Dia: Friday, July 7, 1995 09:00 AM (Hora local)-06:00 PM (Hora local)
Viaje: 09:00 AM-02:30 PM
Hogar dulce hogar: 06:00 PM-08:00 PM
Reflexiones de Jessica
Buen viaje
La palabra yankee o yanqui es un término utilizado para hacer referencia a cualquier persona o elemento proveniente de Estados Unidos. En algunos países suele tener una connotación despectiva. Es decir, yankee puede ser usado como sinónimo de estadounidense, siendo una simple categoría o adjetivo más.
Definición de yankee
Es hora de hacer las maletas y regresar al hogar. A mí no hace falta ni que me lo digan dos veces. A diferencia de lo sucedido dos semanas antes (Friday, June 23; 10:30 AM) Esta vez no hace falta que Ana me sorprenda con la noticia ni se pelee conmigo por hacer la maleta. ¡No hay necesidad ni de que me ayude! Si se tercia, hasta yo estaría dispuesta a ser quien le ayudase con su maleta, que no pierda tiempo, y así lleguemos al aeropuerto a nuestra hora. El avión despega a las 01:55 PM y no será por nosotras que se retrase ni se vaya de vacío.
¡Volvemos a Medford!
¿Habrán llegado noticias de Daddy?


Ana: ¿Lista para irnos? – Me pregunta. – Nos quedamos unos días más, si te apetece. – Me propone con complicidad. – Estamos de vacaciones y hasta septiembre no se inicia el curso. – Me comenta. – Estamos a tiempo y no he descartado que quizá te hayas animado y quieras que hagamos otra visita a la ciudad, que vayamos de compras y nos demos un capricho de última hora o un viaje a Toledo en busca de tu Daddy. – Me propone animada, aunque no soy tan crédula como supone.
Las clases empiezan el miércoles 6 de septiembre de 1995 (Wednesday, 09/06/1995, 07:50 am. at High School) y habrá que estar una semana antes para las presentaciones, porque cambio de centro escolar. Son casi dos meses de vacaciones para ir donde queramos.
No sé si Ana habla en serio. Pero, si es por fechas, estamos a tiempo de ir a donde yo quiera, incluso en busca de Daddy, a la ciudad Toledo, España, se encuentre dónde se encuentre.
Hablamos con el comandante del avión, el piloto, y, como si fuera un servicio de taxi, que nos lleve adónde le digamos: «Aeropuerto internacional de Toledo, España, por favor. Gracias«. (Hay que pedir las cosas con educación) Porque los pilotos de los aviones son muy listos y saben dónde están todos los aeropuertos.

Si no, que le pregunten al piloto automático. Yo no sé nada de aviones, pero estoy casi segura que en 1995 ya debe haber un sistema que dirija a los vehículos hacia su destino
A partir del año 1983 el sistema GPS satelital brindó su tecnología al ejército de Estados Unidos. Como herramienta militar de gran precisión, la fue incorporando a sus misiles, y vehículos en general.
A comienzos del año 2000, el sistema GPS, es liberado para uso civil en todo el planeta, pero con un margen de error entre 5 y 10 metros. A partir de aquí comienzan a fabricarse los receptores gps individuales y portátiles, siendo los primeros los de la empresa Trimble y texas Instruments
https://gpssatelital.org/gps-historia-y-evolucion/
Es más, si el comandante fuera simpático y quisiera tener un detalle con nosotras, ya que está, que nos lleve a casa de Daddy y nos deje en la misma puerta. ¿Sabrá dónde vive?
Jess: ¿Regresamos a Medford? – Le pregunto y no le respondo.
Ana: Sí. No te pongas de morros. – Me responde. – Regresamos a Boston en vuelo directo. Es un poco más caro, pero necesito que lleguemos pronto. – Me aclara. – Mis amigos nos llevan al aeropuerto y de allí derechas a casa.
Resulta que, aunque el avión despegue a las 01:55 PM y el vuelo dure casi ocho horas, cuando lleguemos a Medford aún será de día y Ana dispondrá de tiempo para gestionar algunos de sus asuntos. Yo no sé muy bien qué pasa, pero, cuando te montas en el avión, los relojes se estropean. Esta vez se adelanta y no puedo decir que me confunda porque ahora volaremos a plena luz del día. Sin que pueda decir que lleve sueño atrasado. Es más, como regresamos al internado, la impaciencia no me va a dejar conciliar el sueño.
Ana: Pero ¿Ya sabes dónde hemos estado? – Me pregunta intrigada. – Ya te dije que lo tenías que averiguar por ti misma, pero no le has puesto el suficiente interés a esa tarea.
La pregunta, en todo caso, es «¡¿Dónde leches hemos estado?!» ¿Alguien lo sabe? ¿Debería yo saberlo? Se supone que estoy castigada a averiguarlo por mí misma, pero me he pasado dos semanas en medio de ninguna parte. Tan solo he salido en tres ocasiones de la urbanización, dos para ir a misa y la tercera para visitar lo que parecía una ciudad antigua, amurallada, construida sobre una colina y bordeada por un río formando una especie de cañón o garganta, que, al menos, tuve ocasión de ver que lo cruzaba un puente esos con aspecto antiguo, medieval.

Se trataba de una ciudad situada lejos de la costa y donde los barrios modernos parecían construidos y se extendían a los pies de la colina. Una imagen bastante alejada de mis expectativas e imaginación

No he visto playa, aeropuerto ni ningún edificio ni monumento emblemático reconocible en cualquier fotografía y lugar del mundo, como:
- La Estatua de la Libertad en New York;
- La Torre Eiffel de Paris;
- La Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano;
- El Partenón en Atenas;
- The White House en Washington D. C.;
- El Pentágono en Washington D. C;
- El Atomium de Bruselas;
- El Cristo Redentor en Río de Janeiro;
- La Plaza Roja de Moscú,
- La Torre de Pisa;
- Los canales de Venecia;
- Gran Pirámide de Guiza. Egipto;
- etc, etc
De manera que no, no hemos estado en Toledo, que tiene que ser el lugar más maravilloso del mundo. ¡Es donde vive Daddy! Lo único cierto e incuestionable es que hemos estado dos semanas lejos del internado, en mitad de ninguna parte. Tan solo Ana parece ser capaz de decirme dónde, pero es un dato que se guarda para no avivar en exceso mi curiosidad ni imaginación, para que modere mis ilusiones, porque, según ella, estoy castigada porque no quise saberlo cuando intentó decírmelo.

Podría tener alguna pista, si Ana me dejase la tarjeta de embarque. Pero no me lo pondrá tan fácil. Tal vez los carteles del aeropuerto me sirvan de ayuda, pero es que no hay ningún vuelo, porque esta vez vamos por la terminal de salidas. Sin embargo, por mucho que mire no anuncian ningún vuelo con destino a Toledo, aunque sí nuestro vuelo con destino a Boston, a casa.

Si se alarga la pista de aterrizaje un poco, el avión nos deja a las puertas del internado y nos ahorramos el taxi o que nos tengan que venir a recoger.

Home, Sweet home
Según mis cálculos, el avión aterrizaba en Boston a las 09:50 PM, pero, como mi reloj se ha vuelto a estropear o el piloto ha apretado de más el pedal del acelerador, a las 06:30 PM, yo ya estoy en mi dormitorio. La multa por exceso de velocidad la tendrá que pagar el piloto o la compañía aérea. Yo no tengo dinero para tanto, aunque, si tuviera prisa por regresar. Sin embargo, no me han dado ocasión para que hablase con el piloto y que volase más rápido.

Ya sabéis, eso del poder de una sonrisa y de una mirada. ¡Esta vez no ha hecho falta!

La reparación de mi reloj, en todo caso, Ana me lo descontará de mi paga durante las próximas semanas. Aunque espero que la factura no sea muy cara. Lo cierto es que Ana no parece muy preocupada por ello. Porque la verdad es que mi reloj funciona como siempre. Tan solo es que, cuando te subes a un avión, se retrasa o se adelanta sin causa justificada.

¡A que resulta curioso el detalle de la portada de los cuadernos!


¿Hablamos?
Ana: ¿Te parece bien que hablemos un momento? – Me pregunta. – Quiero que compartamos impresiones. – Justifica. – Ha sido tu primer viaje lejos del St. Clare’s y quiero saber qué te ha parecido y cómo te sientes.
Pues resulta que es un secreto eso de que hemos estado dos semanas ausentes, (¡Eh guardadnos el secreto!) No se lo puedo contar a las demás chicas del internado, no sea que alguna pregunte de más o quiera que a ella también la lleven de viaje. De manera que, si las demás no puede hacer preguntas indiscretas, yo tampoco. Es más, yo pienso que sí, pero Ana asegura que no me he cruzado con Daddy por la calle, de manera que no hemos estado en Toledo y que el motivo del viaje no tenía nada que ver conmigo. En todo caso, es secreto, un misterio que me desvelará cuando sea mayor, si no lo averiguo yo antes por mi cuenta.
Ana: Hemos estado lejos del St. Clare’s. – Me contesta. – Será mejor que lo olvides y no te calientes la cabeza con suposiciones que no tienen ningún sentido. – Me aconseja. – Sabes que no te mentiría, aunque sospecho que, después de este viaje, pensarás que tampoco te cuento toda la verdad.
Ahora es mejor que me olvide de buscar a Daddy, que no le comente a Ana eso de que el viernes por la tarde me crucé con aquel chico y su perro en dos ocasiones, que me pareció que era el mismo a quien perseguimos el domingo para llegar hasta la iglesia.
¡Qué sí! Que hubo un chico cuya presencia me resultaba un tanto inquietante. Pero, como los últimos días he estado atrapada en la piscina, no me he vuelto a cruzar con él. Llevaba un perro parecido a éste de la foto.

Fotos del chico en cuestión son imposibles de conseguir y de momento, en julio de 1995, no hay tecnología para los parecidos razonables, ni para encontrar fotos de cualquiera con tan solo apretar un botón. Al menos no es una tecnología que haya llegado al internado o a la que yo tenga acceso. La que tiene un teléfono móvil es Ana, pero tan solo es para llamadas.
¿Te imaginas? Una tecnología que me ayudase a localizar a Daddy sin muchas complicaciones ¿Habría algún motivo por el que éste se quisiera dejar encontrar? Yo creo que a mí no me gustaría que invadieran de ese modo mi vida privada, aunque ello facilitase que Daddy me encontrara. La búsqueda de Daddy ha de hacerse como siempre, preguntando a los organismos oficiales, la Embajada de España y similares, en caso de que le tengan «fichado» como ciudadano español y nacido en Toledo, porque es lo único que sabemos de él.
Sin embargo, a partir de ahora mis esfuerzo se han de centrar, sobre todo, en la asignatura de Spanish. Muchas hora de lectura de textos en español, a cambio de horas de playa en Carson Beach y que Ana me hable en español para que me acostumbre y habitúe a que me hablen en ese idioma y lleve eso por adelantado cuando por fin acuda a clase. Eso o no ver el sol ni la playa de Carson Beach en lo que me resta de vida, salvo que me escape por mi cuenta y asuma el riesgo de que a la vuelta me encontraré mis pertenencias en el porche y la furgoneta del otro internado delante de la puerta, porque habrá venido a recogerme. Ana no se molestaría en llevarme.
Jess: ¡Venga! Dime, al menos, si hemos estado cerca de Daddy. – Le ruego, aunque me conozco la evasiva con la que me responderá.
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