Quien tiene una amiga tiene….

SILENCIO EN TUS LABIOS

Introducción

Tal vez puede parecer que no encaja demasiado bien que ahora revise y vuelve a publicar esta entrada cuando de lo publicado en estos días la tensión de la historia y la novela están en los momento previos a la secuencia de «El camino de Emaús», (Sábado, 19 de abril [Ana] [Manuel] ) cuando queda por ver si el plan de Ana por darse ese paseo con Manuel y terminar de aclarar su situación se lleva a término o se complica por algún imprevisto.

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Sin embargo, como se trata de poner en valor la amistad, la complicidad de las amigas para que todo salga bien, es momento de recordar cómo ha sido la implicación y evolución de esa amistad hasta ahora, que sea la propia Ana quien nos lo recuerde.

Ésta es una entrada que en su momento me pareció un curioso planteamiento y resumen de lo que ha sido la historia y la novela hasta este punto.

Quien tiene una amiga tiene…. una historia

Original, escrito el 17 de noviembre 2015

Primera revisión: 4 de junio 2021

Llevo tiempo queriendo escribir un post sobre la amistad y la alusión que hago de ello en la novela «Silencio en tus labios», pero admito que es un tema complicado de tratar. Por eso, por ser justo y sincero en mis valoraciones, por no alterar el sentido ni la interpretación de mis palabras, prefiero que sean las amigas de Ana, por boca de ésta, en sus reflexiones y consejos, quienes hablen de mí, quienes cuenten esta historia de amistad.

Rebuscando aquí y allá, centrado más en el primer libro, he encontrado varios fragmentos muy significativos y representativos del tema, en los cuales mi personaje, y en consecuencia yo mismo, no sale tan bien parado como sería deseable. Sin embargo, dada la intención con la que escribí la novela, ese carácter autobiográfico, ese dar mi visión sobre mi vida y el síndrome de Asperger, la visión que las amigas de Ana tienen de mí es la que tiene que ser. Como suele decirse, es la verdad sin andarse con paños calientes.

En cualquier caso, frente a esa actitud crítica de las amigas, con más o menos lógica, coherencia y sentido, «Silencio en tus labios» es una novela, cuenta una historia en la que los personajes centrales se forman sus propias ideas y obran en consecuencia. En ese caso, no queda muy claro si es Ana quien convence a sus amigas o quien se deja convencer por éstas. La cuestión es que, frente la oposición inicial, al final el corazón vence a la razón o, como suele decirse, el amor es ciego o ve tan solo lo que de verdad le importa.

Ana, en el segundo libro, consigue involucrar de nuevo a las amigas en esta conquista, cuando ya parece que está todo perdido, una vez que ella ha sufrido sus propias frustraciones y desengaños. Quienes en un primer momento se muestran más reticentes a toda esa historia de amor, al final entienden que la amistad está por encima de los individualismos, que, si una amiga lo necesita, las demás están ahí para lo que haga falta, tanto en los malos momentos, como en los momentos en los que hay que reírse un poco del primer incauto que se les ponga a tiro….

Foto ilustrativa de amigas

Las amigas de Ana

18 de mayo 2002, sábado

Me dio por pensar que casi prefería que mi vida fuera más como la de Manuel. Allí estaba sentado un poco más delante de mí, por lo que había oído, con más de un tropiezo con alguna que otra chica, entre las cuáles se encontraba alguna de mis amigas. Sin embargo, estaba allí. No supe muy bien lo que escribió en su cuaderno, por rumores y comentarios, la deducción lógica era que algún que otro poema con más o menos sentido que en alguna ocasión se atrevía a compartir con los demás. Según mis amigas, eran cosas suyas. Lo preocupante era cuando pretendía que esos poemas tuvieran un sentido más romántico y se los enviaba a quien consideraba su inspiración. A algunas le resultaba gracioso, pero también había quien lo consideraba obsesivo. En cualquier caso, eran las historias que él se montaba y que no pasaban de ahí, si con ello pretendía hacerse destacar por encima de los demás y que la chica en la que tenía puestos los ojos se fijase en él. La verdad es que, si se le mencionaba en alguna conversación, no era por algo que le favoreciera. Después cada cual tenía su propia opinión y las más críticas preferían mantenerse a distancia, la mayoría con cierta indiferencia y alguna que otra con cierta frustración porque él no se lo tomaba tan en serio como pretendía.

22 de junio 2002, sábado

En la confianza que de tratar ciertos temas entre amigas, me fue inevitable aludir a aquella cuestión, por compartir impresiones, por si mis amigas también se habían percatado de aquellas miradas, en caso de que mis apreciaciones fueran equivocadas y alguna de ellas se sintiera objetivo de aquellas atenciones. Sin embargo, me dijeron que no se habían dado cuenta de nada; me comentaron que no habían notado nada raro en el comportamiento de Manuel en las últimas semanas. Incluso admitieron que les resultaba hasta gracioso que Manuel se interesase por mí, que hubiera conseguido atraer su atención, que hubiera cambiado de chica con tanta facilidad, porque era como si hubiera asumido que con la anterior había perdido todas sus opciones, a pesar de que a mí no me resultara muy alentador pensar que hubiera dejado a la otra por mí, que era una completa desconocida y no teníamos nada en común.

11 de enero 2003, sábado

Para el retiro de enero fueron las amigas quienes me convencieron. Mi idea era no aparecer por Toledo en una larga temporada, hasta que la situación y mi trato con Manuel se hubieran enfriado y normalizado. Mis amigas me dijeron que fuera y me dejara en casa la tontería que me había entrado, que me demostrase a mí misma que aquel tema estaba superado y no me tenía acobardada. No me ayudaba en nada que me dejase coaccionar por un chico ni por nadie. Es más, ellas aseguraban que, si no me sentía con ánimos y no acudía al retiro, la siguiente ocasión me costaría más. De hecho, alguna de mis amigas se ofreció a venir a buscarme para que no hiciera el viaje sola, en caso de que no encontrase a nadie de mi grupo que me acompañase. Debía olvidarme de mis miedos y de esa absurda idea de que todas las veces que fuera al retiro o me acercara a Toledo viviría una pesadilla, cuando lo importante era el retiro, el trato con los hermanos y la relación con las amigas. ¡Ningún chico se merecía que me mortificase de aquella manera tan tonta! Si me escondía en mi casa, sería como si le diera la razón a Manuel y éste creyera que todo eso me afectaba, cuando lo mejor era ignorarle. En todo caso, no tenía por qué culparle ni responsabilizarle de mis decisiones, ya que, en realidad, no había sucedido nada.

15 de febrero 2003, sábado

Le comenté a mis amigas mis sospechas sobre el inicio de aquel rumor y ninguna me supo decir nada claro, tampoco un desmentido tajante, dado que todas reconocían que preferían desentenderse, dado que no era un chico que les llamase la atención de manera particular y ya tenían bastante trato con él durante las reuniones de grupo como para saber de qué pie cojeaba. En cualquier caso, lo que alguna me aconsejó fue que, ante la duda, lo hablase con él, dado que no había riesgo de que me comiera y que, por mi parte, estaba tranquila. Aquella iniciativa no daría pie a que él sacase conclusiones equivocadas. Que, al menos, si alguien le preguntaba sobre aquel rumor, alegase que no sabía nada del tema y no se diera por aludido. En cualquier caso, la situación para mí resultaba muy comprometida, casi como una provocación por su parte justo para eso, para que hablase con él. En el peor de los casos, mi acusación en falso serviría para que se reavivaran nuestras diferencias cuando el tema ya estaba superado. Más cuando prefería que esa cuestión quedase en el olvido tanto por su parte como por la mía o de los demás. Tampoco quería que un juicio equivocado empeorase su relación con la gente, debido a su manera de ser tan solitaria.

17 de abril 2003, sábado

No sé si cierto tipo de confidencias entre amigas son muy apropiadas en un ambiente de Pascua como aquel, pero, sin duda, la ocasión era propicia para ello, con la seguridad de que ningún chico nos escucharía y que aquella conversación no trascendiera. El caso es que aproveché la tranquilidad que nos proporcionaba la casa y comenté con mis amigas los pensamientos que rondaban por mi cabeza, mis impresiones con respecto a la actitud que Manuel mantenía conmigo desde su llegada, aunque les ocultase el detalle de que tal vez yo tuviera parte de la responsabilidad por mis provocaciones. Tan solo les tanteé por si tenían una apreciación distinta y algo más objetiva. Por sus respuestas entendí que no habían quedado tan en el olvido mis quejas y agobios al respecto o que mis amigas exageraron un poco porque pensaron que era lo que esperaba. En cualquier caso, a ninguna le pareció que la situación fuera demasiado grave. Más bien, lo consideraban soportable hasta el domingo cuando regresáramos a casa. Mi alivió fue que ninguna de las dos se mostró demasiado crítica ni recelosa e intuí que quizá no recibieran mal la noticia de que entre Manuel y yo comenzase algo especial en aquellos días.

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