Introducción
En mis últimas entradas y revisiones publicadas sobre la novela «Silencio en tus labios» me he dado cuenta de un pequeño detalle. En realidad, debería admitir que he sido consciente de ello desde el primer momento, que ello forma parte de la personalidad de los personajes protagonistas, lo que marca y acentúa las diferencias entre ellos, lo que es da identidad propia.
Ya he comentado en alguna ocasión que una de las cuestiones de fondo de la novela, de esas dudas que la historia intenta resolver es por qué alguien como Manuel se puede llegar a fijar, a interesar en alguien como Ana y a la paz, cómo alguien como Ana se interesaría por alguien como Manuel. Él no es precisamente lo que se consideraría un dechado de virtudes y a ella parece que la han puesto en un pedestal y no hay ser inteligente que la baje de ahí. Son polos opuestos y alguien podría llegar a argumentar eso de que «los polos opuestos se atraen, se complementan» y que sobre esa premisa he construido toda la novela.
La luz de Ana
El personaje de Ana sí parece que brilla con luz propia, que, después de todo, eso de que haya roto la relación con su ex no ha sido tan negativo porque se ha espabilado, porque pretende ser ella misma y quitarse un poco la coletilla de ser «la novia de…», lo cual es evidente que consigue, aunque en cuanto pone un pie en Toledo siempre se encuentra alguien que alude a su situación sentimental e intenta resolverle la vida. Pero, bueno, siempre se sabe reponer y maneja la situación con la suficiente seriedad como para que no le afecte en exceso. Tan solo tiene un pequeño tropiezo del que consigue salir airosa. Descarga sus temores con el causante de sus quebraderos de cabeza, cuando tal vez éste no tiene responsabilidad directa en el desencadenante, tan solo está en el lugar indicado en el peor momento. A Ana no le cuadra la probabilidad de que invadan su espacio personal y prefiere ponerle remedio antes de que sea demasiado tarde.
No hay duda de que Ana se sabe reponer a las adversidades del camino y que ello es valorado de manera positiva por todo el mundo, sobre todo por parte de aquellos que tienen alguna responsabilidad y delegan en ella. Es decir, me refiero al hecho de que, a pesar de lo complicado que resulta su trato con Manuel, en esos primeros sucesos de la novela ello no ha menguado la confianza que los demás están dispuestos a darle. Ese 15 de febrero, (Versión de Ana) (Versión de Manuel) las amigas se toman con toda tranquilidad eso de que Ana quiera mantener una charla con Manuel, si nos tomamos por cierto la presunción e hipótesis de de que es algo menos improvisado de lo que parece.

Es Ana, ella controla y nada malo puede pasar.
De todos modos, quienes han leído esa secuencia de la novela saben que el hecho de que ésta lleve en la mano el teléfono móvil no es casualidad. Ni yo, como escritor, al plantearme la secuencia lo pretendiera, aunque me dejase llevar un poco por la historia a la hora de escribirlo, lo considerase como algo irrelevante. Está claro que Ana se mantiene en contacto con las amigas, aunque ya sea de manera consciente o por las circunstancias, están parece que se han olvidado de ella. Sin embargo, ello no le resta importancia al hecho de que demuestra la suficiente seguridad como para quedarse sola. Tampoco es que se trate de un callejón oscuro, es una avenida, a las puertas de una iglesia.

Sin embargo, cuando me giré, me encontré con que Manuel seguía allí y no parecía muy dispuesto a marcharse, aunque el gesto de su cara delataba que era tan consciente como yo de lo absurdo y comprometido de la situación. ¡Qué no hubiera escogido peor momento para una estupidez tan considerable como aquella, que, en principio, no implicaría nada bueno!
Ana, 15 de febrero
Tras esa conversación Ana se siente un tanto perdida. Ella no es de Toledo y necesita que alguien la acompañe al punto de encuentro con sus amigos, más cuando éstos se ofrecen a ir a buscarla, pero ésta demuestra la suficiente seguridad como para encontrar solución a su problema y no dar la impresión de ser una chica desamparada y perdida en mitad de la ciudad. Se muestra muy segura de sí misma y ya que Manuel está allí la alternativa a alargar la espera u ocasionar más trastornos a los demás es evidente. Ana no admite una negativa por respuesta.
Ante tales excusas, le advertí que no tenía ningún reparo en mandarle a hacer gárgaras por la cantidad de estupideces que se inventaba. La verdad es que consiguió que me sintiera ofendida por el mal concepto que se había creado de mí, por ese juicio de valor para el que no tenía argumentos porque no me conocía lo suficiente.
Ana, 15 de febrero
Es más, se ha confiado en ella para organizar los grupos de la convivencia para la Pascua y que dé la charla sobre la Vigilia pascual (Versión de Ana), lo cual da a entender la confianza que tanto unos como otros depositan en ella. De hecho, no defrauda a nadie en ese cometido, a pesar de sus problemas personales o de salud.
Puede decirse que tiene esa confianza y seguridad en sí misma incluso para venir sola desde su casa hasta Toledo, ya sea en su propio coche o en transporte público, según de animada se sienta. Es Ana.
La luz de Manuel
¿Dónde queda pues esa luz propia de Manuel? ¿Ese amor propio? ¿Ese confiar de los demás en él? ¿Será cierto ese primer pensamiento, esa primera reflexión de Ana sobre éste cuando se produce ese primer encuentro? ¿»Era el de siempre»? Dicho de una manera un tanto pesimista, de quien se siente un tanto defraudada después de comparar a éste con los demás chicos del grupo.
¿Qué se puede esperar de quien no parece que progrese, se esfuerce demasiado por hacerse un lugar y dar a conocer su nombre en el mundo? Las primeras impresiones, los primeros comentarios resultan del todo desfavorecedores ¿Cuándo se va a hacer merecedor de ese voto de confianza en la organización de las actividades?
Da la impresión de que Manuel es de los que va tropiezo tras tropiezo y que es eso lo que define su vida social, lo que incluso Ana le echa en cara en esa conversación del 15 de febrero, al llamarle «tonto» con toda sinceridad. Porque, si no se ha ganado la confianza de los demás, ella, que viene de fuera y apenas le conoce, no tiene motivos para crearse una mejor impresión. Aparte de que el concepto que se ha creado de él viene condicionado por todo lo que han compartido hasta ese momento.

Alguien seguro de sí mismo, con confianza y personalidad, habría de ser capaz de afrontar las dificultades, enfrentarse a los problemas y tanto alarde de tácticas de evasiva, de dejarse manipular por el entorno y los acontecimientos. Es alguien que sabe lo que hace y sobre todo que pone lo mejor de sí mismo en alcanzar sus metas, lo de insistir en cometer las mismas torpezas por si alguna vez le sonríe la suerte es el peor de las tácticas, porque si ante los demás haces gala de los fracasos nadie puede esperar muchos éxitos y bloqueas puertas que tal vez los demás intentan abrir desde fuera para ayudarte a salir.
Opté quizá por lo menos lógico, me quedé y le hice compañía. Tampoco es que le fuera a dar conversación. Pero, si sabía que estaba allí, no se vería tan sola, aunque después le fuera a contar a los demás que había hecho el mayor de los ridículos porque mi comportamiento tendría una valoración en muchos sentidos y no todos positivos, más cuando había dado claras evidencias de no querer poner a nadie en ese compromiso, a lo que también debía darme por aludido.
Manuel 15 de febrero
De manera que, como sucede esa tarde de sábado, una vez que los dos han tenido ocasión de hablar y que el primer impulso de Manuel es «salir por patas», como se diría vulgarmente. después de que ha tenido la valentía o torpeza de acompañar a Ana para que ésta no se quedase sola. Digamos que nos vamos a creer eso de que lo hace por decisión propia, y que se deja a juicio de los lectores
Sin embargo, antes de que pudiera decirle adiós y darle la espalda, fue ella quien me propuso que le acompañara. En sus ojos percibí claramente ese ruego, no porque le asustara ir sola, se trataba, más bien, de darle un sentido práctico a cuanto había tenido el valor de decirme, como si el hecho de marcharme lo interpretara como un modo de poner de manifiesto mi enfado con ella o que realmente era tan tonto como le habían hecho creer hasta entonces.
Manuel 15 de febrero
La luz de ambos
¿Será Manuel capaz de hacerse merecedor de ese voto de confianza? Después de todo lo que han hablado será complicado que Ana de deje conquistar, pero tiene la oportunidad de conseguir que cambie la opinión que ésta se ha formado de él, que no sea «el de siempre» a partir de ahora.
En cualquier caso, han hablado y Ana empieza a forjarse su propia opinión.
Debe estar conectado para enviar un comentario.