Entrada reeditada y modificada: Buscado por la Justicia (28 DE SEPTIEMBRE, 2021)
Reflexiones de Jessica
Daddy lleva dos días en busca del hombre y la mujer perfecta, («Proyecto de amor» y «Tú, la mujer perfecta«) – gracias por la parte que me toca -. Sin embargo, estoy segura de que él no os ha contado que quien debería estar en «busca y captura», por lo que se cuenta en «Esperando a mi Daddy«, es él.
Es un peligroso delincuente, un chico malo, pero «malo» de los de verdad, que tan solo tiene de bueno su cara angelical. Un auténtico delincuente. De esos de los que una buena chica no debería fiarse, porque te lía, te engaña, te manipula y anula tu voluntad de tal manera que acaba haciendo contigo lo que quiere y tú no puedes hacer nada por evitarlo porque tampoco te deja ninguna vía de escape.
¿A qué a ti también te ha engañado con su imagen de pardillo e incauto? Mira, no te fíes porque te acaba dando gato por libre. O mejor dicho, no te da nada.

¿Qué te ha contado de mi vida?
Seguro que no han sido más que excusas, argumentos para justificar que mi vida en Medford era maravillosa, porque allí tengo un montón de amigos y se supone que hubiera tenido un futuro prometedor, si no me hubiera empeñado en viajar a Toledo para encontrarle, para reunirme con él.
La verdad es que mi vida allí estaba bien, eso no te lo voy a negar, mejorable en muchos aspectos, pero, dentro de lo que cabe, se podía vivir, sobrevivir. Estados Unidos en el país de las oportunidades y yo lo tenía en la puerta de casa, con mi título universitario y ese apoyo que nunca me hubiera faltado, porque, hasta cierto, punto se me puede considerar una privilegiada, a pesar de haberme criado sin padres, en un internado; de haber hecho casi lo que me ha dado la gana en todo momento, porque la suerte o la consideración de algunos estaba de mi lado, aunque se tuviera que obviar que siempre he sido una chica un tanto cabezota y rebelde.
El caso es que, si yo me hubiera quedado en Medford, si me hubiera olvidado de buscar a mis padres, mi verdadera identidad, Daddy no hubiera tenido problemas con la Justicia, no hubiera tenido motivos para que le considerasen un peligroso delincuente internacional, porque nadie le hubiera reclamado nada y lo de esa supuesta paternidad ni tan siquiera se hubiera tenido en cuenta
¿Quién se va a creer que alguien como él puede ser mi padre?
Absurdo ¿verdad?
Tan solo lo sabían en Medford y porque alguien tuvo a bien dejar aquella nota en la cuna, donde me abandonaron, pero que tampoco se le dio la suficiente credibilidad ¡Es que no tiene sentido!
Sin embargo, toda hija tiene derecho a conocer a su padre, aunque los datos que se tengas de éste parezcan incoherentes, inconsistentes.
Da igual, si éste se encuentra al otro lado del mundo o en la puerta de al lado. Es más, y aquí está el quiz de la cuestión, los padres tienen obligaciones, deberes y responsabilidades para con sus hijos. Me atrevería a decir que desde el mismo instante de la concepción.
Pero, ¿Dónde ha estado Daddy durante los años que yo he vivido y crecido en Medford? Eso es justo lo que yo hubiera querido saber, que alguien me explicara.

La única que se lo tomó en serio, que se creyó que aquellos datos tenían algún sentido fue Ana, mi tutora, y, en consecuencia, quien disponiendo de los medios y contactos para ello, inició esa búsqueda. Por lo que se ha publicado de la novela hasta ahora, estuvimos en Toledo en 1995, yo lo supe años más tarde, pero el caso es que le localizó, consiguió hablar con él, que tuviera constancia de esa presunta paternidad. Que, sin embargo, Daddy no quiso reconocer de manera formal.
Aunque, como mi tutora, como responsable legal de mi custodia, Ana estaba en la obligación de notificarlo a las autoridades españolas. Ya que mientras no se desmintiese, o dijera lo contrario, yo tenía un padre y esa formalidad era importante para que no se me considerase una adolescente abandonada ni desamparada por las instituciones.
En caso contrario, mi situación legal se hubiera complicado un poco, porque hasta entonces yo era una don nadie. Al menos había llevado una vida normalizada como huérfana, pero ya superaba la edad de permanecer en el internado y más que echarme a la calle con lo puesto, que no era mucho, se me hubiera enviado a otra institución y perdido la pista. Nadie hubiera vuelto a saber de mí, a preocuparse por encontrar a Daddy de nuevo.
¿Qué hizo Daddy después de tener constancia de que se le atribuía esa paternidad?
La verdad, la pura y auténtica verdad es que nada, incumpliendo con ello todos esos derechos, obligaciones y responsabilidades.
Mientras él estaba en Toledo ajeno e ignorante a mi existencia, yo seguía en Medford, con mi vida, y sin saber nada de él.
¿Es o no motivo para que se le considerase un delincuente?
Sí, vale, le dio a Ana una copia de algunos de sus poemas, evidencia de que ésta le había encontrado y habían hablado.
Pero, dicho con toda claridad, «!A Jessica que la zurzan!».
Que, si yo quería saber algo de él, debía ser quien tomase la iniciativa, quien le buscase.
Lo más grave de todo es que ante la Administración española, tampoco hizo ninguna gestión ni tan siquiera para alegar desconocimiento de la paternidad que se le imputaba, que hubiera sido una manera de quitarse de encima el problema, si como aseguraba, tal presunción carecía de sentido.
Ni tan siquiera se molestó en consultar a un abogado por los trámites a seguir en cualquier sentido.
No hizo nada, ni tan siquiera mantener correspondencia con Ana para saber de mis progresos, aunque ésta se preocupase por mantenerle puntualmente informado e incluso, por lo que se cuenta en la novela, ésta tuvo en detalle de repetir la visita por su cuenta. Sin embargo, eso no está tan claro que fuera cierto o que me lo dijera para que yo no perdiera la ilusión e hiciera algo al respecto.

La cuestión es que, cuando yo tuve la suficiente madurez y valentía para ello, cuando inicié esa búsqueda por mi cuenta, lo que me encontré fue con que Daddy no parecía que hubiera hecho el menor intento por buscarme, por saber de mi existencia y paradero, como si jamás nadie le hubiera hablado de mí. «Jessica Marie Bond» para él tan solo era un nombre de tantos, si es que lo había escuchado alguna vez. Ni siquiera había constancia de que supiera localizar Medford en el mapa, como a mí me había sucedido con Toledo, pero, en mi caso, era con premeditación.
¿Te imaginas la sorpresa que se llevo cuando me presenté ante su puerta?

Osada de mí que me presenté sin previo aviso, sin haber esperado respuesta a mi carta, a la confirmación de que éste sabía de mi existencia y cómo me recibiría. Por suerte para mí, Ana fue un poco más prudente que yo y se preocupó por avisarle por teléfono, pero es que yo no tenía su número ni estaba muy segura de que éste residiera allí. Tan solo había seguido las pistas que Yuly y yo habíamos encontrado.

El caso es que con mi llegada a Toledo, y con tan solo un visado de residencia por tres meses, porque había entrado como turista, no por reunificación familiar, puse a Daddy entre la espada y la pared. O se enfrentaba a la Administración, a la Justicia, y resolvía el tema de la paternidad o se arriesgaba a que todo el peso de la Ley cayera sobre su conciencia, porque yo llevaba conmigo toda la documentación que me reconocía como su hija y, en consecuencia, estaba en mi derecho de reclamarle esa filiación, por al menos el tiempo transcurrido desde la primera visita de Ana, para que tuviera constancia de mi existencia, hasta aquel momento o hasta mi mayoría de edad.
Vamos ¡Un auténtico criminal, un huido de la Justicia! Un chico malote, que, casi sin esperarlo, se vio con la soga al cuello, porque su comportamiento, su indiferencia, su alegato de defensa, no tenía ninguna credibilidad ni justificación. «El delito no compensa«
¿Se lo he de tener en cuenta?
Entiendo que su postura tiene disculpa, porque no estaba en disposición de asumir esa paternidad cuando Ana le informó. Hacerse cargo de una adolescente, y más con lo testaruda y particular que yo era en aquella época, habría sido demasiado castigo y un terrible error.
De tal manera que, al desentenderse de mí, me dio la oportunidad de llevar una vida un poco más acorde con las chicas de mi edad. Me dio tiempo a superar mis traumas de la adolescencia y que tuviera un poco más claro lo que quería hacer con mi vida, con mi futuro. Era como si hubiera esperado que hubiera sido yo quien desistiera de buscarle.
Sin embargo, si cada dos por tres te encuentras con un de sus poemas, tampoco para mí era tan sencillo darle la espalda.

Digamos que, si la Justicia le tenía en busca y captura, ningún organismo se ha molestado en iniciar los trámites. Porque, una vez que normalizamos y terminamos de regularizar mi situación en el país. Aunque es cierto que le hicieron saber que se le podía abrir un expediente administrativo de oficio.
Dado que por mi parte no presenté ninguna reclamación, al final todo ha quedado en silencio administrativo, «in dubio pro reo«.
Pero, vamos, que él sabe que es un delincuente y que de «chico inocente» tiene, más bien, poco, por eso se las da de «listo». Pero mejor que se ande con cuidado, porque está en el punto de mira.

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