Introducción
Concluimos la visita a la iglesia de San Marcos con la visita a la plaza donde estuvo el convento de la Santísima Trinidad, plaza y alrededores que ya hemos visitado con anterioridad, pero que con las ganas de recorrer Toledo nos habíamos olvidado de este rincón lleno de historia y de arte.
Iglesia de San Marcos (Los parroquianos eran siempre los mismos)
Retablo de la iglesia de San Marcos en Olías del Rey (Toledo fuera de Toledo)

Calle de la TRINIDAD
Calle de palacios, oratorios, iglesias y conventos, palacio de los Condes de Oñate con su portada renacentista, palacio arzobispal, iglesia de San Marcos, capilla de la Inmaculada, capilla conventual de Jesús y María y también el Archivo Histórico Provincial.

Plaza de EL SALVADOR

Plaza de El Salvador. Constituida por la parte trasera de la antigua iglesia de San Marcos (hoy centro cultural) la parte trasera del palacio de Caracena (hoy dependencias municipales), el lateral de la iglesia del monasterio de Santa Úrsula (hoy abandonado por la última congregación que lo habitó), el lateral del palacio de los Condes de Cedillo (hoy casa de vecinos) y la iglesia de San Salvador que da nombre a la plaza y que mantiene culto y visita turística. Está construida sobre una antigua mezquita de la que se reutilizaron elementos como los arcos de herradura; también fueron utilizadas en su construcción piezas de origen visigodo y romano, así como capiteles godos en las columnas del interior. En esta iglesia fue bautizada la reina Juana, conocida como «Juana la Loca».

Esta plaza tiene en su subsuelo un tesoro para la arqueología toledana, el antiguo pozo llamado del Salvador datado entre los siglos XII y XIII que se puede visitar previa reserva en el Consorcio de Toledo.

La iglesia de la Santísima Trinidad de Toledo (Parroquia de San Marcos) Obra de Jorge Manuel Theotocópuli
En trabajos anteriores sobre este tema, ya habíamos hecho constar, con casi total certeza y alegando motivaciones fundadas –como reseñaremos-, que el tracista de la iglesia conventual toledana de los trinitarios calzados -tras la exclaustración decimonónica sede de la parroquia mozárabe de San Marcos-, había sido Jorge Manuel Theotocópuli (Toledo: 1578-1631)’. Nuevos datos documentales» nos permiten ahora corroborar y constatar sin paliativos lo que entonces afinábamos.
Además de señalar determinados paralelismos arquitectónicos, formales y estilísticos, entre la iglesia trinitaria que aquí nos ocupa, y otras obras trazadas por el hijo de El Greco, singularmente la capilla mayor de la iglesia conventual de Santa Clara la Real de Toledo (1623-1626) y detalles del proyecto de Jorge Manuel para el interior de la cúpula de la catedralicia capilla mozárabe (1626), argumentábamos entonces sobre una serie de datos que perfilaban. de manera prácticamente definitiva, la autoría Jorge Manuelina del templo trinitario toledano, de 1628
La importancia de esta institución conventual en el contexto bajomedieval y durante la Edad Moderna de la ciudad del Tajo, parecía avalar ya de por sí, el que se recurriera al principal arquitecto entonces en la urbe; es decir, al maestro mayor de obras de la catedral, cargo que, entre 1625 y 1631, ostentaba Jorge Manuel Theotocópuli, quien, a su vez, era también maestro mayor de los Alcázares Reales de Toledo, y de su Ayuntamiento desde 1621.
Asimismo, siendo entonces provincial de los trinitarios calzados fray Hortensio Félix Paravicino, incondicional admirador del arte de El Greco, parece lógico suponer -y así lo exponíamos- que favoreciera el proyecto arquitectónico de su hijo. Todo tipo de apoyos y facilidades concedió a esta obra el citado provincial y vicario general de los trinitarios calzados, en la provincia de la orden que comprendía Castilla, León y Navarra, estante precisamente en el cenobio toledano en febrero de 1628, momento de la ejecución del proyecto arquitectónico para su nueva iglesia, como señaláramos.
Entre el 29 de marzo y el 4 de abril de 1628. se sucedieron una serie de declaraciones, legalmente protocolizadas ante escribano público, dando testimonio de la ruina irreversible que sufría la vieja iglesia trinitaria de Toledo, y avalando la construcción de la nueva; básicamente éstas eran las tesis defendidas por los responsables del convento que, de este modo, trataban de conseguir la oportuna licencia municipal para las obras que. finalmente. es concedida en la última de las fechas citadas. Entre los testigos que, bajo juramento como era lo usual, apoyaron
los argumentos de la institución conventual toledana, figuraba el propio Jorge Manuel Theotocópuli. que efectuaba su declaración con data en Toledo a 30 de marzo de 1628, y lo hacía en su condición de «maestro mayor de obras de la sancta (sic) iglesia (sic) de Toledo y de los alcázares (sic) Reales de esta ciudad (sic)» ‘.Siendo suyas las trazas, como ahora fehacientemente sabemos, era lógico que Jorge Manuel apoyara y avalara el proyecto de la nueva iglesia conventual; en cualquier caso, y esto también lo apuntábamos en su día, antes de la citada declaración pública, existe un certero indicio de la autoría proyectual de Jorge Manuel, en la escritura pública mediante la que Francisco de Espinosa, maestro de obras toledano. contrataba la ejecución práctica de las labores constructivas (Toledo. 6 de febrero de 1628) del nuevo templo trinitario ‘. En efecto. una de las cláusulas de
aquélla. reza así: «si resultare (sic) alguna duda para proseguir En la obra de la yglesia desde luego queda remitido (sic) a que la declare Jorge (sic) Manuel maestro (sic) de obras y lo que declarare eso se a (sic. ha) de Cunplir (sic) .. •• que. en la terminología y usos contractuales de la época, nos está indicando claramente al tracista de la obra en cuestión, Jorge Manuel Theotocópuli, con un mínimo de error posible, que no es el caso, como ahora sin duda alguna podemos concluir.En primer lugar se plantea al convento la cuestión del derribo de la antigua capilla mayor de su iglesia; asumiendo plenamente la construcción de la nueva, el cenobio toledano argumenta que unos seis años atrás aquélla había mostrado claramente su ruina con desprendimientos varios, en concreto sobre el altar mayor, en una ocasión, mientras oficiaba fray José de Segovia. Fijando en tomo a 1628, según lo dicho, las citadas evidencias sobre el mal estado del viejo templo trinitario y el inicio de las obras del nuevo, es por lo que deducimos que el documento que tratamos es de hacia 1634-35. Se dice, asimismo, que es entonces ministro del monasterio toledano el mencionado fray José de Segovia, que asumió con auténtica dedicación y sin eludir esfuerzos la construcción de la nueva iglesia, así como obtener el dinero preciso para sus obras, cuestión a la que también aludíamos. Los testimonios sobre la esforzada labor de este fraile trinitario son numerosos y de mucho encomio al respecto, tanto que llevaron a Amador de los Ríos a señalarle como arquitecto del edificio, error ya denunciado por Parro doce años después; ambos, en cambio, insistían desacertadamente en que las obras habían concluido en 1628, cuando en realidad se trata de la fecha de inicio de las mismas, Estos dos autores se hacían eco de los datos que, a fines del siglo XVIII, había publicado Ponz.


LA CUESTA DE LA PORTERÍA DE LA TRINIDAD
La fotografía histórica tiene muchas aplicaciones maravillosas, pero tal vez la más bella es la reconstrucción visual del aspecto en el pasado de lugares que hoy conocemos con una imagen muy diferente. Y si de paso ello nos ayuda a comprender mejor pasajes de fascinantes novelas escritas en Toledo, entonces la fotografía parece cobrar la vida de la mano de la literatura.
Éste es el caso de una calle de Toledo, muy céntrica, pero absolutamente desfigurada hoy en día con respecto al aspecto que presentaba en los siglos pasados. Se trata de la durante siglos denominada Cuesta de la Portería de la Trinidad, callejuela entonces estrecha y misteriosa convertida hoy en amplio espacio urbano con las denominaciones de Plaza y Calle del Salvador.
Se llamaba Cuesta de la Portería de la Trinidad porque en ella se situaba la portería del convento de Trinitarios Calzados, que dejó de serlo hacia 1836 para albergar entre otras cosas un cuartel. Para hacernos una idea del ambiente que generaba su estrechura nada mejor que leer este extracto de la genial novela de Benito Pérez Galdós titulada Ángel Guerra, escrita hacia 1890.
Retirábase por Santo Tomé y el Salvador, cuando al atravesar la cuesta de la Portería oyó una voz que clamaba como quien pide socorro. El sitio era solitario, fosco, siniestro, apropiado a los tapadijos galantes y a los acechos de la traición; la calleja se replegaba en la más intensa obscuridad, y sólo al medio de ella, traspasado el segundo recodo, distinguíase a lo lejos la lucecilla de un farol colgado como a cinco varas del suelo delante de un Cristo que llaman de la Buena Muerte, con melena y enagüillas, en mohoso nicho cubierto de alambrera. Avanzó en seguimiento de la triste voz, hasta llegar a un espacio irregular formado por las tapias de Santa Úrsula y los paredones de la casa de los Toledos, plazoleta que merece el nombre de ratonera, porque la salida de ella es difícil para quien no sepa encontrar los pasadizos o callejones, que más bien son grietas, por los cuales tiene que escurrirse el transeúnte.
Esta calle, que partía de la confluencia de la Calle Santo Tomé con Trinidad -a la altura de la Iglesia del Salvador– hasta llegar al conocido como Palacio de los Toledo, justo enfrente del Pasadizo de Balaguer, era por tanto muy diferente a la actual.


Para hacernos una idea de sus dimensiones y comprender así mejor qué quería decir Galdós, nada mejor que una fotografía. En ella podemos ver no solo las pequeñas dimensiones de la parte más alta de la calle sino la preciosa portada del convento trinitario que daba nombre a la calle. Esta portada no es otra que la que hoy podemos ver en la Alhóndiga en la calle Gerardo Lobo. Al derribar el edificio en 1960 se generó el amplio espacio que hoy conocemos como Plaza del Salvador. La portada fue desmontada y trasladada años antes al mencionado lugar -en 1943, a tenor de lo escrito en una placa colocada hoy en la Alhóndiga-. La foto, tomada desde el ábside del Convento de Santa Úrsula, data aproximadamente de 1915 y es del estudio de Abelardo Linares (gracias a Renate Takkenberg-Krohn por la cesión de esta maravilla):

Éstas son otras fotos antiguas de esta portada renacentista de frontispicio de vuelta redonda en su emplazamiento original:


Formando un ángulo recto con esta portada se situaba otra portada también trinitaria, que se encontraba a la espalda del denominado Palacio de Caracena. Dicha portada fue también trasladada en 1943 a la Alhóndiga. Fue fotografiada varias veces en su emplazamiento original, destacando las tomas de Pedro Román Martínez y Otto Wunderlich hacia 1910 y 1925 respectivamente.



Como decía, según diversa documentación en 1943 se trasladaron las portadas y en 1960 el edificio fue demolido:

De este modo se generó un amplio espacio de modo casi involuntario, que en los primeros años fue un espacio terrizo, abandonado, donde incluso se construyeron infraviviendas de gente muy humilde. En 1962 lo retrató Harry Weber desde el ángulo opuesto a donde se situaba la portería:

En 1969 se rodaron en el solar algunas escenas de Tristana de Luis Buñuel, para la adaptación de la novela homónima de Galdós:


Como se ve, ya no estaba la portada situada junto al Palacio de Caracena:


Buñuel grabó también partes de la película en el inicio de la calle en su zona más baja. Es curiosa la comparativa entre su aspecto en época de Galdós -por Alguacil- y el fotograma de la película:



En los años de auge automovilístico la plaza se usaba como aparcamiento indiscriminado. Mi padre puso empeño en ganar ese espacio para el peatón, y fotografió la plaza cuando se prohibió aparcar allí:

Posteriormente volvió a permitirse el aparcamiento, hasta que se construyó el edificio del Archivo Municipal -que ocupó parte del solar- y por fin quedó el espacio restante arbolado y de uso exclusivo para el peatón.



En la actualidad





Fuentes
LA CUESTA DE LA PORTERÍA DE LA TRINIDAD. Toledo Olvidado
Rehabilitación Plaza de El Salvador Toledo (España), 2000
Plaza de El Salvador (Un día cualquiera en la plaza). Tras el último verso
La Alhóndiga (Después del puente). Tras el último verso
Palacio de Santa Úrsula y Convento de Santa Úrsula (Separados por la Ciudad). Tras el último verso
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