Esta tarde, una vez que han pasado unos días después de la publicación completa del primer libro de la novela «Silencio en tus labios», me apetece plantear alguna que otra hipótesis de esas que ni siquiera se me ocurrieron mientras escribía la novela ni en las ocasiones en las que he me permitido hacerle algún otro retoque, alguno de los cuales entiendo que ha sido una buena idea, como eso de escribir la versión de Ana o recurrir al truco de esos amigos misteriosos, tanto por parte de uno como del otro, para que la conversación entre los protagonistas principales vaya más allá de lo que se dicen entre ellos o se callan. «El poeta» y «La dulce gatita» son, de algún modo, un recurso literario, una trama paralela de la historia principal, en la que tanto Ana como Manuel se permiten enfrentarse a un conflictos con un ánimo mucho más calmado. Lo que en realidad les hubiera gustado decirse, pero, por prudencia, por temor o porque en ocasiones es mejor callarse a hablar de más o en el momento menos oportuno. El caso es que «esos dos personajes secundarios», por definirlos de algún modo, aunque no tiene una gran relevancia, porque parecen más un añadido de última hora, tal vez en esta primera parte de la novela tengan más importancia de lo que en sí puede parecer.
¿Qué sabemos de estos personajes en realidad? Lo cierto es que no mucho o quizás demasiado porque yo, como autor de la novela y vosotros como lectores, sabemos mucho más que los personajes principales, que nuestra pareja protagonista. Para ellos es gente que esconde su anonimato tras la pantalla del ordenador, tras esos mensajes muchas veces un tanto escritos como desahogo después de que Ana y Manuel han tenido uno de esos desencuentros, de ese querer y no poder, porque no parece que sean capaces de entenderse. Ambos parecen en la novela casi a la vez, cuando esa historia de amor apenas se percibe en la novela, pero se hace evidente que, si no fuera a haberla, nada de lo escrito tendría sentido. Tanto Ana como Manuel andan en busca de ese amor que llene el vacío en sus vidas. Es Ana quien pone el cebo, selecciona a quien le parece el pretendiente menos interesado en complicarse la vida con una relación seria. Manuel es quien de algún modo pica, quien recoge hilo cuando siente que esa chica sin nombre le responde.
Junio de 2001
De manera que como esta parte de la novela trascurre entre febrero de 2002 y abril de 2003 hay tiempo y ocasión para que se intercambien algún que otro mensaje e incluso se ignoren, se sientan un tanto superados y contrariados por lo que les llega a su buzón de correo, porque es como estar viviendo su propia vida en paralelo. A nivel de la novela puedo confirmar que eso fue la base, la idea, que después me sirvió para escribir la versión de Ana, dado que me parecía un poco pobre eso de que Manuel supiera de sus torpezas o de todo aquello que acontecía en su vida mientras que Ana daba la sensación de estar calla, de no verse tan frustrada como pretendía dar a entender. Manuel tenía que ser en su vida alguien más que un chico un tanto molesto que le estropeara los encuentros con los amigos. Tampoco es que yo, como escritor haya disfrutado con esa particular tortura, pero desde el principio lo planteé más como una liberación personal por parte de Ana, como una manera de que aflorase todo aquellos que en su discreción Ana prefería callar. El lector debía ser capaz de empatizar con ésta desde el primer momento, que cada vez que se produce un nuevo encuentro entre los dos ya se intuya lo que puede pasar e incluso se produzca esa contrariedad por el hecho de que no suceda lo más previsible.
¿Y sí…. ?
El caso es que ¿y si en realidad el autor de esta novela no es más que un personaje más? ¿Y si yo supiera de la historia incluso menos de lo que afirmo? Porque lo que de verdad sucede es que al comienzo de la novela, en la Versión de Manuel éste ya tiene la osadía de adelantar acontecimientos. Es más, como algún conocido me ha llegado a insinuar, ello le resta interés a la novela. Que te cuenten el final en la primera página, provoca que te saltes muchas páginas. Así no te tienes que ir a la última página del libro para saber si te gusta la novela.
Era absurdo que se planteara la posibilidad de que aquella tarde hubiera surgido el flechazo entre Ana y yo.
Manuel, 7 de octubre de 2000
Sin embargo, el relato en la Versión de Ana es mucho más pausado, más dedicado a disfrutar de la lectura, a dejarse sorprender casi en cada línea por saber de los progresos de toda este particular romance a saltos con idas y venidas, con más desencuentros que risas, con más silencios que miradas de pasión, con más brasas que fuego apasionados, pero al menos hay brasas y donde quedan brasas prende la chispa.
¿Y si en realidad Ana calla más de lo que habla? Y en esto quiero poner el quiz de la cuestión y la razón de escribir esta entrada en el blog. Ya sabemos que ella al final de este primer libro, tras esos días de pascua, de convivencia, se nos presenta como una chica que está locamente enamorada del chico de sus pesadillas, aunque en el fondo siempre haya sido el chico de sus sueños, pero ha de superar el recelo que tal enamoramiento causa en los demás con mayor o menor argumentación y sentido. Manuel tiene su encanto, según algunas, pero Ana es capaz de descubrirlo.
Se me ha ocurrido pensar que tal vez Ana, en el fondo nos tenga engañados a todos y sepa o intuya algo que, como es lógico, los lectores de la novela podemos evidenciar casi desde el principio. Me refiero al hecho de que, aunque es cierto que por mi parte quiero dar a entender que lo del «El poeta» es algo así como un romance llevado en secreto, que aunque ninguno de los dos parezca tomarse esa cuestión muy en serio, esa complicidad se hace evidente, porque eso de que Ana le cuente sus penurias a un extraño no parece que tenga mucha lógica. No es de ser una chica muy sensata.
Lo que se me ha ocurrido pensar, porque, si es algo que ocurre con posterioridad en la novela y que como autor aprovecho como un recurso más para enredar la trama, es que Ana intuya quién se esconde tras la identidad de «El poeta», pero sería una temeridad, una osadía, que se lo preguntase a éste directamente, pero ello podría dar explicación a muchas cuestiones y realzar aún más la discreción de Ana a la hora de hablar de sus asuntos personales. En realidad es en la versión de Manuel donde se insinúa esa posibilidad.
cabía la posibilidad de estar conversando con el vecino de al lado sin darnos cuenta
Manuel, Junio de 2001
Habrá quien me diga que como escritor me he complicado demasiado, que me confundo al pensar que las mujeres pueden llegar a ser tan rebuscadas, dado que, si como quiero dar a entender, Ana lo intuye y tan solo le falta una evidencia clara para confirmarlo y, como se da a entender, tampoco es que al principio su interés por éste sea lo que palpite en su corazón, no tiene mucho sentido que siga con esa historia, que siga con ese juego de amores secretos que al final no terminan en nada. En cualquier caso, es una hipótesis que me atrevo a lanzar, porque ya aclaro que el hecho de saberlo en su momento marcará y mucho el devenir de toda la novela, pero que lo sospeche o descubra antes quizá justifique un poco más su valentía, su determinación.
Ya en su encuentro del 15 de febrero de 2003 las amigas difunden el rumor de que ésta tiene novio incluso antes de que alguien más pregunte o aluda al tema, antes incluso de que se llegue a cruzar con Manuel, ¿por qué no suponer que Ana ha estado compartiendo confidencias con las amigas, tanteándolas cuando está a solas con ella? ¿Quiénes pueden ser de su confianza y saber algo que ella ignora, conocer a Manuel hasta el punto de aclararle si éste es muy dado a buscar pareja por las redes sociales? Es más, Ana está queriendo descubrir la identidad de «El poeta» y es fácil concluir que éstas no conozcan a tantos chicos que se ajusten a ese perfil, a pesar de que tampoco dispone de muchos más datos. De hecho, lo que sí se cuenta en la novela es que Ana se preocupa por confirmar si Manuel ha escuchado los rumores sobre ese posible novio que le ha salido y a quien nadie conoce. Es precisamente esa tarde cuando los dos se quedan solos y ya he insinuado en alguna entrada anterior que eso parece más una pequeña trampa orquestada por Ana con la complicidad de las amigas.
En cualquier caso, lo que es seguro es que Manuel no sabe nada de la identidad de «La dulce gatita», no parece demasiado preocupado ni interesado por saber quién es, porque a pesar de la seguridad o la torpeza que comete al comienzo de la novela de aludir tan en serio al hecho de que Ana y él se va a producir ese flechazo, lo cierto es que se muestra un tanto frío, apático, encerrado en su mundo interior y es Ana quien le ha de hacer cosquillas para conseguir sacarle una carcajada, un beso; quien se vuelve loca de amor cuando le tiene conquistado y comiendo de su mano.
Sea como fuere, admito sugerencias y cualquier otra hipótesis que, sin desbaratar la novela, justifique el hecho de que una chica que lo tiene todo como Ana, salvo una salud de hierro, se fije en un chico como Manuel.
Si alguien saben quién se esconde tras el pseudónimo de «La dulce gatita», que guarde el secreto no vaya a estropear el desarrollo de la novela.