Diario: Friday, June 30, 1995
Friday, June 30, 1995 08:30 PM- 11:00 PM
Reflexiones de Jessica
Salí con la bicicleta a las 08:00 PM y en media hora ya estoy de regreso. La distancia no creo que supere 0,7 millas (1 km) en total. De manera que se puede decir que me lo he tomado con bastante tranquilidad y he ido a lo cómodo. Sobre todo porque he me frenado en las cuestas y esforzado poco en las subidas. De otro modo, hubiera sido un visto y no visto. Ana recomendaría que me diera otra vuelta, porque, para ser la primera vez que salgo sola, que «me escapo» con permiso, no lo he aprovechado bastante. Ella me dirá que no, pero me ha dado tiempo a cruzarme dos veces con el mismo chico y su perro.
Otro chico de paseo con su perro, uno de los que ladra tan fuerte a los otros perros, que se le escucha incluso desde dentro de las casas.

A quien me encuentro en esta parte del recorrido es al chico y al perro con los que me he cruzado antes en la calle principal y que van en sentido contrario.

Si esta parte de la urbanización fuera más grande, la vuelta en bicicleta hubiera sido más larga. Sin embargo, Ana me dijo que no me perdiera y, dado lo poco que hay que descubrir aquí, porque estamos en mitad de la nada, no tiene sentido alargar el paseo. Ya he cumplido con el paseo y ya es hora de llamar a Medford para preguntar si podemos regresar; si hay alguna novedad en cuanto a Daddy. Por eso de la diferencia horaria, ahora es buen momento. No les pillaremos en la cama ni nosotras habremos de trasnochar.
Ana me preguntará por el paseo. Pensará que me invento alguna excusa para que no me vuelva a mandar de paseo y menos si he de ir sola. La verdad es que no soy tan valiente. Y si no me terminan de gustar las cuestas empinadas, aunque sean como las que hay en nuestro barrio. Éstas cuentan con menos tráfico, pero tienen más curvas. El hecho de sentirme perseguida no es el mejor de los alicientes.
A mí lo que de verdad me interesa es que llamemos a Medford, ya que se supone que lo hacemos todos los días a estas horas. Digo que «se supone», porque Ana siempre encuentra alguna excusa para que no seamos nosotras quienes llamemos. Pero hoy yo he cumplido, he salido sola; me he mostrado un poco más animada y ello se ha de recompensar de algún modo. Aunque no sea yo quien llame, porque a mí no me van a hacer caso. Soy esa chica impertinente que tan solo tiene una obsesión y para la que todo el mundo tiene la misma respuesta. «No, Daddy no hay llamado».
¡Qué me dice Ana! Que durante mi paseo, por corto que a mí me haya parecido, han llamado los albañiles. Según parece, tenían problemas con las reparaciones en uno de los cuartos de baño, porque en dos semanas tampoco creo yo que les vaya a dar tiempo a derribar y levantar el internado de nuevo. Como se supone que Ana se ha quedado de responsable este verano, es a ella a quien le tienen que consultar, pero como estamos aquí, han de hacerlo por teléfono.

¡La diversión ahora está en el internado y nos la estamos perdiendo! Porque aquí ya llevamos una semana y al menos yo estoy muerta de aburrimiento, sin noticias de Daddy, si saber dónde estamos y sin que haya manera de averiguarlo.
Paseo nocturno
Después de cenar, porque en ese país se cena muy tarde, (10:00 PM), ya que parece que nunca se hace de noche, una vez que Ana y yo nos podemos relajar en el patio del chalé, no se le ocurre nada mejor que sugerirme que demos un paseo. ¡Un paseo por la urbanización en vez de mandarme a la cama! Espera que le cuente cómo me ha ido el paseo el bicicleta. Por si me da reparo que sus amigos me escuchen y me entiendan, mejor que tengamos un momento de tranquilidad y privacidad. Por la calle hay ojos, pero no orejas.
Preferiría irme a dormir, eso de «¡A la cama que es tarde!«. Sin embargo estamos de vacaciones, mañana es sábado y, a diferencia de días anteriores, Ana está de los más relajada. De dónde ha estado ella por la mañana no dice nada. Pero yo, que tan solo me he dado una vuelta a media urbanización, le tengo que contar mi vida y milagros. No he encontrado nada de interés ni diferente a otros días en que me han sacado de paseo un tanto obligada.
Dos chicas solas en mitad de la nada dando un paseo a la luz de la luna ¡Qué valientes somos!
Cuando estamos en el internado, una vez que se cierra la puerta ya nadie pisa la calle. Pero aquí, que estamos en casa de sus amigos, a no sé cuánta distancia del núcleo urbano más próximo, esta vez, en cuando cae la noche, a Ana le apetece que demos un paseo para que hablemos de nuestras cosas en privado. Sus amigos no tienen porqué enterarse de mis tormentos. Además, Ana pretende que me anime a salir más, que no me quede atrapada en el chalé todo el día, que mi paseo de esa tarde sea un precedente.
Entiendo que no tengo permiso para escaparme, menos aún para subirme al autobús e ir a la ciudad por mi cuenta y riesgo, como hace Ana. Bueno, su sugerencia es que, si me apetece ir, si he superado mi desidia de estos primeros días, es que vayamos juntas. Por mucho que yo tenga afán de aventura, no dispongo de dinero local y tampoco creo que me vayan a dejar subir a autobús sola y por mi cara bonita. Además, aún no sé dónde estoy y tampoco lo lejos que me encuentro de la ciudad. El primer y único rastro de civilización lo descubrí el domingo cuando me llevaron a misa. Fue ir y volver en coche. según Ana aquello no era la ciudad, aunque me lo pareciera, tan solo una zona un poco más urbanizada que ésta. ¡La ciudad se encuentra más lejos!
¿Salir de paseo? ¿Hacia la derecha por donde está la cuesta con sus curvas o hacia la izquierda que es más recto y la cuesta es más recta y parece menos empinada? Podemos hacer el mismo recorrido que yo he hecho con la bicicleta o ir en sentido contrario. ¿Y si damos una vuelta a toda la urbanización? Está dividida en dos partes. Todo es cuestión de cruzar la calle principal y seguir recto. Lo sé porque ya me han llevado de paseo por ahí en alguna ocasión. Al otro lado hay una pinada y un poco más allá lo que supongo es la carretera, de doble carril por sentido.
Además, por esta zona, hay otros chalés independientes de esta urbanización. Sin embargo los caminos no parecen muy seguros ni están en muy buenas condiciones ¿Es seguro que dos chicas se dediquen a explorar la zona en plena noche? ¡Yo creo que a valentía nos ganan hasta los cobardes!
Salimos del chalé de los amigos de Ana hacia la izquierda, hacia la cuesta sin curvas, que divide urbanización de esas parcelas y chales independientes que hacen muralla sobre la colina. Dan la impresión de ser parcelas mucho más grandes y no tienen una uniformidad previa en su construcción. A estas parcelas se accede por un camino mal asfaltado, oscuro y poco iluminado a estas horas de la noche.

Éste es el cruce es el que marca la frontera y el límite entre la prudencia y la osadía para una chica de catorce años que no conoce la zona. Incluso para mujeres de la edad de Ana, ya que debería poner un cartel que avisara del peligro. «Danger. Wild zone». A partir de aquí empieza un camino que parece que no lleve a ninguna parte y que en plena noche parece que se adentra en la oscuridad más absoluta. Como si, al amparo de la construcción de esta urbanización, se hubieran urbanizado las parcelas anexas.
¿Qué tipo de gente vive por allí? ¿Acaso no sean más que zonas de cultivo? ¿Edificaciones ilegales? Si fueran chalés de lujo esa calle debería tener un mejor aspecto, invitar a pasar. Pero así, en plena noche, la primera impresión es, más bien, de advertencia. ¡Ni te acerques!
Cuando he llegado al final de la calle, al cruce, he sentido la tentación de seguir un poco más, porque, aunque, a partir de ahí el asfalto está en bastante peor estado, hay más chalés que no sé si pertenecen a esta urbanización, ya que tienen un aspecto diferente.
Si a media tarde, durante mi paseo en bicicleta, cuando llegué hasta aquí, descarté la posibilidad de adentrarme y explorar. Confiada en que era una zona habitada, que ese camino, entre colinas, en una continuación de la calle. A estas horas de la noche el impulso de alejarse es mucho más fuerte.
Lo destacable del paseo es que ahora Ana parece que se siente libre de otras obligaciones y está más dispuesta a prestarme toda la atención del mundo. No sé si tiene tanta valentía como para que nos adentremos por ese camino, pero sí a que vayamos a la ciudad, a donde yo quiera, para que encuentre más facilidad para saber dónde estamos. Pero es que, si nos vamos de aquí y llama Daddy, no podrá localizarnos ¡No sabrá el número de teléfono del móvil de Ana! Deberíamos regresar a Medford.
¡A ver si los albañiles terminan pronto con las obras y podemos regresar! Porque ya tengo comprobado que éstos, ante cualquier problema, llaman, pero Daddy ni siquiera tiene el número de teléfono de Ana porque nunca llama
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