en uno en concreto, En ese con el que me crucé dos veces el viernes por la tarde, el que iba con el perro.

¡Ya pienso en chicos! ¿Acaso ya empiezo a ser una adolescente normal? ¿Voy a empezar a comportarme como la típica adolescente alocada? ¿Qué tiene ese chico de especial que no tengan los demás?

Es mayor que yo, supongo que debe vivir por aquí. Hay demasiados chalés como para saber en cuál. En realidad, no era necesario que vinieramos hasta este lugar en medio de ninguna parte, para concienciarme de que los chicos tienen algo que no sé muy bien cómo explicar, aparte de que me parezcan tontos.

Ana: (Se asoma por la puerta) ¿Te parece que así vas bien vestida para ir a misa? – Me pregunta. – No sé hasta dónde estás dispuesta a llevar tu rebeldía, pero mejor que no olvides las buenas costumbres.

Sunday, 02/07/1995. 09:30 AM. Dormitorio

Para colmo, y vergüenza más propia que ajena, Ana me sorprende escribiendo en el diario sobre ese chico. ¡Aquí no tengo misma la privacidad que en mi dormitorio del internado! No me da tiempo a reaccionar

«¿Que qué hago? Nada. Aquí observo el paisaje por la ventana.»

Pero, como Ana sabe mejor que yo cómo gestionar estas «pilladas», en vez de lanzar la típica pregunta acusadora o hacer un comentario jocoso para dejar constancia de que me ha «pillado», se limita a preguntarme si ya estoy lista para ir a misa. Después de nueve días, aunque no me haya movido del chalé, de la urbanización, salvo para ir a misa, es una suerte que mi maleta no viniera vacía y que aún me quede ropa para volver a ir a misa.

Ana: Si te espabilas, salimos dentro de diez minutos y vamos a pie. – Me propone. – Seré buena contigo y te daré la oportunidad de que veas por ti misma dónde estamos, que no pienses que te tengo aquí encerrada y aislada del mundo.

¡Oye, pero que hoy no nos llevan en coche!

Este domingo, el segundo que estamos aquí, como se supone que estamos algo más descansadas y con ganas de descubrir dónde estamos, al menos esa es la expectativa de Ana, hoy vamos a misa andando, a pie. Ya sabes, un pie delante y otro detrás, así hasta llegar a la iglesia.

Un pie delante de otro, pero mejor con calzado que el paseo se presenta largo

Es decir, hay que salir antes y tomárselo con calma. ¿Será verdad eso de que no estamos en medio de ninguna parte? ¿Acaso la ciudad no está tan lejos?

Y lo más importante de todo ¿Tú sabes cómo se llega hasta allí, hasta la iglesia donde estuvimos el domingo pasado? Porque supongo que iremos a la misma y que vamos a ir las dos solas. Necesitamos a alguien que nos muestre el camino. A ser posible el más corto y directo. Que no nos pasemos la mañana dando vueltas a la urbanización ni perdidas por medio del campo. Aunque me parece que el domingo pasado, no cabía nadie más en el coche y por eso no viniste.

Campanario una iglesia en Medford, Massachusetts

Para saber dónde está la iglesia habrá que fijarse en el horizonte, por donde destaque y sobresale el campanario sobre el resto de las edificaciones y el paisaje, sobre todo, según te acercas.

Vistas desde la entrada del chalé

Sin embargo, desde los alrededores del chalé de los amigos de Ana, lo único que se ve es campo, un campo de olivos que se extiende de manera infinita hacia el horizonte. De manera que o Ana tiene muy claro dónde vamos y el tiempo calculado o nos perderemos, nos quedaremos sin ir a misa y me habré de confesar en cuanto tenga ocasión. No sé si se vale eso de culpar a Ana.

Yo sé llegar hasta la calle principal, porque ya he bajado hasta allí con la bicicleta, pero eso de saber dónde está la iglesia más próxima o cómo se llega a pie, sin que el paseo resulte agotador ¡Ni idea! Ya te aseguro que en esta urbanización no está, salvo que se encuentre por esos caminos por los que Ana me recomienda que no me vaya.

Ana: Mira, sigamos a aquel chico. – Me propone. – Tal vez vaya a misa como nosotras. – Justifica. – Quizá conozca un atajo y no tengamos que ir por la carretera como si fuésemos un coche.

Sunday, 02/07/1995. 10:20 AM. Calle principal

Sí, hay un chico que va en la misma dirección que nosotras, pero tambien hay otro que va en sentido contrario. ¿A cuál seguir? ¿Cómo saber quién de los dos acude a misa como nosotras? ¿Por su manera de vestir? ¿Por el sentido de la marcha? ¿Y si nos equivocamos de chico?

Paradas en mitad de la calle no hacemos nada y esta mañana los amigos de Ana no pueden acercarnos con el coche ¿Acaso ellos no van a misa? ¿No se supone que son amigos de Ana, que los ha conocido en uno de los Encuentros de jóvenes con el Papa? Si hoy no vamos a misa, Ana me cuelga de las orejas y no hace preguntas. Sus amigos, en cambio, pueden hacer lo que quieran, que ya son mayores y tienen coche propio.

Hay que seguir a «ese chico» ¡A saber a dónde van los chicos de la urbanización los domingos por la mañana! ¿Y si en vez de ir, está de regreso a su casa después de una noche de fiesta? ¿No será un chico de esos que ha venido pasado la noche con los amigos o la novia y se escabulle por la mañana?

El caso es que Ana espera que no fijemos en un chico que se encuentra allá, a lo lejos; que parece algo mayor que yo. Un chico que anda solo por la urbanización y con un destino difícil de determinar de antemano.

¡Hay que perseguir a «ese chico» y no perderle de vista! Eso es lo que ha dicho Ana y eso es lo que hacemos. ¡Esta mañana tengo permiso para ir detrás de los chicos! Pero porque es domingo y parece que vamos al mismo sitio, que éste sabe dónde llegar sin perderse.

¡Así, con todo el descaro! ¡Dos chicas persiguiendo a un chico!

Si a mí un chico me siguiera, saldría corriendo y más si estoy en un lugar que no conozco.

¿Acaso, si se entera, no se sentirá acosado?

¿Acaso no suelen ser los chicos quienes van detrás de las chicas?

Si eres una chica, mira detrás de ti, no sea que tengan un «admirador secreto» de esos poco recomendables.

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, presta el Servicio telefónico de información y de asesoramiento jurídico en materia de violencia de género, a través del número telefónico de marcación abreviada 016.

Teléfono 016. Trámites

En la iglesia

Por segunda vez acudimos a esta misa, a esta iglesia, y por segunda vez me contraría eso de que el sacerdote tenga aspecto de ser sudamericano. Si ya me contraría eso de que el chalé de los amigos de Ana se encuentre en medio de ninguna parte. Lo del sacerdote sudamericano acentúa aún más mi confusión.

Entonces ¿No estamos en España? Aquí se habla en español, pero los sacerdotes de esta iglesia no parecen españoles. Será que éste es un lugar de vacaciones en algún lugar del Centro o Sur de América donde se reúnen los españoles durante los meses de verano. Algo así como una colonia o un último vestigio de la época colonial. ¿Acaso los españoles son tan ricos que se van de vacaciones dónde quieren? Los amigos de Ana no me lo parecen.

Pero es que todo parece de reciente construcción.

Mira. Si te digo la verdad, yo ya empiezo a no saber dónde estoy ni a entender nada. Me había había hecho la falsa ilusión de que habíamos venido en busca de Daddy, de alguna pista sobre su existencia o localización. Sin embargo, tengo la impresión de que estamos lejos de cualquier sitio donde yo quiera estar. Hasta el punto que la única cara conocida, por decirlo de algún modo, es la del chico al quien hemos seguido hasta aquí, que parece ser el mismo con quien me cruce el viernes por la parte, el chico del perro.

Ana: ¡Eres tú quien no sabe dónde estamos! – Replica. – Por supuesto, dado el ánimo que tienes, tampoco mereces que sea yo quien te aclare esas dudas. – Me advierte con intención. – Si no tuvieras ese empeño por pasarte el día pegada al teléfono o pendiente de esa llamada, disfrutarías más y mejor de esta oportunidad.

Regreso al chalé

¿Cómo regresamos al chalé? ¡¡¡Corre, que se escapa ese chico!!!

¡Eh, chico como te llames, espéranos que no sabemos volver!

Pues no, ¡no hay chico que valga! Nos vienen a recoger en coche, que a estas horas de la mañana ya aprieta el sol y el calor. Lo que apetece es llegar al chalé, cambiar la ropa de los domingos por el traje de baño y lanzarse a la piscina, aunque sea a la comunitaria, rodeados de gente extraña que habla en español y que tienen aspecto de ser españoles, aunque ya no sabría confirmarlo con tanta rotundidad.

Piscina

Y aquí, en la piscina, al frescor del agua, Ana tiene la ocurrencia de proponerme un plan para esa tarde. Lo que sea con tal de que me olvide de esa llamada de teléfono, que parece que nunca se va a producir. Lo que sea con tal de que abandone esa cara de aburrida que aburre hasta a los aburridos.

Una visita a la ciudad. Sí, a la ciudad, a esas a donde Ana ha estado yendo durante toda la semana y que no se ve desde el chalé de sus amigos, a esa para la que hay tres autobuses al día de lunes a viernes. Iremos aunque hoy 2 de julio de 1995 sea domingo.

Esa ciudad está lo bastante cerca como para que podamos ir, hacer una visita turística y volver en la misma tarde antes de que anochezca. Incluso nos podríamos quedar a ver el anochecer. No hace falta que hagamos las maletas ni reservemos una habitación de hotel para esa noche ni los próximos días.

Ana: ¡Cómo se te ocurra tocar la maleta, te meto dentro! – Me advierte con complicidad.

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